domingo, 18 de septiembre de 2011

JESSICA LANGE SORPRENDE COMO FOTÓGRAFO.ENTREVISTA.

 primer amor de su vida fue un fotógrafo asturiano. después, Mikhail Baryshnikov le dio una hija; y Sam shepard, la estabilidad y una cámara leica. Gracias a este artilugio, lange, de 62 años, se convirtió en fotógrafa. ahora, 35 años después de que `king kong´ le abriera las puertas del cine, ha decidido a mostrar sus imágenes en el centro niemeyer de Avilés.
JESSICA LANGE -foto.
. Sin embargo, hace 20 años algo cambió. Sam Shepard (el escritor y actor de quien se enamoró en el rodaje de Frances en 1982 y su actual pareja) le regaló una cámara Leica tras volver de un rodaje en Europa. Fue una revelación: la aventura fotográfica volvía a su vida justo en el momento en que más lo necesitaba: su carrera cinematográfica declinaba, sus hijos ya no estaban en casa. «Con la Leica –señala Lange– he viajado por los lugares más increíbles y me he divertido muchísimo». Ahora el Centro Niemeyer de Avilés, en colaboración con diChroma Photography (Madrid) y gracias a la cortesía de la Howard Greenberg Gallery, reúne, hasta el 27 de noviembre, 78 fotografías tomadas durante estos años por la actriz durante sus viajes por Etiopía, México, Rusia y EE.UU.



XLSemanal. ¿Qué siente al mostrar sus imágenes?
Jessica Lange.
Nunca había contemplado esta posibilidad. Hacía mis fotografías por el proceso creativo más que por el resultado en sí. Las mostré por primera vez en el libro 50 photographs, cuyo prólogo escribió Patti Smith. Sam insistió en que se las enseñara a un amigo de Patti y así comenzó todo; mostrarlas en público fue un paso enorme para mí. Me di cuenta de que me atraía la gente en situaciones que evocan soledad, quizá porque yo misma soy una solitaria recalcitrante.


XL. Tomar fotos parece el perfecto contrapunto a la profesión de actriz.
J.L.
Disfruto de ambas experiencias, actuar y fotografiar. La fotografía es una actividad solitaria, privada, algo que adoro; como escribir o pintar. Para actuar, dependes de otros; es un arte que no controlas. Lo que más me gusta de la fotografía es el anonimato. Puedo vagar por las calles de cualquier lugar del mundo como un espectador anónimo para capturar el momento que siento que contiene el drama necesario por la luz, por el gesto o por una determinada relación.


XL. Usted estudió fotografía a finales de los 60…
J.L.
Yo no diría tanto. Solo estuve un semestre en la Universidad de Minnesota. A las dos semanas conocí a Paco y, al cabo de unos meses, nos fugamos a España y dejé las clases. En realidad, hasta que Sam no me regaló una Leica, nunca me había tomado en serio la fotografía. Eso me empujó a tomar imágenes distintas a las de familia que hacía con mi vieja Nikon. Al recibir la Leica, sentí que tenía en mis manos un instrumento increíble y debía empezar a fotografiar a otro nivel.


XL. Habla de familia. Justamente Sam Shepard se la regaló cuando sus hijos se iban fuera a estudiar.
J.L.
Así fue. Mucho de lo que soy está unido a la maternidad. Cuando se fueron mis hijos, caí en un enorme y vacío agujero negro. Es un cambio enorme en la vida; tus hijos se han hecho mayores, la carrera se desacelera… Todo lo que absorbía tanta atención se ha esfumado y, de pronto, te encuentras con muchísimo tiempo y espacio. Uno debe reimaginarse quién es y reformular de qué va la vida.


XL. La fotografía, dice, ha sido como «una bendición en su vida». ¿Cómo la ha ayudado?
J.L.
Hay varias cosas. Primero, me gusta el proceso de fotografiar, me gusta la experiencia en sí, de la misma manera que me gusta actuar; completa algo, me produce algo que podríamos llamar felicidad, placer o satisfacción. En cuanto a mi profesión, actuar es algo que conozco muy bien, desde hace 35 años, y encuentro la misma respuesta emocional a través de la fotografía. Está claro que enriquece mucho mi vida, mi relación con el mundo.


XL. En París estuvo con Paco Grande y otros importantes fotógrafos en un momento clave, en 1968. Además, es una gran coleccionista de fotografía. ¿Qué fotógrafos la han influido más?
J.L.
Nunca me he dejado influenciar conscientemente por otros fotógrafos. En París frecuentábamos a grandes de la época como Robert Frank, Danny Lyon, pero no sentía la pasión por la fotografía como ellos. Ojalá hubiera sido así. Pero París en el 68, y antes España, era una época emocionante y sentí que era allí donde tenía que estar.


XL. En París estudió mimo.
J.L.
De joven yo no quería ser actriz; ansiaba hacer algo, pero no sabía qué. Estudié mimo y cuando volví a Nueva York, con 25 años, descubrí el teatro y me di cuenta de que actuar combinaba todo lo que amaba.


XL. Para subsistir, hizo de modelo un año; algo de lo que no queda ni rastro.
J.L.
Dudo que alguien encuentre una sola fotografía mía de aquella época; el año que trabajé de modelo fue el más duro de mi vida. Las directoras de las revistas te hablaban en tercera persona, como si fueras una mercancía. Y te cansas de que la gente te juzgue constantemente.


XL. El Centro Niemeyer, paralelamente a la exposición, le dedica un ciclo a su filmografía. Frances, Titus… ¿Qué papeles recuerda mejor?
J.L.
Ha habido algunos sobresalientes que, a la vez, llegaron en el momento perfecto, como ocurrió con Frances; lo que experimentaba en mi vida lo exploraba a través del personaje.


XL. Ha filmado algunas de las escenas más memorables de amor. ¿Qué resulta más difícil a la hora de rodarlas?
J.L.
Supongo que sería difícil si odiaras a la persona con la que tienes que hacer la escena. Pero cuando pienso en los actores con los que he rodado estas secuencias –Jack Nicholson, Tommy Lee Jones o Liam Neeson–, es obvio que no tuve que esforzarme para hacer las escenas creíbles.


XL. ¿Qué ha sido lo mejor de trabajar en el cine?
J.L.
Tener la oportunidad de hacer lo que me gusta. Como mi padre, he sido una gran soñadora, y actuar es como un vuelo en el que con la imaginación puedes tornar la fantasía en realidad.


XL. Esa atmósfera de sueño se ve en sus fotos. Son tomas atípicas de momentos aparentemente normales.
J.L.
Mis fotografías son mis propios merodeos por la vida. Las tomo en función del ritmo que requieren. Soy paciente, espero el momento. A veces camino horas; a veces me siento y espero el instante, como con la serie de las parejas que van a bailar en la plaza del Zócalo. No ``fabrico´´ nunca el momento; y, a veces lo pierdo por un fracción de segundo, porque no estoy preparada o por una interferencia imprevista. En todo caso, no disparo mucho; soy bastante contenida también en mis movimientos. Quiero pasar inadvertida.


XL. Justamente esta exposición se titula Unseen porque su presencia no se siente. Usted toma las fotografías de lejos, incluso en la noche.
J.L.
Efectivamente; se diría que muchas están tomadas como si yo no estuviera allí. Jamás me acerco al rostro de nadie, sería muy grosero. No me sale. Mis imágenes son, antes de todo, un acto creativo. En fotografía me gusta lo que no se explica, lo que no es obvio. Me gusta cuando miras y presientes que hay cosas ocultas.


XL. Usted ama el campo y vivir al aire libre. Plasma también ese amor por el espacio abierto...
J.L.
Me gusta mucho pasear, encontrar, desvelar y descubrir pequeños acontecimientos que pasan inadvertidos. Muchas veces el mundo, la vida, pasa delante de nuestros ojos y no lo sabemos ver. Para mí, la fotografía es un ejercicio que me permite afinar esa agudeza. En cuanto a los espacios y distancias que fotografío, son siempre a mi medida. Pocas veces hay infinitos o grandes escalas. Mis espacios son pequeños teatros en los que cada persona tiene su sitio.


XL. ¿Es importante para usted plasmar lo bello?
J.L.
No busco ni lo espectacular ni el esteticismo; al contrario, encuentro la belleza en la sencillez, en la banalidad de una escena, en una luz, en una mirada, en la pobreza, en la desnudez, en la humanidad.


XL. Repasando su vida se diría que ha sido usted afortunada y, sin embargo, la sombra de la inquietud y la angustia ha sido siempre una constante. ¿Cómo logra salir de esos agujeros negros?
J.L.
Es muy importante poder hacer lo que me gusta, como actuar o fotografiar. Hacer lo que deseo es para mí fundamental; me reconforta y me abre camino hacia el optimismo. Y si de algo me arrepiento es de los tiempos en los que elegí el camino del ``lado oscuro´´. Ya he malgastado tiempo suficiente en no ser feliz. Y, créame, aspiro a serlo.


XL. ¿A qué le está más agradecida?
J.L.
A mi familia.


XL. Y a pesar de ello, curiosamente, nunca se casó con Sam Shepard...
J.L.
Reconozco que nunca he creído mucho en el matrimonio, ni en que un sacerdote o un juez determinen cómo debes vivir. Solo me habría casado si fuera por el bien de mi familia. Con Sam tengo algo eterno, para toda la vida; finalmente ha sido el corazón el que me ha hablado.
La actriz y fotógrafa, Jessica Lange.





Luego vino el cine y eclipsó a la fotografía

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