TÍTULO: LENGUAS DE PATO O MEDUSAS, PLATOS DEL AÑO CHINO,.
Lenguas de pato, medusas o huevos milenarios: los platos de Año Nuevo chino,.
hyori no aprueba la tematica de este hilo-foto,.
El marisco supone un punto en común entre el Fin de Año chino y el español
La comunidad china celebra este fin de semana la llegada del Año Nuevo, un festejo muy ligado a la gastronomía y que ofrece la oportunidad de acercarse a su cultura culinaria con platos tradicionales que van desde las lenguas de pato hasta los huevos milenarios o el marisco.
La comunidad china está celebrando este fin de semana la llegada
del Año Nuevo, un festejo muy ligado a la gastronomía y que ofrece la
oportunidad de acercarse a su cultura culinaria con platos tradicionales que van
desde las lenguas de pato hasta los huevos milenarios o el marisco.
Hoy arrancará el año 4711 según su calendario y muchos restaurantes
chinos radicados en España ofrecen la posibilidad de conocer algunas de las
recetas más tradicionales en la cena de la víspera de Año Nuevo, el momento más
importante de la celebración y equivalente a la Nochevieja occidental. Es el
caso del restaurante Miramar de Barcelona, que para esta fecha incluye en su
menú platos asociados a esta celebración como un pastel de pasta relleno de
cacahuete y carne, que «no puede faltar» en ningún hogar chino en esta fecha, ha
explicado su encargada, Cristina Zhao.
Entre las especialidades figuran también las lenguas de pato,
preparadas al vapor y bañadas en salsa de soja, o las medusas, un producto que
se importa directamente de China ya preparado y que se toma como entrante. Otro
manjar tradicional son los huevos milenarios, para cuya preparación es necesario
enterrarlos bajo tierra hasta que se vuelven de color negro y que se acompañan
con tofu.
Según Zhao, estos platos son los que resultan más sorprendentes
para el público español, que «no está tan acostumbrado» a estos sabores, frente
a otros más conocidos como las empanadillas rellenas de carne o la sopa de aleta
de tiburón. El marisco, como el bogavante, y el pescado suponen un punto en
común con cualquier cena española de Fin de Año, aunque en las mesas chinas se
acompañan con salsas de gengibre o de soja.
Y es que para la comunidad china la tradición dicta que el pescado
«trae fortuna», según ha detallado Thao Chiu, gerente del restaurante 'El pato
laqueado', abierto desde hace doce años en Madrid. Para garantizar que el nuevo
año sea propicio también debe haber «verde» en la mesa, por lo que son
habituales verduras como el pak choi, similar a la acelga.
Según Thao Chiu, el menú de su restaurante, además de bogavante y
sopa de tiburón, incluirá los tradicionales dim sum con diferentes rellenos como
carne, verduras o langostinos y su plato estrella, el pato laqueado tradicional
de la zona de Pekín, acompañado de fideos y, por supuesto, arroz.
TÍTULO: UNA SANTA MUY HUMANA,.
Sociedad
Rafaela Ybarra, «una santa muy humana»
José Luis Olaizola acaba de publicar «El jardín de los tilos», una novela histórica sobre la vida de esta beata madre de siete hijos,.
Podría haber sido un amigo suyo de haber coincidido». Eso dice José
Luis Olaizolacuando le preguntan por la beata Rafaela Ybarra
a quien ha dedicado los dos últimos años de su vida. El resultado ha sido
«El jardín de los tilos» (Planeta), una novela histórica que relata con un
encanto arrollador y grandes dosis de buen humor la vida de esta «mujer
excepcional», que vivió en la segunda mitad del siglo XIX en Bilbao y dedicó
gran parte de su vida a ayudar a los demás.
El proyecto llegó a las manos de Olaizola por iniciativa de la Fundación
Rafaela Ybarra y aunque nunca había estado en sus planes escribir sobre una
beata, no se pudo negar. «Era algo que me rechinaba hasta que me asomé a la vida
de esta mujer y encontré que coincidía con el gran proyecto de mi vida: luchar
contra la prostitución infantil». Premio Planeta 1983, este escritor es también
presidente de la Fundación Somos Uno, cuyo principal objetivo es fomentar la
educación de las niñas en situación de exclusión en Tailandia para evitar que
caigan en las garras de la prostitución. «Rafaela era una dama de la alta
sociedad que se dedicaba prácticamente a lo mismo a lo que nos dedicamos
nosotros; ayudar a las jóvenes que llegaban a Bilbao para prestar el servicio
doméstico y que muchas veces terminaban en los prostíbulos», explica.
Gran simpatía
Aunque Rafaela había ido en busca de su autor, como en la obra de
Pirandello, Olaizola no tardó mucho tiempo en quedar prendado del carisma de
esta mujer «cercana, con una gran simpatía y una disposición natural para
hacer el bien». «La vida de esta mujer me ha dejado tan impresionado que
para mí es sencillamente Rafaela», señala el escritor, cuyo principal mérito ha
sido saber despojar de cualquier artificio la figura de la primera beata vazca.
«En la causa de beatificación se empeñan en ponerla buenísima, que lo era, pero
de joven también era presumida y le gustaban las mangas cortas y ponerse las
joyas de su madre», asegura el autor, tras haber leído todo el material que se
atesora sobre la vida de quien fuera la fundadora de la Congregación de
Los Ángeles Custodios. Su obra, presente hoy sobre todo en varios países
de América Latina, tiene como carisma la acogida en pisos de tutela de niños
abandonados y en situación de pobreza extrema.
El relato de Olaizola, despojado también de cualquier tipo de
prejuicio, permite acercar el personaje al lector «para que se dé cuenta de que
efectivamente Rafaela era una santa, pero una santa humana». Y a la vista de los
resultados, su objetivo está sobradamente conseguido. «Soy esencialmente un
novelista. Y cuando me encuentro un personaje intento humanizarlo, comunicarlo
al lector como yo lo veo. Buscar sus aspectos más atractivos y literarios.
Parece ser que no lo hago tan mal. A las religiosas les ha parecido muy bien la
novela».
El libro además está plagado de entrañables anécdotas que sirven para
describir el espíritu alegre y bondadoso de Rafaela. «Rafaelita, como le llamaba
Pepe, su marido, le prometió que desayunarían juntos todos los días de su vida.
Y lo cumplió. Iba a la misa de las seis de la mañana, pero siempre
estaba para el desayuno. Y sobre todo porque era la hora de sacarle dinero al
marido para los proyectos que ponía en marcha. José de Vilallonga estaba tan
enamorado de su mujer que le ayudaba en todo lo que podía porque sabía que ella
iba a tirar de él para llevarlo al cielo. Su marido era fenomenal. Tanto que
hasta dudaron en beatificarlos a los dos».
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