TÍTULO: Principitos’ rojos fuera de la ley
Violaciones, agresiones, abusos de poder... Los hijos de militares, políticos y famosos chinos viven a todo trapo.
Cometen tropelías pero quedan impunes: sus papás pagan. Internet les delata,.
El pasado 20 de febrero, Li Tianyi, un joven de 17 años, fue detenido, acusado de haber violado junto con cuatro amigos a una menor de edad en la habitación de un hotel, adonde la llevaron después de haber pasado la noche con ella bebiendo en un bar. La noticia no habría llegado a los periódicos ni la televisión pública nacional si no hubiera sido porque Li Tianyi es hijo de Li Shuangjiang, un famoso cantante y catedrático del departamento de música en la Academia de las Artes del Ejército Popular de Liberación (EPL), con rango de general, que se ganó la reputación con sus odas y melodías patrióticas.Fue el último escándalo en el que se han vistos envueltos los hijos privilegiados de la élite china, y ha puesto de nuevo de relieve los frecuentes abusos de poder de una casta que, a menudo, se cree por encima de la ley.
Los crímenes de los retoños de la clase dirigente y los ricos causan particular rechazo entre la gente corriente, y la información oficial sobre el arresto de Li Tianyi no ofreció muchos detalles. Pero la noticia fue reenviada miles de veces en el servicio de mensajes cortos Weibo —similar a Twitter—: “Tu padre tiene un pasado glorioso y tú lo estás injuriando”, escribió uno.
Demandadme si os atrevéis. Mi padre es Li Gang, gritó Li Qiming después de atropellar a dos estudiantes
El incidente se produjo un año después de otro escándalo que tuvo aún mayor resonancia y generó un debate nacional sobre el comportamiento de los familiares de las élites; en particular, de los vástagos mimados de quienes se hicieron ricos durante el proceso de reformas chinas y han dado a sus hijos —normalmente únicos— una educación caprichosa e indisciplinada.
En octubre de 2010, Li Qiming, entonces de 22 años, hijo de un jefe de policía, atropelló a dos estudiantes en el campus de una Universidad en la provincia de Hebei, vecina a Pekín, cuando conducía borracho. Una de las jóvenes, Chen Xiaofeng, de 20 años, murió y la otra resultó herida. Cuando la gente intentó detenerle para que no huyera, Li Qiming se revolvió y les gritó: “Demandadme si os atrevéis. Mi padre es Li Gang”, en un intento de evadir la justicia, gracias a la influencia de su progenitor, subjefe de policía en la ciudad donde tuvo lugar el accidente. El comentario volvió a correr como la pólvora en Internet, y la frase “Mi padre es Li Gang” se convirtió en sinónimo de arrogancia y abuso de poder, y símbolo de las diferencias entre las clases gobernantes y el ciudadano de la calle. Algunos internautas escribieron poemas sarcásticos y canciones; otros hicieron parodias con vídeos. Li Qiming fue condenado a seis años de cárcel y a pagar 460.000 yuanes (56.700 euros al cambio actual) a la familia de Chen.
Las veleidades y la vida alegre de los hijos han costado la carrera a algunos altos cargos políticos. Ling Jihua, un aliado del expresidente Hu Jintao, fue apartado sin explicación pública en septiembre pasado de su puesto como director de la oficina general del Politburó del partido. Un día después, el diario de Hong Kong South China Morning Post publicó que su hijo había muerto en la madrugada del 18 de marzo, cuando el Ferrari que conducía a toda velocidad se estrelló en Pekín. Dos chicas que le acompañaban —una de las cuales se dijo que iba desnuda— resultaron heridas.
La noticia surgió inicialmente en marzo en los microblogs chinos, junto con la especulación de que el hijo de un alto líder estaba implicado, pero fue rápidamente censurada. Las fotos del accidente circularon brevemente en la Red y algunos chinos se preguntaron cómo pudo comprar el hijo de un funcionario del Gobierno un coche que cuesta cientos de miles de euros.
Dependiendo de la posición de sus padres, estos niños de papá, de vida fácil, tienen un nombre. Los hijos de los nuevos ricos son llamados fuerdai (literalmente, segunda generación de ricos); los de los políticos y funcionarios del Gobierno, guanerdai; los de las estrellas del mundo del espectáculo y famosos, xingerdai o mingerdai, y los de los revolucionarios del Partido Comunista Chino (PCCh) y muy altos cargos del Gobierno, hongerdai (“hong” significa rojo). Todos tienen en común que gozan de privilegios y conexiones con el poder, que les facilitan el acceso a puestos de trabajo y contactos empresariales. La deshonra y humillación de los progenitores y su consiguiente caída, debida a los escándalos de sus vástagos, ha dado lugar a un neologismo, keng die, que viene a significar hacer caer al padre.
Hace años, incidentes como estos habrían pasado desapercibidos y las víctimas habrían sido intimidadas o ignoradas. Pero la situación ha cambiado. El auge de Internet y los teléfonos con cámaras de foto y vídeo ha hecho imposible ocultarlos, y los máximos líderes exigen cada vez más responsabilidades a las clases dirigentes, conscientes de que los abusos y la corrupción son una causa creciente de malestar social y una amenaza para la supervivencia del PCCh.
El Diario del Pueblo —órgano oficial de comunicación del partido— ha lamentado que esta generación de jóvenes ricos consentidos no haya probado “el trabajo duro” como sus padres, mientras el diario en inglés China Daily ha reconocido que “el uso injusto de la riqueza y las conexiones familiares se han hecho corrientes en la sociedad de hoy día (…) Los antecedentes de la familia de una persona son ahora un elemento importante cuando los jóvenes tienen que competir entre ellos en la sociedad”.
TÍTULO: A la vejez, tuitera,.
Como no tenía bastante con sudar tinta juntando letras por contrato, ahora pierdo el culo por juntarlas por vicio,.
La cuenta Lomana —@Carmen_Lomana, con guión bajo, toda sencilla— es una oda a la buena vida que ni Petrarca.
La vieja Cristina —no lo digo yo, lo dice el presidente uruguayo José Mujica— es aún más cursi. @CFKArgentina, qué menos, se hace llamar la diva. Ella no teclea, ametralla. Tuitorrea aguda es lo que tiene, y yo la entiendo: 140 caracteres para un argentino es un monosílabo. Ciento dieciocho (118) tuits, uno detrás de otro, precisó para relatar al orbe su visita a la tumba de Hugo Chávez. Oye, yuyu del bueno da leerlos, ni con Edgar Allan Poe se te vienen tan arriba los vellos. “De algún lugar se oye a Hugo cantando bajito, como si flotara”, tuitea la proceresa ante los restos del prócer. Mira, solo de pensarlo me dan ganas de ir al baño, con o sin smartphone.
Hablando de pijadas, me postro ante Tamara. La niña Falcó Preysler, que se sepa, no tiene Twitter. Se ve que escribir no es lo suyo, pero raja por los codos. “No sabía que había gente pasando hambre en España. O sea, en África sí, pero no aquí”, le confiesa al colega Luis Nemolato, en una entrevista antológica en Lecturas. Y eso que es de misa diaria, seguro que su párroco solo sermonea de cintura para abajo, como Rouco. Llámame Ada Colau, quincemera, lo que quieras, pero con la medalla de oro y brillantes de la Virgen de Lo Que Sea que llevas al cuello comía una familia una temporada, Sor Tamara de los Pobres.
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