domingo, 25 de marzo de 2012

ENTREVISTA A LENNY KRAVITZ. MÚSICO BUENO./ SE HABLA DE... CHINA.

TÍTULO: ENTREVISTA A LENNY KRAVITZ. MÚSICO BUENO.

Lenny Kravitz---foto-.
``Creo firmemente que fui creado por Dios.

Es un genio de la música y uno de los hombres más seductores del planeta. Premios, ventas, y novias avalan esa descripción. Ahora que va a estrenar película, descubrimos, además, que es un solitario religioso y un apasionado de España.



Sus zapatos negros de punta
están apoyados sobre la mesa. Pero en cuanto entramos, Lenny Kravitz se levanta como un resorte del sillón, saluda con una sonrisa y un apretón de manos y pregunta: «¿Conoces Cuenca?».


No es el primer comentario que uno espera de Kravitz, pero así es: «Es preciosa, ¿verdad? Me encanta España. En una ocasión conduje por todo Andalucía: Granada, Córdoba, Sevilla… ¡Y estuve en la Feria de Abril! ¡Ojalá supiera bailar flamenco!». Lenny Kravitz, que viste de negro de los pies a la cabeza y no es tan alto como dicen las fotos, conoce hasta los lugares más recónditos porque tiene muchos kilómetros de gira a sus espaldas desde que en 1989 lanzara Let love rule, su primer disco. Tuvo que producirlo él mismo porque los sellos discográficos lo acusaban de no ser «ni suficientemente blanco ni suficientemente negro». Hijo de la actriz negra Roxie Roker y del productor blanco de televisión Sy Kravitz, con 3 años ya aporreaba las sartenes de la cocina y hoy, con 48, es un mito del rock. Pero la música no sacia su apetito artístico. En 2009 debutó como actor en Precious y ahora vuelve a la gran pantalla con Los juegos del hambre, dirigida por Gary Ross, que se estrena en España el 20 de abril. Su propia hija, Zoë, lo definió como «un padre estricto con pantalones de cuero y boa de plumas». Esa impresión da. Lleva todo el atuendo de rockero famoso, pero ninguna manera de estrella consentida.


XLSemanal. Acaban de nombrarlo Comandante de las Artes y las Letras en Francia. ¿Qué tal le sientan los galones?
Lenny Kravitz.
¡Me van a invitar a muchas fiestas a partir de ahora! [risas]. Me siento halagado. Vivo en París la mitad del año y amo la ciudad. Llegué en 1989, cuando mi primer disco salió a la calle. En América, nadie entendía lo que hacía y me mandaron a Europa. Allí, me aceptaron enseguida y me enamoré de la ciudad. Me encanta Nueva York porque nací allí, pero te consume. París me inspira.


XL. Los juegos del hambre es su segunda película. ¿Siempre tuvo vocación de actor?
L.K.
Actuar fue parte de mi infancia: hacía anuncios, teatro, un poco de televisión… Pero cuando descubrí que la música era mi vida, lo dejé todo. Estaba cegado.


XL. ¿Qué le proporciona la interpretación que la música no puede darle?
L.K.
Lo que más me gusta de actuar es que no tiene nada que ver conmigo. La música es pura autoindulgencia: escribo la letra, toco los instrumentos, produzco, estoy en el estudio… Lo hago todo yo y así debe ser porque es mi arte. Pero, por una vez, es un alivio ponerse al servicio de alguien y decir: «¿Cómo quieres que haga esto?».


XL. Dice Gary Ross que es usted el tío más sexy que conoce. ¿Algún comentario?
L.K.
No podría estar más de acuerdo [risas]. Gary tiene mucha intuición y buen gusto…


XL. Como su personaje, que es estilista, la moda siempre ha formado parte de su vida. ¿Me daría un consejo de estilismo?
L.K.
Todo es cuestión de actitud. Puedes ponerte un gran traje, pero si no tienes personalidad, es como colgarlo en una percha. El estilo, igual que el arte, tiene que ver con ser tú mismo. Aunque, evidentemente, habrás visto alguna foto mía en la que no tomé la decisión adecuada [risas]. A veces lo intentas, pero no sale bien.


XL. Los juegos del hambre es un libro de Suzanne Collins superventas entre los adolescentes. ¿Qué novela le inspiró a usted cuando era un crío?
L.K.
El guardián entre el centeno me impactó muchísimo, pero también La metamorfosis, de Kafka. Lo leí siendo un chaval y aquel libro me rompió todos los esquemas.


XL. ¿A qué edad sintió el poder de la música?
L.K.
Con tres años, solía escuchar un disco de Tchaikovsky que había en casa. Una de aquellas sinfonías fue mi primer despertar al poder de la música. Enseguida empecé a cantarla, mientras mi abuela me miraba alucinada. Luego, cuando tenía cinco años, me llevaron a ver un concierto de los Jackson 5 en el Madison Square Garden.


XL. Muchos años más tarde colaboró con Michael Jackson. ¿Cómo lo recuerda?
L.K.
[Se queda pensativo]. Era muy apasionado y perfeccionista, un genio. Además, era un tío muy divertido, nos reímos mucho. Y muy respetuoso. Me decía: «Párame los pies si crees que no lo estoy haciendo como tú lo has concebido. Quiero que seas duro conmigo». Es una de las mejores experiencias que he tenido en un estudio de grabación.


XL. ¿Cuánto ha cambiado el negocio de la música desde que usted empezó en él?
L.K.
Ahora hay mil concursos en televisión para descubrir nuevos talentos y parece que todo el mundo es capaz de cantar. Esas fórmulas son una buena oportunidad para los artistas jóvenes, pero no te permiten tener tu propia banda, tocar en garitos para pagar las facturas y crecer como músico. Echo de menos todo eso.


XL. La espiritualidad siempre ha estado muy presente en sus canciones. ¿Sigue siendo importante la religión en su vida?
L.K.
Muy importante. Para mí, la religión es tener una relación directa con el Creador, que es lo que yo trato de hacer. Creo firmemente que fui creado por Dios y que estoy en contacto con él a todas horas.


XL. Creo que usted encontró la paz interior en las Bahamas…
L.K.
Sí, cuando estaba preparando mi último disco, Black and white America, me fui a las Bahamas. Viví dos años en una caravana en un pueblo de 400 habitantes. Y allí encontré la mayor felicidad que he experimentado jamás estando solo. Esa en la que te levantas por la mañana y dices: «Estoy solo, pero no me siento solo». Me gustar estar con gente y pasármelo bien, pero creo que cuando encuentras eso te enganchas a esa sensación.


XL. ¿Y qué aprendió en en ese retiro?
L.K.
Permanecer en silencio me permitió escucharme a mí mismo. Fui capaz de perdonarme ciertas cosas y de enfrentarme a la muerte de mis padres de una forma profunda. Cuando estás distraído, te adormeces y todas esas cosas permanecen ahí, latentes.


XL. No todo el mundo es capaz de enfrentarse a sí mismo…
L.K.
Es cierto. Unos amigos vinieron a verme y, 48 horas después, uno de ellos tuvo un ataque de ansiedad [risas]. Allí no había televisión ni Internet ni nada… Demasiada tranquilidad. Todos somos así, pero no te das cuenta hasta que te apartas y te tomas tu tiempo. La primera semana resulta raro oír el silencio. Dices: «¿Qué demonios es eso?». Pero no es nada. Eres tú.


XL. Esa vida sosegada que describe no tiene nada que ver con la imagen que proyectan las estrellas del rock…
L.K.
Uf, la gente no tiene ni idea… Acabo de terminar un tour de tres meses en Europa y es muy intenso. Cuando estoy de gira, no tengo vida. Corrijo: mi vida son esas dos horas que estoy sobre el escenario. El resto del tiempo no puedo hablar, no puedo estar en sitios con humo, no puedo fumar, no puedo salir… Lo único que hago es dormir y cuidarme. Soy muy duro conmigo mismo: quiero ser excelente en cada concierto, y eso requiere mucha disciplina.


XL. Vuelve a sonar muy solitario...
L.K.
Sí, lo es, pero viajo con un grupo: mi asistente, mi chef, porque me preocupa mucho comer sano, mi quiropráctico, la persona que se encarga de la prensa... Somos todos amigos y por la noche, en el autobús, tocamos y charlamos como una familia.


XL. ¿Cuál diría que es el mayor logro de su vida?
L.K.
Aunque pueda parecer un cliché, mi mayor éxito es mi hija: Zoë. Lo entiendo así porque, teniendo en cuenta la vida que tengo yo y la vida que tiene su madre (la actriz Lisa Bonet), creo que hemos hecho un buen trabajo con ella.


XL. Ella es actriz. ¿Quién le da los consejos a quién?
L.K.
Ella me da más consejos a mí que yo a ella. Es mucho más inteligente que yo... Mi hija es mi mejor amiga, no podríamos estar más unidos. Vivió con su madre hasta los 11 años y conmigo hasta los 20. Eso le permitió ver las entrañas de este negocio antes de empezar. Confío en que todo lo que le he enseñado sea suficiente para que pueda tomar sus propias decisiones y construir su camino.


XL. ¿Y no quiere tener más hijos?
L.K.
Me encantaría… No sé si tendría 25, porque no soy Brad Pitt, pero me gustaría tener unos cuantos más.


XL. Arrastra la reputación de ser uno de los mayores playboys de Hollywood…
L.K.
Mucho más allá de Hollywood [risas]. Hollywood es simplemente un barrio [risas].


XL. ¿Qué tipo de mujeres le atraen?
L.K.
Bueno, crecí rodeado de mujeres fuertes: mi abuela, mis tías y mi madre. En los momentos difíciles, ellas eran quienes tiraban de la familia. Las mujeres son las rocas de una familia. Por eso, me gustan las mujeres fuertes.


XL. En su último disco reflexiona sobre el racismo en su país. Ha contado que, cuando fue a la guardería, se dio cuenta por primera vez de que existían las razas…
L.K.
No sabía que hubiera religiones o razas diferentes, porque mi casa estaba siempre llena de color. Mi madre tenía un aspecto diferente al de mi padre y entre sus amigos había otros matrimonios interraciales. Cuando llegué a la guardería y alguien hizo un comentario sobre mis padres, yo no lo entendí. No conocía el concepto de raza. Hasta ese momento, para mí las personas eran solo personas.

TÍTULO: SE HABLA DE... CHINA.


Se celebra nada menos que una sesión plenaria del Congreso Nacional del Pueblo en Pekín, que viene a ser el parlamento más grande del mundo, con 3000 delegados, aunque su labor se limita a ratificar las políticas acordadas por el Partido Comunista. Pero sus sesiones plenarias se rodean de toda la grandilocuencia y teatralidad que acostumbran a desplegar los mandatarios chinos en sus exhibiciones de poder. Así que nada puede salir mal. Por eso, a los policías paramilitares que tienen que posar en posición de firmes durante horas se les ha ocurrido la ‘brillante’ idea de colocar un alfiler en su solapa por si su cabeza ladea o cae un poco durante el acto. Colocar alfileres en los cuellos de los uniformes es una práctica habitual en el Ejército chino. Son eficaces en su cometido y, pese a haber sido captados por un avezado fotógrafo, discretos en su ejecución. Para los ensayos, los militares llevan también una cruz en su espalda, que los fuerza a estar con ella absolutamente recta y los acostumbra a la postura que luego lucen en las asombrosamente perfectas e intimidantes paradas militares chinas.

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