Para
él, los morlacos elevaban «toreros a la gloria. / Realizando / con
ellos / el mito / de Júpiter / y Europa». En su Elegía media del toro ...
Para él, los morlacos elevaban «toreros a la gloria. /
Realizando / con ellos / el mito / de Júpiter / y Europa». En su 'Elegía
media del toro' apreciaba que «Una capa te imanta con su extremo / y el
que por un instante la batiera / te vuelve con tempor su polifemo». En
sus poemas versó sobre las corridas, le otorgó a los astados la
capacidad de sentir y amar y fueron para él el símbolo que identificaba a
la España republicana durante la Guerra Civil.
Miguel Hernández (Orihuela, 1910 - Alicante, 1942) es uno
de los poetas españoles más importantes del siglo XX y, para gloria de
la tauromaquia, uno de los que más ha recurrido a ella para sus obras.
Tanto en sus primeras composiciones como en 'El hombre acecha' -uno de
sus últimos libros- el toro está presente en sus versos. No en vano, el
genio alicantino trabajó como redactor a las órdenes de José María de
Cossío en la elaboración de su enciclopedia 'Los toros'.
Setenta y un años después de su muerte, su obra sigue
siendo un tema digno de análisis y continúan extrayendo conclusiones de
sus composiciones. Uno de los últimos estudios ha sido el del
Catedrático de Literatura Española de la Universidad de León José María
Balcells.
Su último libro 'Miguel Hernández: espejos americanos y
poéticas taurinas' (Editorial Devenir) recoge las relaciones entre el
poeta y escritores de América Latina y hace un estudio de las poéticas
taurinas del autor alicantino, argumentando los vínculos personales y
literarios de Miguel Hernández con la fiesta.
El libro de José María Balcells recoge un trabajo extenso
sobre la relación entre Miguel Hernández y la tauromaquia, pues aunque
cualquier lector del poeta ha podido comprobar que el toro y su mundo es
un tema primordial en su obra, los estudiosos e investigadores nunca lo
han tratado con tanta extensión y exhaustividad.
«Para ello deben darse dos condiciones. La primera de ellas
es conocer mucho a Miguel Hernández y la segunda, conocer el mundo del
toro. Cuando se dan ambas circunstancias el resultado es que el tema
taurino pasa a ser un asunto dominante en cualquier estudio sobre Miguel
Hernández», explica el catedrático de Literatura Española que recuerda
que, si se exceptúa el tiempo que estuvo en prisión, la tauromaquia fue
uno de los temas que más trató en su vida.
Y no es que el poeta de Orihuela acudiese con mucha
frecuencia a las corridas de toros, más bien al contrario, pero sí era
admirador de la tauromaquia, del toro y de su mundo. «No acudía a las
plazas, principalmente porque tampoco se daban muchos festejos en
Orihuela y su economía no solía permitirle viajar para ver festejos.
Quizás a lo largo de su vida acudió una docena de veces, pero no se
trata de ir o no ir a los cosos, sino de empaparse del mundo de la
corrida de toros desde que comienza hasta que termina, señala José María
Balcells, que narra que las veces que asistió, Miguel Hernández
permaneció atento a todo lo que ocurría y no iba a charlar o a dejarse
ver, sino que lo hacía para aprovechar y enriquecerse con la
experiencia.
Sin duda lo hizo, pues José María de Cossío le contrató
como redactor de su enciclopedia por sus profundos conocimientos
taurinos. Gracias a su trabajo, Miguel Hernández incrementó su afición y
aprendió aún más de tauromaquia. Entre sus muchas labores, tuvo que
recopilar datos sobre ganaderías, en muchas ocasiones in situ, lo que
hizo que tomase aún más contacto con el toro bravo y su hábitat.
Desde cuatro perspectivas
Hablar del 'mundo del toro' de manera genérica en la poesía
de Miguel Hernández es prácticamente una herejía, pues no hay uno solo
sino muchos 'mundos' del toro. Es por ello que José María Balcells ha
decidido hacer una clasificación de la temática taurina en su obra. Así,
podría dividirse en cuatro periodos: el astado y la corrida, el morlaco
desde el punto de vista teológico, el erotismo y la res como símbolo de
España en general y del bando republicano en particular.
Así, habría una primera etapa comprendida entre los años
1932 y 1934 con el toro y la corrida de toros como protagonistas que le
inspiran una serie de poemas en la fase inicial de su vida poética. En
'Perito en lunas' Miguel Hernández escribe «¡A la gloria, a la gloria
toreadores! / La hora es de mi luna menos cuarto. / Émulos imprudentes
del lagarto, / magnificaos el lomo de colores. / Por el arco, contra los
picadores, / del cuerno, flecha, a dispararme parto. / ¡A la gloria, si
yo antes no os ancoro, / -golfo de arena-, en mis bigotes de oro!».
«Cuando comienza a trabajar para Cossío se produce un
retroceso en este tipo de composiciones quizás por hastío de estar todo
el día haciendo lo mismo. Prácticamente en ese periodo la corrida de
toros desaparece de su poesía», argumenta el autor de 'Miguel Hernández:
espejos americanos y poéticas taurinas'.
Posteriormente, por influencia de su amigo el escritor
Ramón Sijé -discípulo del que Balcells considera el filósofo taurino más
importante del siglo XX, José Bergamín- comenzó a tratar el tema
taurino desde un punto de vista teológico. Es un tipo de temática común
que vincula al toro con la religión católica, bien con Jesucristo, con
el demonio...
José María Balcells considera a este periodo como de
teología católica taurina, algo que dura entre los años 1934 y 1935. A
partir de ahí, comienza a identificar el mundo del toro con el erotismo.
Miguel Hernández parte de la base de que el toro tiene sentimientos y
entre ellos, puede llegar a sentir amor.
«Es un riesgo, pero literariamente está avalado por una
tradición, ya que Virgilio habla del amor del toro. A partir de ahí hace
unas identificaciones de la carencia de lo que podríamos llamar
genitalismo en su vida, y por tanto la frustración psíquico-somática que
siente el poeta al comprobar que el toro, que es el animal que
representa la fecundidad y la virilidad, pasa toda su existencia sin
poder satisfacer sus deseos sexuales», narra Balcells.
En 'El rayo que no cesa' se encuentra la mayor parte de
este tipo de composiciones. En ellas Miguel Hernández llega incluso a
establecer un paralelismo con el toro, pues intuye que si vida va a ser
corta como la de los morlacos. «Aunque habría que discutir también si la
vida de los astados es corta o larga», apostilla el catedrático que
recuerda que el alicantino hablaba de un animal traumatizado desde el
punto de vista erótico y sexual, al no poder satisfacer sus necesidades
en este sentido.
«Es ahí donde él saca sus mejores versos, quizás los
mejores de toda su poesía, porque 'El rayo que no cesa' es un libro de
frustración erótica en relación a Josefina Manresa, su novia», detalla.
Esto puede comprobarse, por ejemplo, en poemas como este «El toro sabe
al fin de la corrida / donde prueba su chorro repentino, / que el sabor
de la muerte es el de un vino / que el equilibrio impide de la vida. /
Respira corazones por la herida / desde un gigante corazón vecino, / y
su vasto poder de piedra y pino / cesa debilitado en la caída./ Y como
el toro tú, mi sangre astada, / que el cotidiano cáliz de la muerte, /
edificado con un turbio acero, / vierte sobre mi lengua un gusto a
espada / diluida en un vino espeso y fuerte / desde mi corazón donde me
muero».
Por último, Miguel Hernádez deja de identificarse con el
toro de manera individual para hacerlo de forma colectiva. Pasa a ser el
símbolo que mejor representa a España, siendo su emblema en sus más
hondas raíces.
«Compone una serie de poemas en las poesías de guerra de
'El hombre acecha' y es donde identifica al toro con España, pero sobre
todo con la España que él entiende por popular, que es la España
republicana. Así, el astado representa para él a todos los nacidos en el
país pero especialmente y por antonomasia a aquellos que más conexión
tienen con lo auténtico del país», detalla Balcells.
«Toro en la primavera más toro que otras veces, / en España
más toro, toro, que en otras partes. / Más cálido que nunca, más
volcánico, toro, / que irradias, que iluminas al fuego, yérguete», es un
extracto de 'Llamo al toro de España', poema publicado en 'El hombre
acecha'.
Desde la cárcel
En la época en la que Miguel Hernández se encuentra en la
cárcel ya no escribe poemas que tengan relación con la tauromaquia,
aunque el autor considera que sigue a través de la radio las noticias
taurinas que se ofrecen de las corridas celebradas entre 1939 y 1941,
que protagonizaban diestros como Gitanillo de Triana, Chicuelo o
Manolete, más allá de las ideologías que pudiese compartir con ellos.
A pesar de su obra taurina, Miguel Hernández no es uno de
los poetas españoles a los que se vincula con la tauromaquia, algo que
si sucede por ejemplo con autores como Federico García Lorca. «Si
tomamos la obra de Lorca no hay poemas taurinos e incluso habría que
analizar si el 'Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías' lo es,
probablemente no. Hernández cultivó la poesía taurina pero Lorca
protagonizó frases emblemáticas y se manifestó a favor de la fiesta
diciendo por ejemplo que era la fiesta más culta que había en el mundo»,
subraya Balcells que considera que el alicantino no pronunció ese tipo
de frases que han hecho que se identifique al granadino más con la obra.
Miguel Hernández es uno de los poetas españoles del siglo
XX que más poemas compuso con temática relacionada con el toro, aunque
también hay otros como Antonio Aparicio, Pedro Garfias, Rafael Alberti o
Gerardo Diego.
Su pasión por España y por la fiesta quedó patente en sus versos que nos regaló para gloria de la tauromaquia.
TÍTULO: LA FIESTA VOLVIÓ A LA ERA DE LOS MÁRTIRES,.
El
objetivo se cumplió. El trabajo de la empresa, los matadores, el
ganadero, las asociaciones taurinas de la ciudad -especialmente la AJTE-
El objetivo se cumplió. El trabajo de la empresa, los
matadores, el ganadero, las asociaciones taurinas de la ciudad
-especialmente la AJTE- y sobre todo de los aficionados tuvo su
recompensa. Había que recuperar la plaza de toros de Cáceres y todos
pusieron su granito de arena, remando en el mismo barco, para conseguir
que algo más de medio coso de la 'Era de los Mártires' se llenase para
disfrutar de un atractivo e interesante mano a mano entre Antonio
Ferrera e Iván Fandiño. Aún queda trabajo por hacer, pero ayer se puso
la primera piedra para que la ciudad recupere la buena imagen de antaño.
Los matadores se mostraron dispuestos desde el primer
momento, en tarde ambiciosa y sin rehuir la pelea. No se lo pusieron
fácil los ejemplares de José Luis Pereda y La Dehesilla, algunos con
peligro sordo, nobles pero con fuerzas justas y algunos de ellos faltos
de casta. Cuatro orejas paseó Antonio Ferrera, que llegaba a Cáceres
tras haber resultado herido en la mano izquierda el jueves, mientras
toreaba a puerta cerrada en la finca de Luis Algarra. El diestro
extremeño no se resintió del percance, cuajó una sensacional tanda al
natural al tercero de la tarde -que fue de lo más destacado de la
corrida- y puso ocho pares de banderillas.
Iván Fandiño derrochó ambición y entrega y pudo haber
cortado más de dos apéndices de no fallar con los aceros. Pinchó a sus
tres toros. Finalmente ambos salieron a hombros en una tarde en la que
lo más negativo estuvo en el tercio de varas, que como viene siendo
habitual, brilló por su ausencia -en ocasiones incluso de manera
descarada-.
El primero de Antonio Ferrera, 'Ganchedo' hizo amago de
huir del capote del extremeño, que se impuso y lo llevó hasta el centro
del ruedo a la verónica. No apretó en el tercio de varas y cobró un
discreto puyazo. Dejó el torero tres pares de banderillas, sobresaliendo
el segundo de ellos, recortando al toro con su sello personal.
Tras brindar al público, comenzó la faena de muleta con una
tanda de trasteo en la que el morlaco ya dejó claras sus intenciones:
buscar la salida como agua de mayo. Se rajó pronto el astado, pero
Ferrera lo llevó siempre muy tapado para ligar los derechazos. Le enseñó
a embestir a base de oficio mientras el toro no hacía más que
defenderse y mostrar cierto peligro. El extremeño optó por el toreo de
cercanías en la recta final de la faena y tras un desplante se fue a por
la espada para dejar una estocada entera trasera. Oreja para Antonio
Ferrera que tuvo que ponerlo todo, estando muy por encima de su
oponente.
El segundo, 'Panduro', fue un ejemplar frío de salida al
que Iván Fandiño se animó a banderillear. Gustó al respetable el torero
de Orduña, especialmente en el último par, al violín. Brindó al público y
comenzó la faena de muleta con el pase cambiado por la espalda, en un
momento en el que el viento comenzaba a molestar en la 'Era de los
Mártires'.
Perdía las manos el toro, justo de fuerzas pero noble, por
lo que el diestro decidió llevarlo siempre con mucha suavidad, toreando
muy despacio y dándole tiempo. El viento hizo acto de presencia y lo
puso aún más complicado e incluso dio algún pequeño susto al quedar
descubierto el torero, pero Fandiño tiró de garra y entrega y fue
hilvanando los pases uno a uno, con profundidad.
Calidad tuvo también en el toreo al natural aunque al
morlaco le faltó una pizca de transmisión. Terminó el de Orduña encajado
entre los pitones pero pinchó y tuvo que usar el descabello tras una
estocada entera que no resultó efectiva. Saludos tras una gran ovación
después de escuchar un aviso.
Algo más de codicia en el capote que los dos primeros
ejemplares mostró el tercero, 'Tejero' que cobró un leve puyazo. Invitó
Antonio Ferrera a Iván Fandiño a banderillear y juntos ejecutaron un
gran tercio, recortando al toro en el segundo y tercer par. El extremeño
brindó la faena al artista francés 'Loren', autor de las toreografías
que adornaban el coso y que se realizaron el jueves en la Plaza Mayor de
Cáceres, llevando también la tauromaquia a la ciudad para fundirla con
el arte contemporáneo.
Ferrera al natural
Lo más destacado de la faena al tercer toro fue el toreo al
natural de Antonio Ferrera. Dos tandas en las que el tiempo pareció
detenerse para contemplar la cadencia de la muleta del extremeño. Con la
mano baja, compuesta y encajada la figura, el diestro fue ligando los
pases con la zurda al morlaco, que se había rajado pronto y andaba ya
pegado a las tablas a esa altura de la faena.
Tras un desplante de rodillas dejó una estocada trasera
tras un pinchazo, pues el animal no colaboró y tuvo que ponerlo todo el
diestro para ejecutar la suerte suprema. Paseó una oreja y el animal
escuchó leves palmas al arrastre. El extremeño se aseguraba ya la puerta
grande.
Con una larga cambiada de rodillas en el tercio recibía al
cuarto de la tarde Iván Fandiño, que lo llevaba después hasta el centro
del ruedo a la verónica, rematando con una media. A 'Corchero' no le
quiso poner banderillas y el público protestó. El toro, noble, embestía
bien por el pitón izquierdo y tenía algo más de casta que el resto del
encierro que José Luis Pereda envió a Cáceres, por lo que hubo una mayor
conexión con los tendidos. Fandiño le echaba la muleta al hocico para
provocar la embestida y alargando el muletazo logró tandas de gran
calidad. Sin embargo, no tuvo suerte el de Orduña con la espada y volvió
a pinchar, pero dejó después una estocada entera que resultó efectiva y
paseó una oreja. El astado escuchó palmas en el arrastre.
'Paleto' se llamaba el último toro de la tarde para Antonio
Ferrera, un animal enrazado que a veces resultó un tanto complicado
pero al que paró para templar y mandar el diestro extremeño. Verónicas
de recibo y tras un discreto puyazo, el sobresaliente Fernández Pineda
hizo un quite por verónicas.
Ferrera colocó en suerte al toro con el capote en el tercio
de banderillas y dejó tres pares, el tercero al violín. Tras brindar a
una joven aficionada, Magdalena, comenzó la faena de muleta. El astado
embestía con brusquedad pero no se rajaba, al contrario, tuvo raza y
transmisión. El de Villafranco del Guadiana lo lidió por ambos pitones
siempre cruzándose y sin torear al hilo del pitón, dando ventaja siempre
al animal adelantando la pierna.
Tuvo cierto peligro el astado pero el diestro cuajó una
gran faena que fue premiada con dos orejas tras media estocada trasera
pero que resultó efectiva. Antonio Ferrera sumaba un total de cuatro
apéndices en su esportón y demostraba su buen hacer en los tres tercios y
sus ganas de triunfo y ambición.
Iván Fandiño salió a por todas en el que cerró plaza y
cuajó una extraordinaria faena, muy entregado desde el recibo capotero,
por delantales. Cobró un leve puyazo y Fernández Pineda hizo esta vez un
quite por chicuelinas. Tras tres pares de banderillas, comenzó la faena
de muleta. El animal repetía y humillaba pero perdía las manos, le
planteó una faena inteligente, dando tiempo al astado entre las tandas
pero sin dejar de atacar hasta que amenazó con irse a las tablas.
Junto a ellas el de Orduña respondió con tandas ajustadas
por ambos pitones terminando encajado entre ellos y demostrando estar
muy por encima del astado. Pinchó nuevamente Fandiño pero dejó una
estocada entera algo trasera y fue premiado con una oreja. Sumaba dos
por lo que acompañó a Ferrera a hombros dejando la sensación entre los
aficionados de que la fiesta por fin había regresado a Cáceres. Ojalá se
mantenga en San Fernando.
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