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El petitorio se celebraba desde tiempos inmemoriales el día 1 de septiembre, aunque actualmente y por razones de conveniencia de fechas puede llevarse a cabo una jornada antes o después de aquella. En concreto, este año tuvo lugar el 31 de agosto. Ese día, el mayordomo de la Hermandad de Nuestra Señora de Carrión citó a todos los vecinos a colaborar dando limosnas y toda clase de objetos y alimentos para una subasta posterior.
Además, un nutrido grupo de voluntarios, sobre todo adolescentes y niños, recorrieron todo el pueblo con huchas para llenarlas de monedas de los fieles. Estos se repartieron las calles de la villa y fueron llamando a todas las casas. La mayoría de las personas abre la puerta y, en los tiempos que corren, dan unos céntimos de euro, incluso un euro, pero hay quienes cierran las casas a cal y canto para fingir que no hay nadie en el interior. Otras veces, a la frase «una limosnita para la Virgen de Carrión», le contestan con un lacónico «ya hemos dado». Los vecinos son más generosos con la comitiva principal, compuesta por el propio mayordomo, los sacerdotes y algún que otro cargo directivo de la Hermandad, con el estandarte de la patrona como reclamo. Estos consiguen que los fieles entreguen cantidades muy superiores que llegan hasta los 50 euros.
La fe inagotable en la Virgen motiva que siempre se recaude una cifra importante de dinero, que se invierte principalmente en el mantenimiento del santuario, ubicado en Carrión, a orillas del río Gévora y el salario del ermitaño.
Cada cual aporta lo que puede: dinero, comida, objetos de mucho o escaso valor. Suelen ser habituales las sandias y melones, o las docenas de dulces caseros y generosas raciones de los exquisitos productos ibéricos de la tierra y nunca falta algún animal, algo lógico en una localidad eminentemente ganadera como ésta; este año un cordero y un burro de corta edad. Todo sirve en el Petitorio, porque al final todo acaba convirtiéndose en dinero.
Concurrida subasta
El último día del pasado mes de agosto comenzó el periplo, en la iglesia de San Mateo Apóstol, a las 9.30 horas. «No muy temprano», señaló el mayordomo Pedro Pasalodos, para no despertar al vecindario. En la puerta del citado templo se dieron cita los voluntarios y se repartieron las huchas. Fueron auxiliados por dos vehículos voluminosos donde se transportaron todas las ofrendas. Y no podía faltar la Banda Municipal, cuyos músicos actuaron desinteresadamente por las calles de la villa. Cerca de las 4 de la tarde finalizó el recorrido por todas las viviendas de Alburquerque. Más tarde, cerca de la medianoche, empezó la subasta por lotes de los objetos donados a la patrona de la villa. Son cientos los alburquerqueños que acuden a la cita. En esta edición, la mayor puja fue por el burrito, adjudicado en 600 euros.
La cifra recaudada ha ido creciendo a año a año. El pasado día 31 de agosto se recaudó 12.100 euros, cantidad a la que habrá que sumar los billetes que el sábado 8 de septiembre colgaron los fieles en el manto de la virgen para la procesión de la ermita. Si hay una iniciativa que, en estos duros tiempos, es capaz de hacer 'aflojar' el bolsillo a los alburquerqueños es alguna relacionada con su patrona.
TÍTULO: SESEÑA ESTÁ EN CHINA:
TÍTULO: SESEÑA ESTÁ EN CHINA:
Kangbashi es al urbanismo lo que a la construcción es empezar la casa por el tejado. En medio de la semidesértica estepa de la región china ...
Kangbashi es al urbanismo lo que a la construcción es empezar la casa por el tejado. En medio de la semidesértica estepa de la región china de Mongolia Interior, las espectaculares infraestructuras de la ciudad abruman: avenidas de seis carriles, una estación de autobús de última generación, gigantescos parques adornados con esculturas a escala de los dioses, y edificios de ciencia ficción para albergar un museo, una biblioteca, y un centro de artes escénicas. Todo es superlativo.
En los alrededores, decenas de relucientes rascacielos y de lujosas urbanizaciones podrían albergar a una población como la de Barcelona, para cuyo disfrute se han erigido inmensos centros comerciales, una plaza que deja en ridículo a la de Tiananmen, y hasta una sala de cine Imax 3D. Sin duda, Kangbashi, perteneciente a la administración de Ordos, es una urbe que hace honor a la grandeza de Gengis Khan, cuya figura aparece por doquier y cuyo mausoleo no queda lejos. El problema es que en sus 35 kilómetros cuadrados no vive casi nadie, y que muchos edificios se han quedado en meros esqueletos de hormigón que crean un horizonte tenebroso.
Hace ocho años que el gobierno provincial tuvo la feliz idea de crear aquí, donde solo había dos poblados con 1.500 pastores, un centro político y económico. Quizá inspirados en Dubai y alentados por el exitoso ejemplo de Shenzhen, una megalópolis de siete millones de habitantes que no era más que un soñoliento pueblo de pescadores hasta 1980, cuando Deng Xiaoping la denominó Zona Económica Especial para experimentar con el capitalismo, los dirigentes chinos decidieron aprovechar el tirón de la minería -se estima que la región esconde al menos 170.000 millones de toneladas de carbón, una sexta parte de las reservas del país- para atraer mano de obra y talento a una ciudad que iba a convertirse en ejemplo de urbanismo para todo el país.
«En 2008 se dio el impulso definitivo a las obras de la mayoría de los edificios icónicos», comenta el director de la oficina de información de la ciudad, Zhang Xi. «El paquete de medidas de incentivo económico aprobado en 2010 -para el que Pekín destinó 420.000 millones de euros, y con el que consiguió dar esquinazo a la crisis económica- puso la guinda, y ya está acabada casi toda la infraestructura pública». Faltan los estadios que cobran forma en los alrededores, y que perfectamente podrían servir para celebrar unos Juegos de Invierno.
Claro que a 30 grados bajo cero es posible que más de un atleta se niegue a participar si alguna vez Kangbashi se presenta como candidata, algo que han propuesto algunos empresarios para atraer inversión a la que ya es considerada como la mayor ciudad fantasma del mundo. Aunque el Gobierno se niega a dar cifras oficiales, diferentes fuentes estiman que aquí se han invertido más de 1,1 billones de yuanes (unos 141.000 millones de euros), que no serán fáciles de recuperar.
Proyectos 'tofu'
De momento, la ciudad organiza la versión china de los juegos que se celebran en la capital de la Mongolia independiente, Ulan Bator, con motivo del festival del Naadam. Pero en la edición de 2009 quedó en evidencia uno de los grandes problemas que sufren ciudades que surgen de la noche a la mañana: el estadio central, en el que se habían invertido más de 110 millones de euros y que se había construido en el tiempo récord de nueve meses, se vino abajo. Afortunadamente fue durante la noche y no hubo víctimas, pero muchos criticaron que estos proyectos 'tofu', como se conoce en China a las obras grandilocuentes de calidad más que cuestionable, son el mejor caldo de cultivo para la corrupción, y que los edificios son, en realidad, un peligro para la población. Además, la celebración del Naadam provoca otras suspicacias de corte étnico.
«Es algo totalmente artificial creado a expensas del erario público para atraer la atención de la gente. Pero no hay razón cultural para celebrar una fiesta paralela a la auténtica, y supone una prueba más de cómo el Gobierno se trata de apoderar de nuestra identidad para comercializarla y conseguir así nuestra asimilación», critica una de las pocas pobladoras originales, que prefiere mantenerse en el anonimato. Es una mujer de la minoría étnica mongola, que ya solo representa el 20% del total de la población. «Han arrasado con nuestras tradiciones en aras del desarrollo económico, y nos han convertido en una atracción turística, pero ahora aquí no hay nada de lo prometido».
«La crisis se nota», reconoce Zhang. «Algunos proyectos han sido suspendidos temporalmente por las empresas constructoras ante la falta de liquidez, pero confiamos en que todo vuelva pronto a la normalidad». Sin embargo, muchos de los 50.000 vecinos de Kangbashi, entre los que se encuentran multitud de funcionarios y personal del Ejército, no lo tienen nada claro.
Chen Daiweng se siente incluso estafado. «Vine aquí desde Hunan -provincia del centro de China-, porque nos aseguraron que tendríamos un trabajo digno, una casa nueva y un nivel de vida muy superior. Pero lo cierto es que aquí no hay vida, y yo tengo que pagar 30.000 yuanes (3.800 euros) al año por la casa. Solo las minas dan trabajo, y con la crisis muchas han parado.
Por las amplias avenidas solo circulan hormigoneras y vehículos con las matrículas negras y rojas del Gobierno.
En la recepción de los hoteles se pasean las moscas mientras los empleados se concentran en las pantallas de sus teléfonos móviles. En los centros comerciales las dependientas duermen sobre el mostrador. Los únicos que se muestran activos son los obreros que continúan trabajando en las construcciones que no se han detenido. Y tampoco parecen muy estresados.
«Es cierto que no se están cumpliendo las expectativas», admite Yang Liu, el funcionario que acompaña a V durante la mayor parte de la visita a Kangbashi, donde solo dos hoteles de cinco estrellas aceptan extranjeros. «Aun así, creemos que este modelo urbanístico puede servir de ejemplo para China, porque tiene en cuenta puntos que se pasan por alto en otras ciudades: el respeto por el medio ambiente o la calidad de las construcciones y de las zonas de ocio para la población».
No en vano, Kangbashi es mucho más agradable que la mayoría de las urbes del Gran Dragón. Los parques están cuidados, las aceras son anchas, y los edificios guardan cierto orden estético. Pero, sobre todo, lo que se agradece es la falta de aglomeraciones. A diferencia de otras ciudades, aquí se puede cruzar la calle sin temer ser atropellado. Y lo curioso es que, a pesar del casi inexistente tráfico, los pocos vehículos aquí sí que hacen caso de los semáforos.
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