Nadia Otmani, el poder de la fuerza
El 8 de marzo es el
Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Desde Toumaï hemos querido
contar la historia de Nadia Otmani, presidenta de la Asociación Al Amal,
una marroquí que víctima de la violencia de género se quedó en una
silla de ruedas. Un increíble ejemplo de superación personal.
Desde ese día, aceptó su condición de minusválida.
Decidió que dejar pasar el tiempo amargándose y sufriendo no iba sino a
empeorarlo todo. Así que tras nueve meses en el Hospital Nacional de
Parapléjicos de Toledo salió moviendo un poco las piernas y dispuesta a
tirar adelante.
Lo primero que hizo fue ir a los Servicios Sociales
de Torrejón de Ardoz para pedir ayuda. "La respuesta fue `vete a tu
país`", cuenta indignada. Después vino el juicio, y como no sabían ni
ella ni su hermana los cauces jurídicos españoles, no la dejaron ni
entrar a declarar: "Se pactó todo. De la indemnización de 240.000 euros,
sólo he visto unos 1.600 en diez años". No podía trabajar, tampoco
ganaba dinero. Tenía que mantener a su hija, a su hermana y a los dos
hijos de ésta. Hipotecó todo lo que había conseguido en Marruecos para
salir adelante. Además estaba paralizada por el miedo a encontrarse con
su agresor, que en pocos años ya estaba en libertad.
Intentó incesantemente que alguien la escuchara, "la
rabia que sentía dentro tenía que salir", hasta que por fin Maite, hoy
una concejala del Partido Popular, le tendió la mano y le dijo que
quizás podría presentarle a la presidenta de la Comunidad de Madrid,
Esperanza Aguirre. Y la conoció, "y sólo tengo palabras de gratitud. Se
portó conmigo, tanto como ser humano, como profesional, como nadie lo
había hecho. Me abrió las puertas a las ayudas a las que tenía derecho",
explica. Fue poco después cuando creó la asociación: "Pensé en todo lo
que me había pasado, en qué país estaba viviendo y donde, sin embargo,
nadie supo decirme qué tenía qué hacer para conseguir una vivienda de
protección oficial, entre otras cosas. Ese es el problema. Los
inmigrantes cuando llegan aquí no saben nada, están perdidos, y mi
trabajo es apoyarles, acompañarles, informarles y ayudarles". La
asociación Al Amal (que siginifica "esperanza") coordina a unas 435
personas en Torrejón y otras 300 en Madrid. Tiene proyectos de apoyo
personal de la Comunidad de Madrid, talleres de todo tipo (cocina,
costura, violencia de género...) y hasta de sensibilización en el propio
Marruecos.
SU FE.- Deja los cubiertos encima del plato, bebe un poco de agua, y prosigue: "Soy una persona muy creyente. Tengo mi propio Dios que me ha hecho salir adelante. Si me preguntas si cambiaría algo de lo que me pasó, te contesto: ‘No’. El destino quiso que estuviera en esta silla de ruedas por algo. Y es de ahí de donde saco la fuerza interior que tengo. Si antes tomaba 36 pastillas contra el dolor, ahora ninguna. La fe me ayuda a salir".
TOUMAÏ_ De tanto tiempo que dedica a los demás, ¿qué queda para usted?
NADIA_ Mi satisfacción personal es cuando ves cómo una chica víctima de malos tratos ha recuperado su autoestima. Mi padre me enseñó el valor del ser humano. En mi casa todo el mundo era bienvenido, y eso lo he aprendido desde niña.
Es el único momento en el que los ojos le brillan de
emoción. Ni tan siquiera derramó una lágrima cuando hablaba del
accidente. El padre de Nadia murió asesinado por asuntos políticos.
Hay dos formas de ver a Nadia: Como una persona que
cumple con todos los estereotipos perfectos para salir en la televisión y
en los medios: Mujer, marroquí, víctima de violencia de género o
minusválida. O bien se la pueda ver como alguien valiente que lucha para
conseguir lo que quiere, que jamás se rinde, y que cada día que pasa lo
vive como si fuera el último. ¿Y no es ese el camino para ser feliz?.
TÍTULO: CUANDO LAS PALABRAS HEBLAN EN FEMENINO VCKY PEÑA Y LA ACADÉMICA INÉS FERNÁNDEZ--ORDÓÑEZ CHARLAN SOBRE MARÍA MOLINER.
La actriz Vicky Peña y la académica Inés Fernández-Ordóñez charlan sobre María ... María Moliner, cuando las palabras hablan en femenino,.
María Moliner, cuando las palabras hablan en femenino
La actriz Vicky Peña y la académica Inés Fernández-Ordóñez charlan
sobre María Moliner. Una va a encarnarla en el teatro. Otra es
filóloga, como ella. Ambas recuerdan con admiración la obra de la mujer
que escribió, en solitario, el más completo diccionario de uso del
español... mientras reflexionan sobre mujeres, cultura y tiempos
difíciles.
María Moliner fue, en 1972, la primera mujer candidata a ocupar un puesto en la Real Academia Española. No
lograrlo le supuso un gran alivio, según recordaba Gabriel García
Márquez con motivo de su muerte, porque le aterraba pronunciar el
discurso de admisión “¿Qué podía decir yo –la citaba el escritor– si en
toda mi vida no he hecho más que coser calcetines?”. Juzguen su
modestia: María Moliner fue filóloga, bibliotecaria, archivera,
madre, esposa y también la mujer que escribió un diccionario de 3.000
páginas. El “Diccionario de uso del español María Moliner” le
llevó 15 años de meticuloso trabajo en solitario. Para conversar en
torno a su vida y al mérito de su obra, se reúnen la actriz Vicky Peña,
que se meterá en su piel con “El diccionario”, a partir del 29 de
noviembre sobre las tablas del Teatro de La Abadía (Madrid), e Inés Fernández-Ordóñez, filóloga igual
que lo fue María, aunque ella sí ocupa un sillón en la Academia (el de
la P mayúscula). Las dos tienen mucho en común: la pasión con la que se
entregan al trabajo, el amor por la palabra, la nostalgia por los
tiempos en los que la ventanas al mundo tenían forma de libro y no de
pantalla táctil, la añoranza por la auténtica cultura... Madres, hijos,
mujeres, tiempos de crisis... Las palabras vuelan ya sobre la mesa.
Inés Fernández-Ordóñez. María Moliner simboliza a todas las mujeres que se formaron en la Institución Libre de Enseñanza y que intentaron renovar muchas cosas, sobre todo en el ámbito de la educación y la cultura. Representa a una generación de mujeres que trabajan, que estudian, que están comprometidas con su labor y que tienen la preocupación de llevar la cultura al pueblo. Hizo un gran trabajo con las bibliotecas populares en la década anterior a la guerra, a través de las misiones pedagógicas, con un informe sobre cómo deben estar organizadas las redes de bibliotecas rurales, cómo deben intercambiarse los libros para que todo el mundo tenga acceso a la cultura. Se empeñó en esta labor, igual que Jimena Menéndez Pidal o todas esas personas que se vieron abocadas a la depuración, a perder su trabajo o al exilio, quedando sus proyectos destruidos.
Vicky Peña. Desde luego, son una generación que merece una gran admiración. Aparte de su magna obra, por supuesto. A mí siempre me han gustado mucho los diccionarios. Recuerdo que en casa estaba la enciclopedia Espasa y el nombre que había en los tomos me fascinaba. Había uno que era Bel-Cozvijar, otro, Ocran-Sanabu. Este me encantaba. Cuando era pequeña cogía el Ocran-Sanabu a ver lo que había dentro. Leía la definición de las palabras y soñaba mundos, imaginaba conceptos... Pero tú, Inés, que eres capaz de apreciar la labor de organizar las palabras, de jerarquizarlas, de hacer categorías... eso debe de ser muy enriquecedor y muy bonito.
Contra el caos
Inés. Los diccionarios son obras que llevan toda una vida y pensar que ella emprendió esa tarea cumplidos los 50, además sola, es impresionante.
Vicky. Es admirable. Fue una trabajadora muy eficaz que fue relegada 18 puestos en el escalafón sin poder demostrar ningún cargo contra ella, porque fue una trabajadora de la cultura sin afiliación a ningún partido político. Esta trayectoria está esbozada en la obra, pero Manuel Calzada, el autor, ha buscado también un contraste dramático entre su pasión por poner orden en el caos, organizando un mundo de palabras, en contraste con los últimos años de su vida, cuando las perdió. “El diccionario” la sitúa en sus dos mundos: el familiar, como madre y esposa, y el académico de trabajadora infatigable, inconformista que nunca recibió el reconocimiento de un sillón en la Academia.
Inés. Yo creo que la obra tiene mucho que ver también con el drama del Alzheimer. Es una enfermedad terrible. Yo lo padecí con mi suegra: vi como iba perdiendo no solo los nombres y las palabras... Le encantaba cocinar pero fue olvidando todas las recetas y siempre hacía la misma comida que repetía una y otra vez. Hasta que también la olvidó. La obra tiene también esa dimensión, la de ponernos delante la tragedia del Alzheimer y cómo la padecieron personas con una cabeza extraordinaria, como la que tenía María Moliner.
Vicky. María Moliner no entró en la Academia, pero esto no significa que su trabajo no fuera agradecido.
Inés. La publicación del diccionario fue un bombazo en su momento. Tuvo muchísima repercusión en la prensa y entre los escritores, no recibió el reconocimiento académico, pero sí el del público y de la gente de letras.
Vicky. Yo personalmente quedo satisfecha solo con el trabajo bien hecho. Siempre se agradece el aplauso, pero a veces resultan excesivos porque estás haciendo tu trabajo.
Inés. Comparto tu punto de vista. En el caso de un investigador, uno emprende un trabajo porque quiere saber más. Si te lo reconocen o no es indiferente; en ese momento, lo que te importa es llegar a saber lo que no sabes. Tiene algo de obsesivo, y también es muy vocacional. Indudablemente, a todo el mundo le gusta que le reconozcan su trabajo, pero lo que crea una trama cultural o investigadora en un país no son los primeros, sino también la existencia del segundo y del tercero.
Vicky. Pero en el caso de la Academia de la Lengua, la desproporción entre hombres y mujeres es brutal...
Inés. En este momento, me parece que las mujeres representamos el 11%. Somos seis: Ana María Matute, Soledad Puértolas, Carmen Iglesias, Margarita Salas, Carme Riera y yo. El cambio es lento porque son cargos vitalicios. Pero me consta que existe una voluntad de renovación.
Vicky. Yo, sin ser feminista exacerbada, sí creo que las mujeres proponen otra dinámica. Una se da cuenta de que hay otro punto de vista cuando lee literatura escrita por mujeres. También lo he visto en mesas en negociaciones; hay una manera distinta de ver las cosas y es muy enriquecedor, y necesario.
Inés. Por supuesto que lo es. De eso no tienes que convencerme. Pero tienes que pensar que las mujeres catedráticas en España no llegan al 15%, y menos en los consejos de administración. Es una lucha que se tiene que dar pasito a pasito... Es complicado mantenerte a un nivel de exigencia alta en trabajo y a la vez atender a tu familia. En mi caso, me quedé embarazada y sacaron una plaza a la que quería opositar seis meses después y la verdad es que fue una pesadilla. Siempre digo que recuerdo una década de mi vida como si no hubiera pasado, porque tenía tal cantidad de trabajo entre las niñas pequeñas y la universidad que no me di cuenta de que habían pasado 10 años.
Vicky. Hay que hacer malabares con los horarios, con las horas de sueño con la energía... Yo me quedé embarazada haciendo teatro y haciendo teatro estuve hasta que la tripa no me dejaba. Toda mujer trabajadora tiene una papeleta complicada que resolver, pero en el caso de las actrices es muy complejo, porque cuando trabajamos en teatro es tarde o noche, pero a veces tienes una sesión de doblaje, de cine o de televisión y has de madrugar mucho. Eso cuando no te vas de gira, uno, dos o tres meses... No hay ningún modo en que te puedas organizar para llevarlos al colegio, darles la comida o la cena sin ayuda.
Cuentos de miedo
Inés. Además un niño necesita rutina...
Vicky. Y la rutina no existe en nuestra profesión. Para mí, cuando podía, la hora de acostarles era maravillosa, muy enriquecedora, hablábamos, leíamos... era un rato precioso. Dice una frase de la obra que “cuando los hombres se dedican al trabajo, se entregan a su familia y cuando las mujeres se dedican al trabajo, le roban el tiempo a sus familias”. Yo siempre me he entregado al trabajo, pensando que tenía que hacerlo así, aunque cayeran chuzos. Afortunadamente, mi compañero, mis padres, mis suegros, todos pertenecen al mundo del teatro, así que todos conocemos de qué se trata y las exigencias que conlleva. Y los niños, que se han criado corriendo por los camerinos y a veces se han dormido en el suelo, también fueron muy comprensivos.
Inés. Pero es cierto que hay cierta presión ambiental que te dice que, por ejemplo, si tienes que trabajar sábado y domingo eso no está bien. En cambio no es algo reprobable si le pasa a un hombre, en ese caso es normal, simplemente se considera como algo que tiene que hacer. Cuando María empezó con el diccionario, sus hijos ya eran mayores, ya no estaban en casa, y creo que una de las cosas que la empujó es que su marido estaba en Salamanca y ella en Madrid, vivían separados. Eso y que era una persona extraordinariamente trabajadora, muy inteligente, que le gustaba estar ocupada.
Vicky. Cuando uno dedica tanto tiempo al trabajo, el respaldo de la pareja es muy importante.
Inés. Desde luego. A mí me gusta mucho trabajar, hay gente a la que no le gusta, todos conocemos en nuestros entornos laborales a esas personas que se escaquean. Creo que trabajar es una forma de ser persona y también de tener un proyecto vital, y si no trabajas hay una parte espiritual interior que realmente no está viva. Por eso la situación actual me parece terrible. Además, por supuesto, de la cuestión puramente económica.
Vicky. Yo, cuando estoy sin trabajo, me siento muy mal y es algo consustancial a mi profesión, donde solemos decir que nos morimos de hambre o nos morimos de sueño. Es tremendo lo de la carencia de empleo actual, porque no es solo un “modus vivendi”, la manera que tienes de ganar dinero para pagar la casa, los colegios, la comida... sino esa otra sensación de esta sirviendo a la sociedad, cumpliendo una función, vinculándote... El drama del paro es una monstruosidad.
Inés. A veces ya prefiere uno no escuchar la radio porque cada día es un poquito peor, un poquito peor...
Vicky. Es como un cuento de miedo.
Inés. Y cada vez estamos entrando más a fondo en la frivolización de la cultura de la que habla Vargas Llosa.
Vicky. Pero es que lo que se ha dado en llamar cultura, no lo es. Para mí, la cultura es un sustrato con muchas capas que uno adquiere a través de los libros, de los cuadros, del teatro, del cine o de otras vías y que asimilas personalmente, y luego la sociedad lo asimila colectivamente. Para mí la cultura es como con la tierra, la “agri-cultura”: se planta, se trabaja, crece, se consume... es como un ciclo, no aparece de la nada.
Inés. Lo de ahora son fuegos artificiales, pero no es algo profundo.
Vicky. Exacto. Son calorías vacías, que digo yo. Incluso malas para el hígado del alma, no te dejan nada, no tienen ningún valor proteico, no construyes nada, se intenta fomentar los aspectos de la cultura que sean más banales, porque la verdadera cultura sí deja un poso, sí deja un sustrato que hace enriquecerse a la persona y al ser humano y, por lo tanto, pensar más.
Inés. En la época de María, de 24 millones de habitantes que tenía España, 12 eran analfabetos, no lo podemos olvidar.
Inés Fernández-Ordóñez. María Moliner simboliza a todas las mujeres que se formaron en la Institución Libre de Enseñanza y que intentaron renovar muchas cosas, sobre todo en el ámbito de la educación y la cultura. Representa a una generación de mujeres que trabajan, que estudian, que están comprometidas con su labor y que tienen la preocupación de llevar la cultura al pueblo. Hizo un gran trabajo con las bibliotecas populares en la década anterior a la guerra, a través de las misiones pedagógicas, con un informe sobre cómo deben estar organizadas las redes de bibliotecas rurales, cómo deben intercambiarse los libros para que todo el mundo tenga acceso a la cultura. Se empeñó en esta labor, igual que Jimena Menéndez Pidal o todas esas personas que se vieron abocadas a la depuración, a perder su trabajo o al exilio, quedando sus proyectos destruidos.
Vicky Peña. Desde luego, son una generación que merece una gran admiración. Aparte de su magna obra, por supuesto. A mí siempre me han gustado mucho los diccionarios. Recuerdo que en casa estaba la enciclopedia Espasa y el nombre que había en los tomos me fascinaba. Había uno que era Bel-Cozvijar, otro, Ocran-Sanabu. Este me encantaba. Cuando era pequeña cogía el Ocran-Sanabu a ver lo que había dentro. Leía la definición de las palabras y soñaba mundos, imaginaba conceptos... Pero tú, Inés, que eres capaz de apreciar la labor de organizar las palabras, de jerarquizarlas, de hacer categorías... eso debe de ser muy enriquecedor y muy bonito.
Contra el caos
Inés. Los diccionarios son obras que llevan toda una vida y pensar que ella emprendió esa tarea cumplidos los 50, además sola, es impresionante.
Vicky. Es admirable. Fue una trabajadora muy eficaz que fue relegada 18 puestos en el escalafón sin poder demostrar ningún cargo contra ella, porque fue una trabajadora de la cultura sin afiliación a ningún partido político. Esta trayectoria está esbozada en la obra, pero Manuel Calzada, el autor, ha buscado también un contraste dramático entre su pasión por poner orden en el caos, organizando un mundo de palabras, en contraste con los últimos años de su vida, cuando las perdió. “El diccionario” la sitúa en sus dos mundos: el familiar, como madre y esposa, y el académico de trabajadora infatigable, inconformista que nunca recibió el reconocimiento de un sillón en la Academia.
Inés. Yo creo que la obra tiene mucho que ver también con el drama del Alzheimer. Es una enfermedad terrible. Yo lo padecí con mi suegra: vi como iba perdiendo no solo los nombres y las palabras... Le encantaba cocinar pero fue olvidando todas las recetas y siempre hacía la misma comida que repetía una y otra vez. Hasta que también la olvidó. La obra tiene también esa dimensión, la de ponernos delante la tragedia del Alzheimer y cómo la padecieron personas con una cabeza extraordinaria, como la que tenía María Moliner.
Vicky. María Moliner no entró en la Academia, pero esto no significa que su trabajo no fuera agradecido.
Inés. La publicación del diccionario fue un bombazo en su momento. Tuvo muchísima repercusión en la prensa y entre los escritores, no recibió el reconocimiento académico, pero sí el del público y de la gente de letras.
Vicky. Yo personalmente quedo satisfecha solo con el trabajo bien hecho. Siempre se agradece el aplauso, pero a veces resultan excesivos porque estás haciendo tu trabajo.
Inés. Comparto tu punto de vista. En el caso de un investigador, uno emprende un trabajo porque quiere saber más. Si te lo reconocen o no es indiferente; en ese momento, lo que te importa es llegar a saber lo que no sabes. Tiene algo de obsesivo, y también es muy vocacional. Indudablemente, a todo el mundo le gusta que le reconozcan su trabajo, pero lo que crea una trama cultural o investigadora en un país no son los primeros, sino también la existencia del segundo y del tercero.
Vicky. Pero en el caso de la Academia de la Lengua, la desproporción entre hombres y mujeres es brutal...
Inés. En este momento, me parece que las mujeres representamos el 11%. Somos seis: Ana María Matute, Soledad Puértolas, Carmen Iglesias, Margarita Salas, Carme Riera y yo. El cambio es lento porque son cargos vitalicios. Pero me consta que existe una voluntad de renovación.
Vicky. Yo, sin ser feminista exacerbada, sí creo que las mujeres proponen otra dinámica. Una se da cuenta de que hay otro punto de vista cuando lee literatura escrita por mujeres. También lo he visto en mesas en negociaciones; hay una manera distinta de ver las cosas y es muy enriquecedor, y necesario.
Inés. Por supuesto que lo es. De eso no tienes que convencerme. Pero tienes que pensar que las mujeres catedráticas en España no llegan al 15%, y menos en los consejos de administración. Es una lucha que se tiene que dar pasito a pasito... Es complicado mantenerte a un nivel de exigencia alta en trabajo y a la vez atender a tu familia. En mi caso, me quedé embarazada y sacaron una plaza a la que quería opositar seis meses después y la verdad es que fue una pesadilla. Siempre digo que recuerdo una década de mi vida como si no hubiera pasado, porque tenía tal cantidad de trabajo entre las niñas pequeñas y la universidad que no me di cuenta de que habían pasado 10 años.
Vicky. Hay que hacer malabares con los horarios, con las horas de sueño con la energía... Yo me quedé embarazada haciendo teatro y haciendo teatro estuve hasta que la tripa no me dejaba. Toda mujer trabajadora tiene una papeleta complicada que resolver, pero en el caso de las actrices es muy complejo, porque cuando trabajamos en teatro es tarde o noche, pero a veces tienes una sesión de doblaje, de cine o de televisión y has de madrugar mucho. Eso cuando no te vas de gira, uno, dos o tres meses... No hay ningún modo en que te puedas organizar para llevarlos al colegio, darles la comida o la cena sin ayuda.
Cuentos de miedo
Inés. Además un niño necesita rutina...
Vicky. Y la rutina no existe en nuestra profesión. Para mí, cuando podía, la hora de acostarles era maravillosa, muy enriquecedora, hablábamos, leíamos... era un rato precioso. Dice una frase de la obra que “cuando los hombres se dedican al trabajo, se entregan a su familia y cuando las mujeres se dedican al trabajo, le roban el tiempo a sus familias”. Yo siempre me he entregado al trabajo, pensando que tenía que hacerlo así, aunque cayeran chuzos. Afortunadamente, mi compañero, mis padres, mis suegros, todos pertenecen al mundo del teatro, así que todos conocemos de qué se trata y las exigencias que conlleva. Y los niños, que se han criado corriendo por los camerinos y a veces se han dormido en el suelo, también fueron muy comprensivos.
Inés. Pero es cierto que hay cierta presión ambiental que te dice que, por ejemplo, si tienes que trabajar sábado y domingo eso no está bien. En cambio no es algo reprobable si le pasa a un hombre, en ese caso es normal, simplemente se considera como algo que tiene que hacer. Cuando María empezó con el diccionario, sus hijos ya eran mayores, ya no estaban en casa, y creo que una de las cosas que la empujó es que su marido estaba en Salamanca y ella en Madrid, vivían separados. Eso y que era una persona extraordinariamente trabajadora, muy inteligente, que le gustaba estar ocupada.
Vicky. Cuando uno dedica tanto tiempo al trabajo, el respaldo de la pareja es muy importante.
Inés. Desde luego. A mí me gusta mucho trabajar, hay gente a la que no le gusta, todos conocemos en nuestros entornos laborales a esas personas que se escaquean. Creo que trabajar es una forma de ser persona y también de tener un proyecto vital, y si no trabajas hay una parte espiritual interior que realmente no está viva. Por eso la situación actual me parece terrible. Además, por supuesto, de la cuestión puramente económica.
Vicky. Yo, cuando estoy sin trabajo, me siento muy mal y es algo consustancial a mi profesión, donde solemos decir que nos morimos de hambre o nos morimos de sueño. Es tremendo lo de la carencia de empleo actual, porque no es solo un “modus vivendi”, la manera que tienes de ganar dinero para pagar la casa, los colegios, la comida... sino esa otra sensación de esta sirviendo a la sociedad, cumpliendo una función, vinculándote... El drama del paro es una monstruosidad.
Inés. A veces ya prefiere uno no escuchar la radio porque cada día es un poquito peor, un poquito peor...
Vicky. Es como un cuento de miedo.
Inés. Y cada vez estamos entrando más a fondo en la frivolización de la cultura de la que habla Vargas Llosa.
Vicky. Pero es que lo que se ha dado en llamar cultura, no lo es. Para mí, la cultura es un sustrato con muchas capas que uno adquiere a través de los libros, de los cuadros, del teatro, del cine o de otras vías y que asimilas personalmente, y luego la sociedad lo asimila colectivamente. Para mí la cultura es como con la tierra, la “agri-cultura”: se planta, se trabaja, crece, se consume... es como un ciclo, no aparece de la nada.
Inés. Lo de ahora son fuegos artificiales, pero no es algo profundo.
Vicky. Exacto. Son calorías vacías, que digo yo. Incluso malas para el hígado del alma, no te dejan nada, no tienen ningún valor proteico, no construyes nada, se intenta fomentar los aspectos de la cultura que sean más banales, porque la verdadera cultura sí deja un poso, sí deja un sustrato que hace enriquecerse a la persona y al ser humano y, por lo tanto, pensar más.
Inés. En la época de María, de 24 millones de habitantes que tenía España, 12 eran analfabetos, no lo podemos olvidar.
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