domingo, 25 de septiembre de 2011

LA VIDA SECRETA DE JOHN GALLIANO. EL CREADOR Y SU OBRA.

Los exabruptos antisemitas proferidos por el creador en un café de París le han costado el empleo y una leve multa. El juicio ha pasado sin pena ni gloria, pero ha servido para reparar en su colaborador más íntimo, Steven Robinson. La sórdida muerte de su amigo y el efecto devastador que tuvo sobre el diseñador no han sido recogidos por los medios de comunicación… hasta ahora.



A lo largo de los años
, John Galliano se hizo famoso por sus atrevidas apariciones en la pasarela al final de sus desfiles. Igual salía vestido de astronauta que de torero. La realidad era que los disfraces ayudaban a Galliano a esconderse y a ocultar su insatisfacción. Angustiado por su envejecimiento, el modisto recurría, además, a un truco: se fijaba una especie de diadema invisible que le estiraba la piel del rostro y disimulaba algunas arrugas. En noviembre pasado celebró su 50 cumpleaños en Londres. Según cuentan los asistentes a la fiesta, ese día ya daba la impresión de que John era una sombra de sí mismo. Unos meses después, en marzo, el modisto arremetía con insultos racistas y antisemitas contra una pareja en un café de París. En junio, se sentaba en el banquillo con la expresión contrita y el cuerpo tembloroso para responder a las preguntas del juez.
En el juicio, Galliano habló de las presiones de su trabajo y de cómo sucumbió a una triple adicción al alcohol, el Valium y los barbitúricos, lo que, según dijo, explicaría la súbita andanada de improperios dirigidos a unos desconocidos. Pero, en su declaración, Galliano hizo una mención muy especial y conmovedora a una persona: Steven Robinson, su íntimo amigo y colaborador más cercano, fallecido en 2007 con 38 años. La prensa en su momento achacó lo sucedido a un paro cardiaco. John y Steven llevaban 20 años juntos y el modisto explicó al tribunal que fue tras la muerte de Robinson cuando empezó a beber de forma desmesurada.


Robinson trabajaba para Galliano desde finales de los 80. Comenzó cosiendo botones, pero con los años se convirtió en decisivo en el éxito del diseñador, en una figura clave entre bambalinas. «Steven me protegía de todo –declaró Galliano–, así yo podía concentrarme en ser creativo».


Nacido en una familia proletaria de Norfolk, Inglaterra, Robinson era un personaje muy conocido por quienes estaban en el meollo, pero desconocido para los demás. Siempre vestido con sus polos característicos, parecía tímido y reservado, pero tenía un lado salvaje. Un lado del que nunca hasta ahora se había hablado.
Un año después de su muerte, un traficante de drogas fue hallado culpable de homicidio involuntario y el propio Galliano prestó declaración en la audiencia. Por increíble que resulte, ningún periodista cubrió ese juicio. De un modo u otro, la vista del dramático caso fue obviada por el circo mediático en torno a la industria de la moda.
El cadáver de Robinson fue encontrado por la asistenta que limpiaba su apartamento en el Marais, un barrio de reputación bohemia, donde también vive Galliano y donde está La Perle, el café donde pronunció los exabruptos racistas. A pesar de los claros indicios de que las drogas tenían que ver con la muerte de Robinson, la prensa se limitó a achacarla a causas naturales. No se efectuó una investigación de oficio.


Aunque no formaban una pareja en el sentido romántico de la palabra, Robinson, en su calidad de jefe de estudio de las marcas Dior y Galliano, estaba en el epicentro de la existencia de Galliano. En la primavera de 2007, cuando llevaban 11 años en Dior, las presiones eran inmensas y crecientes. La recesión económica se hacía notar y la marca personal de Galliano tenía problemas financieros. Ante el juez, Galliano explicó cómo después de cada desfile se venía abajo y tenía que lidiar con el anticlímax subsiguiente.


Los desfiles de moda son producciones cortas pero de enorme envergadura que tan solo pueden ser organizadas a costa de noches sin dormir y meticulosa atención al detalle. Como Robinson dijo a la revista New Yorker en 2003: «Es difícil de creer que tengamos que trabajar tantísimo para una cosa que dura 20 minutos… Lo raro de verdad es que sigamos metidos en el asunto». Un testigo presencial recuerda haberlo visto drogado y chillando de forma histérica en uno de sus últimos desfiles.


Quien le proveía de esas drogas, según se supo en 2008, era un inmigrante senegalés, Alassane Seck, que fue condenado por homicidio involuntario y tráfico de drogas. Su abogado, François-Henri Blistene, que habla ahora por primera vez en un medio, nos confirma que Robinson murió de una sobredosis de cocaína. En su organismo había entre cinco y siete gramos de la droga (unas cinco veces la dosis mortal). Seck inicialmente negó haber vendido a Robinson la droga, pero en su poder fueron hallados los billetes que había retirado de un cajero para pagarle. Seck tenía 40 años y llevaba 15 haciendo de camello. Robinson era uno de los 30 clientes de buena posición social a los que vendía cocaína. Fue sentenciado a cinco años de cárcel, aunque ha sido puesto en libertad al cumplir la mitad.


Es imposible saber por qué Robinson consumió tan formidable sobredosis, si estaba decidido a quitarse la vida o si se mató de forma involuntaria mientras trataba de evadirse. Hay quienes están convencidos de que fue un suicidio, provocado por las incesantes exigencias de su trabajo. Galliano se sintió devastado.


La intimidad de su relación la deja clara su círculo más próximo. Aunque John llevaba tiempo embarcado en una relación con Alexis Roche, este no siempre estaba a su lado. Cuando Galliano se sentía solo o presa de la ansiedad, Robinson se presentaba en su apartamento y dormía al pie de su cama. Es de suponer lo complicado que tuvo que ser para el diseñador asumir la muerte de Robinson. Algunos temieron incluso que siguiera los pasos de su amigo. No era la primera vez que perdía a un amigo en similares circunstancias. Durante sus inicios profesionales, Galliano mantuvo una relación con el diseñador John Flett. En 1991, cuando ya no eran pareja y Flett estaba trabajando para otro modisto, murió de un \\\''\''paro cardiaco\\\''\'' en un hotel de Florencia. Tenía 27 años. Tampoco la de Robinson fue la última muerte en marcar a Galliano. El suicidio de Alexander McQueen en 2010 le afectó muchísimo.
Al mismo tiempo, el modisto lidiaba con sus propias presiones laborales. Parece ser que él y el jefe supremo de LVMH, Bernard Arnault, se profesaban antipatía mutua, y los problemas eran constantes con el consejero delegado de Dior, Sidney Toledano. Galliano se sentía menospreciado por sus jefes, quienes parecían estar entrevistando a posibles candidatos a reemplazarlo mientras él se había convertido en una especie de hámster incesantemente atareado con su noria. El modisto hizo referencia a la mareante sucesión anual de desfiles para sus dos marcas, Dior y Galliano: de confección masculina, femenina, para adolescentes, de ropa interior, de joyas, de gafas de sol, de zapatos...
Los comportamientos de Galliano se fueron tornando más problemáticos y excéntricos a medida que las tensiones crecían. Según reconoce el propio diseñador, empezaba a beber por las mañanas y durante el día tomaba pastillas para combatir la ansiedad.


Una fuente explica que Galliano nunca se hizo tratar de su adicción al alcohol; si bien a veces podía pasarse varios días seguidos sin beber, luego volvía a las andadas.


Tras ser despedido por Dior, se sometió a tratamiento médico en Arizona. Estaba previsto que la estancia durase tres meses, pero se marchó semanas antes. Nadie sabe si Galliano volverá a ser un referente en el mundo de la alta costura, pero se dice que tiene bastantes ofertas. La historia de su decadencia y caída resulta triste pero tiene su moraleja, y Galliano por lo menos sigue en este mundo para contarla.

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