TÍTULO; ENRÉDATE, TENER O NO TENER, CANCIÓN,.
Tener o no ser. Tener o no ser.
Tener o no ser. Tener o no ser.
Jamás podremos coincidir en nada,
caminamos en la dirección contraria.
Vuestro interés no será nunca el nuestro,
caminamos en la dirección contraria.
Lo que para vosotros sea bueno,
caminamos en la dirección contraria,
jamás lo podrá ser para nosotros,
caminamos en la dirección contraria.
No pretendáis que todavía nos creamos
eso de que todos somos iguales,
eso de que todos somos hermanos,
de que estamos todos en el mismo barco.
Nacéis teniéndolo todo en la vida.
Toda la vida solucionada.
Vosotros todo y nosotros nada.
Esta mierda es a lo que llamáis ley de vida.
Jamás podremos coincidir en nada,
caminamos en la dirección contraria.
Vuestro interés no será nunca el nuestro,
caminamos en la dirección contraria.
Lo que para vosotros sea bueno,
caminamos en la dirección contraria,
jamás lo podrá ser para nosotros,
caminamos en la dirección contraria.
Tener o no ser. Tener o no ser.
Tener o no ser. Tener o no ser.
No pretendáis que todavía nos creamos
eso de que todos somos iguales,
eso de que todos somos hermanos,
de que estamos todos en el mismo barco.
Jamás podremos coincidir en nada,
caminamos en la dirección contraria.
Vuestro interés no será nunca el nuestro,
caminamos en la dirección contraria.
Lo que para vosotros sea bueno,
caminamos en la dirección contraria,
jamás lo podrá ser para nosotros,
caminamos en la dirección del odio.
TÍTULO; ¡ MI BOLSO!,.
Una experiencia vivida hace unos días me ha llevado a concluir que estoy atravesando una época de un enorme equilibrio espiritual. Sin
necesidad de un psicólogo que me lo certifique, porque he tenido una
prueba contundente: mi reacción al horror de que un camarero arrojara ¡una copa entera de vino! encima de mi último bolso Gucci. Recalco
lo de último porque como tal último es el más querido y lo de Gucci por
lo que me había costado. Y ni así me alteré. Bien es verdad que se
trataba de vino blanco y creía recordar que el blanco no manchaba y bien
es verdad también que el camarero era muy guapo, datos ambos que explican parte de mi extraña respuesta.
Pero ni una cosa ni la otra restan valor a lo extraordinario de mi calmada actitud,
a que no me inmutara siquiera al observar los enormes chorros de vino
que caían por encima de mi Gucci. Un espanto capaz de alterarme en
cualquier otro momento. Y es que entre las tonterías materiales que me pueden irritar,
y admito, por supuesto, que estamos hablando de pequeñeces, los
accidentes de mis bolsos ocupan uno de los primeros lugares, más o menos
empatados con los cafés que no están ardiendo, tal como lo especifico
siempre. Lo que demuestra que pertenezco a ese amplio grupo de mujeres
apasionadas de los bolsos que debe de ser comparable, supongo, al de los
hombres amantes de los coches. Con la diferencia de que lo de los
coches me cuesta un poco más entenderlo y lo de los bolsos hace que sienta un poco de compasión por los hombres, por lo complicado que es para ellos llevarlos, a no ser que seas gay y puedas hacerlo sin que te miren mal.
Pertenezco es ese grupo de mujeres que una amiga mía llama Barbie Complementos.
Y lo asumimos encantadas, nos divertimos siendo Barbies Complementos,
no lo vamos a negar, aunque a veces nos critiquen por ello. Piensan
algunos que esa pasión por los bolsos debe de tener algo que ver con la exhibición de estatus,
como lo de los coches y los hombres, lo de la presunción de poder a
través del coche, de su marca y de sus caballos. Puede que sí, que haya
algo de eso.
Pero yo le doy más importancia, mucha más, al simple placer de la belleza, a que algunos bolsos son pequeños objetos de increíble diseño y hermosura que puedes contemplar a lo largo de todo el día,
y que, a diferencia de la ropa que llevas puesta, dejas encima de una
silla y de una mesa y admiras, yo lo hago, mientras te tomas un café. Un
pequeño objeto que disfrutas mientras lo tocas y revuelves en su
interior y que mantiene intacta su belleza durante años.
Y dejas encima del sofá o de una cómoda cuando llegas a casa, y su
belleza, piensas, compite con un jarrón o con una escultura.
Supongo que se trata del mismo placer
que siente un amigo mío, que me enseña las fotografías de la colección
de coches antiguos que tiene la suerte de conducir de vez en cuando. Los
mira con tanta veneración como yo a mi Gucci, que, quiero tranquilizar a todas las Barbies Complementos, sigue impecable, porque, en efecto, el vino blanco no mancha.
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