Una de las frases que más me dijeron desde que anuncié, a mediados del 2007, que quería dedicarme a viajar fue (entre otras como “estás loca”, “no te hagas la hippie”, “buscate un trabajo de verdad” y “no se puede vivir de eso”): “hacelo ahora que sos joven y podés” (frase muchas veces seguida de: “porque una vez que te casás y tenés hijos… olvidate”). Esa frase siempre me generó bronca y una sensación de “no entendimiento” (no de mi parte, sino de parte de los que me aseguraban semejante “verdad”).
Y siempre me quedé pensando en eso de “ahora que podés”. Entonces… ¿los sueños solo pueden cumplirse “de joven”? ¿Cuando uno crece debe olvidarse de todo eso que soñaba para su vida y resignarse a una rutina que parece estar pre-escrita y marcada de antemano? Entonces ¿qué? ¿cuando uno forma una familia con la persona que eligió, hay que dejar los sueños de ambos de lado y seguir el camino socialmente aceptado? ¿Y si justo los dos resultan ser viajeros? ¿Y si ambos comparten los mismos sueños y buscan llevar adelante un mismo estilo de vida? ¿O será que, siguiendo el razonamiento de “ahora que podés”, todos los viajeros estamos condenados a quedarnos solos de por vida?
En el 2008, días antes de emprender mi primer viaje por América latina, me pasó algo que me inspiró muchísimo y me dio a entender que no era la única que tenía un sueño grande: conocí la historia de los Zapp.
Herman y Cande Zapp, una pareja argentina, decidieron cumplir su sueño y viajaron desde Argentina hasta Alaska en un auto Graham Paige de 1928. Tardaron más de cuatro años, escribieron un libro en el camino (“Atrapa tu sueño”, recomendado para todos los viajeros, potenciales viajeros y soñadores) y tuvieron dos hijos en pleno viaje. Cuando salieron de Argentina tenían planeado viajar pocos meses; hoy, más de 10 años después de haber salido, siguen en la ruta: están en Asia y ya son seis. Los Zapp ahora son Herman, Cande, Pampa (nacido en Estados Unidos), Tehue (nacido en Argentina), Paloma (nacida en Canadá) y Wallaby (nacido en Australia). Y el Graham, claro.
Hace pocas semanas, los Zapp y yo intercambiamos mails y estuvimos muy cerca de conocernos en Malasia, pero al final no se dio porque cuando ellos llegaron yo ya estaba volando de vuelta a Indonesia. Una pena. Me hubiese encantado conocerlos en persona y hacerles todas las preguntas que tengo en la cabeza desde que leí su libro. La familia Zapp, en mi opinión, representa lo que yo y muchísimos más soñamos. Ellos se animaron, lo lograron y le demostraron al mundo que es posible tener una familia y aún así cumplir sueños como, en este caso, el de viajar por el mundo. Ya dije una vez: “Cuando sea grande quiero ser viajera”, y ahora agrego: “y cuando tenga familia quiero ser como los Zapp”.
Muchos dirán que soy idealista, utópica, irrealista. Ya me lo dijeron y, les soy sincera, cada vez me importa menos. ¿Tengo que dejar de lado mis sueños porque al resto del mundo le parezcan inconcretables? ¿Tengo que entregarme a un estilo de mi vida que no me gusta porque para muchos es “el único” o “el correcto”? Si mi objetivo de vida es ser viajera, entonces haré todo lo posible para invertir mi plata, mi tiempo, mi energía y todas mis capacidades en eso. Y también haré todo lo posible por compartir mi experiencia con el resto del mundo.
Justamente en estos días, cuando me escribía con los Zapp y pensaba en estas cosas, “me crucé” (cibernéticamente) con varias familias viajeras que ya hicieron varios viajes o están a punto de salir. Y, además de inspirarme, me generaron muchas preguntas que me dieron ganas de compartir en el blog. Así que en los próximos post les voy a presentar a algunas familias viajeras, a familias que me inspiran y que, ojalá, también los inspirarán a ustedes.
Mientras tanto, pueden conocer a los Zapp, la familia que me inspiró a crear este post, acá:
Foto de una familia viajera con los niños y el coche que guay.
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