Como fotógrafo me doy cuenta que la primera experiencia ante una cámara de las grandes siempre es difícil. Impone respeto la idea de sentirnos observados y retratados, y ello muchas veces provoca que nos esforcemos por salir mejor, lo que en la mayoría de los casos induce a gestos y posturas artificiosas. La preboda se encarga de absorver ese primer choque de novios y cámara, y eso se nota si observamos la diferencia entre las primeras imágenes de esa sesión y las últimas, cuando las personas implicadas han tenido tiempo de conocerse. Es en este momento cuando las parejas se dejan llevar por sus sentimientos olvidándose de la tensión de sentirse observados, y es también a partir de ahí cuando el fotógrafo, que ya se va adaptando a sus nuevos modelos, les saca el mayor partido. Al final unos y otros acaban riéndose de lo cortados que estaban al principio.
Llegado el momento de la boda en sí, el fotógrafo ya no aparece como ése que va a hacer las fotos, sino que se convierte en un invitado más que goza de la confianza de los novios, quienes se relajan y van a lo suyo sin preocuparse del desconocido que revolotea a su alrededor. La preboda también ofrece una excelente oportunidad para que el resto de invitados puedan ver de primera mano el tipo de trabajo que el fotógrafo realiza, contribuyendo a incrementar el respeto con el que tratan su labor.
La próxima semana hablaremos del desarrollo de la sesión en sí misma. Mientras tanto podéis ver más ejemplos en lunayjose.com , sin olvidar que son muchos, cada vez más, los fotógrafos que ofrecen esta opción sin coste adicional, entendiendo que su función bien merece las horas de trabajo que conlleva.
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