Larry Hagman, el actor que dio vida al malvado J.R. de 'Dallas', falleció en la tarde del viernes en un hospital texano a la edad de 81...
A los 81 años de edad,.
Muere Larry Hagman, el mítico J.R. de 'Dallas'
Larry Hagman-foto , el actor que dio vida al malvado J.R. de Dallas,
falleció en la tarde del viernes en un hospital texano a la edad de 81
años. El intérprete luchaba desde hacía años contra un cáncer.
Hagman murió en un hospital de Dallas después de sufrir complaciones derivadas de la grave enfermedad que padecía, según informó The Dallas Morning News,
citando fuentes familiares. Además del cáncer, el actor luchaba contra
una cirrosis que le acompañaba desde los años noventa tras arrastrar una
adicción al alcohol durante décadas.En el momento de su muerte, el protagonista de Dallas estaba acompañado de dos de sus compañeros de la mítica serie, Linda Gray y Patrick Duffy, que se encontraban junto a su familia en el hospital. "Larry ha sido mi mejor amigo durante 35 años. Le echaremos muchísimo de menos", dijo Gray.
"Larry había vuelto a su amada Dallas, retomando el personaje que más quería", escribía su familia en un comunicado. "La familia y amigos más cercanos se han unido a él en Dallas para celebrar Acción de Gracias, y cuando murió estaba rodeado por sus seres queridos", continuaban. "Fue una muerte tranquila, justo como él había querido".
VUELTA A DALLAS EN 2012,.
En octubre de 2011 el actor ya reconoció que sufría un cáncer que tenía "tratamiento", pero que, aún así, se metería de nuevo en la piel del maquiavélico J.R. Así, hemos podido ver al malvado petrolero en la nueva Dallas durante 10 episodios."Como J.R. puedo hacer frente a casi todo, sobornos, engaños y adulterio, pero ahora me ha cogido un cáncer", contó al actor a The Holywood Reporter cuando se conoció la noticia. "Quiero que todo el mundo sepa que es un cáncer muy común y que tiene tratamiento", continuaba.
Fue entonces cuando decidió que podía compaginar la grabación de la nueva serie con su enfermedad: "Seguiré con mi tratamiento mientras trabajo en Dallas. No puedo imaginarme un sitio mejor que estar trabajando en el programa que amo, con la gente que amo". "Además, no se puede acabar con J.R.", dijo su famoso intérprete. De hecho, el actor ha rodado seis de los 15 episodios de la segunda temporada de la nueva Dallas, que se estrena en Estados Unidos en enero.
Dallas constituyó uno de los grandes hitos de la historia televisiva. Se emitió sin interrupción desde 1978 hasta 1991 y se exportó a numerosos países. En España se mantuvo en Antena entre 1979 y 1982, en TVE, aunque después pasó a muchos canales autonómicos de FORTA.
TÍTULO: EL CINE PIERDE EL MAGISTERIO DE BORAU FALLECIO 83 AÑOS.
Desde niño he tenido miedo a complicarme la vida. No he hecho muchas cosas que se hacen para no sufrir, para que no me pasara algo malo, para no depender de otra persona». José Luis Borau contaba que su vida había sido «una vida teórica, un buñuelo de aire». «Me han pasado cosas, como a todo el mundo, pero al mismo tiempo no me ha pasado nada». Nadie lo diría al recordar que ejerció la enseñanza durante 35 años, trabajó en publicidad, tuvo una editorial, presidió la Academia del Cine y la SGAE, ocupó el sillón que dejó vacante Fernando Fernán-Gómez en la Academia de la Lengua y escribió libros de cuentos. Pero sobre todo, dirigió nueve largometrajes paridos con esfuerzo todos y cada uno de ellos, que conforman una aportación lúcida, coherente y decisiva a la historia del cine español.
El autor de ‘Furtivos’ falleció ayer en Madrid a los 83
años a consecuencia de una larga enfermedad que le había apartado de la
vida pública en los últimos tiempos. Muere la misma semana en que
Bernardo Sánchez presentaba una biografía titulada con una frase del
cineasta, ‘La vida no da para más’, que al repasar su obra adquiere un
matiz irónico y amargo. «No perdono a los imbéciles de productores que
me han hecho sufrir tanto», reconocía a este periodista hace tres años,
cuando recordaba la durísima experiencia de su última película. Borau
tuvo que producir y distribuir ‘Leo’ «porque nadie quería hacerlo». La
crítica la calificó de obra maestra pero los espectadores no se
enteraron.
La angustia de este septuagenario mendigando por bancos,
ministerios y televisiones en busca de financiación le llevó a tomar la
decisión de no rodar nunca más, so pena de acabar viviendo debajo de un
puente. «Mi vida ha sido una lucha: contra los productores, la
censura... Hacer cine es un acto de ilusión en el que me dejo la
sangre». El amor a las películas fue el motor vital de este zaragozano
que nació el 8 de agosto de 1929, el mismo día en que Luis Buñuel
estrenaba en París ‘El perro andaluz’ y Florián Rey en Madrid ‘La aldea
maldita’. Su primer corto, rodado en 1959, ya anunciaba el compromiso de
su cine con los perdedores. ‘La despedida’narraba el paseo de un
anciano que se escapaba de un hospicio para despedirse del mundo
mientras caminaba por las calles de Madrid.
Toda su trayectoria se desdobló en los platós y las aulas
de centros nacionales y extranjeros. Entre sus alumnos, Pilar Miró,
Iván Zulueta y Manuel Gutiérrez Aragón. Su magisterio iba más allá de la
realización: impregnaba de humanismo su actitud ante la vida. «Ha sido
un maestro apasionado y tenaz del que todos aprendimos mirada y
expresión ajustada. Un gran ejemplo del mejor cine español», alababa
ayer José Luis Cuerda, que recordaba una de las grandes frases del
realizador: «Uno hace el cine como el amor. Como puede». Debutó en 1963
con algo tan poco español como un ‘western’, ‘Brandy’. Ya en los 70,
‘Hay que matar a B’ y, sobre todo, ‘Furtivos’, cimentan su prestigio.
Borau se plantó ante la censura y se negó a realizar los
40 cortes que un franquismo agonizante le exigía en este drama que
captura la sordidez y mezquindad de una España rural con vencedores y
sometidos. Su gesto tuvo la doble recompensa de la Concha de Oro en San
Sebastián y cuatro millones de espectadores. No está nada mal para
alguien que se consideraba «un espectador de su vida» y que también tuvo
otro acto de valentía en unos años en que no todo el mundo plantaba
cara a ETA: mostrar sus manos pintadas de blanco en la ceremonia de los
Goya de 1998 para condenar el asesinato del concejal sevillano del PP
Alberto Jiménez Becerril y su esposa.
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