Tiene suficientemente acreditada su maestría en la divulgación de temas medioambientales por cualquier canal comunicativo. Sus microespacios en Radio Nacional de España introducen la magia de la naturaleza en medio de las peores noticias de la actualidad. Haciéndole académico el próximo sábado, la Real Academia de Extremadura de las Artes y las Letras abre la puerta a una de las personalidades españolas más brillantes en la defensa de la vida natural. No en vano asegura que ella ha sido su gran libro para aprender a vivir.
-¿Con usted entra por fin la Ecología en la Academia extremeña?
-Es sin duda la faceta mía que más conoce el público por mi trabajo como divulgador científico, como activista en favor de la continuidad de todo lo que vive... Bastante menos conocido, pero por lo que yo me siento especialmente bien tratado por la Academia, es que yo no dejo de ser también un escritor de otros perfiles como ensayista y poeta, por ejemplo, de lo que también hay bastantes trabajos que acreditan esta faceta. Pero, sin duda, Joaquín Araújo y la palabra naturalista van muy de la mano, no hay duda.
-¿Tiene ya proyectos para presentar a sus compañeros de Academia en defensa de la naturaleza?
-Sí, pero hay que acordarse de que, cuando se entiende con la amplitud necesaria y la generosidad exigible, el término cultura no excluye nada de lo relacionado con la natura. Tengamos en cuenta que la propia naturaleza es el elemento básico de la inspiración del arte humano en su más amplia acepción. Incluso cabe decir que algunos académicos consideraron oportuno antes de mi llegada que la Academia tuviese una tarea en cuanto a la defensa de lo básico y esencial, como son nuestros paisajes y lo que sobre ellos se despliega. Yo no puedo separar en absoluto mi trabajo periodístico de comunicador del de agricultor y ganadero. Soy una persona con una inmensa fortuna personal en el sentido de la buena suerte, no de los dineros, porque puedo vivir y compatibilizar todos esos mundos. Entiendo que también se podría decir que en la Academia entra un agricultor.
-Va a hablar en su discurso de «éticas y poéticas del paisaje», que es a lo que se ha dedicado toda su vida.
-Pues sí. Lo que pasa es que una de las ventajas de la edad es que puedes ver las cosas con más capacidad de confluencia. La experiencia te permite unir muchos aspectos y analizarlos desde distintas perspectivas. Se podría decir que el discurso, que se ha traducido en un libro bastante más voluminoso de lo que habíamos pensado, es también un pequeño tratado de ética que, por tanto, tiene el perfil de las novelas morales pero también tiene un camino que es bastante poco frecuente y es que, a mí, la vivencia del paisaje me ha enseñado mucho. De la misma forma que la mayoría de los filósofos hacen una carrera y leen mucho, llegan a profesores y constantemente se están abasteciendo de ese camino insustituible que es el libro de los que han dedicado mucho tiempo a pensar, yo me he formado y aprendido tanto o más de mi permanente vínculo con el paisaje y los seres vivos como de la información editorial clásica. O sea, que yo he tenido un libro bastante más grande.
-Un libro muy abierto, además.
-Y lo que hace falta es aprender a leerlo.
-¿Diría que es un mal momento para los planteamientos ecológicos? La crisis ha arrasado con la voluntad de muchas sociedades respecto a la aplicación de los principios medioambientales.
-Muy al contrario de lo que tantas veces se ha dicho, preocuparse por el medioambiente no es un lujo. Y mucho menos es una suerte de estrambótica subrealidad. En absoluto. Es lo esencial, lo básico. Todos vivimos del ambiente y dependemos de que sus ciclos y procesos continúen lo mejor posible. Por tanto, es un triple disparate que un subsistema como es la Economía no sólo esté arrasando con situaciones de equilibrio social y de pura supervivencia, sino que arrase con las fuentes de la vida. Y que se considere que lo primero que hay que desnutrir desde el punto de vista presupuestario es la preocupación porque los paisajes se mantengan activos, que las especies no se extingan, que mejore fundamentalmente la transparencia del aire, porque entre otras cosas hay que ver la cantidad de dinero que nos cuesta convertir la atmósfera en un vertedero... Ya era difícil antes de la crisis, pero el momento afecta muy seriamente a los esfuerzos de tantas personas por lograr un mundo más limpio y más vivaz.
-¿Cómo va a afectarnos de forma inmediata la eliminación de subvenciones a la energía eólica?
-Está claro que es un gigantesco despropósito. Todos sabemos que hay una superior capacidad de influencia por las instaladas energías contaminantes con relación a las limpias. Es que no se tienen en cuenta factores básicos y elementales. En estos momentos, la factura más elevada que pagamos, aparte de la gigantesca deuda -que parece mentira que se haya podido engañar tanto a una sociedad para endeudarse hasta las cejas-, la factura más gorda que pagamos es por una energía contaminante. Hemos tenido tiempo, dinero y oportunidad, tecnología y personas suficientes para liderar el camino hacia la transparencia. Parece radical, pero es una urgencia elemental entender que no se puede seguir con el modelo energético que tenemos porque está poniendo seriamente en peligro la propia economía que lo defiende. Luego está la salud de las personas y, en tercer lugar, estamos literalmente acabando con lo que hace funcionar al mundo. El modelo energético es como inyectar veneno en vena a un organismo individualmente considerado. Si esto no es suficiente para que se generalicen las energías limpias es que la sensatez brilla por su ausencia, que es lo que pasa.
-¿Cómo evalúa que tengan que pagar 41 millones de euros de fianza los grupos ecologistas que se han opuesto a la instalación de la urbanización de lujo de Valdecañas?
-No sólo es que ellos se hayan opuesto, ¡es que hay un juez que ha dicho que eso es ilegal! Eso es lo importante. Pero como en tantas otras ocasiones resulta que eso se desactiva por la vía de pedir una fianza que, el que la pone, sabe que no se puede abordar por un grupo de personas cuyos únicos recursos son unas cuotas y, en algún raro caso, algún que otro tipo de subvención ya sea administrativa o de grandes empresas. Hasta cierto punto, se incumple el principio sagrado por el que existen leyes, que están para defender al débil frente al fuerte. Pero cuando el juez se atreve a decir que es el débil quien tiene que demostrar que es más fuerte económicamente que el que ha infringido la ley, es un despropósito que hiere cualquier mediana sensibilidad.
-Hace muchos años le oí decir en la presentación de uno de sus libros que le encantaba la palabra 'atalantar' que había aprendido en Extremadura. Veo que la sigue manteniendo en la apertura de su página web. ¿Es un hombre de principios?
-De eso se trata, por eso el discurso de ingreso en la Academia tiene carácter ético. Esa palabra la uso casi a diario. Yo despido buena parte de mis programas de radio, el cien por cien de mis conferencias y el cien por cien de mis blogs con la frase «gracias y que la vida os atalante». Primero lo de la gratitud y, luego, desear que a la gente le resulten las cosas como lo que significa 'atalantar': que te cuiden, que te acaricien, que te mimen. Uno de mis libros premiados sobre el pensamiento ecológico está en buena parte basado en la exploración hasta sus últimas consecuencias de lo que hay detrás de la palabra 'atalantar'.
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