sábado, 20 de octubre de 2012

ENRÉDATE RONRONEA:/ LO QUE HAY QUE DECIR DE LA CRISIS,.


TÍTULO: ENRÉDATE RONRONEA:

Mírame.. date la vuelta  
soy una gata mimosa
que te busca..
 

te imploro una caricia
y te miro sigilosa,
mi boca entreabierta
sugiere
que te acerques..
me revuelco
dando mil vueltas
entre sábanas y cojines,
tú con ojos cerrados
percibes mi invitación
sugerente
te mueves..
me miras y sonríes
te pones boca arriba
y con el dedo índice,

me pides que me aproxime te ronroneo dulcemente
me subo encima tuyo
y con mis uñas suavemente
te acaricio,
me gusta jugar
con mis pezones.

  una gatita inquieta que se pone
nerviosa cuando la besas.
Mi lengua juega con el lóbulo
de tus orejas y
 se entretiene dulcemente
en tu boca..
me miras expectante,
me retuerzo de deseo
paseando mis manos
con suavidad por mi cuerpo,
mis ojos clavados
te piden guerra..
y mis manos cada vez más
traviesas me recorren
toda entera
de pronto meto un dedo
dentro de mi gruta
y te sonrío picarona,
mis senos hinchados
y erguidos
brillan por el fuego y
y por mis poros abiertos
mis ojos disparan rayos
que te atraviesan,
mis gemidos te conmueven
estás mirándome,
Como una gatita
remolona
me restrego mimosa
en tu cuerpo
y el final ya se advierte
mis gemidos y tus suspiros
te palpo y succiono
con frenesí
tu cetro
tu me respondes
acariciando mi cabello
me coges delicadamente
para acabar
uniéndonos
y nuestros cuerpos
acalorados
se abrazan al final,
en un único gemido
de placer infinito,
suspirando..
y con un largo beso,
y nuestros deseos
al fin saciados,
nos acurrucamos
como gatos satisfechos.


TÍTULO : LO QUE HAY QUE DECIR DE LA CRISIS,.


  1. LA CRISIS es de una gravedad absoluta –inútil negarlo– y está arrastrando a la mayoría a una situación de incertidumbre, de precariedad.
     
    LA CRISIS es de una gravedad absoluta –inútil negarlo– y está arrastrando a la mayoría a una situación de incertidumbre, de precariedad. Aquel mundo que, hasta hace poco, parecía luminoso y lleno de apetitosas promesas muestra ahora su verdadera cara: rapaz, ciego, capaz solamente de sembrar muerte y desesperación. Muchos de nosotros, por supuesto, nos dimos cuenta de la locura de la situación, pero, al no tener poder, poco podíamos hacer. Debería haber habido mayor conciencia en las altas esferas económicas y en las instituciones políticas. Pero la conciencia es siempre un sentimiento incómodo porque obliga a mirar la realidad sin el filtro de la mentira.

    ANTES QUE ECONÓMICA, la nuestra es una crisis antropológica, una crisis del hombre que, al apuntar su arma hacia sí mismo, yerra su objetivo. A partir de los años del boom económico, con ritmos cada vez más apremiantes, un dictado primordial y prepotente se ha impuesto en el mundo occidental: tener es más importante que ser. Y claro, tener es importantísimo porque el dinero (en su condición real, esto es, ganado con el trabajo) nos permite comer, guarecernos bajo un techo, pagar los recibos y las medicinas, costear los estudios de nuestros hijos. Se debe respetar, por tanto, el acceso a los bienes (un patrimonio, objetos varios, todo aquello que constituye el lado material de nuestra vida), así como ha de ser respetado y alentado el deseo de cada uno de nosotros de mejorar, a base de esfuerzo, nuestra situación y la de nuestros hijos.

    PERO LA POSIBILIDAD de tener es una necesidad del hombre, no el fundamento de su existencia. En el momento en que se vuelve una codicia que todo lo abarca y que, para cumplirse, toma atajos de dudosa ética, la catástrofe está cerca. De repente, las cosas ya no están a nuestro servicio sino que somos nosotros los que estamos al servicio de las cosas. Y las cosas, al ser solo materia, se convierten pronto en ídolos y, como todos los ídolos, no conocen nada más que una ley, la de la insaciabilidad y la crueldad. Siempre nos piden más para darnos siempre menos. Aunque no seamos conscientes, nos volvemos tristes siervos, cada vez más insatisfechos, sumidos en una inmensa soledad.

    Y ESTO ES ASÍ PORQUE, en el mundo en el que el tener domina al ser, las relaciones humanas están reducidas a un nivel de utilidad. Usamos a las personas para lograr nuestros propósitos; no son más que peldaños que pisamos para llegar más alto. El fin justifica los medios es el lema triunfante de los últimos 30 años. Ahora que la crisis ha barrido esta sarta de mentiras es el momento de mirarse a la cara y de veras preguntarse: ¿quién es el ser humano? ¿Una “cosa” más entre las cosas o una criatura misteriosa que se hace preguntas, en constante equilibrio sobre sus inquietudes? ¿Y qué mundo queremos dejar a nuestros nietos, a nuestros hijos? ¿El mundo de la codicia o el de la compasión, el amor y la fraternidad?

    P. D.: La complejidad de nuestra naturaleza se ha visto reducida a una única dimensión: la del consumo hedonista y su sed tiránica. ¿Pero de verdad es este el mundo que queremos dejar a nuestros hijos? La crisis ha puesto de manifiesto el gran engaño. No es cierto que el tener sea más importante que el ser.

No hay comentarios:

Publicar un comentario