El historiador británico, Paul Preston (Liverpool, 1946), profesor de la London School of Economics y promotor de los estudios hispánico,.
PAUL PRESTON
«No se le puede negar la astucia, pero sí la honestidad»
El hispanista británico publica un retrato de Santiago Carrillo, el estalinista que protagonizó la Transición
El historiador británico, Paul Preston (Liverpool, 1946),
profesor de la London School of Economics y promotor de los estudios
hispánicos a través del Instituto Cañada Blanch, ha escrito dos
biografías monumentales de Franco y del Rey Juan Carlos. Ahora publica
'El zorro rojo. La vida de Santiago Carrillo', seis meses después de la
muerte del que fuera líder de la Juventud Socialista, secretario general
del Partido Comunista de España y figura destacada de la transición a
la democracia.
- El rasgo personal más sobresaliente de Carrillo en su libro es su gran egoísmo.
- La confianza en sí mismo viene, en primer lugar, de que
es un chico con mucho talento. Crece en una familia muy cálida, que
ayuda mucho. Su padre, cuando él tenía 11 o 12 años, le hablaba de
política como si fuera un adulto. Había debates en casa con Largo
Caballero. Le meten en la imprenta socialista con 13 años. Sin el apoyo
de su padre y de su padre adoptivo, Largo Caballero, no hubiese tenido
un ascenso meteórico. Hay una serie de cosas que, no tanto por razones
psicológicas sino por la fuerza de los hechos, le hacen creer muy pronto
que él es más importante que cualquier otra cosa.
- Pero en esta biografía, a diferencia de las anteriores, hay menos trazos de su retrato psicológico.
- En el caso de Franco o del Rey, había mucho más material
para hacer algo de especulación psicológica. De éste no hay nada. En el
caso de Franco, hay un montón de memorias escritas de allegados,
parientes, y eso ayuda muchísimo. Tuve la suerte de tener entrevistas
muy reveladoras con Fraga, Serrano Súñer, que me hablaron con gran
franqueza. Y, en el de Carrillo, incluso quienes le conocían, gente como
Claudín o Semprún, con quienes hablé muchísimo, no sabían nada. La
única constancia sobre su niñez es lo que él cuenta y, como en sus
páginas hay tantas mentiras, incluso cuando dice la verdad te entra la
duda.
- De ese aprendizaje precoz en la política se forma el
'aparatchik', pero los mayores, los veteranos, pasan los días en
conspiraciones dentro del PSOE...
- Lo que aprendió de los paseos con su padre y de los
picnics con la familia Caballero es que lo importante en los debates no
eran las ideas sino las personas. Cuando se habla de traición a Largo
Caballero... Si había una persona a la que había que traicionar ése era
Largo Caballero, un hijo de... además de tonto, que es lo peor. Yo
admiro en la política a gente flexible, como Negrín, que era capaz de
reflexionar sobre ideas, de debatir, pero no a gente como Carrillo, que
solo era capaz de tratar con verdades absolutas. Sus ideas
revolucionarias en la República son de una irresponsabilidad tremenda.
Tiene un papel en la revolución de Asturias, le meten en la cárcel,
achaca la culpa del desastre al PSOE por no ser suficientemente
bolchevique y va a Moscú, donde le lavan el cerebro y vuelve comunista y
roba al PSOE la cantera de la Juventud Socialista. Machaca al PSOE.
Cincuenta años después machaca al Partido Comunista.
- En Moscú se convierte a la causa soviética.
- De entrada, había todo ese mito del paraíso de los
obreros. Y yo creo que los soviéticos captan enseguida que su fuerza es
su debilidad. Va allí y figuras internacionales le dicen que le admiran.
El tío se lo traga todo. Le meten en un hotel de cinco estrellas, le
ponen un coche con chófer. Creo que esas cosas le gustaban.
- Ha llamado la atención alguna vez sobre el énfasis
interesado de la derecha española por culparlo de las masacres de presos
en Paracuellos, pero en el libro lo presenta en el centro de la trama.
- Pero no es el único y total responsable. Sobre la
autorización él no es nadie y hay que buscar en Miaja (el general José
Miaja Menant, que ocupaba la presidencia de la Junta de Defensa de
Madrid), los rusos y los jefes del Partido Comunista, Antonio Mije y
Pedro Checa, pero la organización es totalmente de Carrillo. En aquel
momento acepta las flores que le echan en el partido y en la Comintern y
solo después empieza a decir que no sabía nada. Su segundo era su amigo
Serrano Poncela, al que luego le echa la culpa de todo. Lo 'gracioso'
de sus negaciones es que, si coges una selección de los cientos de veces
que niega su participación y contrastas los datos, ves los errores.
Dice: «Cuando yo llegué, el 6 de noviembre, todo estaba acabado». Pero
el 6 de noviembre de 1936 comienza. Decir en cientos de entrevistas que
no sabía nada es lo que da el combustible a todo lo de Paracuellos.
Traiciona a sus camaradas
- En el exilio, Carrillo es autor de múltiples purgas internas. ¿Mató a alguien?
- Con sus propias manos, creo que no. Pero hay cosas... Se
dedicó a destrozar a Jesús Monzón (dirigente comunista navarro). Es una
historia terrible de la que se podrían escribir mil páginas. Es de una
maldad alucinante. Coge a la excompañera de Monzón, Pilar Soler, y la
interroga. Encontré la transcripción. Se ve que es una mujer a la que le
han provocado una crisis nerviosa. La destrozan. La tuvieron un mes
encerrada. Y ella pide perdón y dice que no es persona digna de tener en
su poder la foto dedicada de Dolores Ibárruri. Por eso digo que o
Carrillo tenía un talento natural para eso o había recibido
entrenamiento en Rusia. Hay una larga lista de camaradas y supuestos
amigos a los que traiciona sin contemplaciones. El problema de hacer un
libro así es que quedan ahí las crueldades, pero sería incorrecto
centrarse solo en ello, sin tener en cuenta el contexto de la dictadura y
la dureza de la represión. Esa fue siempre su excusa. No se le puede
negar inteligencia o astucia, no se le puede negar una capacidad de
trabajo extraordinaria. Lo que sí se le puede negar es honestidad y
humanidad. No es solo la historia de un hijo de puta, aunque lo es.
- Llega al fin del franquismo con un PCE fuerte. ¿Se le puede achacar su desmantelamiento?
- ¿Cómo se explica la destrucción en esos años de los
partidos comunistas italiano, francés, portugués? Ahí hay muchas cosas y
las maneras de Carrillo en las grandes decisiones de la Transición
contribuyen. La aceptación de la bandera monárquica es una cosa terrible
para un partido republicano, aunque creo que era necesaria en el
momento porque, como se avecinaba una derrota electoral, para mantener
al PCE en el tablero político había que hacer algo. Luego, los Pactos de
la Moncloa. Esas decisiones no las comenta con nadie. Hay elementos de
ambición personal, de estalinismo, también de pragmatismo, cuando ve la
gran amenaza electoral del PSOE. Hay de todo.
- En este libro se comprueba de nuevo, como en las
anteriores biografías, que las críticas actuales a la Transición vienen
de gente que practica el toreo de salón.
- Me enojan los que se quejan de todos los defectos de la
Transición, porque la he estudiado muy a fondo y sigo pensando que, en
las circunstancias, fue la mejor transición posible. No fue la maravilla
que esperaban muchos, pero cuando se piensa en las Fuerzas Armadas, la
Guardia Civil, la Policía Armada, la fuerza de la Falange,... A veces
hay una falta de realismo. Hay que reconocer que en la Transición lo más
importante es el papel de las masas, pero a nivel de superestructura
son el Rey, Suárez, Carrillo, Gutiérrez Mellado,... gente que sabe que
si defienden solo sus intereses partidistas no van a ninguna parte y que
deben sacrificar algo para ganar algo mucho más importante. Carrillo es
uno de ellos. ¿Lo hizo por idealismo, por pragmatismo, por ambición
personal? Yo qué sé.
Nacido el 18 de enero de 1915 en Gijón, Santiago Carrillo
ascendió vertiginosamente a la dirección de la Juventud Socialista, a la
que guió a la unificación con los comunistas. Aunque él afirmaba que
participó en combates en San Sebastián en los primeros días de la Guerra
Civil, hay dudas más que razonables de que fuera así. Fue responsable
del orden público en Madrid en el principio de la guerra y durante un
cuarto de siglo secretario general del Partido Comunista de España, del
que fue expulsado en 1985. En su juventud adoptó la costumbre de tomar
una aspirina cada día, lo que podría explicar su longevidad. Empedernido
fumador, murió a los 96 años. La portada de la biografía de Preston
incluye una cita frecuente suya: «El arrepentimiento no existe».
TÍTULO: EL NUEVO ESTILO DE NARCOS GALLEGOS,.
Hubo un tiempo en el que los capos gallegos de la droga aspiraban a ser vistos. Su filosofía de vida venía a resumirse en la idea de que la ...
El nuevo estilo de los narcos gallegos
Hace 20 años, presumían de Ferrari y
se retrataban con políticos. «Hoy, la figura del capo se ha difuminado
y funcionan como uniones temporales de empresas»
Hubo un tiempo en el que los capos gallegos de la droga
aspiraban a ser vistos. Su filosofía de vida venía a resumirse en la
idea de que la riqueza resulta mucho más gratificante cuando se exhibe,
así que se entregaban a la clásica ostentación de casona y cochazo. Era
la época en la que Sito Miñanco se paseaba por Cambados en un Ferrari
más grande que algunos barcos del puerto, la misma en la que Manuel
Charlín y Laureano Oubiña se compraban sus pazos superlativos: Vista
Real, la mansión del siglo XVIII que los Charlines decidieron mejorar
con vidrieras importadas y angelotes que tenían la cara de los nietos, y
Baión, la finca de uva albariña donde se manifestaron las madres de
drogodependientes una y otra vez, hasta convertirla en símbolo de su
lucha.
En los 80 y los 90, la discreción era un concepto
radicalmente ajeno al oficio de narco. Se trataba, al fin y al cabo, de
gente venida a más y eufórica por su nuevo estatus: la mayoría había
empezado desde abajo, con los diversos contrabandos a los que tanto se
presta la recortada costa gallega, y el tabaco Winston de batea había
dado paso a sustancias más rentables que acabaron convirtiéndoles en
multimillonarios. Aquellos nuevos ricos deseaban aparecer como pilares
de la sociedad -ahí estaba Miñanco con el equipo de fútbol de su pueblo,
el Juventud Cambados, al que estuvo a punto de ascender a Segunda- y
flirteaban constantemente con el poder formal, el de los políticos. La
atracción parecía mutua, y de aquella época afloran a veces recuerdos
como las fotos publicadas hace unos días, en las que Alberto Núñez
Feijóo, entonces número dos de la Consejería de Sanidad y hoy presidente
de Galicia, luce torso y alegría en el yate del narco Marcial Dorado.
El político del PP ha afirmado que aquella «relación de ocio» terminó
poco después y que él no sabía «ni a qué se dedicaba ni en qué podía
estar involucrado» Marcial, a lo que la oposición ha replicado con sorna
que debía de ser «el único gallego» que no estaba al tanto.
Hoy, aquella visibilidad de los narcos es cosa del pasado,
del mismo modo que desapareció su contrapartida, la mirada comprensiva e
incluso de admiración que les dedicaba buena parte de la sociedad
gallega. En las últimas dos décadas han cambiado muchas cosas en el
negocio. Para empezar, su funcionamiento: los traficantes han pasado de
ser empresarios de la droga a ejercer más bien de 'narcotransportistas'.
«Antes actuaban en sociedad con las organizaciones colombianas. Ahora,
en cambio, venden al mejor postor su talento para introducir droga y
cobran una comisión salvajemente grande, entre el 20 y el 30%, pero sin
ser dueños de la carga», explica Fernando Alonso, gerente de la
Fundación Gallega contra el Narcotráfico. El particular 'know how' de
los narcos gallegos no solo es apreciado en su tierra: vienen de largo,
por ejemplo, los vínculos con los traficantes del Estrecho de Gibraltar.
Hace tres meses, la Policía arrestó a cinco vecinos de Arousa que
pretendían introducir por la costa de Almería 93 kilos de cocaína,
ocultos en bloques de piedra.
Los narcos gallegos han abandonado el modelo tradicional
del clan mafioso por un organigrama más moderno, más dinámico y, desde
luego, menos llamativo. «El perfil es completamente distinto -añade
Alonso-. Ya no se trata de esas organizaciones piramidales con un capo
en la cúspide. Funcionan más bien como UTEs, uniones temporales de
empresas: aportan ciertos recursos para hacer determinados transportes,
pero no siempre son los mismos ni trabajan para los mismos. La figura
del capo se difumina: ya no es un Charlín o un Oubiña que pone a todo el
mundo a trabajar para un desembarco, sino varias cabezas que pueden
estar al mismo nivel». Puede servir de ejemplo uno de los juicios
pendientes del narcotráfico gallego, el de José Constante Piñeiro,
'Costiñas', y Óscar Manuel Rial, 'el Pastelero', detenidos tras el
apresamiento en 2008 de un pesquero venezolano con tres toneladas y
media de cocaína. Según el fiscal, 'Costiñas' se ocupaba de las
telecomunicaciones y 'el Pastelero', de la logística en tierra, mientras
que un tercero, 'Sandokán', era el responsable de las lanchas de
desembarco. El juicio debería haberse celebrado el mes pasado, pero el
principal testigo, un narco 'arrepentido', parece haberse volatilizado,
de modo que el juez Grande-Marlaska ordenó un aplazamiento hasta
octubre.
Para los narcos actuales, el anonimato es un valor. Los que
han heredado la profesión de sus mayores no pueden ocultar la fuente de
la fortuna familiar, pero sus formas no tienen nada que ver con las de
antaño. Y los que se foguearon en tareas de base y ahora controlan sus
propias organizaciones han evitado incurrir en las veleidades de pavo
real de sus antiguos jefes. A esto se suma que Galicia ya no tiene la
misma importancia en las rutas internacionales de la droga: «Entra mucho
menos que antes», comentan fuentes policiales. Cada vez se recurre más a
la introducción de maletines de cocaína en contenedores de carga, para
la que también sirven los puertos del Mediterráneo, y además España,
puerta tradicional hacia Europa, está perdiendo peso en favor de
Bélgica, Francia o algunos países del Este. Un informe conjunto de
Europol y el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías
destaca que en 2011 descendió un 34% la cantidad de cocaína interceptada
en nuestro país: «Eso puede indicar un cambio reciente en los patrones
del tráfico», apunta el estudio.
La factoría china
Pero, mientras sucede todo esto, los dinosaurios del
negocio siguen aquí. La Justicia no ha terminado con ellos: hace solo
medio año, volvió a sentarse en el banquillo el histórico José Luis
Falcón, a quien apodan 'Falconetti' por el personaje de la serie 'Hombre
rico, hombre pobre'. Le acusaban de blanquear junto a su esposa más de
cuatro millones de euros, pero el tribunal no dio por buenos los
informes periciales y le absolvió. Las propiedades de los narcos
presuntamente jubilados y de toda su parentela y allegados continúan
siendo objeto de indagaciones, una tarea ardua que suele prolongarse
durante años: la instrucción del caso de 'Falconetti', por ejemplo, duró
15. Le llevó finalmente a juicio el fiscal antidroga de Pontevedra,
Luis Uriarte, que está empeñado también en desentrañar el ejemplo
paradigmático de los patrimonios opacos vinculados a la droga, el del
clan de los Charlines. En 1995 ya se les retiraron propiedades por valor
de 18 millones de euros, según los cálculos publicados por la revista
'Interviú'. En 2010, la 'operación Repesca' les descubrió al menos otros
15 millones, varios de ellos en cuentas suizas. La investigación, que
sigue adelante, tuvo ramificaciones tan inesperadas como la factoría que
los Charlines poseían en Qingdao, China, dedicada al pescado congelado.
«Para nosotros, la asignatura pendiente es precisamente la
patrimonial -asiente el responsable de la Fundación Gallega contra el
Narcotráfico-. Mientras se suceden los años de instrucción y las
apelaciones, una generación de la familia sigue gozando del patrimonio,
por mucho que esté embargado. Algunos traficantes disfrutan todavía de
sus fortunas, aunque no sea de forma tan pública, y eso no se puede
aceptar: hay que conseguir que, si uno era electricista antes de meterse
al narcotráfico, se vea obligado a trabajar otra vez de electricista
cuando sale de la cárcel».
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