Es
 posible que la congoleña Angélique Namaika no comparta los métodos de 
la mexicana que se hace llamar ?Diana cazadora de chóferes?, ...
Geografía e historia de la violación
Entre la mexicana que asesina a 
violadores y la monja congoleña que acoge a las víctimas, hay millones 
de mujeres destrozadas por esta lacra en el mundo,
 
Es posible que la congoleña Angélique Namaika no comparta 
los métodos de la mexicana que se hace llamar ‘Diana cazadora de 
chóferes’, pero seguro que al menos la entiende. La primera es una monja
 de la República Democrática del Congo, país considerado ‘la capital 
mundial de las violaciones’, con 400.000 mujeres forzadas al año, una 
media de 1.095 al día, según ‘American Journal of Public Health’. Puede 
que sean más. Y eso que no solo importa la cantidad, las violaciones 
aquí conllevan un horror más allá de lo imaginable. Namaika, de 45 años,
 acaba de ser distinguida este martes por el Alto Comisionado de 
Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) con el premio Nansen por 
haber ayudado a 2.000 mujeres y niñas obligadas a huir de sus hogares y 
que han sufrido abusos de todo tipo. Muy lejos de allí, en Ciudad 
Juárez, es noticia ‘Diana cazadora de chóferes’, que ante la impunidad 
con la que algunos conductores de autobuses están violando a sus 
compañeras de trabajo, decidió tomarse la justicia por su mano, y ha 
matado ya a dos (en Latinoamérica, el 77% de los asesinatos de mujeres 
queda impune). De ella es el retrato robot que aparece junto a estas 
líneas. 
Desde que conocimos a Amanat, aquella estudiante india 
asesinada por unos desalmados que la violaron en un autobús el pasado 
diciembre (cuatro de ellos acaban de ser condenados a morir en la horca 
para júbilo del pueblo), un día sí y otro también los medios de 
comunicación reflejan un horror que lleva acechando a las mujeres desde 
el principio de los tiempos. Según la organización feminista Apne Aap, 
hay 90.000 casos pendientes en la Justicia india, que tarda hasta ocho 
años en pronunciarse, y solo el 4% acaba en condena. Una mujer es 
forzada cada 20 minutos, y una de cada tres es menor. Vamos a herir 
sensibilidades, pero es la realidad: en agosto de 2012 una niña de 11 
años fue atacada por seis individuos;los médicos recibieron horrorizados
 su cuerpo, en el que tuvieron que fabricar un nuevo recto con una parte
 de su intestino. Pero ha sido la pobre Amanat la que ha puesto otra vez
 sobre el tapete el asunto. Suena ridículo, pero como solución el 
Gobierno ha repartido 21.000 cuchillos entre las mujeres para que se 
defiendan. Y aconseja: «Así como cortan verduras, que corten la mano que
 les toca». 
Lejos de ser apagado por la llamada civilización, este 
asunto continúa incendiando el planeta. Ya sea por aquellos que siguen 
pensando que el cuerpo de la mujer es un objeto para usar, como por esos
 otros que utilizan la violación como una eficaz arma de guerra. Aunque 
la ONU esperara para reconocerla como tal hasta 2008. Y eso que no le 
han faltado ejemplos: muchos soldados soviéticos (también franceses y 
estadounidenses) la emplearon a fondo contra ciudadanas alemanas 
conforme fueron ganando territorio a Hitler. Pudieron ser hasta dos 
millones; las ‘escogidas’ tenían entre 8 y 80 años y algunas fueron 
forzadas hasta 70 veces. Incluso usaban granadas para penetrarlas. El 
representante del Vaticano en Berlín aseguraba en 1945 que algunos 
llegaron a cebarse con esqueléticas internas recién liberadas de los 
campos de concentración. Pasó hace 68 años. 
Con el tiempo y el progreso las cosas no mejoraron. José 
Ricardo de Prada, hoy magistrado de la Audiencia Nacional y en su día 
juez internacional en la Sala de Crímenes de Guerra de la Corte de 
Bosnia-Herzegovina, incide en que la violación allí fue «determinante 
para la limpieza étnica», y señala a estas «víctimas reduplicadas de los
 conflictos», sufridoras no solo por la guerra sino por el ataque en sí.
 En la primera mitad de los noventa, hubo entre 20.000 y 50.000 víctimas
 de soldados serbios; en menor medida, también los bosnios utilizaron 
este arma. Cuando aquel horror terminaba, le tocó el turno a 
Ruanda;abril de 1994 fue sangriento para tutsis y hutus moderados. La 
ONU calcula entre 250.000 y 500.000 violaciones. 
«Vengaré a varias mujeres»
El último país en tomar el relevo ha sido Siria. Difícil 
saber las mujeres que pueden estar siendo violadas mientras usted lee 
esto, aunque entre adultos y niños muriendo con armas convencionales y 
químicas, un ‘simple’ ataque sexual queda minimizado. Organizaciones 
internacionales aseguran que las tropas de El-Assad emplean la violación
 contra el enemigo. También los rebeldes. Ni siquiera en las cárceles se
 está a salvo: allí, 1.500 mujeres han sido forzadas. 
Ningún país se salva de esta lacra. En el nuestro se 
produce una violación cada ocho horas. En Estados Unidos... ¡una de cada
 cinco mujeres dice haber sido violada! Pero quizá sea la República 
Democrática del Congo el peor lugar para ser mujer, donde aún se vive un
 conflicto civil que comenzó en 1996. La monja Angélique Namaika ha oído
 cosas tremendas: «Desde 2008 he estado cuidando de niñas que salían de 
los bosques tras haber permanecido secuestradas por el LRA (Ejército de 
Resistencia del Señor, que en los últimos años ha matado a 100.000 
personas, secuestrado a 70.000 y obligado a dos millones a abandonar su 
hogar, según Oxfam). Cuando me cuentan sus historias me obligo a no 
dejar que se me salten las lágrimas». 
Eve Ensler es la autora de ‘Los monólogos de la vagina’. 
«Como escritora y militante contra la violencia sexual contra las 
mujeres, vivo en el mundo de la violación. Pasé diez años escuchando 
historias en Bosnia, Kosovo, EEUU, Ciudad Juárez, Kenia, Pakistán, 
Haití, Filipinas, Irak y Afganistán. Pero nada de lo que había escuchado
 fue tan horrible y terrorífico como la destrucción de la especie humana
 femenina en el Congo». Se refiere, cuidado otra vez con las 
sensibilidades, «a mujeres con fístulas en la vagina y el recto por la 
introducción de palos, armas o violaciones masivas (...). Forzadas a 
ingerir excrementos o comer carne de bebés muertos. Testigos de cómo 
mataban a sus hijos, de la mutilación genital de sus maridos...».
Ensler dice: «Busco una forma de transmitir mi testimonio 
sin gritar, sin inmolarme y sin coger una AK 47». Esta última opción es 
la elegida por ‘Diana cazadora de chóferes’. Así habla ella: «Creen que 
porque somos mujeres somos débiles y puede que sí solo hasta cierto 
punto, pues aunque no contamos con quien nos defienda y tenemos la 
necesidad de trabajar hasta altas horas de la noche para mantener a 
nuestras familias, ya no podemos callar (…). Fuimos víctimas de 
violencia sexual por chóferes que cubrían el turno de noche de las 
maquilas en Juárez y aunque mucha gente sabe lo que sufrimos nadie nos 
defiende ni hace nada por protegernos. Por eso yo soy un instrumento que
 vengará a varias mujeres. Al parecer somos débiles para la sociedad, 
pero no lo somos, somos valientes, somos fuertes».
1945. Hanna Gerlitz es violada por seis soldados soviéticos
 mientras su marido, un banquero de Berlín, es obligado a mirar: 
«Después tuve que consolar a mi esposo y ayudarlo a recobrar el valor. 
Lloraba como un niño». 
 TÍTULO: LA REVISTA PANTALLA SEMANAL, El nuevo mesías de Cataluña
TÍTULO: LA REVISTA PANTALLA SEMANAL, El nuevo mesías de Cataluña
 Ciutadans ya es la tercera fuerza 
en las encuestas. Su líder ha convertido el partido en el antídoto 
contra el nacionalismo. Y en la bestia negra de PSC, CIU y PP. Les araña
 votos sin parar,.
 
Tiene la edad de Jesucristo (Barcelona, 15 de noviembre, 
1979) y también se ha presentado en el templo de la vida pública 
catalana para cantar las verdades a los que considera «mercaderes de la 
política». Albert Rivera, parlamentario y presidente de Ciutadans, 
también lo hizo completamente desnudo para demostrar que ya era tiempo 
de salir del 'armario' y atreverse a divulgarlo: «No todos los catalanes
 somos nacionalistas. Es tiempo de ver lo que nos une a España y no lo 
que nos separa». La idea la remacha el dramaturgo Albert Boadella, 
autoexiliado en Madrid y uno de los promotores en 2005 del manifiesto 
que dio origen a Ciutadans. «Hay un montón de gente joven que esperaba a
 alguien así. Es la última esperanza blanca sin contaminar que queda».
¿Será de verdad Albert Rivera el nuevo mesías de la vida 
pública? Las encuestas parecen ratificarlo. Las últimas sitúan a 
Ciutadans como la tercera fuerza política de Cataluña (tras ERC y CiU) y
 la primera no nacionalista (por delante de PSC-PSOE y PP). Bajo su 
liderazgo se ha asentado un partido 'antisistema', que va de frente 
contra la rígida balanza nacionalismo-constitucionalismo y que sube como
 la espuma al lograr situarse en el centro del tablero. «Rivera plantea 
las preguntas inaugurales que nadie hacía hasta ahora. Y lo hace sin 
pedir disculpas», reflexiona Félix Ovejero, profesor de Filosofía 
Política de la Universidad de Barcelona y también pionero de Ciutadans. 
En la misma línea se pronuncia Francesc de Carreras, catedrático de 
Derecho Constitucional y profesor del joven político cuando era su 
alumno en los doctorados. Admite que no destacó especialmente, salvo 
porque «era de los tres o cuatro que más participaban». Cuando De 
Carreras decidió dar el paso con otros intelectuales y promover un 
partido que rompiera la deriva catalana, apareció por allí el 
veinteañero Albert, que ha logrado que «muchos le escuchen ahora y se 
den cuenta de que 'este chico dice lo que yo pensaba y no me atrevía a 
manifestar'».
Empujados por esa voz que habla por ellos, 275.007 votantes
 le entregaron su confianza en las elecciones del 25-N del pasado año, 
que se ha traducido en nueve escaños, el triple de su primera aventura 
electoral. Son los votos de la gente que, en palabras de Félix Ovejero, 
ha logrado romper la «espiral de silencio: esa que hacía que solo se 
escuchara una idea (por supuesto, la nacionalista), lo que provocaba que
 todos acabaran pensando que debía ser la única verdad». Pero también ha
 arañado muchos votos a socialistas y populares. Es su bestia negra.
Otras consultas ya le ubican como el político mejor 
valorado incluso en toda España. Un logro en el que juega a su favor el 
título de campeón nacional de oratoria con el equipo universitario de la
 Universidad Ramón Llull (Esade), donde cursó la carrera. Y, desde 
luego, es el primero que logra tal proyección política sin venir del 
pasado: solo conoce la vida tras la Constitución del 78. Lo demás tiene 
que buscarlo en los libros de historia. Por eso invita a sus 
conciudadanos a salirse de «las trincheras ideológicas». Sabe que 
vivimos un tiempo en el que «las siglas están en peligro, pero la gente 
sigue teniendo sueños e ideas. Y a partir de ahora van a votar sobre 
cosas pragmáticas».
Detrás de su figura, un incipiente equipo de pensadores 
trata de ayudarle a orientar su posible espacio, que debe estar «fuera 
de los mercados políticos tribales», insiste Ovejero. Un discurso que se
 mueve en «el mensaje de los derechos constitucionales, que es 
social-liberal en lo económico, avanzado en lo social y laico», resume 
Francesc de Carreras. De hecho, en sus perfiles en Facebook (65.000 
seguidores) y Twitter (8.500), el joven líder dejar claro su 
agnosticismo religioso.
Resulta una metáfora tan fácil como inevitable concluir que
 la carrera política de este joven doctor en Derecho Constitucional, con
 plaza en excedencia en la asesoría jurídica de La Caixa, va como una 
moto, su afición favorita. Cuando se lo permite su cada vez más apretada
 agenda, en la que ha roto las barreras y da más conferencias fuera que 
dentro de Cataluña, se sube a lomos de su máquina de gran cilindrada y 
se hace unas curvas en los aledaños de su casa de La Garriga, en la zona
 del Vallés Oriental. Cuando se quita el casco escucha a los Black Eyed 
Pies, a Melendi o a clásicos de lo que podríamos llamar sonido 
'catalanoespañol': Loquillo y Estopa.
Alumno preguntón 
Él encarna los valores de una sociedad plural, muy lejos 
del 'monocultivo' nacionalista que se impone en las calles y plazas de 
Cataluña. Insistiendo en la línea argumental de sus padres políticos, 
Albert Rivera Díaz concluye que «solo soy el alumno que levanta la mano y
 pregunta algo distinto».
Hijo de Agustín Rivera, un catalán, y María Jesús Díaz, 
malagueña, una pareja que regenta una pequeña tienda de 
electrodomésticos en el popular barrio de La Barceloneta, la infancia de
 Albert la completaron veranos en Málaga y tardes de mucho deporte en el
 patio del colegio. Su adolescencia y juventud se forjaron bajo el 
silencio de las piscinas de Granollers, que le permitieron ser dos veces
 campeón de Cataluña de braza. Cuando ingresó en la universidad, cambió 
la exigente disciplina de la pileta por el waterpolo para no retrasar 
sus estudios.
Con el título bajo el brazo, La Caixa le hizo rápidamente 
un hueco en su equipo de letrados, en donde sacó plaza por oposición 
interna. Por aquel entonces el gusanillo de la política ya le había 
capturado y por eso nunca dejó de pulir su formación con cursos como los
 de Marketing Político en la Universidad George Washington. Con 26 años 
(2006) se convirtió en el cabeza de cartel de aquel primer ensayo de 
Ciutadans: un atleta desnudo dispuesto a una larga carrera de 
obstáculos. No importó que «fuera muy joven e inexperto y nos hiciera 
sufrir», como recuerda Boadella. En aquella primera 'jaula de grillos' 
que fueron los tres escaños de Ciutadans (acabaron cada uno por su 
lado), Albert Rivera demostró temple y constancia para desactivar el 
campo minado de la política y la prensa catalana. Le acusaron de ser del
 PP, del PSOE y sufrió amenazas de muerte (junto a su casa, su foto con 
una diana y una bala clavada y la invitación a 'marcharse de Cataluña').
No le amedrentaron y puso su rostro en los carteles de las 
elecciones generales del 2008, aunque no logró el acta de diputado. La 
juventud de Ciutadans le permite descaro y romper moldes. En la 
siguiente contienda electoral (2010), Rivera ya aparecía vestido 
mientras el resto de contrincantes estaban desnudos. Confirmó sus tres 
escaños y tal vez por eso decidió poco después tomar la alternativa y 
dar la vuelta al ruedo en la Monumental de Barcelona junto a un diputado
 del PP y un torero (Serafín Marín), para protestar por la prohibición 
oficial. «Lo hice por coherencia. Yo no voy a los toros, pero votaré 
para que otros puedan seguir yendo», se justifica.
El joven rostro de la política catalana considera a su 
compañera, Mariona Saperas, psicóloga de un centro de adicciones, la 
persona que «le ubica en el mundo y le aporta lo que ocurre en la 
calle». Ambos educan a Daniela, su hija de tres años. En una tierra 
obsesionada con crear fronteras, a su niña pretende inculcarle su 
habitual declaración de principios geográficos: «Cataluña es mi tierra, 
España mi país y Europa nuestro futuro. Mejor unidos».
Ciutadans ya es la tercera fuerza 
en las encuestas. Su líder ha convertido el partido en el antídoto 
contra el nacionalismo. Y en la bestia negra de PSC, CIU y PP. Les araña
 votos sin parar,.
 
Tiene la edad de Jesucristo (Barcelona, 15 de noviembre, 
1979) y también se ha presentado en el templo de la vida pública 
catalana para cantar las verdades a los que considera «mercaderes de la 
política». Albert Rivera, parlamentario y presidente de Ciutadans, 
también lo hizo completamente desnudo para demostrar que ya era tiempo 
de salir del 'armario' y atreverse a divulgarlo: «No todos los catalanes
 somos nacionalistas. Es tiempo de ver lo que nos une a España y no lo 
que nos separa». La idea la remacha el dramaturgo Albert Boadella, 
autoexiliado en Madrid y uno de los promotores en 2005 del manifiesto 
que dio origen a Ciutadans. «Hay un montón de gente joven que esperaba a
 alguien así. Es la última esperanza blanca sin contaminar que queda».
¿Será de verdad Albert Rivera el nuevo mesías de la vida 
pública? Las encuestas parecen ratificarlo. Las últimas sitúan a 
Ciutadans como la tercera fuerza política de Cataluña (tras ERC y CiU) y
 la primera no nacionalista (por delante de PSC-PSOE y PP). Bajo su 
liderazgo se ha asentado un partido 'antisistema', que va de frente 
contra la rígida balanza nacionalismo-constitucionalismo y que sube como
 la espuma al lograr situarse en el centro del tablero. «Rivera plantea 
las preguntas inaugurales que nadie hacía hasta ahora. Y lo hace sin 
pedir disculpas», reflexiona Félix Ovejero, profesor de Filosofía 
Política de la Universidad de Barcelona y también pionero de Ciutadans. 
En la misma línea se pronuncia Francesc de Carreras, catedrático de 
Derecho Constitucional y profesor del joven político cuando era su 
alumno en los doctorados. Admite que no destacó especialmente, salvo 
porque «era de los tres o cuatro que más participaban». Cuando De 
Carreras decidió dar el paso con otros intelectuales y promover un 
partido que rompiera la deriva catalana, apareció por allí el 
veinteañero Albert, que ha logrado que «muchos le escuchen ahora y se 
den cuenta de que 'este chico dice lo que yo pensaba y no me atrevía a 
manifestar'».
Empujados por esa voz que habla por ellos, 275.007 votantes
 le entregaron su confianza en las elecciones del 25-N del pasado año, 
que se ha traducido en nueve escaños, el triple de su primera aventura 
electoral. Son los votos de la gente que, en palabras de Félix Ovejero, 
ha logrado romper la «espiral de silencio: esa que hacía que solo se 
escuchara una idea (por supuesto, la nacionalista), lo que provocaba que
 todos acabaran pensando que debía ser la única verdad». Pero también ha
 arañado muchos votos a socialistas y populares. Es su bestia negra.
Otras consultas ya le ubican como el político mejor 
valorado incluso en toda España. Un logro en el que juega a su favor el 
título de campeón nacional de oratoria con el equipo universitario de la
 Universidad Ramón Llull (Esade), donde cursó la carrera. Y, desde 
luego, es el primero que logra tal proyección política sin venir del 
pasado: solo conoce la vida tras la Constitución del 78. Lo demás tiene 
que buscarlo en los libros de historia. Por eso invita a sus 
conciudadanos a salirse de «las trincheras ideológicas». Sabe que 
vivimos un tiempo en el que «las siglas están en peligro, pero la gente 
sigue teniendo sueños e ideas. Y a partir de ahora van a votar sobre 
cosas pragmáticas».
Detrás de su figura, un incipiente equipo de pensadores 
trata de ayudarle a orientar su posible espacio, que debe estar «fuera 
de los mercados políticos tribales», insiste Ovejero. Un discurso que se
 mueve en «el mensaje de los derechos constitucionales, que es 
social-liberal en lo económico, avanzado en lo social y laico», resume 
Francesc de Carreras. De hecho, en sus perfiles en Facebook (65.000 
seguidores) y Twitter (8.500), el joven líder dejar claro su 
agnosticismo religioso.
Resulta una metáfora tan fácil como inevitable concluir que
 la carrera política de este joven doctor en Derecho Constitucional, con
 plaza en excedencia en la asesoría jurídica de La Caixa, va como una 
moto, su afición favorita. Cuando se lo permite su cada vez más apretada
 agenda, en la que ha roto las barreras y da más conferencias fuera que 
dentro de Cataluña, se sube a lomos de su máquina de gran cilindrada y 
se hace unas curvas en los aledaños de su casa de La Garriga, en la zona
 del Vallés Oriental. Cuando se quita el casco escucha a los Black Eyed 
Pies, a Melendi o a clásicos de lo que podríamos llamar sonido 
'catalanoespañol': Loquillo y Estopa.
Alumno preguntón 
Él encarna los valores de una sociedad plural, muy lejos 
del 'monocultivo' nacionalista que se impone en las calles y plazas de 
Cataluña. Insistiendo en la línea argumental de sus padres políticos, 
Albert Rivera Díaz concluye que «solo soy el alumno que levanta la mano y
 pregunta algo distinto».
Hijo de Agustín Rivera, un catalán, y María Jesús Díaz, 
malagueña, una pareja que regenta una pequeña tienda de 
electrodomésticos en el popular barrio de La Barceloneta, la infancia de
 Albert la completaron veranos en Málaga y tardes de mucho deporte en el
 patio del colegio. Su adolescencia y juventud se forjaron bajo el 
silencio de las piscinas de Granollers, que le permitieron ser dos veces
 campeón de Cataluña de braza. Cuando ingresó en la universidad, cambió 
la exigente disciplina de la pileta por el waterpolo para no retrasar 
sus estudios.
Con el título bajo el brazo, La Caixa le hizo rápidamente 
un hueco en su equipo de letrados, en donde sacó plaza por oposición 
interna. Por aquel entonces el gusanillo de la política ya le había 
capturado y por eso nunca dejó de pulir su formación con cursos como los
 de Marketing Político en la Universidad George Washington. Con 26 años 
(2006) se convirtió en el cabeza de cartel de aquel primer ensayo de 
Ciutadans: un atleta desnudo dispuesto a una larga carrera de 
obstáculos. No importó que «fuera muy joven e inexperto y nos hiciera 
sufrir», como recuerda Boadella. En aquella primera 'jaula de grillos' 
que fueron los tres escaños de Ciutadans (acabaron cada uno por su 
lado), Albert Rivera demostró temple y constancia para desactivar el 
campo minado de la política y la prensa catalana. Le acusaron de ser del
 PP, del PSOE y sufrió amenazas de muerte (junto a su casa, su foto con 
una diana y una bala clavada y la invitación a 'marcharse de Cataluña').
No le amedrentaron y puso su rostro en los carteles de las 
elecciones generales del 2008, aunque no logró el acta de diputado. La 
juventud de Ciutadans le permite descaro y romper moldes. En la 
siguiente contienda electoral (2010), Rivera ya aparecía vestido 
mientras el resto de contrincantes estaban desnudos. Confirmó sus tres 
escaños y tal vez por eso decidió poco después tomar la alternativa y 
dar la vuelta al ruedo en la Monumental de Barcelona junto a un diputado
 del PP y un torero (Serafín Marín), para protestar por la prohibición 
oficial. «Lo hice por coherencia. Yo no voy a los toros, pero votaré 
para que otros puedan seguir yendo», se justifica.
El joven rostro de la política catalana considera a su 
compañera, Mariona Saperas, psicóloga de un centro de adicciones, la 
persona que «le ubica en el mundo y le aporta lo que ocurre en la 
calle». Ambos educan a Daniela, su hija de tres años. En una tierra 
obsesionada con crear fronteras, a su niña pretende inculcarle su 
habitual declaración de principios geográficos: «Cataluña es mi tierra, 
España mi país y Europa nuestro futuro. Mejor unidos».
Es posible que la congoleña Angélique Namaika no comparta 
los métodos de la mexicana que se hace llamar ‘Diana cazadora de 
chóferes’, pero seguro que al menos la entiende. La primera es una monja
 de la República Democrática del Congo, país considerado ‘la capital 
mundial de las violaciones’, con 400.000 mujeres forzadas al año, una 
media de 1.095 al día, según ‘American Journal of Public Health’. Puede 
que sean más. Y eso que no solo importa la cantidad, las violaciones 
aquí conllevan un horror más allá de lo imaginable. Namaika, de 45 años,
 acaba de ser distinguida este martes por el Alto Comisionado de 
Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) con el premio Nansen por 
haber ayudado a 2.000 mujeres y niñas obligadas a huir de sus hogares y 
que han sufrido abusos de todo tipo. Muy lejos de allí, en Ciudad 
Juárez, es noticia ‘Diana cazadora de chóferes’, que ante la impunidad 
con la que algunos conductores de autobuses están violando a sus 
compañeras de trabajo, decidió tomarse la justicia por su mano, y ha 
matado ya a dos (en Latinoamérica, el 77% de los asesinatos de mujeres 
queda impune). De ella es el retrato robot que aparece junto a estas 
líneas. 
Desde que conocimos a Amanat, aquella estudiante india 
asesinada por unos desalmados que la violaron en un autobús el pasado 
diciembre (cuatro de ellos acaban de ser condenados a morir en la horca 
para júbilo del pueblo), un día sí y otro también los medios de 
comunicación reflejan un horror que lleva acechando a las mujeres desde 
el principio de los tiempos. Según la organización feminista Apne Aap, 
hay 90.000 casos pendientes en la Justicia india, que tarda hasta ocho 
años en pronunciarse, y solo el 4% acaba en condena. Una mujer es 
forzada cada 20 minutos, y una de cada tres es menor. Vamos a herir 
sensibilidades, pero es la realidad: en agosto de 2012 una niña de 11 
años fue atacada por seis individuos;los médicos recibieron horrorizados
 su cuerpo, en el que tuvieron que fabricar un nuevo recto con una parte
 de su intestino. Pero ha sido la pobre Amanat la que ha puesto otra vez
 sobre el tapete el asunto. Suena ridículo, pero como solución el 
Gobierno ha repartido 21.000 cuchillos entre las mujeres para que se 
defiendan. Y aconseja: «Así como cortan verduras, que corten la mano que
 les toca». 
Lejos de ser apagado por la llamada civilización, este 
asunto continúa incendiando el planeta. Ya sea por aquellos que siguen 
pensando que el cuerpo de la mujer es un objeto para usar, como por esos
 otros que utilizan la violación como una eficaz arma de guerra. Aunque 
la ONU esperara para reconocerla como tal hasta 2008. Y eso que no le 
han faltado ejemplos: muchos soldados soviéticos (también franceses y 
estadounidenses) la emplearon a fondo contra ciudadanas alemanas 
conforme fueron ganando territorio a Hitler. Pudieron ser hasta dos 
millones; las ‘escogidas’ tenían entre 8 y 80 años y algunas fueron 
forzadas hasta 70 veces. Incluso usaban granadas para penetrarlas. El 
representante del Vaticano en Berlín aseguraba en 1945 que algunos 
llegaron a cebarse con esqueléticas internas recién liberadas de los 
campos de concentración. Pasó hace 68 años. 
Con el tiempo y el progreso las cosas no mejoraron. José 
Ricardo de Prada, hoy magistrado de la Audiencia Nacional y en su día 
juez internacional en la Sala de Crímenes de Guerra de la Corte de 
Bosnia-Herzegovina, incide en que la violación allí fue «determinante 
para la limpieza étnica», y señala a estas «víctimas reduplicadas de los
 conflictos», sufridoras no solo por la guerra sino por el ataque en sí.
 En la primera mitad de los noventa, hubo entre 20.000 y 50.000 víctimas
 de soldados serbios; en menor medida, también los bosnios utilizaron 
este arma. Cuando aquel horror terminaba, le tocó el turno a 
Ruanda;abril de 1994 fue sangriento para tutsis y hutus moderados. La 
ONU calcula entre 250.000 y 500.000 violaciones. 
«Vengaré a varias mujeres»
El último país en tomar el relevo ha sido Siria. Difícil 
saber las mujeres que pueden estar siendo violadas mientras usted lee 
esto, aunque entre adultos y niños muriendo con armas convencionales y 
químicas, un ‘simple’ ataque sexual queda minimizado. Organizaciones 
internacionales aseguran que las tropas de El-Assad emplean la violación
 contra el enemigo. También los rebeldes. Ni siquiera en las cárceles se
 está a salvo: allí, 1.500 mujeres han sido forzadas. 
Ningún país se salva de esta lacra. En el nuestro se 
produce una violación cada ocho horas. En Estados Unidos... ¡una de cada
 cinco mujeres dice haber sido violada! Pero quizá sea la República 
Democrática del Congo el peor lugar para ser mujer, donde aún se vive un
 conflicto civil que comenzó en 1996. La monja Angélique Namaika ha oído
 cosas tremendas: «Desde 2008 he estado cuidando de niñas que salían de 
los bosques tras haber permanecido secuestradas por el LRA (Ejército de 
Resistencia del Señor, que en los últimos años ha matado a 100.000 
personas, secuestrado a 70.000 y obligado a dos millones a abandonar su 
hogar, según Oxfam). Cuando me cuentan sus historias me obligo a no 
dejar que se me salten las lágrimas». 
Eve Ensler es la autora de ‘Los monólogos de la vagina’. 
«Como escritora y militante contra la violencia sexual contra las 
mujeres, vivo en el mundo de la violación. Pasé diez años escuchando 
historias en Bosnia, Kosovo, EEUU, Ciudad Juárez, Kenia, Pakistán, 
Haití, Filipinas, Irak y Afganistán. Pero nada de lo que había escuchado
 fue tan horrible y terrorífico como la destrucción de la especie humana
 femenina en el Congo». Se refiere, cuidado otra vez con las 
sensibilidades, «a mujeres con fístulas en la vagina y el recto por la 
introducción de palos, armas o violaciones masivas (...). Forzadas a 
ingerir excrementos o comer carne de bebés muertos. Testigos de cómo 
mataban a sus hijos, de la mutilación genital de sus maridos...».
Ensler dice: «Busco una forma de transmitir mi testimonio 
sin gritar, sin inmolarme y sin coger una AK 47». Esta última opción es 
la elegida por ‘Diana cazadora de chóferes’. Así habla ella: «Creen que 
porque somos mujeres somos débiles y puede que sí solo hasta cierto 
punto, pues aunque no contamos con quien nos defienda y tenemos la 
necesidad de trabajar hasta altas horas de la noche para mantener a 
nuestras familias, ya no podemos callar (…). Fuimos víctimas de 
violencia sexual por chóferes que cubrían el turno de noche de las 
maquilas en Juárez y aunque mucha gente sabe lo que sufrimos nadie nos 
defiende ni hace nada por protegernos. Por eso yo soy un instrumento que
 vengará a varias mujeres. Al parecer somos débiles para la sociedad, 
pero no lo somos, somos valientes, somos fuertes».
1945. Hanna Gerlitz es violada por seis soldados soviéticos
 mientras su marido, un banquero de Berlín, es obligado a mirar: 
«Después tuve que consolar a mi esposo y ayudarlo a recobrar el valor. 
Lloraba como un niño». 
 TÍTULO: LA REVISTA PANTALLA SEMANAL, El nuevo mesías de Cataluña
TÍTULO: LA REVISTA PANTALLA SEMANAL, El nuevo mesías de Cataluña
 Ciutadans ya es la tercera fuerza 
en las encuestas. Su líder ha convertido el partido en el antídoto 
contra el nacionalismo. Y en la bestia negra de PSC, CIU y PP. Les araña
 votos sin parar,.
 
Tiene la edad de Jesucristo (Barcelona, 15 de noviembre, 
1979) y también se ha presentado en el templo de la vida pública 
catalana para cantar las verdades a los que considera «mercaderes de la 
política». Albert Rivera, parlamentario y presidente de Ciutadans, 
también lo hizo completamente desnudo para demostrar que ya era tiempo 
de salir del 'armario' y atreverse a divulgarlo: «No todos los catalanes
 somos nacionalistas. Es tiempo de ver lo que nos une a España y no lo 
que nos separa». La idea la remacha el dramaturgo Albert Boadella, 
autoexiliado en Madrid y uno de los promotores en 2005 del manifiesto 
que dio origen a Ciutadans. «Hay un montón de gente joven que esperaba a
 alguien así. Es la última esperanza blanca sin contaminar que queda».
¿Será de verdad Albert Rivera el nuevo mesías de la vida 
pública? Las encuestas parecen ratificarlo. Las últimas sitúan a 
Ciutadans como la tercera fuerza política de Cataluña (tras ERC y CiU) y
 la primera no nacionalista (por delante de PSC-PSOE y PP). Bajo su 
liderazgo se ha asentado un partido 'antisistema', que va de frente 
contra la rígida balanza nacionalismo-constitucionalismo y que sube como
 la espuma al lograr situarse en el centro del tablero. «Rivera plantea 
las preguntas inaugurales que nadie hacía hasta ahora. Y lo hace sin 
pedir disculpas», reflexiona Félix Ovejero, profesor de Filosofía 
Política de la Universidad de Barcelona y también pionero de Ciutadans. 
En la misma línea se pronuncia Francesc de Carreras, catedrático de 
Derecho Constitucional y profesor del joven político cuando era su 
alumno en los doctorados. Admite que no destacó especialmente, salvo 
porque «era de los tres o cuatro que más participaban». Cuando De 
Carreras decidió dar el paso con otros intelectuales y promover un 
partido que rompiera la deriva catalana, apareció por allí el 
veinteañero Albert, que ha logrado que «muchos le escuchen ahora y se 
den cuenta de que 'este chico dice lo que yo pensaba y no me atrevía a 
manifestar'».
Empujados por esa voz que habla por ellos, 275.007 votantes
 le entregaron su confianza en las elecciones del 25-N del pasado año, 
que se ha traducido en nueve escaños, el triple de su primera aventura 
electoral. Son los votos de la gente que, en palabras de Félix Ovejero, 
ha logrado romper la «espiral de silencio: esa que hacía que solo se 
escuchara una idea (por supuesto, la nacionalista), lo que provocaba que
 todos acabaran pensando que debía ser la única verdad». Pero también ha
 arañado muchos votos a socialistas y populares. Es su bestia negra.
Otras consultas ya le ubican como el político mejor 
valorado incluso en toda España. Un logro en el que juega a su favor el 
título de campeón nacional de oratoria con el equipo universitario de la
 Universidad Ramón Llull (Esade), donde cursó la carrera. Y, desde 
luego, es el primero que logra tal proyección política sin venir del 
pasado: solo conoce la vida tras la Constitución del 78. Lo demás tiene 
que buscarlo en los libros de historia. Por eso invita a sus 
conciudadanos a salirse de «las trincheras ideológicas». Sabe que 
vivimos un tiempo en el que «las siglas están en peligro, pero la gente 
sigue teniendo sueños e ideas. Y a partir de ahora van a votar sobre 
cosas pragmáticas».
Detrás de su figura, un incipiente equipo de pensadores 
trata de ayudarle a orientar su posible espacio, que debe estar «fuera 
de los mercados políticos tribales», insiste Ovejero. Un discurso que se
 mueve en «el mensaje de los derechos constitucionales, que es 
social-liberal en lo económico, avanzado en lo social y laico», resume 
Francesc de Carreras. De hecho, en sus perfiles en Facebook (65.000 
seguidores) y Twitter (8.500), el joven líder dejar claro su 
agnosticismo religioso.
Resulta una metáfora tan fácil como inevitable concluir que
 la carrera política de este joven doctor en Derecho Constitucional, con
 plaza en excedencia en la asesoría jurídica de La Caixa, va como una 
moto, su afición favorita. Cuando se lo permite su cada vez más apretada
 agenda, en la que ha roto las barreras y da más conferencias fuera que 
dentro de Cataluña, se sube a lomos de su máquina de gran cilindrada y 
se hace unas curvas en los aledaños de su casa de La Garriga, en la zona
 del Vallés Oriental. Cuando se quita el casco escucha a los Black Eyed 
Pies, a Melendi o a clásicos de lo que podríamos llamar sonido 
'catalanoespañol': Loquillo y Estopa.
Alumno preguntón 
Él encarna los valores de una sociedad plural, muy lejos 
del 'monocultivo' nacionalista que se impone en las calles y plazas de 
Cataluña. Insistiendo en la línea argumental de sus padres políticos, 
Albert Rivera Díaz concluye que «solo soy el alumno que levanta la mano y
 pregunta algo distinto».
Hijo de Agustín Rivera, un catalán, y María Jesús Díaz, 
malagueña, una pareja que regenta una pequeña tienda de 
electrodomésticos en el popular barrio de La Barceloneta, la infancia de
 Albert la completaron veranos en Málaga y tardes de mucho deporte en el
 patio del colegio. Su adolescencia y juventud se forjaron bajo el 
silencio de las piscinas de Granollers, que le permitieron ser dos veces
 campeón de Cataluña de braza. Cuando ingresó en la universidad, cambió 
la exigente disciplina de la pileta por el waterpolo para no retrasar 
sus estudios.
Con el título bajo el brazo, La Caixa le hizo rápidamente 
un hueco en su equipo de letrados, en donde sacó plaza por oposición 
interna. Por aquel entonces el gusanillo de la política ya le había 
capturado y por eso nunca dejó de pulir su formación con cursos como los
 de Marketing Político en la Universidad George Washington. Con 26 años 
(2006) se convirtió en el cabeza de cartel de aquel primer ensayo de 
Ciutadans: un atleta desnudo dispuesto a una larga carrera de 
obstáculos. No importó que «fuera muy joven e inexperto y nos hiciera 
sufrir», como recuerda Boadella. En aquella primera 'jaula de grillos' 
que fueron los tres escaños de Ciutadans (acabaron cada uno por su 
lado), Albert Rivera demostró temple y constancia para desactivar el 
campo minado de la política y la prensa catalana. Le acusaron de ser del
 PP, del PSOE y sufrió amenazas de muerte (junto a su casa, su foto con 
una diana y una bala clavada y la invitación a 'marcharse de Cataluña').
No le amedrentaron y puso su rostro en los carteles de las 
elecciones generales del 2008, aunque no logró el acta de diputado. La 
juventud de Ciutadans le permite descaro y romper moldes. En la 
siguiente contienda electoral (2010), Rivera ya aparecía vestido 
mientras el resto de contrincantes estaban desnudos. Confirmó sus tres 
escaños y tal vez por eso decidió poco después tomar la alternativa y 
dar la vuelta al ruedo en la Monumental de Barcelona junto a un diputado
 del PP y un torero (Serafín Marín), para protestar por la prohibición 
oficial. «Lo hice por coherencia. Yo no voy a los toros, pero votaré 
para que otros puedan seguir yendo», se justifica.
El joven rostro de la política catalana considera a su 
compañera, Mariona Saperas, psicóloga de un centro de adicciones, la 
persona que «le ubica en el mundo y le aporta lo que ocurre en la 
calle». Ambos educan a Daniela, su hija de tres años. En una tierra 
obsesionada con crear fronteras, a su niña pretende inculcarle su 
habitual declaración de principios geográficos: «Cataluña es mi tierra, 
España mi país y Europa nuestro futuro. Mejor unidos».
Ciutadans ya es la tercera fuerza 
en las encuestas. Su líder ha convertido el partido en el antídoto 
contra el nacionalismo. Y en la bestia negra de PSC, CIU y PP. Les araña
 votos sin parar,.
 
Tiene la edad de Jesucristo (Barcelona, 15 de noviembre, 
1979) y también se ha presentado en el templo de la vida pública 
catalana para cantar las verdades a los que considera «mercaderes de la 
política». Albert Rivera, parlamentario y presidente de Ciutadans, 
también lo hizo completamente desnudo para demostrar que ya era tiempo 
de salir del 'armario' y atreverse a divulgarlo: «No todos los catalanes
 somos nacionalistas. Es tiempo de ver lo que nos une a España y no lo 
que nos separa». La idea la remacha el dramaturgo Albert Boadella, 
autoexiliado en Madrid y uno de los promotores en 2005 del manifiesto 
que dio origen a Ciutadans. «Hay un montón de gente joven que esperaba a
 alguien así. Es la última esperanza blanca sin contaminar que queda».
¿Será de verdad Albert Rivera el nuevo mesías de la vida 
pública? Las encuestas parecen ratificarlo. Las últimas sitúan a 
Ciutadans como la tercera fuerza política de Cataluña (tras ERC y CiU) y
 la primera no nacionalista (por delante de PSC-PSOE y PP). Bajo su 
liderazgo se ha asentado un partido 'antisistema', que va de frente 
contra la rígida balanza nacionalismo-constitucionalismo y que sube como
 la espuma al lograr situarse en el centro del tablero. «Rivera plantea 
las preguntas inaugurales que nadie hacía hasta ahora. Y lo hace sin 
pedir disculpas», reflexiona Félix Ovejero, profesor de Filosofía 
Política de la Universidad de Barcelona y también pionero de Ciutadans. 
En la misma línea se pronuncia Francesc de Carreras, catedrático de 
Derecho Constitucional y profesor del joven político cuando era su 
alumno en los doctorados. Admite que no destacó especialmente, salvo 
porque «era de los tres o cuatro que más participaban». Cuando De 
Carreras decidió dar el paso con otros intelectuales y promover un 
partido que rompiera la deriva catalana, apareció por allí el 
veinteañero Albert, que ha logrado que «muchos le escuchen ahora y se 
den cuenta de que 'este chico dice lo que yo pensaba y no me atrevía a 
manifestar'».
Empujados por esa voz que habla por ellos, 275.007 votantes
 le entregaron su confianza en las elecciones del 25-N del pasado año, 
que se ha traducido en nueve escaños, el triple de su primera aventura 
electoral. Son los votos de la gente que, en palabras de Félix Ovejero, 
ha logrado romper la «espiral de silencio: esa que hacía que solo se 
escuchara una idea (por supuesto, la nacionalista), lo que provocaba que
 todos acabaran pensando que debía ser la única verdad». Pero también ha
 arañado muchos votos a socialistas y populares. Es su bestia negra.
Otras consultas ya le ubican como el político mejor 
valorado incluso en toda España. Un logro en el que juega a su favor el 
título de campeón nacional de oratoria con el equipo universitario de la
 Universidad Ramón Llull (Esade), donde cursó la carrera. Y, desde 
luego, es el primero que logra tal proyección política sin venir del 
pasado: solo conoce la vida tras la Constitución del 78. Lo demás tiene 
que buscarlo en los libros de historia. Por eso invita a sus 
conciudadanos a salirse de «las trincheras ideológicas». Sabe que 
vivimos un tiempo en el que «las siglas están en peligro, pero la gente 
sigue teniendo sueños e ideas. Y a partir de ahora van a votar sobre 
cosas pragmáticas».
Detrás de su figura, un incipiente equipo de pensadores 
trata de ayudarle a orientar su posible espacio, que debe estar «fuera 
de los mercados políticos tribales», insiste Ovejero. Un discurso que se
 mueve en «el mensaje de los derechos constitucionales, que es 
social-liberal en lo económico, avanzado en lo social y laico», resume 
Francesc de Carreras. De hecho, en sus perfiles en Facebook (65.000 
seguidores) y Twitter (8.500), el joven líder dejar claro su 
agnosticismo religioso.
Resulta una metáfora tan fácil como inevitable concluir que
 la carrera política de este joven doctor en Derecho Constitucional, con
 plaza en excedencia en la asesoría jurídica de La Caixa, va como una 
moto, su afición favorita. Cuando se lo permite su cada vez más apretada
 agenda, en la que ha roto las barreras y da más conferencias fuera que 
dentro de Cataluña, se sube a lomos de su máquina de gran cilindrada y 
se hace unas curvas en los aledaños de su casa de La Garriga, en la zona
 del Vallés Oriental. Cuando se quita el casco escucha a los Black Eyed 
Pies, a Melendi o a clásicos de lo que podríamos llamar sonido 
'catalanoespañol': Loquillo y Estopa.
Alumno preguntón 
Él encarna los valores de una sociedad plural, muy lejos 
del 'monocultivo' nacionalista que se impone en las calles y plazas de 
Cataluña. Insistiendo en la línea argumental de sus padres políticos, 
Albert Rivera Díaz concluye que «solo soy el alumno que levanta la mano y
 pregunta algo distinto».
Hijo de Agustín Rivera, un catalán, y María Jesús Díaz, 
malagueña, una pareja que regenta una pequeña tienda de 
electrodomésticos en el popular barrio de La Barceloneta, la infancia de
 Albert la completaron veranos en Málaga y tardes de mucho deporte en el
 patio del colegio. Su adolescencia y juventud se forjaron bajo el 
silencio de las piscinas de Granollers, que le permitieron ser dos veces
 campeón de Cataluña de braza. Cuando ingresó en la universidad, cambió 
la exigente disciplina de la pileta por el waterpolo para no retrasar 
sus estudios.
Con el título bajo el brazo, La Caixa le hizo rápidamente 
un hueco en su equipo de letrados, en donde sacó plaza por oposición 
interna. Por aquel entonces el gusanillo de la política ya le había 
capturado y por eso nunca dejó de pulir su formación con cursos como los
 de Marketing Político en la Universidad George Washington. Con 26 años 
(2006) se convirtió en el cabeza de cartel de aquel primer ensayo de 
Ciutadans: un atleta desnudo dispuesto a una larga carrera de 
obstáculos. No importó que «fuera muy joven e inexperto y nos hiciera 
sufrir», como recuerda Boadella. En aquella primera 'jaula de grillos' 
que fueron los tres escaños de Ciutadans (acabaron cada uno por su 
lado), Albert Rivera demostró temple y constancia para desactivar el 
campo minado de la política y la prensa catalana. Le acusaron de ser del
 PP, del PSOE y sufrió amenazas de muerte (junto a su casa, su foto con 
una diana y una bala clavada y la invitación a 'marcharse de Cataluña').
No le amedrentaron y puso su rostro en los carteles de las 
elecciones generales del 2008, aunque no logró el acta de diputado. La 
juventud de Ciutadans le permite descaro y romper moldes. En la 
siguiente contienda electoral (2010), Rivera ya aparecía vestido 
mientras el resto de contrincantes estaban desnudos. Confirmó sus tres 
escaños y tal vez por eso decidió poco después tomar la alternativa y 
dar la vuelta al ruedo en la Monumental de Barcelona junto a un diputado
 del PP y un torero (Serafín Marín), para protestar por la prohibición 
oficial. «Lo hice por coherencia. Yo no voy a los toros, pero votaré 
para que otros puedan seguir yendo», se justifica.
El joven rostro de la política catalana considera a su 
compañera, Mariona Saperas, psicóloga de un centro de adicciones, la 
persona que «le ubica en el mundo y le aporta lo que ocurre en la 
calle». Ambos educan a Daniela, su hija de tres años. En una tierra 
obsesionada con crear fronteras, a su niña pretende inculcarle su 
habitual declaración de principios geográficos: «Cataluña es mi tierra, 
España mi país y Europa nuestro futuro. Mejor unidos».
Tiene la edad de Jesucristo (Barcelona, 15 de noviembre, 
1979) y también se ha presentado en el templo de la vida pública 
catalana para cantar las verdades a los que considera «mercaderes de la 
política». Albert Rivera, parlamentario y presidente de Ciutadans, 
también lo hizo completamente desnudo para demostrar que ya era tiempo 
de salir del 'armario' y atreverse a divulgarlo: «No todos los catalanes
 somos nacionalistas. Es tiempo de ver lo que nos une a España y no lo 
que nos separa». La idea la remacha el dramaturgo Albert Boadella, 
autoexiliado en Madrid y uno de los promotores en 2005 del manifiesto 
que dio origen a Ciutadans. «Hay un montón de gente joven que esperaba a
 alguien así. Es la última esperanza blanca sin contaminar que queda».
¿Será de verdad Albert Rivera el nuevo mesías de la vida 
pública? Las encuestas parecen ratificarlo. Las últimas sitúan a 
Ciutadans como la tercera fuerza política de Cataluña (tras ERC y CiU) y
 la primera no nacionalista (por delante de PSC-PSOE y PP). Bajo su 
liderazgo se ha asentado un partido 'antisistema', que va de frente 
contra la rígida balanza nacionalismo-constitucionalismo y que sube como
 la espuma al lograr situarse en el centro del tablero. «Rivera plantea 
las preguntas inaugurales que nadie hacía hasta ahora. Y lo hace sin 
pedir disculpas», reflexiona Félix Ovejero, profesor de Filosofía 
Política de la Universidad de Barcelona y también pionero de Ciutadans. 
En la misma línea se pronuncia Francesc de Carreras, catedrático de 
Derecho Constitucional y profesor del joven político cuando era su 
alumno en los doctorados. Admite que no destacó especialmente, salvo 
porque «era de los tres o cuatro que más participaban». Cuando De 
Carreras decidió dar el paso con otros intelectuales y promover un 
partido que rompiera la deriva catalana, apareció por allí el 
veinteañero Albert, que ha logrado que «muchos le escuchen ahora y se 
den cuenta de que 'este chico dice lo que yo pensaba y no me atrevía a 
manifestar'».
Empujados por esa voz que habla por ellos, 275.007 votantes
 le entregaron su confianza en las elecciones del 25-N del pasado año, 
que se ha traducido en nueve escaños, el triple de su primera aventura 
electoral. Son los votos de la gente que, en palabras de Félix Ovejero, 
ha logrado romper la «espiral de silencio: esa que hacía que solo se 
escuchara una idea (por supuesto, la nacionalista), lo que provocaba que
 todos acabaran pensando que debía ser la única verdad». Pero también ha
 arañado muchos votos a socialistas y populares. Es su bestia negra.
Otras consultas ya le ubican como el político mejor 
valorado incluso en toda España. Un logro en el que juega a su favor el 
título de campeón nacional de oratoria con el equipo universitario de la
 Universidad Ramón Llull (Esade), donde cursó la carrera. Y, desde 
luego, es el primero que logra tal proyección política sin venir del 
pasado: solo conoce la vida tras la Constitución del 78. Lo demás tiene 
que buscarlo en los libros de historia. Por eso invita a sus 
conciudadanos a salirse de «las trincheras ideológicas». Sabe que 
vivimos un tiempo en el que «las siglas están en peligro, pero la gente 
sigue teniendo sueños e ideas. Y a partir de ahora van a votar sobre 
cosas pragmáticas».
Detrás de su figura, un incipiente equipo de pensadores 
trata de ayudarle a orientar su posible espacio, que debe estar «fuera 
de los mercados políticos tribales», insiste Ovejero. Un discurso que se
 mueve en «el mensaje de los derechos constitucionales, que es 
social-liberal en lo económico, avanzado en lo social y laico», resume 
Francesc de Carreras. De hecho, en sus perfiles en Facebook (65.000 
seguidores) y Twitter (8.500), el joven líder dejar claro su 
agnosticismo religioso.
Resulta una metáfora tan fácil como inevitable concluir que
 la carrera política de este joven doctor en Derecho Constitucional, con
 plaza en excedencia en la asesoría jurídica de La Caixa, va como una 
moto, su afición favorita. Cuando se lo permite su cada vez más apretada
 agenda, en la que ha roto las barreras y da más conferencias fuera que 
dentro de Cataluña, se sube a lomos de su máquina de gran cilindrada y 
se hace unas curvas en los aledaños de su casa de La Garriga, en la zona
 del Vallés Oriental. Cuando se quita el casco escucha a los Black Eyed 
Pies, a Melendi o a clásicos de lo que podríamos llamar sonido 
'catalanoespañol': Loquillo y Estopa.
Alumno preguntón 
Él encarna los valores de una sociedad plural, muy lejos 
del 'monocultivo' nacionalista que se impone en las calles y plazas de 
Cataluña. Insistiendo en la línea argumental de sus padres políticos, 
Albert Rivera Díaz concluye que «solo soy el alumno que levanta la mano y
 pregunta algo distinto».
Hijo de Agustín Rivera, un catalán, y María Jesús Díaz, 
malagueña, una pareja que regenta una pequeña tienda de 
electrodomésticos en el popular barrio de La Barceloneta, la infancia de
 Albert la completaron veranos en Málaga y tardes de mucho deporte en el
 patio del colegio. Su adolescencia y juventud se forjaron bajo el 
silencio de las piscinas de Granollers, que le permitieron ser dos veces
 campeón de Cataluña de braza. Cuando ingresó en la universidad, cambió 
la exigente disciplina de la pileta por el waterpolo para no retrasar 
sus estudios.
Con el título bajo el brazo, La Caixa le hizo rápidamente 
un hueco en su equipo de letrados, en donde sacó plaza por oposición 
interna. Por aquel entonces el gusanillo de la política ya le había 
capturado y por eso nunca dejó de pulir su formación con cursos como los
 de Marketing Político en la Universidad George Washington. Con 26 años 
(2006) se convirtió en el cabeza de cartel de aquel primer ensayo de 
Ciutadans: un atleta desnudo dispuesto a una larga carrera de 
obstáculos. No importó que «fuera muy joven e inexperto y nos hiciera 
sufrir», como recuerda Boadella. En aquella primera 'jaula de grillos' 
que fueron los tres escaños de Ciutadans (acabaron cada uno por su 
lado), Albert Rivera demostró temple y constancia para desactivar el 
campo minado de la política y la prensa catalana. Le acusaron de ser del
 PP, del PSOE y sufrió amenazas de muerte (junto a su casa, su foto con 
una diana y una bala clavada y la invitación a 'marcharse de Cataluña').
No le amedrentaron y puso su rostro en los carteles de las 
elecciones generales del 2008, aunque no logró el acta de diputado. La 
juventud de Ciutadans le permite descaro y romper moldes. En la 
siguiente contienda electoral (2010), Rivera ya aparecía vestido 
mientras el resto de contrincantes estaban desnudos. Confirmó sus tres 
escaños y tal vez por eso decidió poco después tomar la alternativa y 
dar la vuelta al ruedo en la Monumental de Barcelona junto a un diputado
 del PP y un torero (Serafín Marín), para protestar por la prohibición 
oficial. «Lo hice por coherencia. Yo no voy a los toros, pero votaré 
para que otros puedan seguir yendo», se justifica.
El joven rostro de la política catalana considera a su 
compañera, Mariona Saperas, psicóloga de un centro de adicciones, la 
persona que «le ubica en el mundo y le aporta lo que ocurre en la 
calle». Ambos educan a Daniela, su hija de tres años. En una tierra 
obsesionada con crear fronteras, a su niña pretende inculcarle su 
habitual declaración de principios geográficos: «Cataluña es mi tierra, 
España mi país y Europa nuestro futuro. Mejor unidos».
 
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