Médicos Sin Fronteras es una organización internacional médico-humanitaria que aporta su ayuda a poblaciones en situación precaria y a víctimas de catástrofes de origen natural o humano, de conflictos armados, enfermedades olvidadas y epidemias, o exclusión. Este informe recoge la lista de las crisis humanitarias más desatendidas por la comunidad internacional en 2008.
MSF cuenta con 25.000 trabajadores en terreno, entre expatriados y personal contratado localmente. Cuenta con más de 350 proyectos de acción médica y humanitaria repartidos en unos 60 países, y 4 millones de socios y colaboradores en todo el mundo, de los cuales más de 400.000 en España.
1. SOMALIA: Empeora la catástrofe humanitaria
Aunque la ruina de las estructuras estatales hace que las estadísticas sean difíciles de confirmar, Somalia presenta algunos de los peores indicadores de salud del mundo: una de cada diez mujeres muere durante el parto y más de uno de cada cinco niños no llega a cumplir los cinco años.
La población somalí ya partía de una situación de lucha por la supervivencia, con poco o nulo acceso incluso a los servicios más básicos, cuando en 2008 quedó expuesta a uno de los peores episodios de violencia registrados en el país en más de diez años.
Como consecuencia, en especial en el centro y el sur del país, la situación humanitaria se deteriora cada vez más, sobre todo en lo relativo a los índices de desnutrición infantil. Al impacto de la guerra, además, han venido a unirse los desorbitados precios de los alimentos y una prolongada sequía.
Cientos de miles de personas viven hoy en zona de conflicto. El recrudecimiento de los combates en una de las zonas más pobladas de Mogadiscio provocó un gran número de heridos civiles así como el desplazamiento de miles de personas.
A ello hay que sumar el flagrante incremento de ataques selectivos (incluyendo asesinatos y secuestros) contra trabajadores humanitarios, convirtiendo Somalia, país con un sinfín de de necesidades humanitarias, en un lugar donde resulta práctica-mente imposible proporcionar asistencia.
2. MYANMAR: Críticas necesidades sanitarias siguen desatendidas
El 2 de mayo del 2008, el ciclón Nargis dejó a su paso por Myanmar una estela de devastación, haciendo estragos en el Delta del Irrawaddy, donde murieron o desaparecieron unas 130.000 personas, y situando de nuevo al país asiático bajo el foco de la atención internacional.
La catástrofe asestó un duro golpe a una población olvidada por el resto del mundo, sometida al gobierno de un régimen militar desde 1962 y a un conflicto de baja intensidad en algunas zonas del país.
Mientras tanto, necesidades de salud crónicas y urgentes siguen desatendidas. Ni el Gobierno ni la comunidad internacional invierten en este sector: en 2007, el gasto gubernamental en el sistema de salud fue de 50 céntimos de euro por persona, un 0,3% del producto nacional bruto.
En cuanto a la ayuda humanitaria internacional, apenas superó los 2 euros por persona, la más baja del mundo. La ceguera selectiva a las necesidades en todo el país, incluyendo zonas especialmente afectadas por el VIH/Sida, la tuberculosis y la malaria, sigue costando la vida a miles de personas cada año y requiere más atención.
La población no puede esperar a ser golpeada por otro desastre natural para que sus inmensas necesidades sanitarias sean reconocidas. Tanto el Gobierno de Myanmar como la comunidad internacional deben actuar con urgencia con el fin de impedir miles de muertes innecesarias más.
3. ZIMBABUE: Crisis sanitaria, violencia y derrumbe económico
Los primeros meses del 2008 estuvieron marcados por el colapso económico y la violencia política. Aunque el país atraviesa una crisis desde hace años, la situación se deterioró hasta alcanzar unos niveles alarmantes, con una inflación del 231.000.000 %, escasez de artículos de primera necesidad, represión de partidarios de la oposición y restricciones adicionales contra las organizaciones humanitarias al aproximarse las reñidas elecciones de junio.
La crisis fue especialmente perturbadora para los dos millones de personas con VIH/Sida que se estima pueda haber en el país. Según Naciones Unidas, debido a la pandemia, la esperanza de vida en Zimbabue ha caído en picado hasta los 34 años.
Como resultado de la crisis, muchas personas sometidas a tratamiento tuvieron que reducir la cantidad y calidad de su alimentación justo cuando más la necesitaban, no pudieron costearse los billetes de autobús para acudir a las clínicas, o simplemente tenían miedo de salir de casa.
Durante todo el año, cifras alarmantes de personas siguieron huyendo del país, entre ellos el muy necesario personal sanitario, lo que contribuyó a incrementar la presión sobre un sistema de salud ya al límite.
4. REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO: Civiles atrapados en una guerra que hace estragos
Desde septiembre del 2007, nuevos enfrentamientos en Kivu Norte han provocado desplazamientos masivos en la región. El acuerdo de alto el fuego de enero de 2008 no fue respetado y hacia finales de agosto estallaron de nuevo combates a gran escala entre varios grupos rebeldes y las fuerzas armadas congoleñas (FARDC), a pesar de la presencia de la fuerza de paz de la ONU más grande del mundo, la MONUC.
Miles de personas huyeron en todas las direcciones, en una desesperada búsqueda de seguridad. Los desplazados, muchos de los cuales se han visto obligados a huir en múltiples ocasiones, tienen poco o ningún acceso a la atención sanitaria, alimentos, agua o refugio.
Encuentran cobijo en campos o con familias de acogida o se esconden en el bosque, bajo la amenaza de ataques por parte de todos los grupos armados. Pocas son las agencias humanitarias que lleven a cabo programas de ayuda con una presencia continuada fuera de Goma, la capital provincial.
5. DESNUTRICIÓN: Millones de niños sin tratamiento a pesar de los avances
Los disturbios registrados a principios de 2008 pusieron de manifiesto que el impacto del aumento de los precios de los alimentos era igual de grave en países tan apartados entre sí como Haití, Bangladesh o Costa de Marfil.
Menos visible, aunque más mortífera y omnipresente, fue la constante crisis de desnutrición infantil. Aunque para combatir el hambre es necesario tener acceso a alimentos en cantidades suficientes, para frenar la desnutrición también hay que garantizar alimentos de calidad nutricional: los niños, en su primera infancia, necesitan para su supervivencia y desarrollo alimentos ricos en nutrientes, vitaminas y minerales.
Las cifras son impactantes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que hay 178 millones de niños desnutridos en el mundo. Cada año, la desnutrición es responsable de entre 3,5 y 5 millones de muertes de niños menores de cinco años. Se-gún UNICEF, la situación está empeorando en 16 países.
Lejos de las emergencias humanitarias de alto perfil que cubren los medios, se ven obligados a una lucha por la supervivencia en la que sólo cuentan con dietas de poco más que copos de maíz o arroz: el equivalente a vivir de agua y pan.
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