Marina Rufo Calero-foto- Empleada en oficina agraria.
Vivió de cerca el cultivo del tabaco, del pimiento y del algodón. Vio como sus padres criaban vacas para después vender la leche en su pueblo, Tiétar, jugó con sus amigos junto a los regadíos,... Como ya vaticinaba su infancia campestre, Marina Rufo Calero, la menor de ocho hermanos, sigue ligada al campo, aunque ahora desde una oficina, desde donde gestiona y asesora a agricultores a través de la asociación de productores de tabaco en la que trabaja.
-¿Qué recuerdos tiene de aquella infancia?
-¡Ufff...! Muchos. Recuerdo que al principio ponían algodón, más tarde pimiento y finalmente tabaco. También como ordeñaban las vacas para vender la leche en el pueblo, además de un camión cisterna de la empresa Lauki que venía comprando por los pueblos.
-Como muchos niños de aquella época, comenzó pronto a trabajar...
-Sí, aunque la verdad es que a mi, al ser la menor de ocho hermanos, ya me tocó otra etapa. No obstante cuando llegaba de la escuela me ponía a coger pimiento en verano, o a deshojar tabaco con mi madre y mi hermano en invierno. Ya con diez años o así empezabas a trabajar, pues no quedaba otro remedio. Además, ¿con quién me iba a dejar mi madre?. ¿Con una niñera? (Ríe) Pues no, allí con ellos.
-Aunque dice que le gusta el campo, optó por estudiar y marcharse del pueblo...
-No es que no me guste el campo, sino que al ser mis hermanos más mayores que yo, a mi me tocó más vivir sola con mi madre y con el tiempo a no tener casi ninguna vinculación con ninguna parcela. De esta forma, cuando acabé la EGB (Educación General Básica) hice Administración en el instituto y las prácticas en Caja de Extremadura de Rosalejo. Además tuve la suerte de que en esa etapa me enseñaron muy bien y en el 1990 ya estaba trabajando para la Caja en la zona Alcántara, Zarza la Mayor, Brozas, Garrovillas de Alconétar,... De ahí pasé a trabajar una temporada en la fábrica de espárragos de Rosalejo, para finalmente empezar en Servicios Generales Agrarios, una empresa que se dedicaba a gestionar ayudas del campo, seguros, etcétera. Éramos como una especie de gestoría del campo. Y de ahí nació la asociación de productores agrarios donde trabajo.
-Siempre se ha dicho que el campo está mal, que sufre una crisis constante. ¿Y ahora que la crisis es generalizada? ¿Está peor?
-El campo está mal, como todo en estos días. Pero creo que la persona que vive en el campo, que tiene sus tierras, su infraestructura, tiene que tratar de reestructurar su explotación para salir adelante. En este tipo de crisis lo que vuelve a resurgir es lo de siempre, como por ejemplo el campo. Ya no se marcha tanta gente del campo como antes, ahora aguantan más. Por otro lado no todo el mundo vale para estar en el campo. Tú puedes contratar a una cuadrilla de peones para que te recoja la cosecha, pero no para que te críe, para que te saque adelante una plantación.
-Tuvo la oportunidad de emigrar, pero prefirió quedarse en el Campo Arañuelo. ¿Por qué?
-Desde muy joven siempre tuve claro que me quería quedar en la zona. Tal vez no un pueblo pequeño, pero si dentro de la comarca. Las grandes ciudades como Madrid, Barcelona,... no me gustan. Si por circunstancias tuviera que hacerlo, lo haría. Pero lo cierto es que estoy muy orgullosa de haberme quedado en la zona, de no pronunciar las 'eses',... (ríe). Con sus cosas buenas y sus cosas malas, como no tener cerca la playa, sinceramente creo que aquí se vive mejor.
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