domingo, 11 de marzo de 2012

El nuevo -y tonto- buen salvaje / Iker Casilla cambia de chaqueta.

TÍTULO: El nuevo -y tonto- buen salvaje.

No sé si les he comentado alguna vez que yo tengo una bête noir. Lo digo deliberadamente en francés porque mi bestia negra escribió su magna obra en ese idioma, una de las más influyentes (y más nefastas, a mi modo de ver) de los últimos doscientos y pico años. Mi bestia negra es el gran paladín de la teoría del `buen salvaje´. Según su enunciado, el ser humano es bueno, mirífico, y son las instituciones (o la civilización) quienes lo pervierten. De nada sirve argumentar que él no predicó precisamente con el ejemplo. De hecho, este faro de la humanidad -hablo, por cierto, de Jean-Jacques Rousseau- abandonó en un asilo nada menos que a sus cinco hijos. Pero, por lo visto, esto da igual y lo que importa es su filosofía, según la cual es deseable volver a lo natural, a lo primario, a lo salvaje, puesto que ahí es donde reside la bondad, también la felicidad. Y, a cada rato, a lo largo de la Historia asoma la patita esta tonta teoría. A veces lo hace para disculpar conductas egoístas cuando no delictivas, porque claro, si la culpa de todo la tienen `las instituciones´, nadie es responsable de sus actos y menos aún de sus maldades. Otras veces, como en el tema que quiero comentarles hoy, lo hace para renegar de los avances sociales e incluso médicos que con tanto esfuerzo ha hecho la humanidad. En enero moría de parto en su casa de Australia Caroline Lovell, una joven de treinta y seis años. Pensarán ustedes que se trataba de una mujer sin medios económicos para acudir a un hospital. Nada más lejos de la realidad. Caroline Lovell tenía una buena situación y era la abanderada de un movimiento que cada vez tiene más prosélitos en el mundo: el de los partos naturales en el hogar. Por supuesto se sabe que dar a luz en casa entraña riesgos innecesarios como sufrimiento del bebé, hemorragias incontroladas y otros imprevistos, pero da igual porque, según sus defensores, «es un derecho de las mujeres elegir dónde y con quién parir». Y, para ayudar a expandir esta bonita moda, hay que decir que entre sus defensoras (y practicantes) están nada menos que Cindy Crawford, Gisele Bündchen, Demi Moore o Meryl Streep. Pero, claro, en lo que no se fijan los talibanes de lo `natural´ es que es muy distinto dar a luz en casa cuando se tienen los medios económicos de estas señoras que cuando no se tienen. Otras dos modas que chiflarían sin duda al viejo Jean-Jacques son la de no vacunar a los niños y la de educarlos en casa. La primera sostiene que enfermedades como la viruela o el sarampión están ya erradicadas y que, por tanto, no se debe inocular a los niños virus que pueden ser perniciosos. Es cierto que la viruela estaba prácticamente erradicada, pero ha vuelto a surgir, entre otras cosas, por esta moda de no vacunar. En cuanto a la educación en casa, cada vez hay más padres que optan por ello. En España empieza a surgir cierto debate para que se revise la ley que establece que la escolaridad es obligatoria mientras que, en EE.UU., más de dos millones de niños estudian en casa con sus padres. ¿Su argumento? Que ellos saben mejor que nadie lo que deben o no deben aprender sus hijos.

A mi modo de ver, lo peor de toda esta corriente del `nuevo buen salvaje´ es que sus argumentos parecen incontestables. Porque ¿quién se atreve a decir que un padre no puede elegir cómo educar a sus hijos o que no sabe qué es mejor para su salud o que no puede decidir libremente cómo traerlo al mundo? ¿No crea todo esto un dilema moral entre el bien colectivo y la libertad individual? A esto yo diría que sí, que es cierto, pero también lo es que algunos argumentos incontestables chocan con el más elemental sentido común. En realidad, lo ideal sería que esos mismos padres que por seguir una moda están dispuestos a poner en peligro la salud o el porvenir de sus hijos se lo pensaran un poquito. Que pensaran que `natural´ no siempre es sinónimo de `mejor´. También que hemos tardado siglos en lograr avances médicos y sociales como para prescindir ahora de ellos. Y, por fin, yo les recomendaría que leyeran no la obra -que a mí me parece aburridísima-, sino la vida de Jean-Jacques Rousseau, ese gran pedagogo que mandó a sus hijos a un orfanato. Para que no le dieran la brasa mientras él pergeñaba su inmortal teoría del `buen salvaje´, supongo.

TÍTULO: Iker Casilla-foto- cambia de chaqueta.


Sus manos, las mismas que protegen las porterías de la selección española y del Real Madrid, fueron las primeras de un español en alzar la Copa del Mundo. Sin embargo, por su actitud, tan cercana, nadie diría que es uno de los mejores guardametas del panorama internacional.


Llega puntual, reparte besos a todo el mundo y enseguida se pone a nuestra disposición, aunque, eso sí, hoy no está permitido hablar de polémicas futboleras. Se acerca el Día del Padre, Iker Casillas es la imagen de Philips y el madrileño no puede ocultar cierta emoción al recordar el apoyo recibido siempre por parte de su familia.

XLSemanal. Parece usted una persona muy sencilla, ¿quién lo ayuda a tener los pies en el suelo?
Iker Casillas.
Mis padres me educaron para aprender a vivir con lo que cada uno tiene y, además, también influye la forma de ser de cada persona. Para un hijo, la figura de un padre siempre es importante y en mi caso, también.

XL. ¿Qué recuerdos tiene de su padre cuando usted era pequeño?
I.C.
Siempre estaba preocupado por mi hermano y por mí. No lo tenía fácil porque debía ocuparse de su trabajo y de mantener a su familia a la vez. Además del sacrificio de tener que llevarme cada día desde Móstoles hasta Madrid a entrenar, eso sí que es un gran esfuerzo que la gente desconoce.

XL. ¿Cómo fueron sus primeros pasos en el fútbol?
I.C.
Siempre quise ser portero, desde que tenía cuatro años. Por aquel entonces, el fútbol para mí era una diversión. Me gustaba jugar con mi padre, me distraía mucho con el balón, sobre todo los fines de semana.

XL. ¿Tuvo algo que ver en su afición que su madre le dejaba jugar al futbolín para que comiera?
I.C.
Era su manera de intentar `mentirme´ y convencerme de que comiese algo. Cuando era pequeñito, comía poco y ella lo pasaba mal.

XL. Y el día que pisó su primer campo de Primera, ¿cómo lo recuerda?
I.C.
Fue el Carlos Tartiere antiguo, en noviembre del 97. Yo venía de jugar en Tercera División y me convocaron con el primer equipo como suplente de Bodo Illgner. La sensación que tuve en ese partido fue que pasar a un estadio de fútbol era otra historia. No era lo que siempre había vivido jugando los sábados y los domingos por la mañana en campos con cuatro espectadores.

XL. Y ahora es usted el primer español que levanta una Copa del Mundo...
I.C.
Fue un momento maravilloso. Creo que, por fin, se hizo justicia con el fútbol español. Nadie dudaba de la calidad de los jugadores, pero, por unas razones o por otras, la victoria no llegaba. Fue un momento único y merecido después de todo el esfuerzo puesto en el terreno de juego.

XL. Ha sido elegido como imagen de Philips, ¿será porque se cuida mucho?
I.C.
Me gusta estar presentable y que la gente me vea bien. El físico tiene su importancia, pero no me considero presumido ni soy de los se pasan todo el día frente al espejo. Intento comer sano y descansar lo suficiente. Vamos, los cuidados que debes tener cuando cumples los 30 años... [risas].

XL. Con respecto a la ropa... ¿cómo definiría su estilo?
I.C.
Casual, sencillo. Me gusta estar al día, pero no soy muy meticuloso con el tema de la ropa. Lo más importante es que me sienta cómodo, eso sí. Pero también es verdad que, cuando tengo que vestir para la ocasión, lo hago.

XL. Y de cara a la primavera, ¿cuáles son sus prendas preferidas?
I.C.
Lo más importante es que la ropa sea fresca y veraniega, por ejemplo, unas bermudas y unas chanclas.

XL. ¿Tiene algún capricho especial en el que le guste invertir?
I.C.
No tengo lujos en cuanto a coches, relojes o ropa. Los únicos caprichos especiales fueron el coche que me compré hace un par de años y la casa.

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