Loquillo entrevista a Ramoncín-foto,.
No hay músico en España más vilipendiado que él y, sin embargo, el vallecano es mucho más que un personaje polémico: es un actor fundamental en la historia de nuestro rock. El Loco habló con él de esto y mucho más. Por Loquillo-foto,.
Ramoncín no acierta a adivinar de donde salen los gritos e insultos que desde su primera respuesta a las preguntas de José María Pallardó, vara del programa de moda de la radio barcelonesa, Al mil por mil, suenan cada vez con mayor violencia. Una luz cegadora le da de lleno, sabe que está solo, que nadie saldrá a defenderle, se enfrenta a un público dividido entre quienes han ido a la discoteca Psicosis a festejar el inicio de la primavera del 78 y los que lo hacen para ver uno de los primeros videoclips que se presentan en España, Wuthering heights, de Kate Bush.Los que gritamos e insultamos somos un grupo de rockers mosqueados por sus declaraciones sobre Elvis, se la tenemos jurada. Ramoncín actúa al día siguiente en La Paloma, es su presentación en Barcelona, su primer disco, Ramoncín y WC, ha sido publicado por la multinacional EMI, y la revista Popular 1 le ha dedicado un extenso reportaje que levanta ampollas entre el resto de bandas nacionales, más que nada por envidia. En poco tiempo el cantante ha conseguido captar la atención de todo el país, su imagen rompe tanto con el tópico del cantautor aburrido panfletario como con la del rockero enrollado de “paz y amor, hermano”. El punk entra en los hogares españoles, la Transición ha llegado también a la industria musical, que sigue lanzando al estrellato a cantantes melódicos de dudosa sexualidad, italianos mojabragas y rumberos de extrarradio (en eso poco hemos cambiado).
El pub Uve, llamado así por la serie de TV de moda a mediados de los 80, es frecuentado por un personal que no desentonaría como figurantes del telefilme de ciencia ficción. El local es famoso por ser uno de los pocos reductos de rock español en una Barcelona preolímpica que vive la fiebre del diseño catalán. Higinio, uno de los capos del local, no para de pinchar los discos de Ramoncín y Burning, yo le discuto que ahora Ramoncín se pasa el día en La Bodeguilla de La Moncloa con el presidente del Gobierno y que todo eso resulta sospechoso. Entre copa y sustancias adictivas que hacen de la noche el centro de mi vida, me aprendo la discografía completa del ex rey del pollo frito, que termina por conquistar el lado más macarra de mi corazón. La canción Estamos desesperados es nuestro himno marciano, y la frase “eres el ácido de mis venas” se convierte en un clásico entre la clientela del local. Higinio me insiste en que le consiga un cartel firmado por el cantante de Vallecas mientras suena La chica de la puerta 16, una canción compuesta por Ramoncín y Pepe Risi, y yo pongo cara de circunstancias.
Diciembre de 1996, la sala Bikini se prepara para vivir una noche histórica, con toda una generación de rockers españoles juntos por primera vez en un escenario. Las fotos de Manel Esclusa retratan a quienes para mí han marcado el camino a seguir: Pepe Risi, Jaime Urrutia, Carlos Segarra, Gabriel Sopeña y, claro está, Ramón (ahora le gusta que le llamen así). Cantamos a dúo Al limite a una velocidad infernal, mientras los medios de comunicación critican la reunión de “viejas glorias” y se ceban en Ramón como si del anticristo se tratara. Se habla de los grupos indies (antes independientes, ahora cantan en inglés) y de lo auténticos que son, y se le acusa de vendido y traidor por haberse convertido en una figura mediática y arreglarse la nariz, de paso. Además, está su vinculación al frente de la directiva de la SGAE, lo que le granjea el odio generalizado pues ya se percibe en el ambiente que la SGAE se parece cada vez más a un club privado que a una sociedad de gestión.
Loquillo, con un rollo muy Morrissey, durante la entrevista (Foto: Thomas Canet).
La polémica sigue persiguiendo a Ramoncín en los 90. En la edición del Viña Rock del 2006 una turba lanza al escenario, nada más iniciada la actuación, CDs en forma de estrella que a punto están de provocar una desgracia entre músicos, artista y miembros de su familia que se encontraban en el escenario. El patriarca del rock español, Miguel Ríos, afirmaría poco después que ese día fue el de la vergüenza de una profesión que no tuvo bemoles de denunciar lo que en toda regla era un intento de linchamiento público, pero, claro, ¿quién se la juega por Ramoncín en plena guerra contra la piratería? Es el único paladín en la defensa de los derechos de autor frente a los intereses de las telecos, las más interesadas en las descargas gratuitas. Un mes más tarde, en la propia sede de la SGAE, un grupo pretendió asaltar el edificio con caretas con la imagen del cantante. Todos estos incidentes le costaron a Ramoncín vivir con escolta durante una larga temporada, hasta que, al fin, abandonó la SGAE tras 18 años sin ningún tipo de reconocimiento por parte de la entidad que, muy inteligentemente, le había utilizado para que recibiera los golpes que iban dirigidos a otros.
Madrid, abril de 2010. Treinta años después vuelvo a tener al personaje frente a mí; sigue igual de solo y de polémico. Esta vez no vengo a insultarle ni a poner en duda su carrera ni su forma de llevarla, ni tampoco su etapa en la SGAE. Injustamente tratado por parte de una prensa musical con la que ha tenido más de un rifirrafe, en los medios conservadores lo machacan y en los que presumen de izquierdas hacen mutis por el foro. Se olvidan de su vinculación con la revolución sandinista mucho antes de que los grupos de rock radical llevaran camisetas de Sandino, o del apoyo que mostró en los peores momentos al PSOE de Felipe González. Todavía hay quienes piensan que sigue en la SGAE, cuando dejó de formar parte de su directiva hace ya casi cuatro años. Su trayectoria musical nos ha regalado un buen número de canciones que han marcado a toda una generación. Las que vinieron más tarde sencillamente pasaron de su legado o se apuntaron al carro de “hay que ir a por él”. Además de la música, su Tocho cheli es imprescindible a la hora de conocer el lenguaje y seña de identidad de un Madrid que es mucho más que una ciudad.
Relajado y con esa sonrisa de medio lado que le caracteriza, cerca de cumplir los 55 y con un aspecto envidiable que para sí querrían muchos críticos y músicos. Ha vendido más de un millón de discos en España, con 10 discos en el mercado más los consiguientes recopilatorios, y observo en su mirada la soledad del corredor de fondo, la misma que tenía cuando lo vi en aquella discoteca barcelonesa. Ha vuelto al estudio para grabar su primer disco en 12 años, es un héroe cansado que vuelve en busca de su primer amor. Ramoncín es, junto a La Banda Trapera del Río, con la que compartió el cartel del primer festival punk celebrado en España, en Barcelona en el año 1977, y de los incombustibles Burning, un pionero que expresó la realidad de la calle en una España que despertaba tras 40 años de dictadura. Ellos tiraron la puerta abajo; sin Ramón yo no habría tenido cojones de subirme nunca a un escenario. Al verlo por primera vez en aquel programa de 1978 llamado Dos por dos, presentado por Isabel Tenaille y Mercedes Milá, vacilando al personal y cantando Marica de terciopelo con un rombo pintado en el ojo derecho, una muñequera de pinchos y unas gafas de mosca, pensé: “Yo tambien puedo hacerlo”.
"Sin Ramón yo no habría tenido cojones de subirme nunca a un escenario. Le vi en la tele vacilando al personal y pensé: 'Yo también puedo hacerlo" (Loquillo)
Ramón, llevo años esperando poder hacerte esta pregunta… ¿Te operaste la nariz ?
¡Serás cabrón! En 1988 tenía desviado el tabique, no podía respirar, tenía que ponerme un chisme que se utilizaba para la gente que roncaba, aún no se había inventado las tiras. Fue el doctor Planas de Barcelona quien me operó, y yo con el miedo en el cuerpo de que mi voz pudiera cambiar y volverse distinta.
Ahora que hablas de Barcelona….
En el 77 yo estaba en la mili, en San Clemente (Girona) y fui destinado a Barcelona, al cuartel de Jaén, 25. A diferencia de lo que pasó en los 80, nosotros teníamos la mitología de que todo pasaba en Barcelona: bajabas al puerto y podías comprar condones en todas partes. Aquí en Madrid tenías que ir a La Favorita, en la calle Peligros, y a ver si tenías suerte.
Con la talla...
[Jeje] Parece una gilipollez, pero era así de complicado... En Barcelona pasaban cosas: los primeros hippies, las primeras bandas, las calas donde podías practicar el nudismo... Cuando me dijeron que me había tocado la mili en San Clemente pensé: “¡Esto es lo mejor del mundo!”. Recuerdo una visita a casa de Dalí. La madre de mi hija Andrea, la fotógrafa Diana Polakov, frecuentaba a Dalí y él le pintó una oreja. Gracias a eso nos recibió Dalí a mí y tres colegas más, vestidos de militares, y nos trató de maravilla.
¿Cómo te metes en una banda de rock?
Cuando llegué a la mili ya había debutado con WC… Me di cuenta de que me gustaba escribir cosas y que había un camino para hacer que la gente las oyera. Traducía las letras del inglés con un diccionario Collins palabra por palabra. Así traduje Heroin, de Lou Reed.
Siempre he creído que el inicio del rock & roll contemporáneo en España no es Elvis…
Ni Gene Vincent, al menos en nuestra generación. Es posible que los grupos anteriores sí fueran influenciados por Elvis o Gene Vincent, pero a nosotros lo que nos parecía alucinante era Lou Reed, incluso Bowie.
¿Y cómo pasaban tus letras la censura?
Desde que escribí canciones como Noche de cinco horas en el 76 hasta el 78 que la grabamos, más los dos años siguientes que salimos de gira, jamás conseguí que la autorizaran, y si la tocábamos teníamos que poner un cartel en la entrada donde se advertía que el espectáculo podía herir la sensibilidad del espectador. Fui a examinarme en el 74 para obtener el carnet del sindicato vertical, y tenías que cantar una canción propia y otra conocida en castellano. Canté Oye como va y cuando me dijeron “una de ustedes” canté El rey del pollo frito. Tenías que ver la cara de esos tres tíos. Al bajista no le dieron el carnet porque tenía 15 años, y yo todavía lo estoy esperando, porque el momio palmó durante el trámite .
Como fan, háblame de la historia de la canción Putney bridge.
Estaba viviendo en Londres, y para ir del centro a Wimbledon, donde vivíamos, pasábamos por el puente de Putney. Un día se para el metro en medio del puente, veo el alboroto, bajo con mi chica y descubro cómo las barcazas de la policía sacan un cadáver del río, y observo que en la parte posterior de la cazadora de cuero que lleva el individuo está escrito el nombre de los Clash. “El ultimo punk se suicida en Putney Bridge” [canta].
Loquillo y Ramoncín estuvieron seis horas hablando de lo divino y lo humano (Foto: Thomas Canet).
¿Cómo ves la escena rock en la actualidad en nuestro país?
¿Cuántos hacemos rock, Loco, dime? El rock estaba proscrito entonces y ahora, no hemos cambiado. En las radios españolas no suena ni Bruce Springsteen, ¡que le gusta a todo el mundo! Somos una especie en peligro de extinción, hermano. Los programas de rock han sido barridos y se han refugiado en Internet, estamos peor que nunca, al menos antes te colaban en medio de los melódicos de turno…
¿Por eso decides grabar un nuevo trabajo después de 12 años?
Yo grabo mi primer disco en el 78 y hasta el año 90 grabo un disco al año, escribo cuatro libros y trabajo en cine y televisión porque creo que algunos tenemos esa capacidad de trabajo. En el 92, después de salir de gira con el directo Al límite vivo y salvaje me dio la sensación de estar en una cadena de montaje y decidí parar durante cuatro años. Luego, después de grabar los cinco temas que acompañaron la recopilación Ángel de cuero me dio por pensar que esta cosa del rock es para cuando tienes 20 años, creo que eso lo hemos pensado todos alguna vez….
¿Qué culpa tiene tu proyecto The Cover Band 1965-1975 en tu regreso? Ahora que se habla de la memoria histórica, tú recuperas el pasado del mejor rock español.
Había que hacerlo; un vinilo y un CD que acaba de salir en homenaje a toda una generación. ¡Es cuando me doy cuenta de que tengo material para grabar diez discos seguidos! Porque, querido, lo que no he hecho en este tiempo ha sido dejar de tocar con mi banda, siempre dispuesta, con las armas limpias.
¿Cómo son las canciones de tu nuevo trabajo, Cuando el diablo canta?
Yo creo que es como un primer disco, el que yo quería hacer. No soy de los que una vez terminada la canción le doy mil vueltas, yo la guardo en un cajón y la dejo reposar. Al estudio hay que ir como Mick Tyson al ring: cuanto menos tiempo estemos aquí, menos posibilidades tenemos de que nos hinchen a hostias, y así hemos grabado. ¡Me voy a pasar en el estudio los próximos seis años, cabrón! Te voy a adelantar, voy a grabar un disco cada seis meses.
Hablemos de política, tu relación con el Frente Sandinista y con el PSOE. Recibiste [la condecoración] el botón de Sandino y saliste en la portada de ¡Corta! con un clavel rojo…
En su momento era maravilloso: me convertí en alférez del Frente Sandinista. Ahora son todos unos corruptos, y el tipo que me entregó el botón de Sandino, Tomás Borges, es un sinvergüenza que ahora vive en Miami. Los Clash hicieron Sandinista!, pero no fueron a tocar como fui yo, rodeados ya por la VI Flota: cuando fui a cantar a Nicaragua en el 84 los marines estaban a punto de invadirla y la Contra estaba en la frontera. Lo primero que me dieron al llegar fue un kalashnikov (un tipo de rifle)… “Esto es por si las moscas”. De vuelta a casa todo fueron problemas, los billetes y mis papeles habían desaparecido, y fue Felipe González quien me sacó de ahí, mi vida corría serio peligro.
¿Sigues creyendo que un artista debe tomar partido y mojarse por aquello en lo que cree?
El que cree en una idea y no lo hace no se puede afeitar. Otra cosa es que tú decidas no tener una actitud: “Yo soy un artista y no me meto en eso, vivo en el limbo” [risas]. Apoyé a Felipe González cuando perdió y cuando ganó porque creía en él.
¿Cuántos hacemos rock, Loco, dime? En las radios españolas no suena ni Bruce Springsteen. Somos una especie en peligro de extinción, hermano. (Ramoncín)
Hablemos de tu aportacion al lenguaje, El tocho cheli, y de la jerga que muchos que no éramos de Madrid descubrimos en tus canciones... ¿Existe realmente un rock español? ¿Por qué se empeñan en llamarlo latino ?
Una vez en un programa de TV en Miami me decían que yo hacía rock latino. “No, perdón”, interrumpí, “en español”. El tocho cheli, en sus dos volúmenes, es el diccionario de jergas con más entradas y acepciones del mundo, me costó mucho tiempo hacerlo y sigo presumiendo de ello.
¿Es el rock un género menor?
Hoy en día, a diferencia de las bandas de los 60 que no podían expresarse libremente por culpa de la censura, el cancionero español tiene unas letras brutales: Robe Iniesta, Bunbury, Urrutia… Ray Davies es considerado uno de los mejores poetas en lengua inglesa, en Inglaterra nadie lo duda, aquí en cambio seguimos siendo unos proscritos.
¿Qué ocurre cuando tus hijos ven que intentan lincharte y nadie da la cara por ti, ni los del camerino de al lado? Sólo Miguel Ríos sale en tu defensa días después.
A ese grupo de individuos que no dejaban de llamarme hijo de puta… Bajo y les inflo a hostias uno a uno. Cuando vi que uno de esos CDs preparados para lo peor se clavaba en la batería, saqué a todo el mundo del escenario. Ya en el camerino, mi chica cogió a mi hijo Joel y le dijo: “esto pasa porque tu padre no es un cantamañanas”. De los 80 grupos que tocan en el Viña Rock yo soy el único que defiende los derechos de todos y el único que no puede tocar. Tres meses más tarde todos cobraron derechos de la SGAE, los 79, compañero. Ese día, amigo, perdimos la batalla, ahora estamos así por eso.
¿Cómo decides meterte en la SGAE?
Cuando me lo ofrecieron por mi carácter luchador era todo un orgullo, ganamos a una candidatura continuista que presidía Felipe Campuzano y la SGAE pasó de recaudar 3.000 millones de pesetas a 60.000 millones. Para mí era todo un orgullo defender a mis compañeros, pero desde hace ocho o nueve años advertí de lo que iba a pasar, expuse que o explicábamos esto o pronto no habría quien lo explicara, por el cambio tecnológico y para que no nos cogiera el toro. He defendido algo por lo que me han elegido mis compañeros, un colectivo de 100.000 personas, he defendido y he creído en eso.
La discusión que tuviste en el AVE con uno de los grandes de la musica española me la contó un amigo que viajaba en ese vagón. Cuando te recriminan el canon y a eso añades el intento de linchamiento público, ¿cómo se te queda el cuerpo? ¿Vale la pena seguir?
Tú haces algo en lo que crees y un día en un tren un compañero de mi generación me dice que no está de acuerdo con el canon. “Me parece muy bien, pero ¿sabes lo que es el canon?”, le digo: “el uno por mil de lo que la industria tecnológica recauda, se paga en los 29 países de la UE, no me lo he inventado yo, y se reparte entre todas las sociedades de gestión”. La gente piensa que eso es para que Alejandro Sanz se pague una moto de agua y no para que un poeta avejentado pueda pagarse unas gafas a través de la sociedad de gestión que lo defiende. Después de contarle con pelos y señales el funcionamiento le digo: “Por cierto, tú eres el que más ha recaudado con el canon durante el pasado año, ¿lo has mandado a algún sitio?”. Se pone blanco, se hace un silencio, vuelvo a mi sitio y hago la reflexión: ¡A mí me apedrean por defender a este tío, a este hipócrita, se acabó! Y desde hace tres años y medio no estoy en la SGAE. Ahora hay una junta de 38 personas que deberían dar la cara, entre ellos Iciar Bollaín, Jorge Drexler, Ventura Pons, Teo Cardalda, Soledad Giménez, Caco Senante, Mikel Erentxun... Aunque sería injusto no decir que algunos se están dejando la piel. Otros, aterrados por el impacto brutal y negativo, simplemente se ponen paraguas para no calarse con la lluvia de hostias que caen.
¿Estás de acuerdo con el funcionamiento actual de la SGAE?
La SGAE tiene un problema fundamental: ha perdido completamente su relación con la sociedad, no sabe comunicar, ni explicar, ni defenderse de los ataques. Lo primero que tiene que preocuparse la SGAE es de sus socios. Sinceramente, en lo que se refiere a su cometido de recaudar y repartir, lo hace mejor que ninguna otra. No olvidemos que es una de las cuatro mejores y más importantes sociedades de autor del mundo... ¿Pero cómo puede ir por ahí un tipo que ha cobrado del canon 92.000 euros y decir a la prensa que no está de acuerdo con el canon? Si no estás de acuerdo vamos a mandar tu dinero del canon a una asociación para la infancia o grabamos 15 discos a grupos nuevos. Tú decides, ¿qué prefieres? La industria tecnológica, las telecos, se lo han hecho de puta madre. “Llueven hostias pero no contra nosotros”, piensan. El chaval cree que esta descargando una canción gratis, pero está pagando un ADSL. Está todo tan manipulado que no hay forma de hacerse entender, estoy en contra del 50 por ciento de algunas cosas que hace ahora la SGAE. Si yo fuese el máximo responsable lo que haría sería abrir un abanico de encuentros con todas las partes para tratar de zanjar el asunto y me comunicaría directamente con la gente a través de la publicidad, acercamiento en las calles con autobuses informativos o algo así, y dejaría de gastar en un departamento de comunicación que nunca ha sabido, o podido, comunicar la realidad.
TÍTULO: EL MONEDERO ENCIMA DEL PIANO,.
TIMAR A LA RIQUEZA
Una señora italiana se dedica a ir a buenos restaurantes de Roma y a marcharse sin pagar. «Vaya, no me he traído el monedero», alega cuando llegan las facturas de doscientos euros. Esta tía no tiene clase como sablista. El buen sablista diría: «Vaya, me he dejado la cartera encima del piano». Aunque, claro, para eso hay que ser hombre. A la mala sablista no le pasa nada porque está considerada legalmente persona no responsable de sus actos. Aunque ahora que su inmensa cara ha salido en «La Stampa» imagino que los establecimientos estafados, y los otros, pondrán su retrato en la puerta para no dejarle asomar el estómago. Lo que más me gusta de la historia es que la tipa alega que actúa así «para timar a la riqueza». Una loca pero bonita frase. La riqueza, claro, está preocupadísima por las comilonas de esta señora, que zampa y zampa por todo lo alto para vengar la mísera pensión de 150 euros que le quedó a su padre después de deslomarse a trabajar.
La riqueza es eso que persiguen muchos (pero ella es más rápida), otros disfrutan y unos cuantos exhiben. Los primeros suelen ser unos pringados; los que la disfrutan son los listos, y luego están los que la exhiben. Unos tarados. Como Paris Hilton o como Kimora Lee Simons, la mujer del multimillonario hiphopero Rusell Simons, que todavía debe de estar recibiendo cartas furibundas en el «Vanity Fair». La muy boba hizo tal despliegue de lujo asiático en un reportaje hace meses, que irritó a demasiada gente. Pero para exhibición de riqueza, los turistas espaciales (bueno, el cartel gigante de Iberia de su clase Business Plus tampoco se queda corto). Gástate veinte millones de dólares para ir unos días a la Estación Espacial Internacional (de Gran Lujo, nada) y ponerte a hacer fotos de la Tierra. A lo cutre que debe de ser la Estación Espacial Internacional y el recibimiento con pan y sal (vamos, ni una cesta de frutas), añádele Kazajstán y el cosmódromo de Baikonur (por cierto, hay que ver lo que se aprende de geografía con el terrorismo checheno; con cada una de sus fechorías me entero del nombre de una república). Dentro de unos años parece que se va a poder ir también a la Luna en paquete turístico por unos cien millones de dólares de nada (ochenta millones de euros). Seguro que hay lista de espera. Ya puede Kimora enseñar todo lo que tiene, lo de estos tipos que se pasean por el espacio por semejante dineral sí que es obsceno. Es como timar a la pobreza. O darle en los morros.
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