765 kilómetros. Esa es la distancia que ha recorrido en bicicleta en menos de un mes Roberto Alonso Camacho, un joven de Peraleda de la Mata aficionado al deporte y habitual del Camino de Santiago, que esta vez no se ha conformado con empezar en los Pirineos o atravesar España de sur a norte por la Vía de la Plata, como ha hecho en otras ocasiones. Ha elegido un destino más lejano y más simbólico para iniciar una peregrinación: Roma.
«Era un sueño que tenía de siempre y éste año se han dado las circunstancias para poder hacerlo realidad», explicaba a su vuelta tras atravesar Italia, Francia y la cornisa cantábrica, con una media de 120 kilómetros diarios. Le han movido su espíritu aventuro, su afición por el deporte, su deseo de conocer países y culturas y hasta poder realizar una reflexión personal durante tantos días pedaleando en solitario.
Porque así ha sido en dos terceras partes de la ruta, ya que asegura que en Italia o en el este de Francia pocos conocen la existencia del camino y en lo poco que hay la señalización es escasa, lo que le ha obligado a tirar de mapas para buscar alternativas por carreteras secundarias o vías locales para evitar las carreteras más transitadas, siempre más peligrosas. Tampoco existe una red de albergues como la del Camino de Santiago español, prácticamente con uno en cada pueblo, recurriendo en este apartado a hoteles, hostales o pensiones hasta cruzar los Pirineos. Esas carencias llevan, lógicamente, a que no haya peregrinos, con los que no se ha encontrado hasta bien avanzada la ruta.
Todo eso cambió a partir del país Vasco Francés y sobre todo al entrar en España, porque a partir de Irún abundan los albergues a precio asequible y la presencia de peregrinos, si bien en bicicleta es más difícil entablar contacto con otros que cuando vas andando. «Puedes coincidir un tramo, pero no se da la misma relación que cuando se hace a pie», señala.
Su particular peregrinación le ha llevado a Siena, a Florencia, a Pisa y a la costa italiana por Génova y San Remo, para pasar de allí a Mónaco y entrar a Francia por Niza y la costa Azul, seguir por la Provenza y dirigirse por Arlés y Montpelier a Toulouse y al país Vasco francés. Al cruzar los Pirineos esperaban los bosques y las costas de Euskadi, Cantabria y Asturias hasta su frontera natural con Galicia, el río Eo, bajando por Mondoñedo a Santiago.
«La verdad es que me ha gustado casi todo, señala. Pero si me tengo que quedar con algo me quedo con la cultura renacentista de la Toscana, con la Provenza, con el País Vasco español y francés y con el recorrido por la costa. Ha sido una experiencia muy enriquecedora, en la que además de ver pueblos, ciudades, monumentos o paisajes, también he podido disfrutar de distinta gastronomía y hasta de distintos vinos. Es algo recomendable para cualquiera que tenga una preparación física adecuada».
Roberto, de 31 años y que trabaja como dinamizador deportivo en la Mancomunidad Villuercas-Ibores-Jara, ya tiene en mente un nuevo proyecto: recorrer el centro de Europa siguiendo el curso del Danubio. Lo contará en breve en el blog que tiene previsto hacer de sus viajes.
Roberto Alonso en la plaza de España de Roma-foto.
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