Estudiosa,
reflexiva, solidaria, entregada a su familia... casi el reverso de esa
imagen edulcorada que ofrece el papel couché. Así es la ...
Responde casi siempre a las preguntas tras un largo silencio. Y, a
menudo, se ríe, nerviosa, cuando sabe que habla de cosas importantes y
no quiere parecer solemne. Genoveva Casanova (Ciudad de México, 1976) da
la vuelta a los estereotipos que circulan sobre ella. Ni es distante, ni es hermética. Al contrario, explica con detalle sus puntos de vista, aunque mide sus palabras.
Resulta que Genoveva Casanova no quería ser Genoveva Casanova. La exmujer del conde de Salvatierra –Cayetano Martínez de Irujo, hijo de la duquesa de Alba– y madre de sus hijos Luis y Amina, de 12 años; la “socialite” más buscada; la protagonista de un supuesto cuento de hadas que llevó al altar a uno de los solteros más deseados, quería ser un ratón de biblioteca.
Nada de focos, joyas o alta costura. Con 24 años, cuando llegó a España en un intercambio universitario, se imaginaba rodeada de libros, estudiando, dando clase. “Pero en México tenemos un dicho: si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”, dice. Así que tras quedarse embarazada al poco de iniciar su relación, la estudiante de Filosofía, que preparaba una tesis sobre el tiempo y la eternidad, y devoraba libros de Sartre y Nietzsche, se dedicó a la publicidad y a la moda.
Genoveva es nieta de españoles –el padre de su madre se exilió durante la Guerra Civil–. Estudió Filosofía en la Universidad Panamericana, y también Religiones Comparadas, Literatura, Guión Cinematográfico, Egiptología, Arte, Fotografía... Ha trabajado para Acnur (Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados), la Fundación Vicente Ferrer y el partido de Acción Nacional de México. Y, aunque su vida en la alta sociedad fue resultado de una jugada del destino, posa con disciplina y naturalidad ante el fotógrafo. Desde hace algo más de un año es directora de Proyectos y de Relaciones Institucionales de la Fundación Casa de Alba.
Mujer hoy. ¿Es un sueño hecho realidad poder dedicarse, por fin, al arte y la cultura?
Genoveva Casanova. La verdad es que sí, porque nunca tuve oportunidad de desarrollarme profesionalmente en aquello para lo que me había preparado. Era un reto muy importante para mí.
P: Habrá gente que diga: “Claro, es la exnuera de la duquesa de Alba…”.
R:Trabajo en la Fundación porque formo parte de la familia y porque tengo una preparación adecuada. Desde que me quedé embarazada, sabía que era un condicionante para que se me considerara con seriedad. Pero siempre creí que, si con humildad, demuestras con tu trabajo quién eres, la gente lo acaba reconociendo. Al final, aprendí a que no me importe mucho si me critican o no.
P: ¿Qué queda por conocer del legado de la Casa de Alba?
R: Muchísimo, la colección es muy grande. Estamos preparando cursos de posgrado, conferencias, exposiciones... Y barajamos la posibilidad de un certamen de arte.
P¿Siente más responsabilidad por su vinculación familiar?
R: Sí, definitivamente. Por el cariño que les tengo y porque es la familia de mis hijos. No solo cumples un trabajo, también quieres que tu familia esté orgullosa de ti. Es bonito pensar que trabajas para algo con 500 años de historia. ¿Cree que el lado “popular” ha dañado la verdadera trascendencia de la Casa de Alba? Sí, ha empañado su valor. Parte de lo único bueno que puede traer la crisis es volver a recordar qué es lo importante.
P: ¿Cómo empieza su vocación por el arte y la literatura?
R: Siempre supe que era lo mío. Empecé a escribir con 11 años y estudié Filosofía porque creía que lo más importante para poder expresar era entender. Quería ir más y más atrás para comprender por qué las cosas funcionan así. Te das cuenta de que todas las ramas del saber dependen unas de otras, y no acaba el hambre de conocer.
P: ¿Sus padres tenían relación con el mundo del arte y de las letras?
R: Bueno, en mi familia hay una mezcla interesante. La relación viene más por el hermano de mi madre, profesor de la Universidad de Berkeley, en San Francisco. Es experto en Filosofía India. Mi abuelo materno era psicoanalista e introdujo el psicoanálisis en México.
P: Sus dos abuelos eran españoles.
R: Sí, por parte de madre y de padre. El abuelo de mi padre era militar, como él, y llegó a México a principios del siglo XX. Mi abuelo materno llegó como exiliado durante la Guerra Civil.
P: Y resulta que su futuro da un giro total al llegar a España y quedarse embarazada. Alguna vez ha confesado que fue un aprendizaje duro…
R: Sí...
P: Ha dicho que supuso una renuncia muy fuerte. Y que eso la llevó al mundo de la publicidad y de la moda, aunque no era lo que había pensado. ¿Supuso una frustración para usted?
R: Sí, lo fue. Me tocó una circunstancia especial, porque supongo que la gente piensa que es un cuento de hadas, pero no ha sido así. Sacrifiqué muchísimo, porque había cosas más importantes. Pero sí, una parte de mí tenía nostalgia. Siempre me había imaginado rodeada de libros, con mis gafitas, leyendo y escribiendo. Y luego, me acabo poniendo joyas y vestidos. Eso te ayuda a tener humildad. Además me ha dado la posibilidad de ocuparme de mi familia. Hubiera sido absurdo no aprovecharlo y agradecerlo. Pero ahora necesito dedicarme a lo que me alimenta a mí.
P: No terminó sus estudios.
R: No, hice seis años de Filosofía, pero cuando estaba terminando, embarazada, tuve que guardar reposo. Intenté retomarlo, pero desde aquí era difícil y no quería instalarme en México ni separarme de los niños. Sigo estudiando muchísimo. Tener un papel no es tan importante.
P: Trabajó con el partido de Acción Nacional de México y la marcó una matanza de campesinos en Chiapas, que despertó en usted la necesidad de la ayuda humanitaria. ¿Le interesa política?
R: Me apasiona. Es lo que más me interesa al conocer un país. Por eso mi relación con Acnur fue especial, porque los problemas en los que trabajaba tenían trasfondo político. Al fin y al cabo, la gente huye de sus casas por un conflicto que normalmente tiene que ver con la política.
P: Colabora con muchas ONG y reconoce que su labor es posible gracias a su proyección mediática.
R: Hubiera trabajado de todas formas en el mundo humanitario, pero quizá en el terreno, que es lo que más admiro. A veces, la posición en la que estoy ha ayudado a resolver problemas.
P: ¿Se siente orgullosa de ser independiente?
R: Sí, es importante para mí. Me educaron para ser independiente, todas las mujeres de mi familia hemos trabajado. Mi situación me facilita las cosas, pero nadie me regala nada. Al contrario. Me ha costado mucho demostrar que valgo. La gente te mira con prejuicios. Pero no pasa nada, es un reto. Me digo: “Aunque hayas trabajado en publicidad, sirves para esto; tienes que aprender, pero funcionas”. Lucho contra los prejuicios de los demás y los míos.
P: ¿Se ha sentido injustamente tratada?
R: Bueno... He tenido momentos duros, muy difíciles. Es complicado asimilar que estás expuesto a que cualquiera te juzgue. A personas como a mí no se nos permite el más mínimo error. Como soy muy dura conmigo, muy exigente, hace que me esfuerce mucho y que me afecte más el juicio de los demás. Siempre siento que hay algún punto de razón en lo que alguien puede opinar sobre mí.
P: ¿Qué valores le gustaría inculcar a sus hijos?
R: Por encima de todo, la generosidad y la bondad. Los niños nacen con instinto para lo bueno y ayudarles a que lo sigan es lo importante.
P: Da la impresión de que es usted más liberal que el medio social con el que se ha relacionado.
R: [Largo silencio] No lo sé. Me he encontrado con gente muy conservadora y muy liberal. Crecí con una familia muy conservadora, pero de mentalidad muy abierta, y eso me ha ayudado a sentirme cómoda en cualquier situación. Valoro mucho unos principios firmes, pero que implican aceptar a personas distintas. Uno no tiene por qué tolerar a los demás, sino reconocer lo que pueden aportar.
P: ¿Tiene muchos amigos en España?
R: No soy de muchos amigos... y cada vez menos.
P: ¿Con quién suele compartir sus aficiones?
R: Mucho con amigos, gente interesante: pintores, artistas, de aquí y de México. Y con mi familia. Con mis abuelos siempre: me hablan de un buen libro o les cuento que vi una buena exposición.
P: Parece usted muy inquieta
R: Sí, mucho. Nunca sé lo suficiente. Ahora estoy leyendo libros de mecánica cuántica, ¡imagínate! Leo desde budismo hasta los apócrifos de la Biblia, lo que caiga en mis manos [Risas].
P: ¿Y tiene proyectos de libros, de novelas?
R: Sí, ¡pero no me he atrevido a publicar! ¡Me criticarían muchísimo! He publicado artículos sobre mis viajes y es una vía que me gustaría seguir.
P: Parece que ahora ya está encaminada...
R: Estoy concentrada en el arte, ¡pero no quiero renunciar a nada! No voy a dejar el mundo humanitario o la fotografía. Soy demasiado inquieta.
P: ¿Y también un tanto melancólica?
R: Creo que sí... [Risas] Ahora que lo dices... Tengo una visión de la vida muy emocional, sensible. Siento la parte hermosa que mucha gente quizá no puede sentir. Supongo que es algo que entienden quienes trabajan en el mundo humanitario: cuando eres capaz de sentir esa parte hermosa que hay en el dolor, tratas de que florezca.
P: ¿Cómo ve su futuro?
R: [Largo silencio] Ni idea. Ya no me atrevo a ver el futuro [Risas]. Puede cambiar tanto, que no me atrevo a imaginar cómo seré dentro de 20 años. Lo único que me gustaría conseguir es que mis hijos sean buenas personas y yo ser capaz de entregarme a la vida sin miedos.
TÍTULO; TENDENCIAS, AUMENTA TU INDICE DE FELICIDAD,.
Resulta que Genoveva Casanova no quería ser Genoveva Casanova. La exmujer del conde de Salvatierra –Cayetano Martínez de Irujo, hijo de la duquesa de Alba– y madre de sus hijos Luis y Amina, de 12 años; la “socialite” más buscada; la protagonista de un supuesto cuento de hadas que llevó al altar a uno de los solteros más deseados, quería ser un ratón de biblioteca.
Nada de focos, joyas o alta costura. Con 24 años, cuando llegó a España en un intercambio universitario, se imaginaba rodeada de libros, estudiando, dando clase. “Pero en México tenemos un dicho: si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”, dice. Así que tras quedarse embarazada al poco de iniciar su relación, la estudiante de Filosofía, que preparaba una tesis sobre el tiempo y la eternidad, y devoraba libros de Sartre y Nietzsche, se dedicó a la publicidad y a la moda.
Genoveva es nieta de españoles –el padre de su madre se exilió durante la Guerra Civil–. Estudió Filosofía en la Universidad Panamericana, y también Religiones Comparadas, Literatura, Guión Cinematográfico, Egiptología, Arte, Fotografía... Ha trabajado para Acnur (Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados), la Fundación Vicente Ferrer y el partido de Acción Nacional de México. Y, aunque su vida en la alta sociedad fue resultado de una jugada del destino, posa con disciplina y naturalidad ante el fotógrafo. Desde hace algo más de un año es directora de Proyectos y de Relaciones Institucionales de la Fundación Casa de Alba.
Mujer hoy. ¿Es un sueño hecho realidad poder dedicarse, por fin, al arte y la cultura?
Genoveva Casanova. La verdad es que sí, porque nunca tuve oportunidad de desarrollarme profesionalmente en aquello para lo que me había preparado. Era un reto muy importante para mí.
P: Habrá gente que diga: “Claro, es la exnuera de la duquesa de Alba…”.
R:Trabajo en la Fundación porque formo parte de la familia y porque tengo una preparación adecuada. Desde que me quedé embarazada, sabía que era un condicionante para que se me considerara con seriedad. Pero siempre creí que, si con humildad, demuestras con tu trabajo quién eres, la gente lo acaba reconociendo. Al final, aprendí a que no me importe mucho si me critican o no.
P: ¿Qué queda por conocer del legado de la Casa de Alba?
R: Muchísimo, la colección es muy grande. Estamos preparando cursos de posgrado, conferencias, exposiciones... Y barajamos la posibilidad de un certamen de arte.
P¿Siente más responsabilidad por su vinculación familiar?
R: Sí, definitivamente. Por el cariño que les tengo y porque es la familia de mis hijos. No solo cumples un trabajo, también quieres que tu familia esté orgullosa de ti. Es bonito pensar que trabajas para algo con 500 años de historia. ¿Cree que el lado “popular” ha dañado la verdadera trascendencia de la Casa de Alba? Sí, ha empañado su valor. Parte de lo único bueno que puede traer la crisis es volver a recordar qué es lo importante.
P: ¿Cómo empieza su vocación por el arte y la literatura?
R: Siempre supe que era lo mío. Empecé a escribir con 11 años y estudié Filosofía porque creía que lo más importante para poder expresar era entender. Quería ir más y más atrás para comprender por qué las cosas funcionan así. Te das cuenta de que todas las ramas del saber dependen unas de otras, y no acaba el hambre de conocer.
P: ¿Sus padres tenían relación con el mundo del arte y de las letras?
R: Bueno, en mi familia hay una mezcla interesante. La relación viene más por el hermano de mi madre, profesor de la Universidad de Berkeley, en San Francisco. Es experto en Filosofía India. Mi abuelo materno era psicoanalista e introdujo el psicoanálisis en México.
P: Sus dos abuelos eran españoles.
R: Sí, por parte de madre y de padre. El abuelo de mi padre era militar, como él, y llegó a México a principios del siglo XX. Mi abuelo materno llegó como exiliado durante la Guerra Civil.
P: Y resulta que su futuro da un giro total al llegar a España y quedarse embarazada. Alguna vez ha confesado que fue un aprendizaje duro…
R: Sí...
P: Ha dicho que supuso una renuncia muy fuerte. Y que eso la llevó al mundo de la publicidad y de la moda, aunque no era lo que había pensado. ¿Supuso una frustración para usted?
R: Sí, lo fue. Me tocó una circunstancia especial, porque supongo que la gente piensa que es un cuento de hadas, pero no ha sido así. Sacrifiqué muchísimo, porque había cosas más importantes. Pero sí, una parte de mí tenía nostalgia. Siempre me había imaginado rodeada de libros, con mis gafitas, leyendo y escribiendo. Y luego, me acabo poniendo joyas y vestidos. Eso te ayuda a tener humildad. Además me ha dado la posibilidad de ocuparme de mi familia. Hubiera sido absurdo no aprovecharlo y agradecerlo. Pero ahora necesito dedicarme a lo que me alimenta a mí.
P: No terminó sus estudios.
R: No, hice seis años de Filosofía, pero cuando estaba terminando, embarazada, tuve que guardar reposo. Intenté retomarlo, pero desde aquí era difícil y no quería instalarme en México ni separarme de los niños. Sigo estudiando muchísimo. Tener un papel no es tan importante.
P: Trabajó con el partido de Acción Nacional de México y la marcó una matanza de campesinos en Chiapas, que despertó en usted la necesidad de la ayuda humanitaria. ¿Le interesa política?
R: Me apasiona. Es lo que más me interesa al conocer un país. Por eso mi relación con Acnur fue especial, porque los problemas en los que trabajaba tenían trasfondo político. Al fin y al cabo, la gente huye de sus casas por un conflicto que normalmente tiene que ver con la política.
P: Colabora con muchas ONG y reconoce que su labor es posible gracias a su proyección mediática.
R: Hubiera trabajado de todas formas en el mundo humanitario, pero quizá en el terreno, que es lo que más admiro. A veces, la posición en la que estoy ha ayudado a resolver problemas.
P: ¿Se siente orgullosa de ser independiente?
R: Sí, es importante para mí. Me educaron para ser independiente, todas las mujeres de mi familia hemos trabajado. Mi situación me facilita las cosas, pero nadie me regala nada. Al contrario. Me ha costado mucho demostrar que valgo. La gente te mira con prejuicios. Pero no pasa nada, es un reto. Me digo: “Aunque hayas trabajado en publicidad, sirves para esto; tienes que aprender, pero funcionas”. Lucho contra los prejuicios de los demás y los míos.
P: ¿Se ha sentido injustamente tratada?
R: Bueno... He tenido momentos duros, muy difíciles. Es complicado asimilar que estás expuesto a que cualquiera te juzgue. A personas como a mí no se nos permite el más mínimo error. Como soy muy dura conmigo, muy exigente, hace que me esfuerce mucho y que me afecte más el juicio de los demás. Siempre siento que hay algún punto de razón en lo que alguien puede opinar sobre mí.
P: ¿Qué valores le gustaría inculcar a sus hijos?
R: Por encima de todo, la generosidad y la bondad. Los niños nacen con instinto para lo bueno y ayudarles a que lo sigan es lo importante.
P: Da la impresión de que es usted más liberal que el medio social con el que se ha relacionado.
R: [Largo silencio] No lo sé. Me he encontrado con gente muy conservadora y muy liberal. Crecí con una familia muy conservadora, pero de mentalidad muy abierta, y eso me ha ayudado a sentirme cómoda en cualquier situación. Valoro mucho unos principios firmes, pero que implican aceptar a personas distintas. Uno no tiene por qué tolerar a los demás, sino reconocer lo que pueden aportar.
P: ¿Tiene muchos amigos en España?
R: No soy de muchos amigos... y cada vez menos.
P: ¿Con quién suele compartir sus aficiones?
R: Mucho con amigos, gente interesante: pintores, artistas, de aquí y de México. Y con mi familia. Con mis abuelos siempre: me hablan de un buen libro o les cuento que vi una buena exposición.
P: Parece usted muy inquieta
R: Sí, mucho. Nunca sé lo suficiente. Ahora estoy leyendo libros de mecánica cuántica, ¡imagínate! Leo desde budismo hasta los apócrifos de la Biblia, lo que caiga en mis manos [Risas].
P: ¿Y tiene proyectos de libros, de novelas?
R: Sí, ¡pero no me he atrevido a publicar! ¡Me criticarían muchísimo! He publicado artículos sobre mis viajes y es una vía que me gustaría seguir.
P: Parece que ahora ya está encaminada...
R: Estoy concentrada en el arte, ¡pero no quiero renunciar a nada! No voy a dejar el mundo humanitario o la fotografía. Soy demasiado inquieta.
P: ¿Y también un tanto melancólica?
R: Creo que sí... [Risas] Ahora que lo dices... Tengo una visión de la vida muy emocional, sensible. Siento la parte hermosa que mucha gente quizá no puede sentir. Supongo que es algo que entienden quienes trabajan en el mundo humanitario: cuando eres capaz de sentir esa parte hermosa que hay en el dolor, tratas de que florezca.
P: ¿Cómo ve su futuro?
R: [Largo silencio] Ni idea. Ya no me atrevo a ver el futuro [Risas]. Puede cambiar tanto, que no me atrevo a imaginar cómo seré dentro de 20 años. Lo único que me gustaría conseguir es que mis hijos sean buenas personas y yo ser capaz de entregarme a la vida sin miedos.
La felicidad se puede medir. Ahí está el Happy Planet Index (Ídice del Planeta Feliz), que encabeza Costa Rica. Curiosamente, los países más felices no son los más ricos,
porque este sentimiento es una mezcla de bienestar personal, esperanza
de vida y huella ecológica. España está en el puesto 62. Sin embargo,
según el último barómetro del CIS, correspondiente al mes de junio, los españoles sacan una nota media de 7,24 en felicidad.
En general, nos se encuentran muy satisfechos con las relaciones
familiares, de amistad y de pareja, y algo menos con el nivel de
ingresos, el trabajo y el tiempo libre. Para subir nota puedes poner
mucho, o todo, de tu parte.
1. Di adiós a la “terribilitis”
¿Quién dijo que te tenía que tocar la lotería, ser más guapa que Angelina Jolie y encontrar la pareja perfecta para ser feliz? “En nuestra sociedad tenemos muchas creencias que nos hacen infelices”, recuerda el psicólogo Rafael Santandreu, autor de “El arte de no amargarse la vida” (Ed. Oniro). Y añade: “Suelo decirles a mis pacientes que mi objetivo global es hacerles fuertes en el ámbito emocional”. Porque acechan fantasmas que se hacen reales como la depresión, la ansiedad y la obsesión, y cuando nos dejamos llevar por ellos, lo que perdemos es la facultad de vivir plenamente. ¿Y qué podemos hacer? En su opinión, abandonarnos al instante presente, transformarnos en alguien positivo y “desterrar creencias irracionales que son falsas (por exageradas), inútiles (no ayudan a resolver problemas) y que producen malestar emocional”. O sea, curarnos la “terribilitis”. O huir del de la tiranía de la razón, como proponen los psicólogos italianos Giorgio Nardone y Giulio de Santis. En su libro “Pienso, luego sufro” (Paidós), te preguntan: “Si hay solución, ¿por qué te preocupas? Si no hay solución, ¿por qué te preocupas?”.
2. Saca tu lado zen
“La felicidad no procede de la acumulación sino del desapego, y es la alegría la que nos lleva hacia ella”. Lo dice Alexandre Jollien en su 'Pequeño tratado del abandono' (Paidós), inspirándose en la filosofía zen. Se trata de conducir nuestra mente hacia estados de paz y serenidad. De viaje, en casa y en cualquier situación: mientras esperas mesa en un restaurante o haces una reclamación. Es el zen cotidiano. Te ayudará el libro “Un cerezo en el balcón. Practicar zen en la ciudad”, de la psicoterapeuta Laia Montserrat. Pero si quieres una experiencia 100% zen, entonces puedes acudir al Dojo Mokusan de Madrid o al Dojo Zen de Bilbao. La meditación te ayudará a centrarte en tus experiencias, gestionar tus emociones y vivir con plenitud.
3. Escápate a la naturaleza
4. Unas pistas de baile
Planifica, recicla, aprovecha, congela o haz compost. Sigue las directrices de la campaña “Stop Food Waste” de la Comisión Europea, que propone 10 consejos para desperdiciar menos, ahorrar y elaborar menús más saludables para ti, para tu familia y para el medioambiente. Del modo más sencillo estarás colaborando a la conservación del planeta. Déjate guiar por este proverbio chino: “Antes de cambiar el mundo, da tres vueltas por tu casa”. Trasládalo a la vida cotidiana a través de pequeños gestos: no dejes encendida la luz, no olvides que un toldo puede ser el mejor aire acondicionado, no dejes que gotee ningún grifo, da prioridad en tu cesta de la compra a los productos locales, mientras evitas los productos sobre-empaquetados. Te sentirás parte de este todo que es el universo.
7. Alimenta tu perfil “foodie”
12. Apúntate al “slow”
1. Di adiós a la “terribilitis”
¿Quién dijo que te tenía que tocar la lotería, ser más guapa que Angelina Jolie y encontrar la pareja perfecta para ser feliz? “En nuestra sociedad tenemos muchas creencias que nos hacen infelices”, recuerda el psicólogo Rafael Santandreu, autor de “El arte de no amargarse la vida” (Ed. Oniro). Y añade: “Suelo decirles a mis pacientes que mi objetivo global es hacerles fuertes en el ámbito emocional”. Porque acechan fantasmas que se hacen reales como la depresión, la ansiedad y la obsesión, y cuando nos dejamos llevar por ellos, lo que perdemos es la facultad de vivir plenamente. ¿Y qué podemos hacer? En su opinión, abandonarnos al instante presente, transformarnos en alguien positivo y “desterrar creencias irracionales que son falsas (por exageradas), inútiles (no ayudan a resolver problemas) y que producen malestar emocional”. O sea, curarnos la “terribilitis”. O huir del de la tiranía de la razón, como proponen los psicólogos italianos Giorgio Nardone y Giulio de Santis. En su libro “Pienso, luego sufro” (Paidós), te preguntan: “Si hay solución, ¿por qué te preocupas? Si no hay solución, ¿por qué te preocupas?”.
2. Saca tu lado zen
“La felicidad no procede de la acumulación sino del desapego, y es la alegría la que nos lleva hacia ella”. Lo dice Alexandre Jollien en su 'Pequeño tratado del abandono' (Paidós), inspirándose en la filosofía zen. Se trata de conducir nuestra mente hacia estados de paz y serenidad. De viaje, en casa y en cualquier situación: mientras esperas mesa en un restaurante o haces una reclamación. Es el zen cotidiano. Te ayudará el libro “Un cerezo en el balcón. Practicar zen en la ciudad”, de la psicoterapeuta Laia Montserrat. Pero si quieres una experiencia 100% zen, entonces puedes acudir al Dojo Mokusan de Madrid o al Dojo Zen de Bilbao. La meditación te ayudará a centrarte en tus experiencias, gestionar tus emociones y vivir con plenitud.
3. Escápate a la naturaleza
Un paseo por el campo, una excursión a la montaña o la conquista de
una cima, te llenarán no solo de aire puro. Sigue el curso de un río,
haz picnic en una pradera, sigue un sendero. La naturaleza se pone de tu
parte. Te reencontrarás contigo misma, con la belleza de los paisajes y la olvidada magia del silencio. Puedes
hacerlo sola, con amigos o unirte a un grupo de gente nueva con quien
compartir renovadas inquietudes. Consulta el programa de actividades del
club de senderismo más cercano: la Federación Madrileña de Montañismo , el Club Universitario de Montaña de Murcia (www.cumm.info) o el Club Peña Trevinca de Vigo .
Hay rutas de montaña, descenso de barrancos, cursos de escalada...
La naturaleza se pone de tu parte. Edurne Pasabán, la primera mujer en
coronar los catorce ocho miles del planeta, ahora volcada en el
coaching, dice que “la montaña es una metáfora de la vida”. ¿Su consejo? Ponerse las botas y creerse capaz. Acaba de publicar el libro “Objetivo: Confianza” (Conecta).
4. Unas pistas de baile
¿Qué te parece la zumba, ese baile de gimnasio
importado de Colombia, con Shakira de embajadora satisfecha? Creado por
Beto Pérez, presume de sencillez, facilidad y efectividad. Su fórmula,
una suma de salsa, cumbia, samba, merengue y reggaetón. Lo llaman el
aerobic latino. Te diviertes y además quemas calorías.
Fíjate en Zorba el Griego, el célebre personaje de Nikos Kazantzakis que
inmortalizó Anthony Quinn en el cine. Habla bailando. Si quieres seguir
sus pasos al ritmo del sirtaki, puedes hacerlo en la Asociación Cultural Hispano-Helénica de la Universidad Complutense de Madrid o la Pansélinos de la Universidad de Zaragoza,
que organizan cursos. Con la danza del vientre, terapia que ya se
practicaba en la antigüedad en Egipto e India y que te enseña la egipcia
Yasmina Andrawis en la academia El Karnak de Madrid, podrás sacar, por fin, la mejor versión de ti misma.
5. Conviértete en “optimista global”
5. Conviértete en “optimista global”
Es cierto que el pesimismo es más literario, con ese halo de
romántico malditismo, pero al optimismo le sacarás más rédito vital.
Escucha lo que dice E. Biosca en su obra 'Optimismo Global' (Angle). Te
da 100 argumentos en contra de los pesimistas y a favor de la felicidad. Biosca
se ha adelantado al portal noticiaspositivas.net y su base de datos con
vocación enciclopédica de Positeca, cuajada de actividades
constructivas, desarrollo sostenible, economía solidaria y vida sana.
Ah, y si quieres una definición del optimista global, aquí la tienes:
“No es quien ve el vaso medio lleno sino el que se da cuenta de que se
está llenando”.
6. “Wellness” también
para el planeta
Planifica, recicla, aprovecha, congela o haz compost. Sigue las directrices de la campaña “Stop Food Waste” de la Comisión Europea, que propone 10 consejos para desperdiciar menos, ahorrar y elaborar menús más saludables para ti, para tu familia y para el medioambiente. Del modo más sencillo estarás colaborando a la conservación del planeta. Déjate guiar por este proverbio chino: “Antes de cambiar el mundo, da tres vueltas por tu casa”. Trasládalo a la vida cotidiana a través de pequeños gestos: no dejes encendida la luz, no olvides que un toldo puede ser el mejor aire acondicionado, no dejes que gotee ningún grifo, da prioridad en tu cesta de la compra a los productos locales, mientras evitas los productos sobre-empaquetados. Te sentirás parte de este todo que es el universo.
7. Alimenta tu perfil “foodie”
Que no se te escape nada que tenga que ver con la buena mesa, los
fogones, las rutas de la tapa, la cocina de la abuela, el vintage
culinario y las últimas tendencias gastronómicas. El gourmet de toda la
vida te está dejando pasar y, como “foodie”, engordarás tu despensa de nuevos sabores y tu cocina de detalles minúsculos. Que
te delatarán. En la calle y de noche, ve al mercado a curiosear, a
probar bocado o a participar del show (con el apellido cooking). En
Barcelona, en La Boquería. Y en Madrid, en el Mercado de San Miguel o
San Antón. La cuestión es hacerlo todo disfrutando, haciendo de comer no
solo un hábito necesario para sobrevivir, sino una pasión sensual que
te abra los sentidos.
8. No sin un libro
No importa que sea en papel o electrónico. La literatura dará alas a tu imaginación y ensanchará tus horizontes. Puedes medir tu sensibilidad con los versos intimistas de Eloy Sánchez Rosillo ('Por estos ojos salgo yo a la vida'), recogidos en “Antes del nombre” (Tusquets), o con la poeta María García Zambrano en 'Menos miedo' (Torremozas). O bien entregarte en cuerpo y alma a los “Cuentos completos” de R.L. Stevenson que ha reunido la editorial Valdemar, casi una hazaña literaria. Especialmente indicado para esos días de bajón, hazte con la guía de 'Cosas no aburridas para ser la mar de feliz', de Mr Wonderful (Lunwerg).
9. Ponte a dieta (espiritual)
8. No sin un libro
No importa que sea en papel o electrónico. La literatura dará alas a tu imaginación y ensanchará tus horizontes. Puedes medir tu sensibilidad con los versos intimistas de Eloy Sánchez Rosillo ('Por estos ojos salgo yo a la vida'), recogidos en “Antes del nombre” (Tusquets), o con la poeta María García Zambrano en 'Menos miedo' (Torremozas). O bien entregarte en cuerpo y alma a los “Cuentos completos” de R.L. Stevenson que ha reunido la editorial Valdemar, casi una hazaña literaria. Especialmente indicado para esos días de bajón, hazte con la guía de 'Cosas no aburridas para ser la mar de feliz', de Mr Wonderful (Lunwerg).
9. Ponte a dieta (espiritual)
Puedes probar con este otro programa de pérdida de peso. Porque a veces no son kilos lo que nos sobra, sino las obsesiones, los prejuicios, el temor, los rencores y las culpas.
El periodista Francesc Miralles ha hecho un régimen en toda regla y lo
ha llamado 'La dieta espiritual' (Grijalbo): un plan de 24 semanas para
acabar con las bolsas donde se acumula la infelicidad y el exceso de toxinas.
La rutina pasa por aumentar nuestro ancho de banda existencial o
erradicar ciertas acciones mentales: estrés, rigidez mental, celos, ego,
dispersión, hipersensibilidad, apatía, impaciencia, la tendencia a
anclarse en el pasado y obsesionarse por las opiniones ajenas… Llamado a
acabar con los testarudos “michelines” y los persistentes bucles
mentales, el escritor te anima a empezar a “comer” lo que verdaderamente alimenta, es decir, las expectativas que aportan beneficios vitales o, lo que es lo mismo, los sueños de toda la vida.
10. Reparte abrazos
10. Reparte abrazos
Acude a las convocatorias de Abrazosgratis.org,
la versión española del exitoso movimiento
Free Hugs. Y si vas por las calles de Hamburgo, Amsterdam o París y ves a
alguien con la pancarta “Free Hugs”, ya sabes lo que quiere: “Abrazar para mejorar el mundo”. Si
te sobra tiempo, dedícate a labores solidarias. Puedes consultar la
oferta de voluntariado en www.hacesfalta.org. Y elegir con quién quieres
trabajar: mayores, discapacitados, inmigrantes...
11. No dejes tu hobby para mañana (si lo puedes hacer hoy)
11. No dejes tu hobby para mañana (si lo puedes hacer hoy)
Si te encanta la historia, por qué no aprovechas y te matriculas en la carrera a través de una universidad a distancia como la UOC o la UNED . ¿Por qué crees que no tienes tiempo o que ya es tarde? Abandona el inmovilismo
y hazlo. ¿Eres una fanática de las manualidades? ¿Te va el bricolaje a
pequeña escala? ¿A qué esperas? En La Guerra de los Botones de Madrid
puedes tomar lecciones de punto y patchwork, entre otros (www.laguerradelosbotones.com);
y en el taller de carpintería Bricolaje de Ripollet (Barcelona) ponen a
tu disposición el local, las herramientas y toda la ayuda que necesites
(www.bricolajetallerdecaprinteria.com). Si tus ambiciones artísticas van más allá, enrólate en la tripulación del Círculo de Bellas Artes:
hay cursos de color y creatividad o grabado. También te sentirás como
en casa en el Hotel Kafka, también en Madrid, en sus talleres de
escritura, seminarios de criminalística, guión o novela, o sus clubes de
lectura o poesía
12. Apúntate al “slow”
No te tomes la vida con prisa. Como dijo Gandhi: “En la vida hay algo más importante que incrementar la velocidad”. Desde Movimientoslow.com te proponen tomarte una infusión relajadamente, escuchar a Mozart y... en definitiva, tomarte tu tiempo para paladear la vida.
Oportunidades sobran: hay “slow food” (comida “a fuego lento”) y “slow
cities” (ciudades sin prisa) repartidas por el mundo, donde abundan los
negocios artesanales y los aparcamientos para bicicletas, se practica la
hospitalidad, se vive con ganas y se piensa que no todo es tan
urgente.
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