La historia está llena de personajes con motes. Ni siquiera los reyes se han librado de ellos. Los han lucido sin desearlos. Con más o menos ...
La historia está llena de personajes con motes. Ni siquiera los reyes se han librado de ellos. Los han lucido sin desearlos. Con más o menos orgullo. En función de sus cualidades o de sus condiciones. Tres ejemplos de otras épocas: Juana La Loca, Felipe El Hermoso o Alfonso X El Sabio. ¿Y los monarcas actuales? ¿Tienen sobrenombre? Eso es lo que han intentado arreglar ahora el comentarista de moda Jim Lyngvild y la periodista y escritora danesa Karen Seneca. Ambos han 'rebautizado' a parte de las familias reales en su libro 'Europas kronprinsesser' ('Las princesas herederas de Europa'). Incluida Letizia Ortiz, a quien han puesto de apodo 'la hambrienta'.
Los autores se escudan en su delgada constitución para colocar el mote. Incluso hablan de su paso por el quirófano tras comparar algunas de sus fotografías. Eso sí, Letizia puede dar gracias porque pese al 'piropo' recibido hay otras princesas que todavía salen peor paradas. De hecho, a Kate Middleton la han 'bautizado' como 'la falsa'... Y explican por qué: «En Inglaterra no hay princesas, sino duquesas y Kate es duquesa de Cambridge, no princesa», se excusan los escritores para no levantar las iras de los británicos que la tienen como su gran referente. Sin embargo, Mette-Marit no se ha librado de que la llamen 'la Barbie' por su melena rubia, sus ojos azules y su gusto por los tonos rosa en su vestuario.
Más claro lo tienen con Victoria de Suecia, a la que apodan 'el guisante'. Quizás un mote un poco extraño aunque tiene su lógica: es la única princesa de cuna y la única, por tanto, que podría detectar un guisante debajo de un colchón. La prueba del nueve del conocido cuento de Andersen 'La princesa y el guisante'. Tampoco se han devanado mucho la cabeza con Máxima de Holanda, 'la sonrisas'. Aunque ella no enseña los dientes con la misma intención que Isabel Pantoja cuando salía del Ayuntamiento de Marbella, Lyngvild desvela que casi se convierte en misión imposible hallar una imagen suya en la que no luzca su brillante dentadura.
La «opaca» Casa Real
«Lo de las princesas herederas es fantástico porque son como la guinda de una tarta. Son todo lo que soñamos ser: desde la Cenicienta al patito feo. Y especialmente este último, porque casi todas son plebeyas que se han convertido en damas, como el patito que se convierte en un bello cisne y que muchos admiran», detalla Lyngvild tras analizarlas en profundidad.
Pero el libro no solo se centra en las princesas europeas. También habla de la Casa Real española. Según el autor es «increíblemente opaca». Y para ello enfatiza en que los príncipes no dan entrevistas ni se dejan ver mucho. Algo de lo que parece que ya han tomado nota en Zarzuela con su nueva campaña de comunicación y de promoción de la imagen de los Herederos fuera de los estrictos actos protocolarios. ¿Habrá hecho ya cambiar algo la apreciación de los escritores?,.
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