Sociedad,.
El «wifi» puede afectar al desarrollo cerebral de los niños-foto.
Los expertos reunidos en el encuentro «Radiaciones No Ionizantes» han abogado por retirarlo de los centros educativos,.
Expertos
han alertado de que el wifi puede afectar al desarrollo cerebral de los
niños y han abogado por retirarlo de los centros educativos, durante un
encuentro sobre «Radiaciones No Ionizantes» celebrado este viernes en
la sede de la Unión Europea en Madrid.
«Su cerebro aún está en proceso de formación y los campos electromagnéticos pueden afectar a su desarrollo»,
ha alertado el director del Laboratorio de Bioelectromagnetismo del
Centro de Tecnología Biomédica de la Universidad Politécnica de Madrid,
el doctor Ceferino Maestu. De esta manera, ha afirmado que «ya se está
viendo en ellos muchas alergias y otros trastornos que podrían estar
relacionados con este fenómeno».
Por
su parte, el coordinador de la Unidad de Fatiga Crónica del Hospital
Clínic de Barcelona, el doctor Joaquín Fernández-Solá, ha señalado que
los wifis están presentes en colegios, domicilios, vías públicas y ha
hecho hincapié en los efectos acumulativos de estas radiaciones. "Hay un
auténtico bombardeo de radiaciones", ha insistido.
La
Organización para la Defensa de la Salud, integrada en la Fundación
Vivo Sano, en colaboración con la Fundación para la Salud Geoambiental y
la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid pusieron en
marcha recientemente la campaña «Escuela sin wifi».
«En Europa hay un verdadero movimiento para retirar los wifis de los centros docentes
y en su lugar utilizar el cable. Tecnológicamente existen posibilidades
que no ponemos en práctica sólo por comodidad. En Francia, el
parlamento ya debatió sobre este asunto hace dos años», ha explicado la
catedrática de Biología Celular y Magnetobiología de la Facultad de
Medicina de la Universidad de Zaragoza, la doctora María Jesús Azanza.
Por su parte, el coordinador federal de Ecología y Medio Ambiente de IU,
José Luis Ordóñez Fernández, ha informado de que su grupo ha presentado
una proposición no de ley en el Congreso dirigida a proteger de las
radiaciones no ionizantes a los colectivos más vulnerables.
Nací
en los años 50 y, por lo tanto, pertenezco a esa última generación que
ha crecido ajena al obsesivo y omnipresente runrún de los medios ...
Nací en los años 50 y, por lo tanto, pertenezco a esa última
generación que ha crecido ajena al obsesivo y omnipresente runrún de los
medios de comunicación. Cuando era niña, el carbón para la estufa
llegaba en un carro tirado por un caballo; las tardes y los domingos
eran interminablemente largos y desocupados, plenos de aburrimiento
fecundo. Un aburrimiento que los niños de hoy desconocen,
acostumbrados como están a andar siempre atareados con todo tipo de
bocados electrónicos o digitales.
De pequeña, solo contaba con mis pensamientos, pero ahora un niño crece bombardeado por una cantidad ingente de estímulos, que son los mismos para él y para el resto y que, como en una corriente única, lo empujarán en un solo sentido: el de la homologación. Homologación significa que aquello que pensamos (mejor dicho, aquello que creemos que pensamos) es en realidad lo que otros piensan por nosotros.
Como es natural, toda la cultura ha bebido en fuentes ajenas,
pero aquélla es el resultado del arduo trabajo de personas notables, de
largos años de estudio por su cuenta, de una maduración solitaria y,
sobre todo, de ejercitar el pensamiento crítico. Por el
contrario, hoy nos obligan a comportarnos como el perro de Pavlov: suena
una campana y todos ladramos. Y la campana puede ser el titular de ese
día: los pederastas, un atentado terrorista, un homicidio especialmente
sangriento o la enésima agresión a la naturaleza. Todos nos
irritamos entonces, condenamos, tomamos partido por una parte o por
otra, sin darnos cuenta de que tras este chaparrón de acontecimientos
que nos brindan los medios se esconde una clara voluntad de distracción.
La noche, la oscuridad y el silencio han sido desterrados de nuestras
vidas. Tenemos que estar siempre conectados, en guardia,
despiertos; siempre aturdidos por el rumor, la música, las luces, los
focos; dispuestos siempre a comprar lo que sea.De pequeña, solo contaba con mis pensamientos, pero ahora un niño crece bombardeado por una cantidad ingente de estímulos, que son los mismos para él y para el resto y que, como en una corriente única, lo empujarán en un solo sentido: el de la homologación. Homologación significa que aquello que pensamos (mejor dicho, aquello que creemos que pensamos) es en realidad lo que otros piensan por nosotros.
Todo lo que nos rodea nos invita a vivir teniendo en cuenta solamente dos entidades de nuestro organismo: el cerebro y el sexo. La fundamental, el corazón, ha sucumbido a la marea del blablá mediático. Esa inteligencia propia del corazón, que es cálida, sabia, reposada, ha sido sustituida por el omnipresente estrépito del sentimentalismo, léase: sentimientos gritados, exhibidos, alardeados en ramalazos de rabia y condena que invaden cada espacio visual y auditivo en nuestros días. La hondura del corazón da miedo, porque es la única capaz de otorgarnos una raíz estable, fuerte, un verdadero antídoto contra la homologación del pensamiento colectivo.
Y sin embargo, solo la voz del corazón nos salvará de la desesperación en los momentos sombríos de nuestra vida. Solo devolviendo el corazón a su lugar central, delegando en él la tarea de guiarnos, pondremos de nuevo a punto el motor renovador de nuestra vida. Ese motor capaz de volver única, profunda e irrepetible nuestra modesta aventura particular.
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