En Buenos Aires
los edificios
son árboles
cargados
de pájaros
muertos.
Mirando el techo.
Un descascarado
caballo de ajedrez
relincha desde el cielo
a la humedad
que avanza las paredes,
en el tablero
del silencio
el corcel de ladrillo
presiente como yo
que en esta casa
está en jaque
la esperanza.
los edificios
son árboles
cargados
de pájaros
muertos.
Mirando el techo.
Un descascarado
caballo de ajedrez
relincha desde el cielo
a la humedad
que avanza las paredes,
en el tablero
del silencio
el corcel de ladrillo
presiente como yo
que en esta casa
está en jaque
la esperanza.
TÍTULO: LA SEXTA COLUMNA.
CURRICULUM VITAE
DE
EL SEIS
Cuando nací el cielo lloró sangre azul; y pintó los rostros enjutos, tristes, de todas las rameras del planeta. Las flores frescas y multicolores; al escuchar mi nombre se marchitaron de puro terror.
Todos los habitantes de la ciudad enferma; donde respiré por primera vez, observaron ciertos símbolos de maldad, en semejante suceso, y presa del pánico irreflexivo, pedían a gritos mi cabeza. Mi familia hubo de huir presurosa, hacía un punto geográfico desconocido, donde ocultó la existencia de mi complicada persona.
El tiempo voló con alas de buitre hambriento, sobre las testas de los infelices ciudadanos. Los humanos elevaban plegarias lastimosas para ser oídas por sus dioses ya muertos; y éstos se escondían en el cementerio del cosmos.
Estudié en una escuela cualquiera; donde era temido por mis condiscípulos, y venerado por los profesores. Nunca mis actos fueron causa de conflicto; fue mi rostro de loco, el que trasmitía cierto miedo. Las compañeras preciosas y bellas veían en mí; a su príncipe de la demencia, y cual fieles devotas, me adoraban hasta el arrebato.
Mis progenitores sabedores de mi intrínseca sabiduría; se dedicaron a cultivar mi mente, hasta la excelencia. Argumentando que encontraban en mí (El Seis) todas las características de un genio excéntrico.
Inicié con la poesía; la escribía sobre la piel tersa y erótica de mis exquisitas amantes. He escrito mis mejores textos; los más geniales, bellos y sublimes, en los ardientes cuerpos, de cientos de damas que me han amado todo. Mi lengua ha sido la pluma, mi saliva la tinta; y los pechos henchidos, los glúteos maravillosos (de las féminas impetuosas), son mis hojas en blanco, donde lentamente, voy tatuando un verso, un cuento, una novela.
Me encantan también los elixires necesarios; para volar sobre los intestinos del universo. El hachís me otorga alas metafísicas; para surcar el mundo de las ideas, y el placer de la autorreflexión. La cocaína noble y necesaria, hace que olvide por algunos momentos mi misantropía, y así puedo relacionarme con los mortales. El licor (dionisos); droga necesaria para soportar el vacío existencial de mi espíritu. Debo de manifestar que siempre he deseado ser un virtuoso alcohólico sin conseguirlo, hasta la fecha.
Esta historia de mi vida es muchos más importante y de mayor relevancia que cualquiera de esos escritos donde los mediocres, los medianos, triviales, serviles (“escritores” oficiales y marginales) anotan sus datos “reales” de sus ínfimas vidas.
Yo soy el arte/Yo soy el proxeneta de la parca/Yo soy el único camino a la literatura/Yo soy el supremo gurú de la poesía/Yo soy el artista universal.
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