Una frase del juez Falcone, que luego se aplicaría a él mismo, explica el reguero de cadáveres que dejó la Mafia a partir de 1979, paralelo al brutal ascenso de los Corleoneses: «Se muere generalmente porque se está solo o porque se ha entrado en un juego demasiado grande. Porque no se dispone de los apoyos necesarios. En Sicilia la Mafia golpea a los servidores del Estado que el Estado no ha conseguido proteger». A veces la eliminación de estos servidores públicos podía interesar a ambos. Hoy vamos a recordar tres de esos 'cadáveres excelentes', como llaman en Italia a los atentados a personalidades. Aunque nos costará no hacernos un lío con tanta conspiración.
Piersanti Mattarella, presidente de Sicilia, fue asesinado el 6 de enero de 1980. De Democracia Cristiana (DC), era un 'Aldo Moro siciliano', buscaba un diálogo con los comunistas, pero sobre todo se distinguió por hacer limpieza en la DC local de Salvo Lima y Vito Ciancimino, socios de la Mafia. Mattarella aprobó leyes que entorpecían los negocios de Cosa Nostra y hasta ordenó una inspección del Ayuntamiento de Palermo. De cosas raras como la construcción de seis escuelas por empresas del clan Spatola. Los dos fiscales por los que pasó el caso serían asesinados. No se podía tocar el dinero de la Mafia. Pero tampoco un tabú político como el acceso de los comunistas al poder. Impedirlo era una prioridad de la logia masónica P-2, integrada por un millar de altos cargos y personalidades, un Estado paralelo que se destaparía en marzo de 1981. Un ejemplo: en la comisión de crisis formada durante el secuestro de Moro por las Brigadas Rojas (BR) en 1978 había 57 miembros de la P-2.
En los setenta la Mafia entró en la masonería, y también pertenecía a la P-2 el banquero Michele Sindona, ligado a Giulio Andreotti, líder de la DC y peso pesado de los Gobiernos de la época. Sindona blanqueaba dinero para la Mafia y cuando en 1979 entró en quiebra, fingió un secuestro. En realidad pasó tres meses en Sicilia hospedado por Cosa Nostra, por los Spatola, mientras chantajeaba a la clase política para que le ayudara si no quería ver aireada su famosa lista de 500 clientes de finanzas ilegales, que nunca apareció. Ese año, el comisario de Palermo Boris Giuliano, gran sabueso, fue el primero en descubrir que la Mafia estaba volcada en el narcotráfico y halló cheques de Sindona. Fue asesinado en julio y sustituido por un hombre de la P-2.
Mattarella estaba condenado y Andreotti se reunió antes y después del crimen con el gran capo Stefano Bontate. Para intentar impedirlo y luego para reñirle. No se le ocurrió avisar a Mattarella y menos denunciarlo, claro. Tras la muerte de Mattarella, su amigo Pío La Torre, líder comunista siciliano, denunció la complicidad política en un «terrorismo mafioso» ligado con la P-2.
A Pío La Torre le mataron el 30 de abril de 1982, fue el primer diputado asesinado por la Mafia. Dedicó su carrera a luchar contra ella y fue el primero en denunciar en el Parlamento la complicidad de la DC siciliana y la infiltración mafiosa incluso dentro de su partido, que histórica y teóricamente era su gran enemigo. Pero fue desoído y los sospechosos, ascendidos. Dos de las propuestas de La Torre, entonces aparcadas, revolucionarían la lucha a la Mafia: el delito de asociación mafiosa, para llenar el vacío legal que impedía las condenas, y confiscar los bienes de los condenados. En 1981 volvió a Sicilia para dirigir el PCI y se embarcó en otra batalla: la oposición a una base americana con misiles nucleares.
Con los años se ha sabido que La Torre fue vigilado por los servicios secretos de 1949 a 1976, por si era un espía soviético, y concluyeron que no. Pero volvieron a seguirle en 1981, hasta una semana antes de su asesinato. En 2007 se descubrió que poco antes de morir reunió a cinco amigos en secreto para revelarles unos documentos. Les habló de una red de relaciones entre el Estado y la Mafia, y de la masacre de Portella della Ginestra de 1947. En un reciente libro el escritor Andrea Camilleri, padre del inspector Montalbano, dice sobre aquel encuentro: «Pío quería confirmar lo que había comprendido, que entre el Estado y la Mafia hay una relación continua». Tras su muerte, su agenda desapareció. En el funeral la multitud gritó: «¡Lima, Ciancimino! ¿Quién de vosotros es el asesino?». El día del atentado llegaba a Palermo el nuevo prefecto, su amigo Carlo Alberto della Chiesa.
La trampa de Della Chiesa
Della Chiesa duró cuatro meses. Fue asesinado el 3 de septiembre. Ya había dirigido los Carabinieri de Palermo en 1966, donde aplicó con éxito agresivos métodos de investigación. Enviado a Turín con poderes especiales, se hizo famoso por sus redadas de terroristas. La más sonada, en octubre de 1978, en un piso donde encontró el 'memoriale' de Moro, los papeles que había escrito en su cautiverio con sus secretos, resentido con un Estado a quien acusaba de haberle abandonado. Della Chiesa los entregó al primer ministro, Andreotti. Pero siempre quedó la duda de si se hizo una copia. Vencido el terrorismo, le mandaron a Sicilia. Pero como reveló luego su diario, lo tomó como una trampa. Antes de ir advirtió a Andreotti que actuaría sin miramientos contra su partido.
Enseguida se vio solo. Hasta tenía dos espías mafiosos en el servicio doméstico. En una entrevista confesó que sus poderes especiales eran un teléfono que no sonaba nunca. Y concluyó: «Se mata al poderoso cuando se produce esta combinación fatal: se ha hecho demasiado peligroso, pero se le puede matar porque está solo». En el funeral, entre insultos a los políticos, la familia retiró las flores del presidente de Sicilia, Mario D'Acquisto, sucesor de Mattarella y cercano a la Mafia. El hijo del general acusó de su muerte a la DC siciliana. «'Sono tutti galantuomini'», les defendió Andreotti. El día del crimen alguien vació la caja fuerte de Della Chiesa.
Son tres grandes homicidios sin un móvil claro desde la óptica mafiosa. Incluso varios capos se preguntarán por qué mataron a Della Chiesa, si no les interesaba. Porque les saldrá caro. Al día siguiente se aprobará la ley que soñaba La Torre, que lleva su nombre, con la asociación mafiosa y la incautación de bienes. Para la Mafia fue el inicio del fin de su impunidad.
TÍTULO: UN MUSEO CON PALMERAS Y PIRAÑAS.
TÍTULO: UN MUSEO CON PALMERAS Y PIRAÑAS.
Ha cumplido 64 años, se ha casado seis veces y ha tenido un hijo con cada mujer. Nunca rompe puentes. Todo le lleva a escalar más y más.
Ha cumplido 64 años, se ha casado seis veces y ha tenido un hijo con cada mujer. Nunca rompe puentes. Todo le lleva a escalar más y más alto. Sin aligerar la carga. El empresario brasileño Bernardo Paz tiene las espaldas anchas y le gustan los retos. Una de sus responsabilidades más pesadas y estrafalarias es el Centro de Arte Contemporáneo Inhotim, «un sueño hecho realidad. Jamás imaginé que montaría un museo de esas dimensiones en plena naturaleza...», confiesa Cándida Sodré, representante de la casa de subastas Christie's en Río de Janeiro.
Hace diez años, esta veterana del mundillo del arte tuvo ocasión de visitarle en su casa de Brumadinho, una ciudad de poco más de 35.000 habitantes a unos 60 kilómetros de la capital del estado de Minas Gerais. Es una región que limita con Río de Janeiro y Sao Paulo. Más pronto que tarde, seguro que levantan un monumento consagrado a Paz. Méritos le sobran a este magnate del sector siderúrgico.
Muchos pensaban que era imposible organizar un museo de arte contemporáneo al aire libre, con un jardín botánico de 100 hectáreas, 1.400 especies de palmeras, lagos artificiales, pirañas y colinas infinitas donde no faltan las hamacas y los paragüeros. Más vale prevenir. Las tormentas tropicales son muy habituales en el sureste de Brasil a lo largo del año.
Vendió un imperio a China
Bernardo Paz piensa en todo, no es un iluminado de melena blanca y ojos de alucinado que arrastra a la gente hacia la perdición o la bancarrota. Se ha convertido en uno de los coleccionistas más importantes del mundo y eso que, según sus propias palabras, «yo no me considero un apasionado del arte, lo que realmente me gusta son los jardines». Su penúltima pareja fue Adriana Varejao, una de las creadoras más solicitadas en el Guggeheim de Nueva York y en la Tate Modern de Londres, y de ahí, dicen las malas (y buenas) lenguas, le viene una pasión desmedida por el arte de nuestro tiempo.
Parte de la obra de su ex -muy influida por el periodo colonial portugués y sensible al drama del genocidio indígena y la esclavitud- puede admirarse en el museo de Brumadinho, al igual que las ocurrencias de Thomas Hirschhorn. En una instalación de este creador suizo se intercalan textos de Jacques Derrida y Gilles Deleuze con fotos de cuerpos mutilados. Ya ven, hay de todo. La mayor parte de los artistas son brasileños, pero el centro no le hace ascos a nada. Tiene un catálogo de unas 500 obras de más de 100 creadores de 30 nacionalidades. ¿Dónde se ponen el listón? Muy alto: los comisarios del museo ya han tomado carrerilla para acoger otras 2.000 piezas más.
El conglomerado de Inhotim proporciona trabajo a más de mil personas y se apoya en los cerca de 58 millones de euros que -cada año- saca de la caja fuerte para impulsar su proyecto más querido. Su fortuna como empresario de las minas se ha disparado gracias a la venta al mejor postor de uno de sus imperios (Itaminas S. A.). Como era de esperar, se trataba de un inversor chino. La transacción le reportó más de 900 millones de euros y así, con todo a su favor, espera afianzar «un museo que durará mil años como mínimo».
300.000 visitantes al año
Hace tiempo que dispone de 'cash' para todos sus caprichos, ya sean culturales o no. Es bien sabido que entre sus pasiones también ocupan un lugar privilegiado los cigarros Dunhill y los cócteles de vodka. Tiende al exceso pero nunca se le va la cabeza en los negocios. Paz se define como «un tipo muy solitario y complicado, que busca la excelencia en todo lo que hace». Al abrir las puertas de Inhotim hace ya seis años, dejó claro que su objetivo era transmitir «cariño, solidaridad y amor».
En la actualidad recibe una media de 300.000 personas cada año, que pagan entre 5 y 17 euros por la entrada. Para no escatimar comodidades, proyecta la construcción de diez hoteles, un anfiteatro para 15.000 personas y una serie de 'lofts' que permitirán vivir entre obras de arte. Ahora bien, el mayor éxito se cifra en las visitas que entran gratis: el museo atrae anualmente a más de 40.000 niños que llegan en 'tours' organizados por las escuelas. Un público que se lo pasa de cine. Lo mismo ruedan por las laderas que se detienen para oler una flor de metro y medio que huele a podrido y se llama 'Titan Arum'. Una delicia. «El arte es libertad», defiende el impulsor de Inhotim. En Brasil, grandes y pequeños le dan toda la razón.
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