viernes, 17 de agosto de 2012

LA CRISIS MUNDIAL DE LA SOJA RESUCITA AL GIRASOL POR SUS BUENOS PRECIOS./ EL CUARTO DEL SUICIDA.

TÍTULO: LA CRISIS MUNDIAL DE LA SOJA RESUCITA AL GIRASOL POR SUS BUENOS PRECIOS.

La conocida como Agenda 2000 fue su tumba a principios de la década pasada. Esa serie de directrices que cambiaron el rumbo de la política .-foto.
Cultivo abandonado desde 2001, su uso como proteína vegetal para piensos ha hecho que llegue a las 16.250 hectáreas en la región.
La conocida como Agenda 2000 fue su tumba a principios de la década pasada. Esa serie de directrices que cambiaron el rumbo de la política agraria de la Unión Europea dejaron prácticamente en la clandestinidad al cultivo de girasol, repudiado por la Administración y por los agricultores en beneficio de otros herbáceos. Pero una década después vive su momento de resurrección. En las dos últimas campañas, la superficie destinada a girasol en la región ha sobrepasado la barrera de las 15.000 hectáreas, que fueron 21.913 el año pasado gracias a una buena climatología. Sólo la mayor sequía vivida en España en los últimos 75 años ha cortado en esta campaña la progresión -se espera unas 16.250 hectáreas- pero lo que no baja, todo lo contrario, es el precio que se va a pagar. Un precio más que interesante que empuja a sembrar a los que viven del campo. Una extraordinaria y aislada noticia en medio de una panorama penoso de pérdidas.
Esa misma sequía asola a Estados Unidos, uno de los líderes mundiales en producción de cereales y de soja, éste último básico para la elaboración de piensos. Y como no hay materia para eso, se ha disparado el atractivo muerto por el girasol. Sobre todo por los que tienen un alto contenido de ácido oleico. «No hay proteína vegetal para piensos porque la soja está viviendo una crisis mundial. Y aquí, el girasol, se convierte en una excelente alternativa», sentencia Joaquín Perera, responsable cultivos herbáceos de la organización agraria UPA-UCE.
Kilos
La Agenda 2000 potenció otros cultivos y se eliminó la ayuda especial que tenía la PAC para los cultivos oleaginosos. Los agricultores dejaron prácticamente de producir girasol. Los favoritos fueron, a partir de entonces, el maíz y el tomate. «Pero los agricultores estamos, como muchos, a lo que dicta el mercado y desde hace un par de años los aires han cambiado. Y este año hubiera sido mucho mejor si no tuviéramos la sequía tan fuerte», agrega Perera.
La falta de lluvias va a propiciar que en una hectárea de girasol apenas se vaya a sacar este año entre 200 y 300 kilos cuando, con unas condiciones meteorológicas buenas, la cifra se podía haber situado entre los 800 y 1.000 kilos por hectárea. Las 15.000 hectáreas de girasol en Extremadura suponían en 2010 que una quinta parte de este cultivo en España estaba en nuestro territorio.
En lo que no hay merma para los productores extremeños es en el precio que van a recibir. En los dos últimos años se ha pasado de percibir no más de 0,35 euros/kilo a los 0,58 que se cobró el año pasado y que, seguramente, se van a pagar, como mínimo, en este año. Casi un 75% más, algo insólito en la actual realidad agroganadera. «A ese precio es rentable y te animas a sembrar», concluye el dirigente agrario, quien confía en que las buenas perspectivas sigan a corto plazo.
Junto a la baja cantidad de soja, otro factor se alía para que cada vez haya más este tipo de oleaginosa en las parcelas: el biodiesel que mueve los coches híbridos. Cada vez se necesita más materia prima para ello y el girasol es una fuente suministradora de primera mano.

TÍTULO: EL CUARTO DEL SUICIDA.

Una buhardilla de siete metros cuadrados. Un cuchitril sin vistas. Una claraboya es el único punto de luz. Un armario ocupa el rincón .
Una buhardilla de siete metros cuadrados. Un cuchitril sin vistas. Una claraboya es el único punto de luz. Un armario ocupa el rincón en el ángulo oscuro. Una silla vacía sugiere un drama antiguo detrás de la puerta. Aquí, en la estancia más barata de la posada, murió Vincent Van Gogh. Pobre, loco y desangrado. Dos días antes se había pegado un tiro con un revólver para espantar cuervos de los trigales y la mente. 'El cuarto del suicida', como pasó a ser conocido, nunca más volvió a alquilarse. Ocurrió mediado el verano de 1890 en Auvers-sur-Oise, un pueblo que ha santuarizado la última morada del pintor inmortal.
Van Gogh llegó a Auvers el 20 de mayo de 1890. El doctor Gachet había prometido cuidar de él a su hermano Theo. Era un médico amigo de Paul Cézanne y los impresionistas, artista aficionado, afincado en este pueblo a 30 kilómetros de París. Con no menos de otras 37 direcciones en Holanda, Bélgica, Inglaterra y Francia durante sus 37 años de vida, el pintor nómada optó para alojarse por el Albergue Ravoux. Era la posada y fonda más lejana de la estación del ferrocarril, medio de transporte de la revolución impresionista. Eligió la habitación número 5, la más barata. A 3,50 francos de entonces la pensión completa.
En los 70 días de estancia en Auvers, pintó 70 cuadros. Paisajes, retratos, edificios, bodegones... Fecundidad agónica a orillas del río Oise, principal afluente del Sena. De regreso con el caballete, ponía los lienzos a secar en su caluroso refugio bajo el tejado. Luego apilaba las telas debajo de la cama y en el armario de la esquina.
El 27 de julio volvió malherido en el pecho de un campo de trigo que frecuentaba detrás del castillo. Le había pedido prestado el revólver a Arthur Ravoux, su posadero, para ahuyentar a los cuervos que lo atormentaban. Sin decir nada subió cojeando los diecisiete escalones que conducían a su decrépito aposento en el segundo piso. Sus gemidos llamaron la atención del patrón, que lo descubrió medio inconsciente. Llamó al doctor Gachet, que le hizo un vendaje elemental y mandó a Anton Hirschig, un pintor holandés alojado en la habitación número 6, a avisar a Theo Van Gogh en París.
Vincent murió dos días después en brazos de su hermano. En la madrugada del 29 de julio de 1890, como da fe el certificado de defunción redactado por el doctor Gachet. Ningún cliente volvió a hospedarse en el cuarto del suicida. Por superstición, se pensaba que daba mala suerte. Hoy cada año se rechazan unas cinco mil peticiones de idólatras del pintor de los girasoles que quieren dormir en su última morada.
La habitación está tal cual. Faltan la cama y el lavabo, trasladados a la estancia contigua de Hirschig, cuya mayor gloria fue asistir a la agonía de su inmortal compatriota. Una solitaria silla evoca a Theo la noche en vela, el alma en vilo. La desnudez del mobiliario y el silencio invitan al recogimiento. Hay algo de mágico en compartir la intimidad impresionante del genio impresionista. Una especie de comunión mística y sobrecogedora.
Hotel de una habitación
El viejo 'Auberge Ravoux' es ahora el hotel más pequeño del mundo. Su única habitación, la de Van de Gogh, se ha convertido en lugar de peregrinación. La buhardilla permanece bajo el manto protector del Instituto Van Gogh. No se permiten visitas por más de cinco personas. «No pretendemos ser un museo, sino un lugar de memoria y también de vida», explica Dominique-Charles Janssens, su presidente y fundador. «No queremos ser la torre Eiffel de Auvers», remacha.
Catalogado monumento histórico desde 1985, el albergue ha recuperado su aspecto original de finales del XIX gracias a una cuidada restauración finalizada en 1983. El comedor, que sirvió de capilla ardiente, está bañado por la atmósfera de los cafés de antaño: cortinas bordadas, mostrador de estaño, desaguadero, botelleros y diez mesas de roble, incluida la que solía ocupar Cézanne. Las paredes fueron lijadas en busca del papel pintado de la época para reimprimirlo. Tampoco falta el ventanuco del fondo de la sala que da a una escalera trasera por el que los mesoneros vigilaban el trasiego de pintores y cabareteras a las habitaciones.
El sueño de Janssens es cumplir el deseo de Vincent, que el 10 de junio de 1890 escribió a su hermano Theo: «Un día u otro creo que encontraré la forma de hacer una exposición mía en un café». Espera conseguir una de las 70 telas pintadas en Auvers por el artista que solo vendió un cuadro en vida. Anhela exponerla en la misma habitación en la que se secó, muy cerca del cementerio en el que los hermanos Van Gogh están enterrados en dos modestas sepulturas entrelazadas por la hiedra

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