domingo, 28 de abril de 2013

Los versos de la tauromaquia,./ LA FIESTA VOLVIÓ A LA ERA DE LOS MÁRTIRES,.

TÍTULO: Los versos de la tauromaquia
Para él, los morlacos elevaban «toreros a la gloria. / Realizando / con ellos / el mito / de Júpiter / y Europa». En su Elegía media del toro ...

Para él, los morlacos elevaban «toreros a la gloria. / Realizando / con ellos / el mito / de Júpiter / y Europa». En su 'Elegía media del toro' apreciaba que «Una capa te imanta con su extremo / y el que por un instante la batiera / te vuelve con tempor su polifemo». En sus poemas versó sobre las corridas, le otorgó a los astados la capacidad de sentir y amar y fueron para él el símbolo que identificaba a la España republicana durante la Guerra Civil.
Miguel Hernández (Orihuela, 1910 - Alicante, 1942) es uno de los poetas españoles más importantes del siglo XX y, para gloria de la tauromaquia, uno de los que más ha recurrido a ella para sus obras. Tanto en sus primeras composiciones como en 'El hombre acecha' -uno de sus últimos libros- el toro está presente en sus versos. No en vano, el genio alicantino trabajó como redactor a las órdenes de José María de Cossío en la elaboración de su enciclopedia 'Los toros'.
Setenta y un años después de su muerte, su obra sigue siendo un tema digno de análisis y continúan extrayendo conclusiones de sus composiciones. Uno de los últimos estudios ha sido el del Catedrático de Literatura Española de la Universidad de León José María Balcells.
Su último libro 'Miguel Hernández: espejos americanos y poéticas taurinas' (Editorial Devenir) recoge las relaciones entre el poeta y escritores de América Latina y hace un estudio de las poéticas taurinas del autor alicantino, argumentando los vínculos personales y literarios de Miguel Hernández con la fiesta.
El libro de José María Balcells recoge un trabajo extenso sobre la relación entre Miguel Hernández y la tauromaquia, pues aunque cualquier lector del poeta ha podido comprobar que el toro y su mundo es un tema primordial en su obra, los estudiosos e investigadores nunca lo han tratado con tanta extensión y exhaustividad.
«Para ello deben darse dos condiciones. La primera de ellas es conocer mucho a Miguel Hernández y la segunda, conocer el mundo del toro. Cuando se dan ambas circunstancias el resultado es que el tema taurino pasa a ser un asunto dominante en cualquier estudio sobre Miguel Hernández», explica el catedrático de Literatura Española que recuerda que, si se exceptúa el tiempo que estuvo en prisión, la tauromaquia fue uno de los temas que más trató en su vida.
Y no es que el poeta de Orihuela acudiese con mucha frecuencia a las corridas de toros, más bien al contrario, pero sí era admirador de la tauromaquia, del toro y de su mundo. «No acudía a las plazas, principalmente porque tampoco se daban muchos festejos en Orihuela y su economía no solía permitirle viajar para ver festejos. Quizás a lo largo de su vida acudió una docena de veces, pero no se trata de ir o no ir a los cosos, sino de empaparse del mundo de la corrida de toros desde que comienza hasta que termina, señala José María Balcells, que narra que las veces que asistió, Miguel Hernández permaneció atento a todo lo que ocurría y no iba a charlar o a dejarse ver, sino que lo hacía para aprovechar y enriquecerse con la experiencia.
Sin duda lo hizo, pues José María de Cossío le contrató como redactor de su enciclopedia por sus profundos conocimientos taurinos. Gracias a su trabajo, Miguel Hernández incrementó su afición y aprendió aún más de tauromaquia. Entre sus muchas labores, tuvo que recopilar datos sobre ganaderías, en muchas ocasiones in situ, lo que hizo que tomase aún más contacto con el toro bravo y su hábitat.
Desde cuatro perspectivas
Hablar del 'mundo del toro' de manera genérica en la poesía de Miguel Hernández es prácticamente una herejía, pues no hay uno solo sino muchos 'mundos' del toro. Es por ello que José María Balcells ha decidido hacer una clasificación de la temática taurina en su obra. Así, podría dividirse en cuatro periodos: el astado y la corrida, el morlaco desde el punto de vista teológico, el erotismo y la res como símbolo de España en general y del bando republicano en particular.
Así, habría una primera etapa comprendida entre los años 1932 y 1934 con el toro y la corrida de toros como protagonistas que le inspiran una serie de poemas en la fase inicial de su vida poética. En 'Perito en lunas' Miguel Hernández escribe «¡A la gloria, a la gloria toreadores! / La hora es de mi luna menos cuarto. / Émulos imprudentes del lagarto, / magnificaos el lomo de colores. / Por el arco, contra los picadores, / del cuerno, flecha, a dispararme parto. / ¡A la gloria, si yo antes no os ancoro, / -golfo de arena-, en mis bigotes de oro!».
«Cuando comienza a trabajar para Cossío se produce un retroceso en este tipo de composiciones quizás por hastío de estar todo el día haciendo lo mismo. Prácticamente en ese periodo la corrida de toros desaparece de su poesía», argumenta el autor de 'Miguel Hernández: espejos americanos y poéticas taurinas'.
Posteriormente, por influencia de su amigo el escritor Ramón Sijé -discípulo del que Balcells considera el filósofo taurino más importante del siglo XX, José Bergamín- comenzó a tratar el tema taurino desde un punto de vista teológico. Es un tipo de temática común que vincula al toro con la religión católica, bien con Jesucristo, con el demonio...
José María Balcells considera a este periodo como de teología católica taurina, algo que dura entre los años 1934 y 1935. A partir de ahí, comienza a identificar el mundo del toro con el erotismo. Miguel Hernández parte de la base de que el toro tiene sentimientos y entre ellos, puede llegar a sentir amor.
«Es un riesgo, pero literariamente está avalado por una tradición, ya que Virgilio habla del amor del toro. A partir de ahí hace unas identificaciones de la carencia de lo que podríamos llamar genitalismo en su vida, y por tanto la frustración psíquico-somática que siente el poeta al comprobar que el toro, que es el animal que representa la fecundidad y la virilidad, pasa toda su existencia sin poder satisfacer sus deseos sexuales», narra Balcells.
En 'El rayo que no cesa' se encuentra la mayor parte de este tipo de composiciones. En ellas Miguel Hernández llega incluso a establecer un paralelismo con el toro, pues intuye que si vida va a ser corta como la de los morlacos. «Aunque habría que discutir también si la vida de los astados es corta o larga», apostilla el catedrático que recuerda que el alicantino hablaba de un animal traumatizado desde el punto de vista erótico y sexual, al no poder satisfacer sus necesidades en este sentido.
«Es ahí donde él saca sus mejores versos, quizás los mejores de toda su poesía, porque 'El rayo que no cesa' es un libro de frustración erótica en relación a Josefina Manresa, su novia», detalla. Esto puede comprobarse, por ejemplo, en poemas como este «El toro sabe al fin de la corrida / donde prueba su chorro repentino, / que el sabor de la muerte es el de un vino / que el equilibrio impide de la vida. / Respira corazones por la herida / desde un gigante corazón vecino, / y su vasto poder de piedra y pino / cesa debilitado en la caída./ Y como el toro tú, mi sangre astada, / que el cotidiano cáliz de la muerte, / edificado con un turbio acero, / vierte sobre mi lengua un gusto a espada / diluida en un vino espeso y fuerte / desde mi corazón donde me muero».
Por último, Miguel Hernádez deja de identificarse con el toro de manera individual para hacerlo de forma colectiva. Pasa a ser el símbolo que mejor representa a España, siendo su emblema en sus más hondas raíces.
«Compone una serie de poemas en las poesías de guerra de 'El hombre acecha' y es donde identifica al toro con España, pero sobre todo con la España que él entiende por popular, que es la España republicana. Así, el astado representa para él a todos los nacidos en el país pero especialmente y por antonomasia a aquellos que más conexión tienen con lo auténtico del país», detalla Balcells.
«Toro en la primavera más toro que otras veces, / en España más toro, toro, que en otras partes. / Más cálido que nunca, más volcánico, toro, / que irradias, que iluminas al fuego, yérguete», es un extracto de 'Llamo al toro de España', poema publicado en 'El hombre acecha'.
Desde la cárcel
En la época en la que Miguel Hernández se encuentra en la cárcel ya no escribe poemas que tengan relación con la tauromaquia, aunque el autor considera que sigue a través de la radio las noticias taurinas que se ofrecen de las corridas celebradas entre 1939 y 1941, que protagonizaban diestros como Gitanillo de Triana, Chicuelo o Manolete, más allá de las ideologías que pudiese compartir con ellos.
A pesar de su obra taurina, Miguel Hernández no es uno de los poetas españoles a los que se vincula con la tauromaquia, algo que si sucede por ejemplo con autores como Federico García Lorca. «Si tomamos la obra de Lorca no hay poemas taurinos e incluso habría que analizar si el 'Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías' lo es, probablemente no. Hernández cultivó la poesía taurina pero Lorca protagonizó frases emblemáticas y se manifestó a favor de la fiesta diciendo por ejemplo que era la fiesta más culta que había en el mundo», subraya Balcells que considera que el alicantino no pronunció ese tipo de frases que han hecho que se identifique al granadino más con la obra.
Miguel Hernández es uno de los poetas españoles del siglo XX que más poemas compuso con temática relacionada con el toro, aunque también hay otros como Antonio Aparicio, Pedro Garfias, Rafael Alberti o Gerardo Diego.
Su pasión por España y por la fiesta quedó patente en sus versos que nos regaló para gloria de la tauromaquia. 

TÍTULO:  LA FIESTA VOLVIÓ A LA ERA DE LOS MÁRTIRES,.

El objetivo se cumplió. El trabajo de la empresa, los matadores, el ganadero, las asociaciones taurinas de la ciudad -especialmente la AJTE- 




El objetivo se cumplió. El trabajo de la empresa, los matadores, el ganadero, las asociaciones taurinas de la ciudad -especialmente la AJTE- y sobre todo de los aficionados tuvo su recompensa. Había que recuperar la plaza de toros de Cáceres y todos pusieron su granito de arena, remando en el mismo barco, para conseguir que algo más de medio coso de la 'Era de los Mártires' se llenase para disfrutar de un atractivo e interesante mano a mano entre Antonio Ferrera e Iván Fandiño. Aún queda trabajo por hacer, pero ayer se puso la primera piedra para que la ciudad recupere la buena imagen de antaño.
Los matadores se mostraron dispuestos desde el primer momento, en tarde ambiciosa y sin rehuir la pelea. No se lo pusieron fácil los ejemplares de José Luis Pereda y La Dehesilla, algunos con peligro sordo, nobles pero con fuerzas justas y algunos de ellos faltos de casta. Cuatro orejas paseó Antonio Ferrera, que llegaba a Cáceres tras haber resultado herido en la mano izquierda el jueves, mientras toreaba a puerta cerrada en la finca de Luis Algarra. El diestro extremeño no se resintió del percance, cuajó una sensacional tanda al natural al tercero de la tarde -que fue de lo más destacado de la corrida- y puso ocho pares de banderillas.
Iván Fandiño derrochó ambición y entrega y pudo haber cortado más de dos apéndices de no fallar con los aceros. Pinchó a sus tres toros. Finalmente ambos salieron a hombros en una tarde en la que lo más negativo estuvo en el tercio de varas, que como viene siendo habitual, brilló por su ausencia -en ocasiones incluso de manera descarada-.
El primero de Antonio Ferrera, 'Ganchedo' hizo amago de huir del capote del extremeño, que se impuso y lo llevó hasta el centro del ruedo a la verónica. No apretó en el tercio de varas y cobró un discreto puyazo. Dejó el torero tres pares de banderillas, sobresaliendo el segundo de ellos, recortando al toro con su sello personal.
Tras brindar al público, comenzó la faena de muleta con una tanda de trasteo en la que el morlaco ya dejó claras sus intenciones: buscar la salida como agua de mayo. Se rajó pronto el astado, pero Ferrera lo llevó siempre muy tapado para ligar los derechazos. Le enseñó a embestir a base de oficio mientras el toro no hacía más que defenderse y mostrar cierto peligro. El extremeño optó por el toreo de cercanías en la recta final de la faena y tras un desplante se fue a por la espada para dejar una estocada entera trasera. Oreja para Antonio Ferrera que tuvo que ponerlo todo, estando muy por encima de su oponente.
El segundo, 'Panduro', fue un ejemplar frío de salida al que Iván Fandiño se animó a banderillear. Gustó al respetable el torero de Orduña, especialmente en el último par, al violín. Brindó al público y comenzó la faena de muleta con el pase cambiado por la espalda, en un momento en el que el viento comenzaba a molestar en la 'Era de los Mártires'.
Perdía las manos el toro, justo de fuerzas pero noble, por lo que el diestro decidió llevarlo siempre con mucha suavidad, toreando muy despacio y dándole tiempo. El viento hizo acto de presencia y lo puso aún más complicado e incluso dio algún pequeño susto al quedar descubierto el torero, pero Fandiño tiró de garra y entrega y fue hilvanando los pases uno a uno, con profundidad.
Calidad tuvo también en el toreo al natural aunque al morlaco le faltó una pizca de transmisión. Terminó el de Orduña encajado entre los pitones pero pinchó y tuvo que usar el descabello tras una estocada entera que no resultó efectiva. Saludos tras una gran ovación después de escuchar un aviso.
Algo más de codicia en el capote que los dos primeros ejemplares mostró el tercero, 'Tejero' que cobró un leve puyazo. Invitó Antonio Ferrera a Iván Fandiño a banderillear y juntos ejecutaron un gran tercio, recortando al toro en el segundo y tercer par. El extremeño brindó la faena al artista francés 'Loren', autor de las toreografías que adornaban el coso y que se realizaron el jueves en la Plaza Mayor de Cáceres, llevando también la tauromaquia a la ciudad para fundirla con el arte contemporáneo.
Ferrera al natural
Lo más destacado de la faena al tercer toro fue el toreo al natural de Antonio Ferrera. Dos tandas en las que el tiempo pareció detenerse para contemplar la cadencia de la muleta del extremeño. Con la mano baja, compuesta y encajada la figura, el diestro fue ligando los pases con la zurda al morlaco, que se había rajado pronto y andaba ya pegado a las tablas a esa altura de la faena.
Tras un desplante de rodillas dejó una estocada trasera tras un pinchazo, pues el animal no colaboró y tuvo que ponerlo todo el diestro para ejecutar la suerte suprema. Paseó una oreja y el animal escuchó leves palmas al arrastre. El extremeño se aseguraba ya la puerta grande.
Con una larga cambiada de rodillas en el tercio recibía al cuarto de la tarde Iván Fandiño, que lo llevaba después hasta el centro del ruedo a la verónica, rematando con una media. A 'Corchero' no le quiso poner banderillas y el público protestó. El toro, noble, embestía bien por el pitón izquierdo y tenía algo más de casta que el resto del encierro que José Luis Pereda envió a Cáceres, por lo que hubo una mayor conexión con los tendidos. Fandiño le echaba la muleta al hocico para provocar la embestida y alargando el muletazo logró tandas de gran calidad. Sin embargo, no tuvo suerte el de Orduña con la espada y volvió a pinchar, pero dejó después una estocada entera que resultó efectiva y paseó una oreja. El astado escuchó palmas en el arrastre.
'Paleto' se llamaba el último toro de la tarde para Antonio Ferrera, un animal enrazado que a veces resultó un tanto complicado pero al que paró para templar y mandar el diestro extremeño. Verónicas de recibo y tras un discreto puyazo, el sobresaliente Fernández Pineda hizo un quite por verónicas.
Ferrera colocó en suerte al toro con el capote en el tercio de banderillas y dejó tres pares, el tercero al violín. Tras brindar a una joven aficionada, Magdalena, comenzó la faena de muleta. El astado embestía con brusquedad pero no se rajaba, al contrario, tuvo raza y transmisión. El de Villafranco del Guadiana lo lidió por ambos pitones siempre cruzándose y sin torear al hilo del pitón, dando ventaja siempre al animal adelantando la pierna.
Tuvo cierto peligro el astado pero el diestro cuajó una gran faena que fue premiada con dos orejas tras media estocada trasera pero que resultó efectiva. Antonio Ferrera sumaba un total de cuatro apéndices en su esportón y demostraba su buen hacer en los tres tercios y sus ganas de triunfo y ambición.
Iván Fandiño salió a por todas en el que cerró plaza y cuajó una extraordinaria faena, muy entregado desde el recibo capotero, por delantales. Cobró un leve puyazo y Fernández Pineda hizo esta vez un quite por chicuelinas. Tras tres pares de banderillas, comenzó la faena de muleta. El animal repetía y humillaba pero perdía las manos, le planteó una faena inteligente, dando tiempo al astado entre las tandas pero sin dejar de atacar hasta que amenazó con irse a las tablas.
Junto a ellas el de Orduña respondió con tandas ajustadas por ambos pitones terminando encajado entre ellos y demostrando estar muy por encima del astado. Pinchó nuevamente Fandiño pero dejó una estocada entera algo trasera y fue premiado con una oreja. Sumaba dos por lo que acompañó a Ferrera a hombros dejando la sensación entre los aficionados de que la fiesta por fin había regresado a Cáceres. Ojalá se mantenga en San Fernando.

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