Entre corazones voy dibujando la vida de esta chica llamada Lulú que nace en una buena familia que su padre tiene una gran tienda de ropa de vestir para niños, mujeres,etc. Lulú en la escuela saca buenas notas y tienes buenas amigas y buenos amigos. En resumen es una chica muy inteligente y muy responsable. Ha sin sus padres le da la libertad de hacer todo que quiere pero sabiendo que si hace mal le riñe. Estudia la carrera de abogada y saca las mejores notas de la clase. Mas tarde monta una oficina de abogados en la ciudad de Madrid. Lulú se casa con buen chico que conoció en la universidad que estuvo estudiando derecho y así trabajo lo mismo que ella en la oficina. En resumen sus padres están muy contentos con su hija como a nacido en la vida y como ha sido lista para saber que con la ayuda de los estudios encontró el trabajo que mas le gusto para su vida y al chico mas encantador para vivir junto a el.
25-9-2011-TÍTULO: REVISTA XL SEMANAL HOY:
El capitán Trueno cabalga de nuevo.
El gran héroe del cómic patrio ya tiene película.Después de 55 años, más de 100 millones de ejemplaresvendidos y varios intentos de llevarlo al cine, porfin lo veremos en la pantalla grande. Con ese motivo hablamos con su autor, Víctor mora, que a los 80 años nos da las claves desconocidas de un personaje que derrocaba tiranos en plena dictadura.
Víctor Mora nació en Barcelona el 6 de junio de 1931, trece años antes del desembarco de Normandía. Ambos acontecimientos no guardan relación alguna, pero a Mora le gusta subrayarlo. consecuencia, probablemente, de su querencia por la Historia y la vitalidad que al veterano autor y guionista de leyendas del cómic patrio como `el Capitán Trueno´, `Jabato´ o `el Corsario de Hierro´ le proporcionan sus recuerdos.
Estos fluyen en avalancha al verse rodeado por sus personajes. Mora observa al capitán Trueno, Sigrid, Goliath, Crispín; los ve deambular por el estudio donde tiene lugar esta entrevista como si no se creyera que están vivos. Sin embargo, están más vivos que nunca, o eso le hacen ver Sergio Peris Mencheta, Natasha Yarovenko, Manuel Martínez y Adrián Lamana, los actores que han revivido en el cine [El capitán Trueno y el santo grial se estrena el 7 de octubre] las aventuras surgidas de la pluma de Mora hace 55 años. Por aquel entonces, tenía 25 y ya había vivido la Guerra Civil, la ocupación nazi en Francia, la muerte de su padre, el regreso a casa en el franquismo y la incorporación precoz a la editorial que marcaría la historia del tebeo en España: Bruguera. Después vendrían el éxito, la militancia política, la cárcel, más personajes populares, sus primeras novelas y premios literarios y los problemas de salud. Sus recuerdos sobrevuelan la estancia, despejan su cerebro de 80 años, esforzado superviviente a un derrame que, hace más de una década, casi le cuesta la vida. Mora ha perdido audición, motricidad –se mueve en silla de ruedas– y facilidad de palabra, pero conserva la lucidez y a su eterna compañera, Armonía Rodríguez. Sus miradas y las atenciones que se prodigan dan fe de la fortaleza de su vínculo. Tan sólido como el que une a los cuatro personajes y a su autor.
XLSemanal. Creó al capitán Trueno en 1956. Después de 55 años, ¿cómo es esto de ver a sus personajes en vivo?
Víctor Mora. Muy extraño. Estoy como en una nube. Cuesta creer que me rodeen mis creaciones, mis hijos. Desde luego, ellos han envejecido mejor que yo [se ríe]. Los actores están muy bien elegidos, me encanta estar aquí, tomando fotos todos juntos y hablando contigo.
XL. ¿Alguna vez visualizó al capitán en la persona de un actor? No sé, Richard Burton, Sean Connery, Harrison Ford…
V.M. Nadie pensaba en hacer películas con personajes de cómic en los 50 o 60. De hecho, nadie dijo nada hasta los 90. Pero, mire, el rostro de Trueno salió un poco de José Antonio [Primo de Rivera], Rock Hudson, Gregory Peck y Cary Grant. Cualquiera de los que menciona, de todos modos, lo habría hecho bien. Pero Sergio me gusta mucho.
XL. Es el tercer intento de hacer una película en 15 años. ¿Por qué ha costado tanto?
V.M. El primer proyecto fue con Juanma Bajo Ulloa, pero no nos llegamos a entender. Él quería rodar una historia dominada por la relación del capitán con su madre y en la que el capitán no aparecía hasta la mitad. No entendí nada. Luego, con Daniel Calparsoro tampoco cuajó. Nunca sentí que se tomaran las cosas en serio.
XL. ¿Cómo nació El capitán Trueno?
V.M. Los caballeros medievales, como El príncipe valiente, que defendían la libertad frente a la tiranía, siempre fueron mis héroes favoritos. Yo tenía 25 años. En aquella época, a Bruguera le funcionaban ese tipo de historias y les propuse al capitán Trueno. Era uno más de tantos guiones y personajes que había entregado en los más de seis años que llevaba allí. El capitán les gustó mucho, pero nadie esperaba tanto de él. Fue un éxito absoluto, algunas semanas vendía más de 350.000 ejemplares semanales. Una barbaridad para la época.
XL. En España incluso hoy es una barbaridad. Una serie que duró 13 años con millón y medio de lectores semanales...
V.M. No sé, era un personaje progresista, por no decir subversivo para la época; un justiciero que se oponía al poder autoritario y brutal, estaba a favor de la democracia y defendía a los débiles. Así es como yo entendía su éxito, aunque igual no fue eso, claro.
XL. No sé si sabrá que en algunos lugares de España, como el País Vasco, o entre alguna gente de izquierdas se identificaba a su héroe con el régimen...
V.M. [Se ríe]. Igual esas personas no saben que estuve en la cárcel por militar en el PSUC [Partido Socialista Unificado de Cataluña] o que mi padre fue republicano y que murió en el exilio en Francia. Pero bueno, en España siempre ha habido mucha confusión. Yo, desde luego, amo a Cataluña y a España.
XL. ¿No le controlaban entonces lo que escribía en los guiones?
V.M. Siempre tuve libertad total. Intentábamos pasar inadvertidos. Mis jefes eran de izquierdas, habían militado siempre en el lado republicano, pero los Bruguera, que llevaban tres décadas en el negocio, tenían dinero e influencias y esto les permitía ciertas cosas. Les dejaban en paz, vamos, pero jugábamos para driblar la censura.
XL. El capitán Trueno gritaba: «¡Santiago y cierra España!». ¿Fue un ardid para contentar a la censura?
V.M. No, no. Esa es una frase histórica, la pronunciaban las tropas españolas de la Reconquista y consideré que encajaba con el personaje, sin más. Nadie me lo impuso ni pretendía hacerlo más cristiano o más patriota español.
XL. ¿Algún censor le dio muchos dolores de cabeza?
V.M. Hubo uno especialmente, digamos, inteligente que ordenó borrar todas las armas –espadas, puñales, mazas...– que sujetaban los personajes de El capitán. Cuando vio que todos salían con el puño en alto, se lo pensó dos veces [se ríe]. ¡Es que eran imbéciles! También tú ibas aportando cosas al personaje para que te dejaran tranquilo.
XL. Personajes como Trueno, el Corsario de Hierro o Jabato nunca se casaron y tenían novias con convicciones propias. ¿Le dio problemas esta, digamos, ‘liberación femenina’?
V.M. Fueron muy pesados, sí [se ríe]. Para que Sigrid y Trueno se dieran un beso, ¡madre mía! Y un abrazo, ¡atención, eh! Ni tocarse. Nunca ocurría nada y no se veía lo que hacían por la noche, claro [se ríe]. Nunca los casé, aunque al Ministerio de Información y Turismo no le hiciera gracia que anduvieran juntos sin vínculos matrimoniales, como publicó en un oficio. Ni siquiera cuando se reencontraban, tras meses sin verse, se podían besar. Era ridículo, se saludaban desde lejos –«Hola, Sigrid»–, a metros de distancia. Sigrid me trajo de cabeza.
XL. O sea, que se pasó años queriendo llevarlos a la cama.
V.M. Es que daban muchas ganas solo por el hecho de que te lo prohibieran. Al final de los 60, cuando la censura se relajó, los puse en una cama dándose un beso. Todo muy correcto, sin pasarse, claro.
XL. Si le parece, vayamos al principio. Entró en Bruguera antes de cumplir los 18. ¿Y esa precocidad? ¿No había mucha competencia?
V.M. [Se ríe]. Bueno, les gustó mi trabajo. Con 24 años, incluso llegué a jefe de redacción. Me decían: «Hay que hacer 75 páginas de tal cosa». Pues me sentaba y, ¡hala!, 75 páginas. Siempre escribí con una facilidad extraordinaria por haber leído mucho desde niño. Se lo debo a mi padre, que amaba los libros y me los hizo amar a mí. En mi barrio me apodaban ‘el abogado de los pobres’ porque siempre iba leyendo. Pasé de niño casi sin escolarizar a escritor. De pronto, escribir me salía automático. Les ocurre a muchos escritores.
Víctor Mora nació en Barcelona el 6 de junio de 1931, trece años antes del desembarco de Normandía. Ambos acontecimientos no guardan relación alguna, pero a Mora le gusta subrayarlo. consecuencia, probablemente, de su querencia por la Historia y la vitalidad que al veterano autor y guionista de leyendas del cómic patrio como `el Capitán Trueno´, `Jabato´ o `el Corsario de Hierro´ le proporcionan sus recuerdos.
Estos fluyen en avalancha al verse rodeado por sus personajes. Mora observa al capitán Trueno, Sigrid, Goliath, Crispín; los ve deambular por el estudio donde tiene lugar esta entrevista como si no se creyera que están vivos. Sin embargo, están más vivos que nunca, o eso le hacen ver Sergio Peris Mencheta, Natasha Yarovenko, Manuel Martínez y Adrián Lamana, los actores que han revivido en el cine [El capitán Trueno y el santo grial se estrena el 7 de octubre] las aventuras surgidas de la pluma de Mora hace 55 años. Por aquel entonces, tenía 25 y ya había vivido la Guerra Civil, la ocupación nazi en Francia, la muerte de su padre, el regreso a casa en el franquismo y la incorporación precoz a la editorial que marcaría la historia del tebeo en España: Bruguera. Después vendrían el éxito, la militancia política, la cárcel, más personajes populares, sus primeras novelas y premios literarios y los problemas de salud. Sus recuerdos sobrevuelan la estancia, despejan su cerebro de 80 años, esforzado superviviente a un derrame que, hace más de una década, casi le cuesta la vida. Mora ha perdido audición, motricidad –se mueve en silla de ruedas– y facilidad de palabra, pero conserva la lucidez y a su eterna compañera, Armonía Rodríguez. Sus miradas y las atenciones que se prodigan dan fe de la fortaleza de su vínculo. Tan sólido como el que une a los cuatro personajes y a su autor.
XLSemanal. Creó al capitán Trueno en 1956. Después de 55 años, ¿cómo es esto de ver a sus personajes en vivo?
Víctor Mora. Muy extraño. Estoy como en una nube. Cuesta creer que me rodeen mis creaciones, mis hijos. Desde luego, ellos han envejecido mejor que yo [se ríe]. Los actores están muy bien elegidos, me encanta estar aquí, tomando fotos todos juntos y hablando contigo.
XL. ¿Alguna vez visualizó al capitán en la persona de un actor? No sé, Richard Burton, Sean Connery, Harrison Ford…
V.M. Nadie pensaba en hacer películas con personajes de cómic en los 50 o 60. De hecho, nadie dijo nada hasta los 90. Pero, mire, el rostro de Trueno salió un poco de José Antonio [Primo de Rivera], Rock Hudson, Gregory Peck y Cary Grant. Cualquiera de los que menciona, de todos modos, lo habría hecho bien. Pero Sergio me gusta mucho.
XL. Es el tercer intento de hacer una película en 15 años. ¿Por qué ha costado tanto?
V.M. El primer proyecto fue con Juanma Bajo Ulloa, pero no nos llegamos a entender. Él quería rodar una historia dominada por la relación del capitán con su madre y en la que el capitán no aparecía hasta la mitad. No entendí nada. Luego, con Daniel Calparsoro tampoco cuajó. Nunca sentí que se tomaran las cosas en serio.
XL. ¿Cómo nació El capitán Trueno?
V.M. Los caballeros medievales, como El príncipe valiente, que defendían la libertad frente a la tiranía, siempre fueron mis héroes favoritos. Yo tenía 25 años. En aquella época, a Bruguera le funcionaban ese tipo de historias y les propuse al capitán Trueno. Era uno más de tantos guiones y personajes que había entregado en los más de seis años que llevaba allí. El capitán les gustó mucho, pero nadie esperaba tanto de él. Fue un éxito absoluto, algunas semanas vendía más de 350.000 ejemplares semanales. Una barbaridad para la época.
XL. En España incluso hoy es una barbaridad. Una serie que duró 13 años con millón y medio de lectores semanales...
V.M. No sé, era un personaje progresista, por no decir subversivo para la época; un justiciero que se oponía al poder autoritario y brutal, estaba a favor de la democracia y defendía a los débiles. Así es como yo entendía su éxito, aunque igual no fue eso, claro.
XL. No sé si sabrá que en algunos lugares de España, como el País Vasco, o entre alguna gente de izquierdas se identificaba a su héroe con el régimen...
V.M. [Se ríe]. Igual esas personas no saben que estuve en la cárcel por militar en el PSUC [Partido Socialista Unificado de Cataluña] o que mi padre fue republicano y que murió en el exilio en Francia. Pero bueno, en España siempre ha habido mucha confusión. Yo, desde luego, amo a Cataluña y a España.
XL. ¿No le controlaban entonces lo que escribía en los guiones?
V.M. Siempre tuve libertad total. Intentábamos pasar inadvertidos. Mis jefes eran de izquierdas, habían militado siempre en el lado republicano, pero los Bruguera, que llevaban tres décadas en el negocio, tenían dinero e influencias y esto les permitía ciertas cosas. Les dejaban en paz, vamos, pero jugábamos para driblar la censura.
XL. El capitán Trueno gritaba: «¡Santiago y cierra España!». ¿Fue un ardid para contentar a la censura?
V.M. No, no. Esa es una frase histórica, la pronunciaban las tropas españolas de la Reconquista y consideré que encajaba con el personaje, sin más. Nadie me lo impuso ni pretendía hacerlo más cristiano o más patriota español.
XL. ¿Algún censor le dio muchos dolores de cabeza?
V.M. Hubo uno especialmente, digamos, inteligente que ordenó borrar todas las armas –espadas, puñales, mazas...– que sujetaban los personajes de El capitán. Cuando vio que todos salían con el puño en alto, se lo pensó dos veces [se ríe]. ¡Es que eran imbéciles! También tú ibas aportando cosas al personaje para que te dejaran tranquilo.
XL. Personajes como Trueno, el Corsario de Hierro o Jabato nunca se casaron y tenían novias con convicciones propias. ¿Le dio problemas esta, digamos, ‘liberación femenina’?
V.M. Fueron muy pesados, sí [se ríe]. Para que Sigrid y Trueno se dieran un beso, ¡madre mía! Y un abrazo, ¡atención, eh! Ni tocarse. Nunca ocurría nada y no se veía lo que hacían por la noche, claro [se ríe]. Nunca los casé, aunque al Ministerio de Información y Turismo no le hiciera gracia que anduvieran juntos sin vínculos matrimoniales, como publicó en un oficio. Ni siquiera cuando se reencontraban, tras meses sin verse, se podían besar. Era ridículo, se saludaban desde lejos –«Hola, Sigrid»–, a metros de distancia. Sigrid me trajo de cabeza.
XL. O sea, que se pasó años queriendo llevarlos a la cama.
V.M. Es que daban muchas ganas solo por el hecho de que te lo prohibieran. Al final de los 60, cuando la censura se relajó, los puse en una cama dándose un beso. Todo muy correcto, sin pasarse, claro.
XL. Si le parece, vayamos al principio. Entró en Bruguera antes de cumplir los 18. ¿Y esa precocidad? ¿No había mucha competencia?
V.M. [Se ríe]. Bueno, les gustó mi trabajo. Con 24 años, incluso llegué a jefe de redacción. Me decían: «Hay que hacer 75 páginas de tal cosa». Pues me sentaba y, ¡hala!, 75 páginas. Siempre escribí con una facilidad extraordinaria por haber leído mucho desde niño. Se lo debo a mi padre, que amaba los libros y me los hizo amar a mí. En mi barrio me apodaban ‘el abogado de los pobres’ porque siempre iba leyendo. Pasé de niño casi sin escolarizar a escritor. De pronto, escribir me salía automático. Les ocurre a muchos escritores.
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