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TÍTULO: NO SOY NADIE,.
No soy nadie, por Julia Navarro
Siguiendo las huellas de Ulises, estoy a punto de decir, como él, que no soy “nadie”. Y es que ya he escuchado decir a personas de lo más ..
Siguiendo las huellas de Ulises, estoy a punto de decir, como él,
que no soy “nadie”. Y es que ya he escuchado decir a personas de lo más
diversas –y a algunas las tengo por muy inteligentes– que quienes no están en Twitter no son nadie. Bueno, pues yo no estoy ni tengo intención de estar. No tengo nada contra las redes sociales, pero estar en ellas supone dedicarles un tiempo que no tengo y que, si tuviera, destinaría antes a un montón de cosas.
En más de una ocasión, he estado con un amigo que, mientras habla, está
tuiteando. Hace unos días, en un programa de televisión, el tertuliano
que estaba a mi lado no dejaba de teclear en su tableta. En el
descanso le pregunté si aprovechaba para escribir un artículo, pero me
dijo que estaba tuiteando, explicando lo que hacía en ese momento.
Me quedé atónita. Y no es el único. Días después quedé con una amiga
para almorzar y, según llegó al restaurante, sacó la tableta y se puso a
teclear. Me estaba poniendo tan nerviosa que no pude menos que pedirla
que parara. “Es que estoy tuiteando que estamos aquí y que el restaurante merece la pena”, respondió.
La verdad es que no logro comprender ese afán por explicar al mundo lo que haces en cada momento y lo que opinas sobre todo lo que sucede. Siempre me pareció redicha la frase de Andy Warhol de que todo el mundo quiere tener su minuto de gloria, pero tenía razón. Hay millones de personas en el mundo que dedican parte del día a contar en la Red lo que hacen y por qué. Lo preocupante es que hay mucha gente, muchísima, enganchada a Twitter, que no paran de teclear compulsivamente estén dónde estén y con quién estén. En ocasiones, este afán les lleva a ser claramente maleducados.
No siento la necesidad de saber qué hace el prójimo, salvo que sea alguien cercano. Y aún así tengo escaso interés en ciertas cosas. Tampoco siento la necesidad de comunicar lo que hago o dejo de hacer o lo que opino sobre lo que sucede a mi alrededor. Ojo, no estoy diciendo que Twitter no sea un instrumento de comunicación eficaz, lo que pongo en cuestión es el ansia de comunicar hasta qué comen. Otra cosa es la utilidad de las redes sociales para movilizarse y dar información: han tenido un papel importante en las “primaveras árabes” y sabemos qué pasa en Siria gracias a la valentía de sus ciudadanos, que cuentan en ellas los horrores que padecen. Son también un instrumento eficaz para lanzar ideas y proyectos, o para que los ciudadanos den su opinión. En el mundo de hoy son imprescindibles. Pero me revelo contra ese ansia compulsiva de retransmitir al minuto lo que uno hace.
Otro intruso que se ha colado es WhatsApp, otra manera de comunicarse rápida y eficaz, pero que comienza a resultar agobiante. Hace poco he tenido una bronca con mi hijo a cuenta de él. Salimos a dar un paseo a nuestro perro Argos y no había manera de hilar una conversación porque cada dos minutos sonaba el aviso de que alguien estaba en línea para hablar con él. Al final, el paseo terminó como el rosario de la aurora. Y no hace mucho tuvimos otra agarrada a cuenta de lo mismo, porque no había manera de comer tranquilos sin que el WhatsApp interrumpiera el almuerzo. Así que, haciendo de madre represora, le he dicho que cuando nos sentemos a comer deje el móvil en su habitación.
La verdad es que no logro comprender ese afán por explicar al mundo lo que haces en cada momento y lo que opinas sobre todo lo que sucede. Siempre me pareció redicha la frase de Andy Warhol de que todo el mundo quiere tener su minuto de gloria, pero tenía razón. Hay millones de personas en el mundo que dedican parte del día a contar en la Red lo que hacen y por qué. Lo preocupante es que hay mucha gente, muchísima, enganchada a Twitter, que no paran de teclear compulsivamente estén dónde estén y con quién estén. En ocasiones, este afán les lleva a ser claramente maleducados.
No siento la necesidad de saber qué hace el prójimo, salvo que sea alguien cercano. Y aún así tengo escaso interés en ciertas cosas. Tampoco siento la necesidad de comunicar lo que hago o dejo de hacer o lo que opino sobre lo que sucede a mi alrededor. Ojo, no estoy diciendo que Twitter no sea un instrumento de comunicación eficaz, lo que pongo en cuestión es el ansia de comunicar hasta qué comen. Otra cosa es la utilidad de las redes sociales para movilizarse y dar información: han tenido un papel importante en las “primaveras árabes” y sabemos qué pasa en Siria gracias a la valentía de sus ciudadanos, que cuentan en ellas los horrores que padecen. Son también un instrumento eficaz para lanzar ideas y proyectos, o para que los ciudadanos den su opinión. En el mundo de hoy son imprescindibles. Pero me revelo contra ese ansia compulsiva de retransmitir al minuto lo que uno hace.
Otro intruso que se ha colado es WhatsApp, otra manera de comunicarse rápida y eficaz, pero que comienza a resultar agobiante. Hace poco he tenido una bronca con mi hijo a cuenta de él. Salimos a dar un paseo a nuestro perro Argos y no había manera de hilar una conversación porque cada dos minutos sonaba el aviso de que alguien estaba en línea para hablar con él. Al final, el paseo terminó como el rosario de la aurora. Y no hace mucho tuvimos otra agarrada a cuenta de lo mismo, porque no había manera de comer tranquilos sin que el WhatsApp interrumpiera el almuerzo. Así que, haciendo de madre represora, le he dicho que cuando nos sentemos a comer deje el móvil en su habitación.
P. D.: Las redes sociales me parecen
imprescindibles en la sociedad de hoy, pero me preocupa ver a tantas
personas con síntomas clarísimos de dependencia. En cuanto a
mí, creo que por ahora voy a seguir optando por no ser nadie. A Ulises
no le fue nada mal. Al final llegó a Itaca. Yo no aspiro a más.
TÍTULO: QUÉ HAY DE NUEVO DALI RETRATO DE UN PROVOCADOR,.
Ni Warhol con sus latas de sopa, ni Duchamp con su urinario, ni Hirst con sus tiburones en formol. No hay artista que iguale el genio mediático de este tímido y megalómano ampurdanés para sorprender y escandalizar al espectador.
Por eso no hay ninguno más popular entre todos los grandes del siglo
XX. Un mérito nada banal en su caso, como esta muestra viene a
demostrar. Dalí no solo fue quien se atrevió a pintar lo que soñaba en famosísimos cuadros: “Persistencia de la memoria”, “El gran masturbador”... Fue también el primero en detectar la importancia del impacto y la teatralidad para la recepción de la obra.
Una genialidad más con la que se adelantó a los movimientos que han marcado el arte después de él: el happening, la instalación, el conceptual... pero sin la plúmbea solemnidad que les acompaña hoy. Con el humor siempre a punto para aligerar las verdades más negras. Con un gusto por la frivolidad solo aparente, porque tras sus más locas invenciones siempre había un potente aparato teórico. “Dalí. Todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas” (desde el 27 de abril) bucea también en ese aspecto. Uno más de los que aún esconde Dalí. El artista cuya verdadera obra maestra fue el personaje que se autoinventó.
Una genialidad más con la que se adelantó a los movimientos que han marcado el arte después de él: el happening, la instalación, el conceptual... pero sin la plúmbea solemnidad que les acompaña hoy. Con el humor siempre a punto para aligerar las verdades más negras. Con un gusto por la frivolidad solo aparente, porque tras sus más locas invenciones siempre había un potente aparato teórico. “Dalí. Todas las sugestiones poéticas y todas las posibilidades plásticas” (desde el 27 de abril) bucea también en ese aspecto. Uno más de los que aún esconde Dalí. El artista cuya verdadera obra maestra fue el personaje que se autoinventó.
TÍTULO: 7 DÍAS CITAS,.
1--20-Sábado ¡Biznagas para todos!.
2--21-Domingo- Solidaridad alimenticia,.
3--22--Lunes -Un rayo de sol,.
4--23-Martes-Stop a todos los odios,.
5--24-Miercoles- El refugio de la señorita prim,.
6--25--Jueves--El chico nuevo del barrio,.
7--26--Viernes- Brit pop marítimo,.
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