TÍTULO: MUJERES EN PRIMERA LÍNEA Lady Amanda Harlech: La musa y la médium
Quizá por eso, a los que dicen que Amanda Harlech -foto es una musa ella les responde: “No tengo nada que ver con una musa, sé poner en ...
Es bella, culta y divertida. Íntima colaboradora y confidente de Karl Lagerfeld, vive en una granja en Gales y en una suite del Ritz de París, que alquila Karl para ella. En Gales hace yoga, monta a caballo, pasea con sus perros, lee a Dickens y Flaubert, escribe y cose. En París guarda una mítica colección de alta costura de Chanel envuelta en papel de seda. Allí, se pone y se quita los vestidos de las nuevas colecciones; junta las prendas, las intercambia; observa las telas al trasluz para conocer su verdadera textura. “Adoro disfrazarme –dice Amanda–. El poder de los vestidos transformó mi vida”.
Ella no es estilista ni “socialité” ni modelo. Al menos, no es ninguna de esas tres cosas a secas, y juntas no agotan su retrato. Tampoco es una simple asesora, sino una intermediaria entre las creaciones de Lagerfeld y el mundo real. Una mensajera de su espíritu. Una creadora de “estilo”, ese elemento que perdura en el tiempo, y que mademoiselle Chanel distinguía de la moda, por naturaleza efímera. El estilo no es exactamente elegancia, ni distinción, ni belleza. Hay en él algo excéntrico, un poco irónico, y sobre todo intransferible, como el olor de una piel. Quizá por eso, a los que dicen que Amanda Harlech es una musa ella les responde: “No tengo nada que ver con una musa, sé poner en marcha un tractor, me gusta ensuciarme las manos”.
Lagerfeld necesitaba “una mirada externa” y se la arrebató a John Galliano, para quien ella hacía la misma función. Y eso es Amanda: su tercer ojo, el que ancla a la realidad las ideas del genio, el que convierte sus trazos en una estructura de tres dimensiones. Ella deambula entre las perchas como una niña que revuelve en un baúl. Y por eso es la mejor en su oficio: lo que le apasiona no es la apariencia, sino el alma de los tejidos, los colores, su huella en los recuerdos. Lagerfeld, cada vez más flaco e inaccesible tras sus gafas negras y sus alzacuellos blancos, se alimenta de su clarividencia, en medio de la vana mundanidad que le rodea. Y ella, cuando conversan, seguramente le toma del brazo, con la gracia de un personaje de Nancy Mitford, a sabiendas de que, para algunos elegidos, el alma es el estilo.
Ella no es estilista ni “socialité” ni modelo. Al menos, no es ninguna de esas tres cosas a secas, y juntas no agotan su retrato. Tampoco es una simple asesora, sino una intermediaria entre las creaciones de Lagerfeld y el mundo real. Una mensajera de su espíritu. Una creadora de “estilo”, ese elemento que perdura en el tiempo, y que mademoiselle Chanel distinguía de la moda, por naturaleza efímera. El estilo no es exactamente elegancia, ni distinción, ni belleza. Hay en él algo excéntrico, un poco irónico, y sobre todo intransferible, como el olor de una piel. Quizá por eso, a los que dicen que Amanda Harlech es una musa ella les responde: “No tengo nada que ver con una musa, sé poner en marcha un tractor, me gusta ensuciarme las manos”.
Lagerfeld necesitaba “una mirada externa” y se la arrebató a John Galliano, para quien ella hacía la misma función. Y eso es Amanda: su tercer ojo, el que ancla a la realidad las ideas del genio, el que convierte sus trazos en una estructura de tres dimensiones. Ella deambula entre las perchas como una niña que revuelve en un baúl. Y por eso es la mejor en su oficio: lo que le apasiona no es la apariencia, sino el alma de los tejidos, los colores, su huella en los recuerdos. Lagerfeld, cada vez más flaco e inaccesible tras sus gafas negras y sus alzacuellos blancos, se alimenta de su clarividencia, en medio de la vana mundanidad que le rodea. Y ella, cuando conversan, seguramente le toma del brazo, con la gracia de un personaje de Nancy Mitford, a sabiendas de que, para algunos elegidos, el alma es el estilo.
TÍTULO: IHS:
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TÍTULO: UNA FACTURA DE INFARTO:
Primero fue el susto, luego la impotencia de hablar con una operadora grabada de un 902 y a continuación el trastorno, ahora por partida ,.
Primero fue el susto, luego la impotencia de hablar con una operadora grabada de un 902 y a continuación el trastorno, ahora por partida doble desde que ayer la Boutique La Gitana se volvió a quedar sin luz, no sin antes pasarle a la dueña la increíble factura de 11.568,31 euros por un mes de consumo, una cantidad que equivale a la entrada de un piso.
Aquella cifra corresponde a julio de 2009, justo dos meses después de que Sevillana-Endesa cambiara el contador analógico por otro digital. Ni siquiera vale la excusa de la lecturas estimadas o un contador manipulado pues asegura que el titular ha ido pagando cada recibo y el marcador está en el interior.
Estrella Maia, propietaria del negocio, reclamó y le respondieron por carta que se había producido «un error de los datos de pago» mientras le llegaba la factura corregida, de 3.661,56 euros, una cantidad que también le parecía exagerada «cuando lo normal que suelo pagar ahora, que llegan cada mes y no cada dos meses, no llega a 200 euros en invierno y casi 300 euros en verano por el aire acondicionado».
«Reclamaciones similares»
Como en la compañía no había visos de seguir revisando el importe hasta ajustarlo a una cantidad razonable Estrella se dirigió a la dirección general de Ordenación Industrial, Energética y Minera de la Junta de Extremadura para aclararlo todo. Y el 1 de septiembre del año pasado la Junta le respondió que ya habían analizado «reclamaciones similares a la presentada por usted» (sic) mientras le comunicaban verbalmente que no se preocupara por un posible corte de luz porque esto no podía ocurrir mientras se instruía el expediente de un caso.
Y llegaron las navidades. La boutique La Gitana lleva abierta 27 años. El aire acondicionado, el ordenador, la luz y un teléfono fijo son los únicos aparatos que consumen energía. Tiene una superficie de unos 150 metros cuadrados de cara al público y cien más como almacén.
Cuenta Estrella que el mismo 29 de diciembre, en plena campaña comercial, cuando jóvenes y señoras eligen a última hora su modelo de fin de año, la tienda se quedó a oscuras. Sólo encontró un precinto en la instalación exterior.
Tras contactar de nuevo con la Junta de Extremadura, a los dos días volvió la luz y asegura que siguieron pagando cada recibo, no sin antes denunciar ante la Policía Nacional lo sucedido, «un trámite para lo cual tuve que llamar a mi abogado porque el agente que me atendía no quería que denunciara. Lo consideraba una pérdida de tiempo. Increíble pero insistí y conseguí poner la denuncia».
Así la cosas, nada más comenzar la actual campaña de rebajas de verano, le han vuelto a cortar la luz. Fue ayer y sin previo aviso, una manera de proceder que a veces emplea Sevillana-Endesa porque están autorizados para ello, aunque no siempre sea así, reconocían ayer en la compañía eléctrica.
«Lo que yo me encontré -prosigue Estrella Maia con todas sus facturas desplegadas sobre el mostrador- fue una pegatina fluorescente en la instalación que decía 'Este suministro ha sido suspendido' y un número de teléfono 902 (no gratuito) que no me sirvió de nada porque desde ahí me dijeron que llamara a otro 902 donde me siguieron mareando. Al final mi marido decidió ir a Mérida a ver al jefe de servicio de la Junta de Extremadura, que nos ha dicho que va a averiguar qué ha pasado, pero de momento yo me tengo que aguantar dando esta mala imagen. Ayer una señora dejó de probarse trajes porque estaba sudando dentro y mañana (hoy) tengo cinco citas de clientas que vienen de varios pueblos y que no sé que va a pasar».
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