Es
posible que la congoleña Angélique Namaika no comparta los métodos de
la mexicana que se hace llamar ?Diana cazadora de chóferes?, ...
Geografía e historia de la violación
Entre la mexicana que asesina a
violadores y la monja congoleña que acoge a las víctimas, hay millones
de mujeres destrozadas por esta lacra en el mundo,
Es posible que la congoleña Angélique Namaika no comparta
los métodos de la mexicana que se hace llamar ‘Diana cazadora de
chóferes’, pero seguro que al menos la entiende. La primera es una monja
de la República Democrática del Congo, país considerado ‘la capital
mundial de las violaciones’, con 400.000 mujeres forzadas al año, una
media de 1.095 al día, según ‘American Journal of Public Health’. Puede
que sean más. Y eso que no solo importa la cantidad, las violaciones
aquí conllevan un horror más allá de lo imaginable. Namaika, de 45 años,
acaba de ser distinguida este martes por el Alto Comisionado de
Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) con el premio Nansen por
haber ayudado a 2.000 mujeres y niñas obligadas a huir de sus hogares y
que han sufrido abusos de todo tipo. Muy lejos de allí, en Ciudad
Juárez, es noticia ‘Diana cazadora de chóferes’, que ante la impunidad
con la que algunos conductores de autobuses están violando a sus
compañeras de trabajo, decidió tomarse la justicia por su mano, y ha
matado ya a dos (en Latinoamérica, el 77% de los asesinatos de mujeres
queda impune). De ella es el retrato robot que aparece junto a estas
líneas.
Desde que conocimos a Amanat, aquella estudiante india
asesinada por unos desalmados que la violaron en un autobús el pasado
diciembre (cuatro de ellos acaban de ser condenados a morir en la horca
para júbilo del pueblo), un día sí y otro también los medios de
comunicación reflejan un horror que lleva acechando a las mujeres desde
el principio de los tiempos. Según la organización feminista Apne Aap,
hay 90.000 casos pendientes en la Justicia india, que tarda hasta ocho
años en pronunciarse, y solo el 4% acaba en condena. Una mujer es
forzada cada 20 minutos, y una de cada tres es menor. Vamos a herir
sensibilidades, pero es la realidad: en agosto de 2012 una niña de 11
años fue atacada por seis individuos;los médicos recibieron horrorizados
su cuerpo, en el que tuvieron que fabricar un nuevo recto con una parte
de su intestino. Pero ha sido la pobre Amanat la que ha puesto otra vez
sobre el tapete el asunto. Suena ridículo, pero como solución el
Gobierno ha repartido 21.000 cuchillos entre las mujeres para que se
defiendan. Y aconseja: «Así como cortan verduras, que corten la mano que
les toca».
Lejos de ser apagado por la llamada civilización, este
asunto continúa incendiando el planeta. Ya sea por aquellos que siguen
pensando que el cuerpo de la mujer es un objeto para usar, como por esos
otros que utilizan la violación como una eficaz arma de guerra. Aunque
la ONU esperara para reconocerla como tal hasta 2008. Y eso que no le
han faltado ejemplos: muchos soldados soviéticos (también franceses y
estadounidenses) la emplearon a fondo contra ciudadanas alemanas
conforme fueron ganando territorio a Hitler. Pudieron ser hasta dos
millones; las ‘escogidas’ tenían entre 8 y 80 años y algunas fueron
forzadas hasta 70 veces. Incluso usaban granadas para penetrarlas. El
representante del Vaticano en Berlín aseguraba en 1945 que algunos
llegaron a cebarse con esqueléticas internas recién liberadas de los
campos de concentración. Pasó hace 68 años.
Con el tiempo y el progreso las cosas no mejoraron. José
Ricardo de Prada, hoy magistrado de la Audiencia Nacional y en su día
juez internacional en la Sala de Crímenes de Guerra de la Corte de
Bosnia-Herzegovina, incide en que la violación allí fue «determinante
para la limpieza étnica», y señala a estas «víctimas reduplicadas de los
conflictos», sufridoras no solo por la guerra sino por el ataque en sí.
En la primera mitad de los noventa, hubo entre 20.000 y 50.000 víctimas
de soldados serbios; en menor medida, también los bosnios utilizaron
este arma. Cuando aquel horror terminaba, le tocó el turno a
Ruanda;abril de 1994 fue sangriento para tutsis y hutus moderados. La
ONU calcula entre 250.000 y 500.000 violaciones.
«Vengaré a varias mujeres»
El último país en tomar el relevo ha sido Siria. Difícil
saber las mujeres que pueden estar siendo violadas mientras usted lee
esto, aunque entre adultos y niños muriendo con armas convencionales y
químicas, un ‘simple’ ataque sexual queda minimizado. Organizaciones
internacionales aseguran que las tropas de El-Assad emplean la violación
contra el enemigo. También los rebeldes. Ni siquiera en las cárceles se
está a salvo: allí, 1.500 mujeres han sido forzadas.
Ningún país se salva de esta lacra. En el nuestro se
produce una violación cada ocho horas. En Estados Unidos... ¡una de cada
cinco mujeres dice haber sido violada! Pero quizá sea la República
Democrática del Congo el peor lugar para ser mujer, donde aún se vive un
conflicto civil que comenzó en 1996. La monja Angélique Namaika ha oído
cosas tremendas: «Desde 2008 he estado cuidando de niñas que salían de
los bosques tras haber permanecido secuestradas por el LRA (Ejército de
Resistencia del Señor, que en los últimos años ha matado a 100.000
personas, secuestrado a 70.000 y obligado a dos millones a abandonar su
hogar, según Oxfam). Cuando me cuentan sus historias me obligo a no
dejar que se me salten las lágrimas».
Eve Ensler es la autora de ‘Los monólogos de la vagina’.
«Como escritora y militante contra la violencia sexual contra las
mujeres, vivo en el mundo de la violación. Pasé diez años escuchando
historias en Bosnia, Kosovo, EEUU, Ciudad Juárez, Kenia, Pakistán,
Haití, Filipinas, Irak y Afganistán. Pero nada de lo que había escuchado
fue tan horrible y terrorífico como la destrucción de la especie humana
femenina en el Congo». Se refiere, cuidado otra vez con las
sensibilidades, «a mujeres con fístulas en la vagina y el recto por la
introducción de palos, armas o violaciones masivas (...). Forzadas a
ingerir excrementos o comer carne de bebés muertos. Testigos de cómo
mataban a sus hijos, de la mutilación genital de sus maridos...».
Ensler dice: «Busco una forma de transmitir mi testimonio
sin gritar, sin inmolarme y sin coger una AK 47». Esta última opción es
la elegida por ‘Diana cazadora de chóferes’. Así habla ella: «Creen que
porque somos mujeres somos débiles y puede que sí solo hasta cierto
punto, pues aunque no contamos con quien nos defienda y tenemos la
necesidad de trabajar hasta altas horas de la noche para mantener a
nuestras familias, ya no podemos callar (…). Fuimos víctimas de
violencia sexual por chóferes que cubrían el turno de noche de las
maquilas en Juárez y aunque mucha gente sabe lo que sufrimos nadie nos
defiende ni hace nada por protegernos. Por eso yo soy un instrumento que
vengará a varias mujeres. Al parecer somos débiles para la sociedad,
pero no lo somos, somos valientes, somos fuertes».
1945. Hanna Gerlitz es violada por seis soldados soviéticos
mientras su marido, un banquero de Berlín, es obligado a mirar:
«Después tuve que consolar a mi esposo y ayudarlo a recobrar el valor.
Lloraba como un niño».
TÍTULO: LA REVISTA PANTALLA SEMANAL, El nuevo mesías de Cataluña
Ciutadans ya es la tercera fuerza
en las encuestas. Su líder ha convertido el partido en el antídoto
contra el nacionalismo. Y en la bestia negra de PSC, CIU y PP. Les araña
votos sin parar,.
Tiene la edad de Jesucristo (Barcelona, 15 de noviembre,
1979) y también se ha presentado en el templo de la vida pública
catalana para cantar las verdades a los que considera «mercaderes de la
política». Albert Rivera, parlamentario y presidente de Ciutadans,
también lo hizo completamente desnudo para demostrar que ya era tiempo
de salir del 'armario' y atreverse a divulgarlo: «No todos los catalanes
somos nacionalistas. Es tiempo de ver lo que nos une a España y no lo
que nos separa». La idea la remacha el dramaturgo Albert Boadella,
autoexiliado en Madrid y uno de los promotores en 2005 del manifiesto
que dio origen a Ciutadans. «Hay un montón de gente joven que esperaba a
alguien así. Es la última esperanza blanca sin contaminar que queda».
¿Será de verdad Albert Rivera el nuevo mesías de la vida
pública? Las encuestas parecen ratificarlo. Las últimas sitúan a
Ciutadans como la tercera fuerza política de Cataluña (tras ERC y CiU) y
la primera no nacionalista (por delante de PSC-PSOE y PP). Bajo su
liderazgo se ha asentado un partido 'antisistema', que va de frente
contra la rígida balanza nacionalismo-constitucionalismo y que sube como
la espuma al lograr situarse en el centro del tablero. «Rivera plantea
las preguntas inaugurales que nadie hacía hasta ahora. Y lo hace sin
pedir disculpas», reflexiona Félix Ovejero, profesor de Filosofía
Política de la Universidad de Barcelona y también pionero de Ciutadans.
En la misma línea se pronuncia Francesc de Carreras, catedrático de
Derecho Constitucional y profesor del joven político cuando era su
alumno en los doctorados. Admite que no destacó especialmente, salvo
porque «era de los tres o cuatro que más participaban». Cuando De
Carreras decidió dar el paso con otros intelectuales y promover un
partido que rompiera la deriva catalana, apareció por allí el
veinteañero Albert, que ha logrado que «muchos le escuchen ahora y se
den cuenta de que 'este chico dice lo que yo pensaba y no me atrevía a
manifestar'».
Empujados por esa voz que habla por ellos, 275.007 votantes
le entregaron su confianza en las elecciones del 25-N del pasado año,
que se ha traducido en nueve escaños, el triple de su primera aventura
electoral. Son los votos de la gente que, en palabras de Félix Ovejero,
ha logrado romper la «espiral de silencio: esa que hacía que solo se
escuchara una idea (por supuesto, la nacionalista), lo que provocaba que
todos acabaran pensando que debía ser la única verdad». Pero también ha
arañado muchos votos a socialistas y populares. Es su bestia negra.
Otras consultas ya le ubican como el político mejor
valorado incluso en toda España. Un logro en el que juega a su favor el
título de campeón nacional de oratoria con el equipo universitario de la
Universidad Ramón Llull (Esade), donde cursó la carrera. Y, desde
luego, es el primero que logra tal proyección política sin venir del
pasado: solo conoce la vida tras la Constitución del 78. Lo demás tiene
que buscarlo en los libros de historia. Por eso invita a sus
conciudadanos a salirse de «las trincheras ideológicas». Sabe que
vivimos un tiempo en el que «las siglas están en peligro, pero la gente
sigue teniendo sueños e ideas. Y a partir de ahora van a votar sobre
cosas pragmáticas».
Detrás de su figura, un incipiente equipo de pensadores
trata de ayudarle a orientar su posible espacio, que debe estar «fuera
de los mercados políticos tribales», insiste Ovejero. Un discurso que se
mueve en «el mensaje de los derechos constitucionales, que es
social-liberal en lo económico, avanzado en lo social y laico», resume
Francesc de Carreras. De hecho, en sus perfiles en Facebook (65.000
seguidores) y Twitter (8.500), el joven líder dejar claro su
agnosticismo religioso.
Resulta una metáfora tan fácil como inevitable concluir que
la carrera política de este joven doctor en Derecho Constitucional, con
plaza en excedencia en la asesoría jurídica de La Caixa, va como una
moto, su afición favorita. Cuando se lo permite su cada vez más apretada
agenda, en la que ha roto las barreras y da más conferencias fuera que
dentro de Cataluña, se sube a lomos de su máquina de gran cilindrada y
se hace unas curvas en los aledaños de su casa de La Garriga, en la zona
del Vallés Oriental. Cuando se quita el casco escucha a los Black Eyed
Pies, a Melendi o a clásicos de lo que podríamos llamar sonido
'catalanoespañol': Loquillo y Estopa.
Alumno preguntón
Él encarna los valores de una sociedad plural, muy lejos
del 'monocultivo' nacionalista que se impone en las calles y plazas de
Cataluña. Insistiendo en la línea argumental de sus padres políticos,
Albert Rivera Díaz concluye que «solo soy el alumno que levanta la mano y
pregunta algo distinto».
Hijo de Agustín Rivera, un catalán, y María Jesús Díaz,
malagueña, una pareja que regenta una pequeña tienda de
electrodomésticos en el popular barrio de La Barceloneta, la infancia de
Albert la completaron veranos en Málaga y tardes de mucho deporte en el
patio del colegio. Su adolescencia y juventud se forjaron bajo el
silencio de las piscinas de Granollers, que le permitieron ser dos veces
campeón de Cataluña de braza. Cuando ingresó en la universidad, cambió
la exigente disciplina de la pileta por el waterpolo para no retrasar
sus estudios.
Con el título bajo el brazo, La Caixa le hizo rápidamente
un hueco en su equipo de letrados, en donde sacó plaza por oposición
interna. Por aquel entonces el gusanillo de la política ya le había
capturado y por eso nunca dejó de pulir su formación con cursos como los
de Marketing Político en la Universidad George Washington. Con 26 años
(2006) se convirtió en el cabeza de cartel de aquel primer ensayo de
Ciutadans: un atleta desnudo dispuesto a una larga carrera de
obstáculos. No importó que «fuera muy joven e inexperto y nos hiciera
sufrir», como recuerda Boadella. En aquella primera 'jaula de grillos'
que fueron los tres escaños de Ciutadans (acabaron cada uno por su
lado), Albert Rivera demostró temple y constancia para desactivar el
campo minado de la política y la prensa catalana. Le acusaron de ser del
PP, del PSOE y sufrió amenazas de muerte (junto a su casa, su foto con
una diana y una bala clavada y la invitación a 'marcharse de Cataluña').
No le amedrentaron y puso su rostro en los carteles de las
elecciones generales del 2008, aunque no logró el acta de diputado. La
juventud de Ciutadans le permite descaro y romper moldes. En la
siguiente contienda electoral (2010), Rivera ya aparecía vestido
mientras el resto de contrincantes estaban desnudos. Confirmó sus tres
escaños y tal vez por eso decidió poco después tomar la alternativa y
dar la vuelta al ruedo en la Monumental de Barcelona junto a un diputado
del PP y un torero (Serafín Marín), para protestar por la prohibición
oficial. «Lo hice por coherencia. Yo no voy a los toros, pero votaré
para que otros puedan seguir yendo», se justifica.
El joven rostro de la política catalana considera a su
compañera, Mariona Saperas, psicóloga de un centro de adicciones, la
persona que «le ubica en el mundo y le aporta lo que ocurre en la
calle». Ambos educan a Daniela, su hija de tres años. En una tierra
obsesionada con crear fronteras, a su niña pretende inculcarle su
habitual declaración de principios geográficos: «Cataluña es mi tierra,
España mi país y Europa nuestro futuro. Mejor unidos».
Es posible que la congoleña Angélique Namaika no comparta
los métodos de la mexicana que se hace llamar ‘Diana cazadora de
chóferes’, pero seguro que al menos la entiende. La primera es una monja
de la República Democrática del Congo, país considerado ‘la capital
mundial de las violaciones’, con 400.000 mujeres forzadas al año, una
media de 1.095 al día, según ‘American Journal of Public Health’. Puede
que sean más. Y eso que no solo importa la cantidad, las violaciones
aquí conllevan un horror más allá de lo imaginable. Namaika, de 45 años,
acaba de ser distinguida este martes por el Alto Comisionado de
Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) con el premio Nansen por
haber ayudado a 2.000 mujeres y niñas obligadas a huir de sus hogares y
que han sufrido abusos de todo tipo. Muy lejos de allí, en Ciudad
Juárez, es noticia ‘Diana cazadora de chóferes’, que ante la impunidad
con la que algunos conductores de autobuses están violando a sus
compañeras de trabajo, decidió tomarse la justicia por su mano, y ha
matado ya a dos (en Latinoamérica, el 77% de los asesinatos de mujeres
queda impune). De ella es el retrato robot que aparece junto a estas
líneas.
Desde que conocimos a Amanat, aquella estudiante india
asesinada por unos desalmados que la violaron en un autobús el pasado
diciembre (cuatro de ellos acaban de ser condenados a morir en la horca
para júbilo del pueblo), un día sí y otro también los medios de
comunicación reflejan un horror que lleva acechando a las mujeres desde
el principio de los tiempos. Según la organización feminista Apne Aap,
hay 90.000 casos pendientes en la Justicia india, que tarda hasta ocho
años en pronunciarse, y solo el 4% acaba en condena. Una mujer es
forzada cada 20 minutos, y una de cada tres es menor. Vamos a herir
sensibilidades, pero es la realidad: en agosto de 2012 una niña de 11
años fue atacada por seis individuos;los médicos recibieron horrorizados
su cuerpo, en el que tuvieron que fabricar un nuevo recto con una parte
de su intestino. Pero ha sido la pobre Amanat la que ha puesto otra vez
sobre el tapete el asunto. Suena ridículo, pero como solución el
Gobierno ha repartido 21.000 cuchillos entre las mujeres para que se
defiendan. Y aconseja: «Así como cortan verduras, que corten la mano que
les toca».
Lejos de ser apagado por la llamada civilización, este
asunto continúa incendiando el planeta. Ya sea por aquellos que siguen
pensando que el cuerpo de la mujer es un objeto para usar, como por esos
otros que utilizan la violación como una eficaz arma de guerra. Aunque
la ONU esperara para reconocerla como tal hasta 2008. Y eso que no le
han faltado ejemplos: muchos soldados soviéticos (también franceses y
estadounidenses) la emplearon a fondo contra ciudadanas alemanas
conforme fueron ganando territorio a Hitler. Pudieron ser hasta dos
millones; las ‘escogidas’ tenían entre 8 y 80 años y algunas fueron
forzadas hasta 70 veces. Incluso usaban granadas para penetrarlas. El
representante del Vaticano en Berlín aseguraba en 1945 que algunos
llegaron a cebarse con esqueléticas internas recién liberadas de los
campos de concentración. Pasó hace 68 años.
Con el tiempo y el progreso las cosas no mejoraron. José
Ricardo de Prada, hoy magistrado de la Audiencia Nacional y en su día
juez internacional en la Sala de Crímenes de Guerra de la Corte de
Bosnia-Herzegovina, incide en que la violación allí fue «determinante
para la limpieza étnica», y señala a estas «víctimas reduplicadas de los
conflictos», sufridoras no solo por la guerra sino por el ataque en sí.
En la primera mitad de los noventa, hubo entre 20.000 y 50.000 víctimas
de soldados serbios; en menor medida, también los bosnios utilizaron
este arma. Cuando aquel horror terminaba, le tocó el turno a
Ruanda;abril de 1994 fue sangriento para tutsis y hutus moderados. La
ONU calcula entre 250.000 y 500.000 violaciones.
«Vengaré a varias mujeres»
El último país en tomar el relevo ha sido Siria. Difícil
saber las mujeres que pueden estar siendo violadas mientras usted lee
esto, aunque entre adultos y niños muriendo con armas convencionales y
químicas, un ‘simple’ ataque sexual queda minimizado. Organizaciones
internacionales aseguran que las tropas de El-Assad emplean la violación
contra el enemigo. También los rebeldes. Ni siquiera en las cárceles se
está a salvo: allí, 1.500 mujeres han sido forzadas.
Ningún país se salva de esta lacra. En el nuestro se
produce una violación cada ocho horas. En Estados Unidos... ¡una de cada
cinco mujeres dice haber sido violada! Pero quizá sea la República
Democrática del Congo el peor lugar para ser mujer, donde aún se vive un
conflicto civil que comenzó en 1996. La monja Angélique Namaika ha oído
cosas tremendas: «Desde 2008 he estado cuidando de niñas que salían de
los bosques tras haber permanecido secuestradas por el LRA (Ejército de
Resistencia del Señor, que en los últimos años ha matado a 100.000
personas, secuestrado a 70.000 y obligado a dos millones a abandonar su
hogar, según Oxfam). Cuando me cuentan sus historias me obligo a no
dejar que se me salten las lágrimas».
Eve Ensler es la autora de ‘Los monólogos de la vagina’.
«Como escritora y militante contra la violencia sexual contra las
mujeres, vivo en el mundo de la violación. Pasé diez años escuchando
historias en Bosnia, Kosovo, EEUU, Ciudad Juárez, Kenia, Pakistán,
Haití, Filipinas, Irak y Afganistán. Pero nada de lo que había escuchado
fue tan horrible y terrorífico como la destrucción de la especie humana
femenina en el Congo». Se refiere, cuidado otra vez con las
sensibilidades, «a mujeres con fístulas en la vagina y el recto por la
introducción de palos, armas o violaciones masivas (...). Forzadas a
ingerir excrementos o comer carne de bebés muertos. Testigos de cómo
mataban a sus hijos, de la mutilación genital de sus maridos...».
Ensler dice: «Busco una forma de transmitir mi testimonio
sin gritar, sin inmolarme y sin coger una AK 47». Esta última opción es
la elegida por ‘Diana cazadora de chóferes’. Así habla ella: «Creen que
porque somos mujeres somos débiles y puede que sí solo hasta cierto
punto, pues aunque no contamos con quien nos defienda y tenemos la
necesidad de trabajar hasta altas horas de la noche para mantener a
nuestras familias, ya no podemos callar (…). Fuimos víctimas de
violencia sexual por chóferes que cubrían el turno de noche de las
maquilas en Juárez y aunque mucha gente sabe lo que sufrimos nadie nos
defiende ni hace nada por protegernos. Por eso yo soy un instrumento que
vengará a varias mujeres. Al parecer somos débiles para la sociedad,
pero no lo somos, somos valientes, somos fuertes».
1945. Hanna Gerlitz es violada por seis soldados soviéticos
mientras su marido, un banquero de Berlín, es obligado a mirar:
«Después tuve que consolar a mi esposo y ayudarlo a recobrar el valor.
Lloraba como un niño».
TÍTULO: LA REVISTA PANTALLA SEMANAL, El nuevo mesías de Cataluña
Ciutadans ya es la tercera fuerza
en las encuestas. Su líder ha convertido el partido en el antídoto
contra el nacionalismo. Y en la bestia negra de PSC, CIU y PP. Les araña
votos sin parar,.
Tiene la edad de Jesucristo (Barcelona, 15 de noviembre,
1979) y también se ha presentado en el templo de la vida pública
catalana para cantar las verdades a los que considera «mercaderes de la
política». Albert Rivera, parlamentario y presidente de Ciutadans,
también lo hizo completamente desnudo para demostrar que ya era tiempo
de salir del 'armario' y atreverse a divulgarlo: «No todos los catalanes
somos nacionalistas. Es tiempo de ver lo que nos une a España y no lo
que nos separa». La idea la remacha el dramaturgo Albert Boadella,
autoexiliado en Madrid y uno de los promotores en 2005 del manifiesto
que dio origen a Ciutadans. «Hay un montón de gente joven que esperaba a
alguien así. Es la última esperanza blanca sin contaminar que queda».
¿Será de verdad Albert Rivera el nuevo mesías de la vida
pública? Las encuestas parecen ratificarlo. Las últimas sitúan a
Ciutadans como la tercera fuerza política de Cataluña (tras ERC y CiU) y
la primera no nacionalista (por delante de PSC-PSOE y PP). Bajo su
liderazgo se ha asentado un partido 'antisistema', que va de frente
contra la rígida balanza nacionalismo-constitucionalismo y que sube como
la espuma al lograr situarse en el centro del tablero. «Rivera plantea
las preguntas inaugurales que nadie hacía hasta ahora. Y lo hace sin
pedir disculpas», reflexiona Félix Ovejero, profesor de Filosofía
Política de la Universidad de Barcelona y también pionero de Ciutadans.
En la misma línea se pronuncia Francesc de Carreras, catedrático de
Derecho Constitucional y profesor del joven político cuando era su
alumno en los doctorados. Admite que no destacó especialmente, salvo
porque «era de los tres o cuatro que más participaban». Cuando De
Carreras decidió dar el paso con otros intelectuales y promover un
partido que rompiera la deriva catalana, apareció por allí el
veinteañero Albert, que ha logrado que «muchos le escuchen ahora y se
den cuenta de que 'este chico dice lo que yo pensaba y no me atrevía a
manifestar'».
Empujados por esa voz que habla por ellos, 275.007 votantes
le entregaron su confianza en las elecciones del 25-N del pasado año,
que se ha traducido en nueve escaños, el triple de su primera aventura
electoral. Son los votos de la gente que, en palabras de Félix Ovejero,
ha logrado romper la «espiral de silencio: esa que hacía que solo se
escuchara una idea (por supuesto, la nacionalista), lo que provocaba que
todos acabaran pensando que debía ser la única verdad». Pero también ha
arañado muchos votos a socialistas y populares. Es su bestia negra.
Otras consultas ya le ubican como el político mejor
valorado incluso en toda España. Un logro en el que juega a su favor el
título de campeón nacional de oratoria con el equipo universitario de la
Universidad Ramón Llull (Esade), donde cursó la carrera. Y, desde
luego, es el primero que logra tal proyección política sin venir del
pasado: solo conoce la vida tras la Constitución del 78. Lo demás tiene
que buscarlo en los libros de historia. Por eso invita a sus
conciudadanos a salirse de «las trincheras ideológicas». Sabe que
vivimos un tiempo en el que «las siglas están en peligro, pero la gente
sigue teniendo sueños e ideas. Y a partir de ahora van a votar sobre
cosas pragmáticas».
Detrás de su figura, un incipiente equipo de pensadores
trata de ayudarle a orientar su posible espacio, que debe estar «fuera
de los mercados políticos tribales», insiste Ovejero. Un discurso que se
mueve en «el mensaje de los derechos constitucionales, que es
social-liberal en lo económico, avanzado en lo social y laico», resume
Francesc de Carreras. De hecho, en sus perfiles en Facebook (65.000
seguidores) y Twitter (8.500), el joven líder dejar claro su
agnosticismo religioso.
Resulta una metáfora tan fácil como inevitable concluir que
la carrera política de este joven doctor en Derecho Constitucional, con
plaza en excedencia en la asesoría jurídica de La Caixa, va como una
moto, su afición favorita. Cuando se lo permite su cada vez más apretada
agenda, en la que ha roto las barreras y da más conferencias fuera que
dentro de Cataluña, se sube a lomos de su máquina de gran cilindrada y
se hace unas curvas en los aledaños de su casa de La Garriga, en la zona
del Vallés Oriental. Cuando se quita el casco escucha a los Black Eyed
Pies, a Melendi o a clásicos de lo que podríamos llamar sonido
'catalanoespañol': Loquillo y Estopa.
Alumno preguntón
Él encarna los valores de una sociedad plural, muy lejos
del 'monocultivo' nacionalista que se impone en las calles y plazas de
Cataluña. Insistiendo en la línea argumental de sus padres políticos,
Albert Rivera Díaz concluye que «solo soy el alumno que levanta la mano y
pregunta algo distinto».
Hijo de Agustín Rivera, un catalán, y María Jesús Díaz,
malagueña, una pareja que regenta una pequeña tienda de
electrodomésticos en el popular barrio de La Barceloneta, la infancia de
Albert la completaron veranos en Málaga y tardes de mucho deporte en el
patio del colegio. Su adolescencia y juventud se forjaron bajo el
silencio de las piscinas de Granollers, que le permitieron ser dos veces
campeón de Cataluña de braza. Cuando ingresó en la universidad, cambió
la exigente disciplina de la pileta por el waterpolo para no retrasar
sus estudios.
Con el título bajo el brazo, La Caixa le hizo rápidamente
un hueco en su equipo de letrados, en donde sacó plaza por oposición
interna. Por aquel entonces el gusanillo de la política ya le había
capturado y por eso nunca dejó de pulir su formación con cursos como los
de Marketing Político en la Universidad George Washington. Con 26 años
(2006) se convirtió en el cabeza de cartel de aquel primer ensayo de
Ciutadans: un atleta desnudo dispuesto a una larga carrera de
obstáculos. No importó que «fuera muy joven e inexperto y nos hiciera
sufrir», como recuerda Boadella. En aquella primera 'jaula de grillos'
que fueron los tres escaños de Ciutadans (acabaron cada uno por su
lado), Albert Rivera demostró temple y constancia para desactivar el
campo minado de la política y la prensa catalana. Le acusaron de ser del
PP, del PSOE y sufrió amenazas de muerte (junto a su casa, su foto con
una diana y una bala clavada y la invitación a 'marcharse de Cataluña').
No le amedrentaron y puso su rostro en los carteles de las
elecciones generales del 2008, aunque no logró el acta de diputado. La
juventud de Ciutadans le permite descaro y romper moldes. En la
siguiente contienda electoral (2010), Rivera ya aparecía vestido
mientras el resto de contrincantes estaban desnudos. Confirmó sus tres
escaños y tal vez por eso decidió poco después tomar la alternativa y
dar la vuelta al ruedo en la Monumental de Barcelona junto a un diputado
del PP y un torero (Serafín Marín), para protestar por la prohibición
oficial. «Lo hice por coherencia. Yo no voy a los toros, pero votaré
para que otros puedan seguir yendo», se justifica.
El joven rostro de la política catalana considera a su
compañera, Mariona Saperas, psicóloga de un centro de adicciones, la
persona que «le ubica en el mundo y le aporta lo que ocurre en la
calle». Ambos educan a Daniela, su hija de tres años. En una tierra
obsesionada con crear fronteras, a su niña pretende inculcarle su
habitual declaración de principios geográficos: «Cataluña es mi tierra,
España mi país y Europa nuestro futuro. Mejor unidos».
Tiene la edad de Jesucristo (Barcelona, 15 de noviembre,
1979) y también se ha presentado en el templo de la vida pública
catalana para cantar las verdades a los que considera «mercaderes de la
política». Albert Rivera, parlamentario y presidente de Ciutadans,
también lo hizo completamente desnudo para demostrar que ya era tiempo
de salir del 'armario' y atreverse a divulgarlo: «No todos los catalanes
somos nacionalistas. Es tiempo de ver lo que nos une a España y no lo
que nos separa». La idea la remacha el dramaturgo Albert Boadella,
autoexiliado en Madrid y uno de los promotores en 2005 del manifiesto
que dio origen a Ciutadans. «Hay un montón de gente joven que esperaba a
alguien así. Es la última esperanza blanca sin contaminar que queda».
¿Será de verdad Albert Rivera el nuevo mesías de la vida
pública? Las encuestas parecen ratificarlo. Las últimas sitúan a
Ciutadans como la tercera fuerza política de Cataluña (tras ERC y CiU) y
la primera no nacionalista (por delante de PSC-PSOE y PP). Bajo su
liderazgo se ha asentado un partido 'antisistema', que va de frente
contra la rígida balanza nacionalismo-constitucionalismo y que sube como
la espuma al lograr situarse en el centro del tablero. «Rivera plantea
las preguntas inaugurales que nadie hacía hasta ahora. Y lo hace sin
pedir disculpas», reflexiona Félix Ovejero, profesor de Filosofía
Política de la Universidad de Barcelona y también pionero de Ciutadans.
En la misma línea se pronuncia Francesc de Carreras, catedrático de
Derecho Constitucional y profesor del joven político cuando era su
alumno en los doctorados. Admite que no destacó especialmente, salvo
porque «era de los tres o cuatro que más participaban». Cuando De
Carreras decidió dar el paso con otros intelectuales y promover un
partido que rompiera la deriva catalana, apareció por allí el
veinteañero Albert, que ha logrado que «muchos le escuchen ahora y se
den cuenta de que 'este chico dice lo que yo pensaba y no me atrevía a
manifestar'».
Empujados por esa voz que habla por ellos, 275.007 votantes
le entregaron su confianza en las elecciones del 25-N del pasado año,
que se ha traducido en nueve escaños, el triple de su primera aventura
electoral. Son los votos de la gente que, en palabras de Félix Ovejero,
ha logrado romper la «espiral de silencio: esa que hacía que solo se
escuchara una idea (por supuesto, la nacionalista), lo que provocaba que
todos acabaran pensando que debía ser la única verdad». Pero también ha
arañado muchos votos a socialistas y populares. Es su bestia negra.
Otras consultas ya le ubican como el político mejor
valorado incluso en toda España. Un logro en el que juega a su favor el
título de campeón nacional de oratoria con el equipo universitario de la
Universidad Ramón Llull (Esade), donde cursó la carrera. Y, desde
luego, es el primero que logra tal proyección política sin venir del
pasado: solo conoce la vida tras la Constitución del 78. Lo demás tiene
que buscarlo en los libros de historia. Por eso invita a sus
conciudadanos a salirse de «las trincheras ideológicas». Sabe que
vivimos un tiempo en el que «las siglas están en peligro, pero la gente
sigue teniendo sueños e ideas. Y a partir de ahora van a votar sobre
cosas pragmáticas».
Detrás de su figura, un incipiente equipo de pensadores
trata de ayudarle a orientar su posible espacio, que debe estar «fuera
de los mercados políticos tribales», insiste Ovejero. Un discurso que se
mueve en «el mensaje de los derechos constitucionales, que es
social-liberal en lo económico, avanzado en lo social y laico», resume
Francesc de Carreras. De hecho, en sus perfiles en Facebook (65.000
seguidores) y Twitter (8.500), el joven líder dejar claro su
agnosticismo religioso.
Resulta una metáfora tan fácil como inevitable concluir que
la carrera política de este joven doctor en Derecho Constitucional, con
plaza en excedencia en la asesoría jurídica de La Caixa, va como una
moto, su afición favorita. Cuando se lo permite su cada vez más apretada
agenda, en la que ha roto las barreras y da más conferencias fuera que
dentro de Cataluña, se sube a lomos de su máquina de gran cilindrada y
se hace unas curvas en los aledaños de su casa de La Garriga, en la zona
del Vallés Oriental. Cuando se quita el casco escucha a los Black Eyed
Pies, a Melendi o a clásicos de lo que podríamos llamar sonido
'catalanoespañol': Loquillo y Estopa.
Alumno preguntón
Él encarna los valores de una sociedad plural, muy lejos
del 'monocultivo' nacionalista que se impone en las calles y plazas de
Cataluña. Insistiendo en la línea argumental de sus padres políticos,
Albert Rivera Díaz concluye que «solo soy el alumno que levanta la mano y
pregunta algo distinto».
Hijo de Agustín Rivera, un catalán, y María Jesús Díaz,
malagueña, una pareja que regenta una pequeña tienda de
electrodomésticos en el popular barrio de La Barceloneta, la infancia de
Albert la completaron veranos en Málaga y tardes de mucho deporte en el
patio del colegio. Su adolescencia y juventud se forjaron bajo el
silencio de las piscinas de Granollers, que le permitieron ser dos veces
campeón de Cataluña de braza. Cuando ingresó en la universidad, cambió
la exigente disciplina de la pileta por el waterpolo para no retrasar
sus estudios.
Con el título bajo el brazo, La Caixa le hizo rápidamente
un hueco en su equipo de letrados, en donde sacó plaza por oposición
interna. Por aquel entonces el gusanillo de la política ya le había
capturado y por eso nunca dejó de pulir su formación con cursos como los
de Marketing Político en la Universidad George Washington. Con 26 años
(2006) se convirtió en el cabeza de cartel de aquel primer ensayo de
Ciutadans: un atleta desnudo dispuesto a una larga carrera de
obstáculos. No importó que «fuera muy joven e inexperto y nos hiciera
sufrir», como recuerda Boadella. En aquella primera 'jaula de grillos'
que fueron los tres escaños de Ciutadans (acabaron cada uno por su
lado), Albert Rivera demostró temple y constancia para desactivar el
campo minado de la política y la prensa catalana. Le acusaron de ser del
PP, del PSOE y sufrió amenazas de muerte (junto a su casa, su foto con
una diana y una bala clavada y la invitación a 'marcharse de Cataluña').
No le amedrentaron y puso su rostro en los carteles de las
elecciones generales del 2008, aunque no logró el acta de diputado. La
juventud de Ciutadans le permite descaro y romper moldes. En la
siguiente contienda electoral (2010), Rivera ya aparecía vestido
mientras el resto de contrincantes estaban desnudos. Confirmó sus tres
escaños y tal vez por eso decidió poco después tomar la alternativa y
dar la vuelta al ruedo en la Monumental de Barcelona junto a un diputado
del PP y un torero (Serafín Marín), para protestar por la prohibición
oficial. «Lo hice por coherencia. Yo no voy a los toros, pero votaré
para que otros puedan seguir yendo», se justifica.
El joven rostro de la política catalana considera a su
compañera, Mariona Saperas, psicóloga de un centro de adicciones, la
persona que «le ubica en el mundo y le aporta lo que ocurre en la
calle». Ambos educan a Daniela, su hija de tres años. En una tierra
obsesionada con crear fronteras, a su niña pretende inculcarle su
habitual declaración de principios geográficos: «Cataluña es mi tierra,
España mi país y Europa nuestro futuro. Mejor unidos».
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