Los domingos, este pueblo es la capital comercial del Norte,.
CUADERNO DE VIAJE
EL PAÍS QUE NUNCA SE ACABA
Por J.R. Alonso de la Torre. En el país que nunca se acaba hay un
pueblo definitivamente raro. Se llama Ahigal, está al norte de la
provincia de Cáceres y parece tan marcado por las leyendas que uno nunca
sabe si le están contando la historia o una historia. En ningún pueblo
como en Ahigal se hace realidad ese dicho de que yo no creo en las
brujas, pero haberlas, haylas. Vas por la calle, te detienes a hablar
con una señora sobre la brujería local y ella se ríe y te asegura que
eso son mandangas, pero luego se pone seria y señala excepciones:
«Bueno, salvo el caso de don Vicentino, el que fue secretario del
ayuntamiento, que se quedó tan chiquinino porque de niño lo besó una
bruja».
¿Pero cómo es posible que el dignísimo cuerpo de secretarios municipales haya sufrido tantas desgracias brujeriles en Ahigal? En el pueblo nadie cree en las brujas, «pero fíjese, hubo una moza que se embobó con un secretario del ayuntamiento, dejó a su novio de toda la vida, el mozo se vengó recurriendo a la tía Telvina, que era bruja de las de siempre y vivía por las traseras de Corral Concejo, y la vida matrimonial del secretario y su esposa fue un infierno: abortos y malpartos hasta que uno de ellos se llevó a la novia traidora al cementerio».
Las liebres meonas
Ahigal es raro porque las bodas duran dos días, porque las gentes procuran no cruzarse con los gatos negros, los gallos chulitos, las lechuzas aceiteras y las liebres meonas, reencarnaciones todas de las brujas más brujas. En Ahigal, los remolinos de viento se llaman brujas y aunque en los contornos (Gata, Hurdes, Ambroz, Tierras de Granadilla), hay hechicerías para dar y tomar, las coplas, certificado popular de veracidad, aseguran que como las brujas de Ahigal, no hay otras.
En Palomero se canta: «Somos cuatro brujas de Mohedas, Tres del Casar, y la que manda es del Ahigal». Y en Santibáñez el Bajo, el cancionero es tajante: «Ciento cuarenta brujas se han venido a juntar: ocho son de Santibáñez, cuatro de Marchagaz, la una de Palomero y catorce del Casar, veinte de Moheda y el Guijo y 'toas' las otras de Ahigal».
Quien más sabe de brujas en Ahigal, y quizás en todo el país que nunca se acaba, es José María Domínguez Moreno, un investigador del folclore que ha publicado varios libros sobre antropología y cultura popular y escribe asiduamente en la revista de folclore de la fundación Joaquín Díaz de Valladolid. José María trabaja en Guijuelo, vive entre semana en Alba de Tormes y de viernes a domingo, en su pueblo: Ahigal.
Nos lo encontramos una mañana de otoño en su casita ahigaleña, a un paso de la Plaza Mayor, rodeado de cedés, sumergido en su ordenador, donde organiza datos sobre su próxima publicación en torno al cancionero erótico extremeño. Tras la comida, saldrá camino de Garrovillas, donde dedicará la tarde a fotografiar, a conocer, a investigar.
«En Ahigal, las tradiciones se mantienen así que pasen los siglos. Aquí, las bodas siguen durando dos días. El primer día, los parientes y amigos de los contrayentes conviven en casa del novio y de la novia, comen, beben, bailan y cantan con tamborilero y orquesta. Se pasa de una casa a la otra, participa todo el pueblo, en la madrugada se canta la alborada a los novios y padrinos», relata José María.
«En la mañana de la boda, prosigue, se va a buscar con música a novios y padrinos, uno por uno. Ya formada la comitiva, delante va un familiar del novio portando un asador donde se ha clavado un pan, un cuarto trasero de cordero, otro pan y flores. Tras la boda, cantando, a comer, cantando, a rondar, baile por las plazuelas... Por la noche, otra comida y se canta la canción de la manzana porque antes, el dinero, las monedas de regalo, se incrustaba en una manzana».
«Tras la cena, se canta la canción del águilo, que es la despedida de las mozas a la novia: 'Águilo que vas volando y en el pico llevas hilo, ya te vas de nuestro bando a vivir con tu marido'». ¿Por qué águilo y no águila, si no era necesario para la rima? José María responde con una frase que resume los mil enigmas de Ahigal: «Y yo qué sé».
Para empezar, la propia fundación del pueblo es un enigma. El pueblo estaba en un lugar llamado Casitas de Valverde, anegado hace años por las aguas de un embalse. Pero el traslado fue hace muchos siglos. «La leyenda dice que una mañana apareció en Casitas un peregrino pidiendo ayuda porque se le había empantanado una vaca en el cieno. Pero resulta que en el pueblo había una boda y nadie se preocupó del peregrino salvo un matrimonio, su hijo y su nuera», cuenta José María.
Todos muertos
Con lo divertidas que son las bodas por aquí, se entiende que las gentes pasaran de la vaca y de su dueño. Lo que ya resulta menos comprensible es lo que sucedió a continuación. Al llegar donde la vaca, el peregrino silbó y la vaca salió del barro. Luego le dijo a sus solidarios acompañantes que no volvieran al pueblo hasta la medianoche. Así lo hicieron y cuando regresaron, todos estaban muertos, envenenados por una salamandra que había caído en la sopa del banquete de boda. Los dos matrimonios dejaron Casitas de Valverde y a dos kilómetros de allí fundaron el actual Ahigal.
Este pueblo extremeño saltó a la fama el año 1940 gracias a unas supuestas apariciones de la Virgen en el llamado Puente de la Dehesa. Se revolucionó toda España, hubo peregrinaciones desde medio país y la niña visionaria fue trasladada a Cáceres para evitarle problemas. Aún vive y en el pueblo la llaman La Santa, aunque lleva una vida discreta y prefiere no hablar del tema.
Lo más curioso del caso es que los ahigaleños ya sabían que iba a suceder la aparición. ¿La razón? Muy sencilla: la propia Virgen la había anunciado. La Señora llevaba apareciéndose un tiempo junto al puente a lo largo del siglo XIX y comunicaba la existencia de un tesoro, pero había que encontrarlo para erigir una ermita y unos mineros excavaron solo por codicia. Como castigo, anunció que no se volvería a aparecer hasta que no falleciera el último de los mineros. ¿Cuándo murió? Evidentemente, en 1940.
Vírgenes y salamandras, bodas interminables y secretarios embrujados, peregrinos, remolinos, brujas eficaces... Por ejemplo, la Tía Telvina, la misma que mortificó a la esposa del secretario, que fabricaba unos polvos del querer garantizados. Los hacía con tripas de sapo secadas al sol, piel de lagarto y minúsculas ralladuras de huesos de difuntos. Una vez acudió al baile dominical tras el mercado con la intención de vendérselos a los interesados, pero se levantó un vendaval, los polvos volaron por el aire rozando a unos y a otros y cuentan las crónicas mágicas que aquella tarde hubo en Ahigal cuernos para todos.
Estas historias de brujas no son de hace mil años, sino, como mucho, de hace cincuenta. Tanto es así que en Ahigal todo el mundo sabe cómo son: viejas, pobres, con una verruga en la punta de la nariz, la mirada penetrante y los ropajes negros.
Aunque para certificar la brujería hay que recurrir a un examen más minucioso que descubra una cruz grabada en el paladar, si lloraban o hablaban antes de nacer o si duermen con los ojos abiertos y en su pupila se dibuja un sapo. Ese sapo ocular, precisamente, fue la prueba que permitió acusar a una bella muchacha de la calle Real, abandonada por su novio, de haber pactado con el demonio para hacerle la vida imposible a su 'ex': se le murieron los cerdos, un rayo le quemó el patatal y su nueva novia se quedó famélica y lela.
Para cometer sus fechorías, las brujas ahigaleñas siempre han sido muy versátiles. Según José María Domínguez, lo mismo se trasmutaban en gato negro o perro negro que en loba (a las ovejas les pintaban una cruz en el lomo para protegerlas). Las había que se convertían en gallinas callejeras o en gallos chulitos que cacareaban cuando les petaba y confundían a la población marcando el amanecer a las tres de la madrugada. Otras se convertían en lechuzas ladronas de aceite, que se llevaban en el buche a sus casas. Las brujas no tenían olivos ni aceitunas, pero sus casas siempre olían a fritanga.
Aunque las más sorprendentes eran las brujas liebre. Se cuenta el caso de un pastor de Retuertas del Palomero que lanzó una pedrada a una de estas liebres embrujadas y la piedra funcionó como bumerang: volvió contra él y lo dejó tuerto.
Pasan los años, llega el progreso, domina la ciencia, Ahigal avanza, pero no se superan los atavismos: al fin y al cabo, no dejan de tener su aquel. En Ahigal, aún se sospecha de las zurdas porque las brujas se manejan con la izquierda y si faltas de casa los viernes, has de tener buena coartada porque ese día se reúnen las brujas en cónclave. En el país que nunca se acaba, Ahigal es el pueblo con más hechizo. Ahigal,.
¿Pero cómo es posible que el dignísimo cuerpo de secretarios municipales haya sufrido tantas desgracias brujeriles en Ahigal? En el pueblo nadie cree en las brujas, «pero fíjese, hubo una moza que se embobó con un secretario del ayuntamiento, dejó a su novio de toda la vida, el mozo se vengó recurriendo a la tía Telvina, que era bruja de las de siempre y vivía por las traseras de Corral Concejo, y la vida matrimonial del secretario y su esposa fue un infierno: abortos y malpartos hasta que uno de ellos se llevó a la novia traidora al cementerio».
Las liebres meonas
Ahigal es raro porque las bodas duran dos días, porque las gentes procuran no cruzarse con los gatos negros, los gallos chulitos, las lechuzas aceiteras y las liebres meonas, reencarnaciones todas de las brujas más brujas. En Ahigal, los remolinos de viento se llaman brujas y aunque en los contornos (Gata, Hurdes, Ambroz, Tierras de Granadilla), hay hechicerías para dar y tomar, las coplas, certificado popular de veracidad, aseguran que como las brujas de Ahigal, no hay otras.
En Palomero se canta: «Somos cuatro brujas de Mohedas, Tres del Casar, y la que manda es del Ahigal». Y en Santibáñez el Bajo, el cancionero es tajante: «Ciento cuarenta brujas se han venido a juntar: ocho son de Santibáñez, cuatro de Marchagaz, la una de Palomero y catorce del Casar, veinte de Moheda y el Guijo y 'toas' las otras de Ahigal».
Quien más sabe de brujas en Ahigal, y quizás en todo el país que nunca se acaba, es José María Domínguez Moreno, un investigador del folclore que ha publicado varios libros sobre antropología y cultura popular y escribe asiduamente en la revista de folclore de la fundación Joaquín Díaz de Valladolid. José María trabaja en Guijuelo, vive entre semana en Alba de Tormes y de viernes a domingo, en su pueblo: Ahigal.
Nos lo encontramos una mañana de otoño en su casita ahigaleña, a un paso de la Plaza Mayor, rodeado de cedés, sumergido en su ordenador, donde organiza datos sobre su próxima publicación en torno al cancionero erótico extremeño. Tras la comida, saldrá camino de Garrovillas, donde dedicará la tarde a fotografiar, a conocer, a investigar.
«En Ahigal, las tradiciones se mantienen así que pasen los siglos. Aquí, las bodas siguen durando dos días. El primer día, los parientes y amigos de los contrayentes conviven en casa del novio y de la novia, comen, beben, bailan y cantan con tamborilero y orquesta. Se pasa de una casa a la otra, participa todo el pueblo, en la madrugada se canta la alborada a los novios y padrinos», relata José María.
«En la mañana de la boda, prosigue, se va a buscar con música a novios y padrinos, uno por uno. Ya formada la comitiva, delante va un familiar del novio portando un asador donde se ha clavado un pan, un cuarto trasero de cordero, otro pan y flores. Tras la boda, cantando, a comer, cantando, a rondar, baile por las plazuelas... Por la noche, otra comida y se canta la canción de la manzana porque antes, el dinero, las monedas de regalo, se incrustaba en una manzana».
«Tras la cena, se canta la canción del águilo, que es la despedida de las mozas a la novia: 'Águilo que vas volando y en el pico llevas hilo, ya te vas de nuestro bando a vivir con tu marido'». ¿Por qué águilo y no águila, si no era necesario para la rima? José María responde con una frase que resume los mil enigmas de Ahigal: «Y yo qué sé».
Para empezar, la propia fundación del pueblo es un enigma. El pueblo estaba en un lugar llamado Casitas de Valverde, anegado hace años por las aguas de un embalse. Pero el traslado fue hace muchos siglos. «La leyenda dice que una mañana apareció en Casitas un peregrino pidiendo ayuda porque se le había empantanado una vaca en el cieno. Pero resulta que en el pueblo había una boda y nadie se preocupó del peregrino salvo un matrimonio, su hijo y su nuera», cuenta José María.
Todos muertos
Con lo divertidas que son las bodas por aquí, se entiende que las gentes pasaran de la vaca y de su dueño. Lo que ya resulta menos comprensible es lo que sucedió a continuación. Al llegar donde la vaca, el peregrino silbó y la vaca salió del barro. Luego le dijo a sus solidarios acompañantes que no volvieran al pueblo hasta la medianoche. Así lo hicieron y cuando regresaron, todos estaban muertos, envenenados por una salamandra que había caído en la sopa del banquete de boda. Los dos matrimonios dejaron Casitas de Valverde y a dos kilómetros de allí fundaron el actual Ahigal.
Este pueblo extremeño saltó a la fama el año 1940 gracias a unas supuestas apariciones de la Virgen en el llamado Puente de la Dehesa. Se revolucionó toda España, hubo peregrinaciones desde medio país y la niña visionaria fue trasladada a Cáceres para evitarle problemas. Aún vive y en el pueblo la llaman La Santa, aunque lleva una vida discreta y prefiere no hablar del tema.
Lo más curioso del caso es que los ahigaleños ya sabían que iba a suceder la aparición. ¿La razón? Muy sencilla: la propia Virgen la había anunciado. La Señora llevaba apareciéndose un tiempo junto al puente a lo largo del siglo XIX y comunicaba la existencia de un tesoro, pero había que encontrarlo para erigir una ermita y unos mineros excavaron solo por codicia. Como castigo, anunció que no se volvería a aparecer hasta que no falleciera el último de los mineros. ¿Cuándo murió? Evidentemente, en 1940.
Vírgenes y salamandras, bodas interminables y secretarios embrujados, peregrinos, remolinos, brujas eficaces... Por ejemplo, la Tía Telvina, la misma que mortificó a la esposa del secretario, que fabricaba unos polvos del querer garantizados. Los hacía con tripas de sapo secadas al sol, piel de lagarto y minúsculas ralladuras de huesos de difuntos. Una vez acudió al baile dominical tras el mercado con la intención de vendérselos a los interesados, pero se levantó un vendaval, los polvos volaron por el aire rozando a unos y a otros y cuentan las crónicas mágicas que aquella tarde hubo en Ahigal cuernos para todos.
Estas historias de brujas no son de hace mil años, sino, como mucho, de hace cincuenta. Tanto es así que en Ahigal todo el mundo sabe cómo son: viejas, pobres, con una verruga en la punta de la nariz, la mirada penetrante y los ropajes negros.
Aunque para certificar la brujería hay que recurrir a un examen más minucioso que descubra una cruz grabada en el paladar, si lloraban o hablaban antes de nacer o si duermen con los ojos abiertos y en su pupila se dibuja un sapo. Ese sapo ocular, precisamente, fue la prueba que permitió acusar a una bella muchacha de la calle Real, abandonada por su novio, de haber pactado con el demonio para hacerle la vida imposible a su 'ex': se le murieron los cerdos, un rayo le quemó el patatal y su nueva novia se quedó famélica y lela.
Para cometer sus fechorías, las brujas ahigaleñas siempre han sido muy versátiles. Según José María Domínguez, lo mismo se trasmutaban en gato negro o perro negro que en loba (a las ovejas les pintaban una cruz en el lomo para protegerlas). Las había que se convertían en gallinas callejeras o en gallos chulitos que cacareaban cuando les petaba y confundían a la población marcando el amanecer a las tres de la madrugada. Otras se convertían en lechuzas ladronas de aceite, que se llevaban en el buche a sus casas. Las brujas no tenían olivos ni aceitunas, pero sus casas siempre olían a fritanga.
Aunque las más sorprendentes eran las brujas liebre. Se cuenta el caso de un pastor de Retuertas del Palomero que lanzó una pedrada a una de estas liebres embrujadas y la piedra funcionó como bumerang: volvió contra él y lo dejó tuerto.
Pasan los años, llega el progreso, domina la ciencia, Ahigal avanza, pero no se superan los atavismos: al fin y al cabo, no dejan de tener su aquel. En Ahigal, aún se sospecha de las zurdas porque las brujas se manejan con la izquierda y si faltas de casa los viernes, has de tener buena coartada porque ese día se reúnen las brujas en cónclave. En el país que nunca se acaba, Ahigal es el pueblo con más hechizo. Ahigal,.
TÍTULO; Dani Martín visita El Hormiguero para hablar de su nuevo disco
El cantante hablará de su segundo trabajo como solista, más personal y optimista que nunca,
Dani Martín presentará en El Hormiguero esta noche “Dani Martín”.
El artista madrileño hablará de su segundo trabajo en solitario y de
título homónimo, que sale mañana mismo a la venta. Tras un debut de lujo
en 2010 con “Pequeño”, que se mantuvo durante cuatro semanas el primero
puesto de ventas en España y obtuvo el triple platino, el nuevo disco
de Dani Martín es uno de los más esperados del panorama pop español.
Dani Martín hablará con Pablo Motos, y
las hormigas Trancas y Barrancas, de esta nueva propuesta que ya ha
tenido en su adelanto una gran acogida entre el público. “Cero” y
“Caminar”, los primeros singles que han trascendido, han arrasado en las
listas de ventas digitales. Y es que el músico es el primer artista
español en ofrecer en streaming el disco íntegro una semana antes de
publicarse oficialmente.
Sobre el estilo, ya ha manifestado que es más personal, más
Dani Martín que nunca, sin olvidar su etapa en “El Canto del Loco”, y
también abriéndose y evolucionando a nuevos ritmos. Destacar su
colaboración con Joaquín Sabina, al que admira y de cuyo resultado se
siente muy satisfecho.
Dani Martín no olvida en sus canciones los difíciles momentos de crisis que atraviesa nuestro país. Para ello saca su orgullo patrio y Dani Martín
lanza con su música un mensaje de ánimo, de lucha y de superación para
salir de las dificultades. Un mensaje de optimismo tan necesitado en
estos momentos, que Dani Martín llevará por España en una gira de doce conciertos.
Dani Martín presentará en El Hormiguero esta noche “Dani Martín”.
El artista madrileño hablará de su segundo trabajo en solitario y de
título homónimo, que sale mañana mismo a la venta. Tras un debut de lujo
en 2010 con “Pequeño”, que se mantuvo durante cuatro semanas el primero
puesto de ventas en España y obtuvo el triple platino, el nuevo disco
de Dani Martín es uno de los más esperados del panorama pop español.
Dani Martín hablará con Pablo Motos, y
las hormigas Trancas y Barrancas, de esta nueva propuesta que ya ha
tenido en su adelanto una gran acogida entre el público. “Cero” y
“Caminar”, los primeros singles que han trascendido, han arrasado en las
listas de ventas digitales. Y es que el músico es el primer artista
español en ofrecer en streaming el disco íntegro una semana antes de
publicarse oficialmente.
Sobre el estilo, ya ha manifestado que es más personal, más
Dani Martín que nunca, sin olvidar su etapa en “El Canto del Loco”, y
también abriéndose y evolucionando a nuevos ritmos. Destacar su
colaboración con Joaquín Sabina, al que admira y de cuyo resultado se
siente muy satisfecho.
Dani Martín no olvida en sus canciones los difíciles momentos de crisis que atraviesa nuestro país. Para ello saca su orgullo patrio y Dani Martín
lanza con su música un mensaje de ánimo, de lucha y de superación para
salir de las dificultades. Un mensaje de optimismo tan necesitado en
estos momentos, que Dani Martín llevará por España en una gira de doce conciertos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario