El 31 de mayo de 2005, Adolfo Suárez-foto. Illana hizo público por primera ... el alzhéimer había empezado a desdibujar los recuerdos y la vida del ...
Mi padre no recuerda que fue presidente, solo responde al afecto». El 31 de mayo de 2005, Adolfo Suárez Illana hizo público por primera vez el estado de salud de su padre, en el programa ‘Las cerezas’, de TVE. Hacía dos años que el alzhéimer había empezado a desdibujar los recuerdos y la vida del primer presidente de la democracia española. Como tantas personas víctimas de esta cruel enfermedad, Suárez dejó de reconocer a los suyos para limitarse a agradecer los gestos de cariño. Hoy, el expresidente cruza la frontera de los 80 años arropado por la familia en su casa de Madrid, donde cada día pasea por esos jardines de la desmemoria en los que fue fotografiado por última vez junto al Rey, un paisaje del que apenas sabemos nada, ni tan siquiera si en otoño huele a paz y sosiego.
Tres hombres que le conocieron bien evocan quién fue este hombre de Cebreros (Ávila), hijo de una familia modesta, el mayor de cinco hermanos, que ya desde muy joven soñaba con ser presidente de España. Son Rafael Arias Salgado, ministro de la Presidencia en el segundo Gobierno de Suárez; Abel Hernández, biógrafo del expresidente, y Manolo Santana, que tantos partidos de tenis jugó con él en La Moncloa. Ellos recuperan el brillo del hombre que dirigió España hacia la democracia, una seducción que fue diluyéndose a medida que la situación política le asfixiaba, hasta presentar la dimisión aquel 29 de enero de 1981, apenas un mes antes de la intentona golpista del 23-F.
Porque Adolfo Suárez ya no puede rememorar la «enorme capacidad de fascinación» que ejerció en un periodo crucial en la Historia de España, sobre todo en la gente llana, «la que más le gustaba». «Divertido, cordial, respetuoso con el adversario, gran conversador y muy educado», así le definen en el tú a tú. Un «animal político» que antepuso los intereses de España a los de su partido, lo que levantó «ronchas» en el seno de la Unión de Centro Democrático (UCD) que presidía, precisa Arias Salgado, compañero de gabinete y de formación y actualmente presidente de Carrefour en España. Con él compartió el exministro jornadas de trabajo interminables. «Adolfo se levantaba con la política y se acostaba con ella. Fue un gran líder y hombre de Estado que, con el Rey, hizo posible el proceso de transición para modernizar España. Y era un gran conversador. Uno podía estar horas y horas con él. Tenía una capacidad dialéctica que él mismo infravaloraba, porque el debate parlamentario le infundía temor. Sus cualidades eran muy buenas para el debate cotidiano. En la conversación realmente cautivaba».
Tremendo amor propio
Arias Salgado se deshace en elogios y repasa, con el análisis reposado que emana de una distancia de más de tres décadas, el éxito de las reformas políticas que abordó Adolfo Suárez para dejar atrás la España franquista. «En aquellos momentos no se supo valorar esa obra de gobierno excepcional», y le equipara con Maura, Cánovas del Castillo, Sagasta y Azaña. ¿Cuál es la diferencia entre todos ellos?, se pregunta. «Que Suárez tuvo un gran éxito y fue capaz de sentar las bases de un sistema de Gobierno que ha procurado a España una gran prosperidad y una gran estabilidad política e institucional».
Nadie es perfecto y el que fuera ministro de Suárez y luego de Aznar le encuentra un defecto perdonable. «El único complejo de superioridad que yo le percibí fue como jugador de mus, se consideraba imbatible, pero a veces le ganaban». Recuerda Arias Salgado una partida en La Moncloa en la que él y Fernando Abril Martorell, a la sazón vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Economía, echaron un órdago a Adolfo Suárez y a Manuel Gutiérrez Mellado, vicepresidente primero y ministro de Defensa. La partida se saldó con la derrota de los jefes. «Tal vez tuvimos buenas cartas o suerte, y le ganamos. Tenía un amor propio en el mus tremendo, ¡se consideraba el mejor!», comenta con media sonrisa.
Ese amor propio también lo tenía para la política y el tenis. Manolo Santana da fe de ello, después de disputar decenas de encuentros en la pista de La Moncloa. Le conoció cuando era director general de RTVE, mucho antes de que desempeñara el cargo de ministro secretario general del Movimiento, allá por 1975, y de que el Rey Juan Carlos le encumbrara a la presidencia del Gobierno, el 3 de julio de 1976. Tenía tan solo 44 años. «Cuando le nombraron presidente iba con frecuencia a La Moncloa para sacarle de la política, a veces por recomendación de su esposa (Amparo Illana). Jugábamos dobles, pero él siempre quería jugar contra mí. Le decía que no, que mejor dobles, que se iba a llevar muchos roscos (ceros)... La verdad es que lo hacía bastante bien». De aquellos entrenamientos nació una amistad sólida. Tanto, que en las navidades de 1978 Amparo no quiso que Santana cenara solo en Nochebuena. Y le invitó al palacio.
A la madre del ganador de cuatro torneos del Gran Slam no le pasó desapercibida esa amistad y le pidió a su hijo una foto de Suárez firmada. «Pues fíjate cómo se quedó ella cuando, en lugar de firmar la foto, fue a verla en persona, casi le da algo. Dijo que era guapísimo. Eso dice mucho de su humanidad. Él no distinguía entre clases sociales, ayudaba a todo el mundo porque siempre decía que él había llegado arriba desde la nada».
Tabaco y tortilla francesa
Manolo Santana recuerda que Suárez fumaba demasiado, tabaco negro Fetén, y que trabajaba sin descanso. También, cómo saltaba sobre la mesa de mus o dominó si un domingo le avisaban de un atentado de ETA: «Lo dejaba todo para hacer frente a la situación».
Hombre religioso, católico practicante de misa dominical, el poco tiempo que le quedaba lo repartía entre su esposa, clave en su vida, sus cinco hijos y el deporte. La política era su pasión y su ambición, no el dinero. El periodista y escritor Abel Hernández, autor del libro ‘Suárez y el Rey’, resalta la despreocupación del expresidente por los asuntos económicos, hasta el punto de que su esposa a veces le confesaba: «Este no se da cuenta de que tiene una familia que alimentar». Y le trasladaba su inquietud por lo poco que comía. «Amparo decía que era un ‘extraterrestre’». Una taza de café con leche para desayunar y una tortilla francesa bien pasada y un vaso de leche para comer. Nada más. «Comía como un pajarito». Arias Salgado nunca le vio probar una gota de vino. Ni en los peores momentos.
Suárez sufrió una de sus mayores decepciones el día en que el Rey aceptó su dimisión como presidente del Gobierno. Zarandeado por la oposición, por los militares, los medios de comunicación y sus propios compañeros de partido, lo más doloroso fue «sentir que el Rey había perdido la confianza en él, que don Juan Carlos respirara aliviado y aceptaba su dimisión», explica Abel Hernández. Don Juan Carlos se reconcilió con esa foto del paseo (tomada por el hijo del expresidente, Adolfo Suárez Illana), un gesto que el duque de Suárez ya no pudo reconocer. El primer presidente de la democracia ha recibido todo tipo de honores, incluido el Toisón de Oro, máxima condecoración del Jefe del Estado, pero a juicio del también periodista y escritor Manuel Campo Vidal no son suficientes. «A David Bisbal le dedican una calle en cualquier parte. Adolfo Suárez, aunque tenga su calle en Cebreros y un museo, necesita un reconocimiento social que aún no ha tenido». Campo Vidal presenta hoy su propio homenaje, el libro ‘Adolfo Suárez, el presidente inesperado de la Transición’ (RBA), en el que incluye entrevistas con los hacedores de esa época, y relata el inédito y duro encuentro que mantuvieron Suárez y Tejero en la noche de autos en el Congreso. Cuando Suárez permaneció impertérrito a los tiros de los golpistas. La foto con la que ha pasado a la Historia como un hombre valiente.
TÍTULO: EL ALMA DEL STRADIVARIUS "COJO".
El luthier Carlos Arcieri devuelve la vida con sonoridad mejorada al legendario violonchelo del Palacio Real cuyo mástil se quebró .
Además de arreglar el mástil y el talón, le hemos cambiado el alma y la barra armónica. La calidad de su sonido será el doble de buena que antes de la rotura". Lo dice tan seguro de sí como risueño Carlos Arcieri, luthier de prestigio global que ha devuelto a la vida al Stradivarius del Real que se quedó 'cojo' tras sufrir un fatal accidente el pasado mes de abril. Es un instrumento impagable, un violonchelo legendario, perteneciente al mítico cuarteto decorado de las colecciones reales, que con sus tres siglos de andadura emprende una segunda y prometedora vida. Ha estado en coma y la UVI durante casi siete meses antes de obtener el alta con su alma revitalizada y su mástil reimplantado. Patrimonio Nacional buscó al mejor 'cirujano' entre los mejores luthiers del mundo, que le ha devuelto la integridad y la vida por unos miles de euros y por "todo el amor arte, el placer y el orgullo de tener el instrumento entre mis manos".
El violonchelo es una pieza más que singular y de incalculable valor. Uno de los cinco Stradivarius que atesora el Palacio Real. En una sala de subastas "superaría con creces los treinta millones de euros, y muy probablemente los cuarenta" aventura Arcieri, que lo ha tenido bajo su custodia en la sala de curas que le habilitó el propio Palacio Real. Juan Carlos de la Mata, responsable de su conservación, se niega a ponerle precio. "Esos 40 millones serían acaso el valor de seguro; pero nadie en su sano juicio se atrevería a poner un precio que podría ser con justicia mucho, mucho más elevado". "Es incalculable", zanja la cuestión segundos después de que el instrumento haya dado prueba de su plena recuperación en las manos de Francisco González Espinosa, que atacó algunos pasajes de la suite nº 3 en Do Mayor de Bach para demostrar su recuperado vigor sonoro.
Todo se torció a mediodía del pasado viernes 13 de abril. En una sesión de fotos ordinaria el violonchelo se golpeó con el borde una mesa y se quebró el mástil por el talón. Por fortuna la caja, ricamente decorado por Antonio Stradivari en Cremona hace más tres siglos, no sufrió daño alguno. El mástil era además una pieza ya sustituida en 1857 por Silverio Ortega. Fue un milagro que el instrumento no cayera al suelo y se hiciera añicos.
Con luz del norte
Se recurrió al mejor luthier para "operar" de su herida al mutilado violonchelo. Carlos Arcieri, de origen colombiano se avino a dejar su taller de Nueva York e instalarse temporalmente en Madrid para trabajar in situ y sin salir de Palacio. Pidió una habitación con "la imprescindible luz del norte", desplegó sus herramientas ante un ventanal y trabajó sin desmayo. Necesitó diez días seguidos con jornadas de más de doce hora para moldear el nuevo mástil de madera de arce añejada durante más de 20 años. Lo encajó en la estructura original "sin modificar el clavijero y sin rebajar un cuarto de milímetro de la caja, y desde luego, sin destaparla, porque no era necesario". "Ha sido un placentero sacrificio" resumió.
Ha cobrado un "precio político" que Patrimonio Nacional no precisa, pero que rondaría ente los 12.000 y los 18.000 euros. Arcieri ha revisado de paso y por la misma minuta el resto de lo Stradivarius de palacio, otros dos violines y una viola del cuarteto ornamentado y otro violonchelo posterior a 1700, una de las mejores colecciones del mundo.
"Su salud es fantástica" se ufana este gran artesano, maestro de su oficio que lleva cuatro décadas acariciando y reparado Stradivarius, Guarneris y demás joyas de cuerda que también fabrica. Es colaborador habitual de la Filarmónica de Nueva York, del Metropolitan Museum y de la Julliard School of Music. Su trabajo es "impecable", según los responsables de la conservación de estas joyas."Hemos seguido el criterio de excelencia máxima para la restauración" dijo José Rodríguez-Spiteri presidente de Patrimonio Nacional.
El violonchelo volverá este martes a la antecámara de la Reina Cristina del Palacio Real, donde se exhibe con sus hermanos y bajo la protección de una urna de vidrio. Un emplazamiento seguro que solo abandona para los conciertos y las periódicas revisiones de sus conservadores.
La maestría de Arcieri ha evitado que hubiera que abrir la caja en cuyo interior figura al etiqueta 'Antonius Stradivarius Cremonensis/ Faciebat Anno 169(')', hay dudas sobre si el número final es 4, 7 o 9. Es la prueba de que el violonchelo salió del legendario taller de Cremona en el último tercio del siglo XVII. Nació como violón, pero se adaptó después como violonchelo. Arcieri ha constatado, como queda en los registros palaciegos, que el puente y el alma se habían cambiado en varias ocasiones, además del mástil, que, como queda dicho, no era el original. Como sus hermanos de cuarteto, está ricamente ornamentado con figuras de Cupido disparando sus flechas contra Capricornio. La cuatro pieza se manufacturaron durante el reinado de Felipe V, monarca a quien se las ofreció el luthier italiano en 1702. Pero sería Carlos IV quien finalmente autorizara y pagara la compra a Pablo Stradivarius de las cinco piezas de la colección que a lo largo de estos tres siglos ha sido restaurada en 19 ocasiones.
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