Por
su buena salud sentimental, es de esperar que Ander Mirambell tenga
mejor ojo conquistando corazones que votos olímpicos. Aunque es ...
El 'pepito grillo' del olimpismo
Adam Pengilly puso en apuros a las ciudades candidatas. Pero apuntilló a Madrid con sus preguntas sobre el dopaje
Por su buena salud sentimental, es de esperar que Ander
Mirambell tenga mejor ojo conquistando corazones que votos olímpicos.
Aunque es uno de los escasos practicantes de skeleton que hay en España,
formó parte de la delegación de 18 atletas nacionales que se desperdigó
el sábado por el hotel Hilton de Buenos Aires a la caza y captura de
votos para Madrid 2020. Ander tenía una misión clara: aprovechar su
amistad con el vicepresidente de la Comisión de Atletas del Comité
Olímpico Internacional (COI), el británico Adam Pengilly, de 35 años,
para garantizar el voto de los deportistas y, por extensión, de los
anglosajones.
«Nos miramos a los ojos, nos abrazamos y me sonrió. Me
sentí como cuando tienes tu primera cita y esa chica se despide con un
beso en la comisura de los labios, justo allí que sabes que significa
mucho». Con esta impresión salió Mirambell (Barcelona, 1983) de la
séptima planta del Hilton después de su breve charla con Pengilly. Un
área tan 'bunkerizada' por el COI hacia el exterior que tuvo que colarse
con una acreditación prestada ya que carecía de ella.
Los especialistas de skeleton son tan pocos que son más
amigos que rivales. Se lanzan boca abajo sobre un trineo que recorre un
tubo de hielo a más de 140 kilómetros por hora. «Adam y yo hemos
compartido viajes en furgoneta, hemos dormido juntos, conozco a su
familia, sé hasta cómo ronca», afirmaba Mirambell el día antes de su
misión. El catalán le consiguió incluso los votos españoles cuando
Pengilly fue elegido para el cargo en los Juegos de Invierno de
Vancouver 2010. Aquel día, este olímpico británico de profundas
convicciones baptistas atribuyó el mérito a que «obviamente, es parte
del plan de Dios».
El sábado Ander encaró su encargo con perseverancia. «Gente
y más gente hablando... Encontré a mi cita y estuve treinta segundos
hasta que alguien de otra candidatura nos cortó la conversación y así
varias veces. Había un trabajo subterráneo para no poder charlar con
comodidad. Al final me fui de paseo con él y su familia y charlamos de
todo», resumió ayer el deportista catalán. Cuando abandonó la zona
proclamó a los cuatro vientos que «había conquistado uno de los votos
que espero que sean claves para Madrid».
En España, el que mejor se maneja en las cortas distancias
diplomáticas es Juan Antonio Samaranch junior, que tuvo en su padre al
mejor maestro y al único que ha logrado traer a la península unos Juegos
Olímpicos. Y Samaranch hijo nunca se cansa de repetir que «el voto de
un miembro del COI es algo tremendamente complejo». Sin embargo, no le
debió de ser tan difícil a Pengilly camelarse la sonrisa de su amigo
Mirambell, mientras aguijoneaba después a la delegación española en el
turno de preguntas tras la presentación. «El voto estaba atado y cerrado
-mascullaba ayer el español-. Por eso me dolió que cambiara y lo
proclamara. Era su momento de gloria y lo ha hecho para buscar
marketing». Pero Pengilly se escudó en su responsabilidad porque «varios
atletas, sobre todo británicos, me dijeron que no votara a España tras
la 'Operación Puerto'», reconoció tras escuchar la tibia defensa del
compromiso español con el deporte limpio que hizo el presidente de su
Comité Olímpico, Alejandro Blanco. Otro miembro de este cónclave, el
noruego Gerhard Heiberg, acabó de remachar el 'clavo' del dopaje
español.
El medalla de plata en los mundiales de skeleton 2009 en
Lake Placid (EE UU) y miembro del Comité de Londres 2012 pasará a la
intrahistoria del 2020 como el auténtico 'pepito grillo' del movimiento
olímpico. Decidió dejar de lado la 'esgrima diplomática' e hizo
preguntas que cualquiera de la calle habría formulado no solo a Madrid,
sino a las otras dos aspirantes. Porque a la candidatura de Estambul
también le pidió que explicara el brote de 32 casos de dopaje turco en
los últimos meses. Y al primer ministro japonés, Shinzo Abe, pensaba
exigirle aclaraciones sobre los riesgos nucleares tras Fukushima, aunque
se le adelantó otro miembro con derecho a voto.
«Somos como una familia y tengo que tener cuidado porque es
muy fácil ofender a un miembro» (olímpico), se justificó después Adam
cuando todas las miradas de la diplomacia deportiva fijaron su mirada en
él. Alguien le preguntó después del triunfo de Tokio cuánto había
influido su pregunta sobre los casos de doping. Pengilly recuperó la
diplomacia de salón para zanjar que «no está claro». Justo lo contrario
de lo que dijo el presidente del COI, Jacques Rogge: «Ha sido un factor
clave para algunos miembros».
Adam Pengilly (Somerset, Gran Bretaña, 1977) fue elegido
vicepresidente del Comité de Atletas Olímpicos tras su participación en
los Juegos de Vancouver 2010, donde acabó el 18 en la prueba de skeleton
(el hermano menor del bobsleigh). Para ese cargo le apoyaron 615 de los
1.902 atletas participantes. Entre ellos, su mejor amigo español, Ander
Mirambell, especialista en esa modalidad deportiva, que trabajó en
favor de su candidatura.
El suicidio, una muerte tabú que no se contagia y puede prevenirse,.
Hay que hablar del suicido, con límites, sin
morbo, sin detalles... pero es necesario denunciarlo, hacerlo visible,
desmitificarlo y abordar un problema que causa más muertes que los
accidentes de tráfico y que, según insiste la Organización Mundial de la Salud (OMS), puede prevenirse.
Hay que hablar del suicido, con límites, sin morbo, sin detalles... pero es necesario denunciarlo, hacerlo visible, desmitificarlo y abordar un problema que causa más muertes que los accidentes de tráfico y que, según insiste la Organización Mundial de la Salud (OMS), puede prevenirse.
Los expertos coinciden en que "hablar correctamente de suicidios no provoca más muertes sino que las previene", según dijo a Efe el presidente de la Asociación de Investigación y Prevención del Suicidio, Javier Jiménez, quien asevera que "lo peor que se puede hacer, es no hacer nada".
Precisa que aunque la intención de muchos medios de comunicación al no hablar del suicido es buena, "hacen un flaco favor a la prevención", y que el "efecto contagio" esgrimido para no publicarlo "existe entre personas que tienen muchos factores de riesgo", pero sólo si la noticia se trata de forma incorrecta.
Si se hace bien, asegura, "servirá de prevención y concienciación", especialmente en los grupos más vulnerables: ancianos y jóvenes.
El 10 de septiembre se celebra el Día para la Prevención del Suicidio, una fecha que pasa prácticamente desapercibida pese a que cada 40 segundos se suicida una persona en el mundo, lo que eleva a un millón la cifra anual de un fenómeno que se agrava si se tiene en cuenta que por cada suicidio hay veinte tentativas fallidas.
Hay que hablar del suicidio como un "fracaso", publicar sólo los datos relevantes y recordar las líneas de ayuda existentes, puntualiza a Efe el director del Institut de Neuropsiquiatría i Addicions del Hospital del Mar de Barcelona, Víctor Pérez.
Además, deben omitirse fotografías, notas suicidas, detalles del método usado y "sensacionalizarlo".
Sobre la posibilidad de prevenirlo, la OMS calcula que un 90 % de quienes se suicidan o lo intentan padecen una enfermedad mental, que con un protocolo sanitario podría controlarse y evitar el fatal desenlace.
"Lo que tiene que quedar claro es que un suicidio es el resultado de muchos factores", explica Jiménez, quien ofrece ayuda e información en la web www.redaipis.org donde se advierte de que muy pocos se producen sin aviso, por lo que insta a tomar en serio las amenazas de autolesión y desterrar la idea de que "los problemas se solucionan a base de pastillas".
Es importante, además, limitar el acceso a pesticidas, medicamentos o armas de fuego, y tratar enfermedades como la depresión, el alcoholismo o la esquizofrenia.
En España los datos del Instituto Nacional de Estadística cifran en 3.180 las muertes anuales por suicidio, 9 al día, una cifra muy superior a los 2.116 fallecidos por accidente de tráfico.
Y estos son sólo los evidentes, ya que los expertos creen que parte de las 8.000 muertes que se producen al año por ahogamiento, precipitaciones y accidentes de tráfico esconden un suicidio detrás.
Para aminorar estas cifras es imprescindible formar profesionales especializados en el trato de estos pacientes y crear una importante red de apoyo sanitaria.
"Hace falta una decisión institucional" como las adoptadas con los accidentes de tráfico o la violencia de género para atajar "este problema de primera magnitud" demanda Pérez, también colaborador del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM).
La efectividad de estas medidas ya se ha constatado en países como Finlandia, Holanda o Irlanda.
España sólo cuenta con un programa en el Hospital Sant Pau de Barcelona, un dispositivo de seguimiento a potenciales suicidas en el Hospital 12 de Octubre y una Unidad de Prevención y Tratamiento de la Conducta Suicida en el Hospital Universitario de Orense que funciona desde 2009.
En estos cuatro años en el Hospital de Orense han tratado a 600 personas y han constatado que con un programa específico de prevención lo intentos de suicidio "se reducen a la mitad" en comparación con las unidades ordinarias de salud mental.
Desde el Hospital 12 de Octubre, el jefe del servicio de Psiquiatría, Miguel Ángel Jiménez-Arriero, recuerda a Efe que el suicidio es la primera causa de muerte por causas no naturales.
Sólo este hospital trata a 30 potenciales suicidas al mes, de los que unos 10 son nuevos casos, cifras por las que urge a desarrollar un Código de Atención al Riesgo Suicida.
No se puede detectar un problema así y dar cita al paciente en veinte días cuando ya es tarde; la atención debe ser inmediata, en 24 o 48 horas, porque muchos desisten horas después de ser atendidos, explica Pérez.
"El denominador común de lo suicidas es que sufren tanto que prefieren morir a seguir viviendo y ser una carga para sus allegados", se trata de un grito de ayuda, concluye Jiménez.
Hay que hablar del suicido, con límites, sin morbo, sin detalles... pero es necesario denunciarlo, hacerlo visible, desmitificarlo y abordar un problema que causa más muertes que los accidentes de tráfico y que, según insiste la Organización Mundial de la Salud (OMS), puede prevenirse.
Los expertos coinciden en que "hablar correctamente de suicidios no provoca más muertes sino que las previene", según dijo a Efe el presidente de la Asociación de Investigación y Prevención del Suicidio, Javier Jiménez, quien asevera que "lo peor que se puede hacer, es no hacer nada".
Precisa que aunque la intención de muchos medios de comunicación al no hablar del suicido es buena, "hacen un flaco favor a la prevención", y que el "efecto contagio" esgrimido para no publicarlo "existe entre personas que tienen muchos factores de riesgo", pero sólo si la noticia se trata de forma incorrecta.
Si se hace bien, asegura, "servirá de prevención y concienciación", especialmente en los grupos más vulnerables: ancianos y jóvenes.
El 10 de septiembre se celebra el Día para la Prevención del Suicidio, una fecha que pasa prácticamente desapercibida pese a que cada 40 segundos se suicida una persona en el mundo, lo que eleva a un millón la cifra anual de un fenómeno que se agrava si se tiene en cuenta que por cada suicidio hay veinte tentativas fallidas.
Hay que hablar del suicidio como un "fracaso", publicar sólo los datos relevantes y recordar las líneas de ayuda existentes, puntualiza a Efe el director del Institut de Neuropsiquiatría i Addicions del Hospital del Mar de Barcelona, Víctor Pérez.
Además, deben omitirse fotografías, notas suicidas, detalles del método usado y "sensacionalizarlo".
Sobre la posibilidad de prevenirlo, la OMS calcula que un 90 % de quienes se suicidan o lo intentan padecen una enfermedad mental, que con un protocolo sanitario podría controlarse y evitar el fatal desenlace.
"Lo que tiene que quedar claro es que un suicidio es el resultado de muchos factores", explica Jiménez, quien ofrece ayuda e información en la web www.redaipis.org donde se advierte de que muy pocos se producen sin aviso, por lo que insta a tomar en serio las amenazas de autolesión y desterrar la idea de que "los problemas se solucionan a base de pastillas".
Es importante, además, limitar el acceso a pesticidas, medicamentos o armas de fuego, y tratar enfermedades como la depresión, el alcoholismo o la esquizofrenia.
En España los datos del Instituto Nacional de Estadística cifran en 3.180 las muertes anuales por suicidio, 9 al día, una cifra muy superior a los 2.116 fallecidos por accidente de tráfico.
Y estos son sólo los evidentes, ya que los expertos creen que parte de las 8.000 muertes que se producen al año por ahogamiento, precipitaciones y accidentes de tráfico esconden un suicidio detrás.
Para aminorar estas cifras es imprescindible formar profesionales especializados en el trato de estos pacientes y crear una importante red de apoyo sanitaria.
"Hace falta una decisión institucional" como las adoptadas con los accidentes de tráfico o la violencia de género para atajar "este problema de primera magnitud" demanda Pérez, también colaborador del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM).
La efectividad de estas medidas ya se ha constatado en países como Finlandia, Holanda o Irlanda.
España sólo cuenta con un programa en el Hospital Sant Pau de Barcelona, un dispositivo de seguimiento a potenciales suicidas en el Hospital 12 de Octubre y una Unidad de Prevención y Tratamiento de la Conducta Suicida en el Hospital Universitario de Orense que funciona desde 2009.
En estos cuatro años en el Hospital de Orense han tratado a 600 personas y han constatado que con un programa específico de prevención lo intentos de suicidio "se reducen a la mitad" en comparación con las unidades ordinarias de salud mental.
Desde el Hospital 12 de Octubre, el jefe del servicio de Psiquiatría, Miguel Ángel Jiménez-Arriero, recuerda a Efe que el suicidio es la primera causa de muerte por causas no naturales.
Sólo este hospital trata a 30 potenciales suicidas al mes, de los que unos 10 son nuevos casos, cifras por las que urge a desarrollar un Código de Atención al Riesgo Suicida.
No se puede detectar un problema así y dar cita al paciente en veinte días cuando ya es tarde; la atención debe ser inmediata, en 24 o 48 horas, porque muchos desisten horas después de ser atendidos, explica Pérez.
"El denominador común de lo suicidas es que sufren tanto que prefieren morir a seguir viviendo y ser una carga para sus allegados", se trata de un grito de ayuda, concluye Jiménez.
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