Cuando hablamos del mercado inmobiliario, tendemos a pensar que solo hay uno. Como si todas las casas fueran iguales. Pero no se puede mezclar el pisito de un barrio, por amplio y luminoso que sea, con un flamante edificio de oficinas plantado en pleno Paseo de la Castellana. «En realidad hay dos mercados cuyas trayectorias no tienen por qué coincidir», explica Heriberto Teruel, director de N+1 Real Estate. Mientras que las compraventas de vivienda residencial llevan años deprimidas, el segundo mercado, que contempla los inmuebles como un producto de rentabilidad, estaba aguantado bien el embate de la crisis... Hasta ahora. Desde el primer trimestre del año 2011, también comienza a resentirse.
Para los inversores extranjeros, únicamente existen dos ciudades en España: ellos solo buscan edificios de oficinas y locales comerciales en las mejores calles de Madrid y Barcelona. Las operaciones que se dan en las zonas más empingorotadas de Bilbao o de Valencia suelen estar, en cambio, vinculadas a grupos familiares que tienen ahí sus raíces. Pero incluso los inversores extranjeros, antaño tan animosos, han empezado a huir. Temen adquirir bienes en países, como España, que hoy se encuentran en el ojo del huracán financiero. Regresarán cuando escampe.
El mercado residencial sigue, en cambio, muerto. Y no da señales de una próxima resurrección. ¿Por qué? «La gente no invierte por tres razones -explica Teruel-. En primer lugar, porque no sabe cuándo acabará la crisis. En segundo término, los bancos no dan financiación... salvo para comprar las casas que ellos mismos venden. Y finalmente, todos los posibles compradores piensan que esto aún va a bajar más». Pero Teruel es optimista: cree que el mercado de las costas y el de las capitales acabará recobrando algo de vigor. «Pero lo que jamás se venderá son todas esas Seseñas, esos campos de golf en medio de Cuenca. Ni aun bajando su precio el 90%», pronostica.
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