Ocurrió en un tren Franco Vaccarini El guarda Terminán Temente, de bigote gris, gorra gris y responsable del tren con destino Buenos Aires – Miramar, gritó como para que lo escucharan todos los pasajeros del vagón: -¿Está terminantemente prohibido girar los asientos giratorios! Dicho esto, sonrió feliz de ver la cara de sorpresa de los pasajeros. Se sintió tan satisfecho que decidió agregar: -¿También están prohibidas un montón de cosas más! -¿Qué otras cosas? –preguntó un pasajero, angustiado. Con autoridad, el señor Terminán Temente rugió: -¿Todo movimiento giratorio está prohibido, incluso revolver el azúcar del café con la cucharita, porque os asientos giratorios se ponen celosos de que otras cosas puedan girar, y ellos, no! La pasajera dora preguntó: ¿Para qué hicieron giratorios, entonces? ¿No es como darles calas a un pájaro y no dejarlo volar? El guardián Terminán Temente respondió: ¿Acaso no dicen que la tierra gira alrededor del sol? ¿Usted la vio girar alguna vez? ¿Yo no? ¡Y nadie se queja! La pasajera Cora, profesora de geografía, salió en defensa de la pasjera Dora, al decir: -¡Claro que gira la Tierra, aunque no nos demos cuenta. ¡O por qué creee que existen el día y la noche? ¡Acaso usted puede ver como crece una flor? ¡No! Y , sin embargo, las flores crecen, la tierra gira y usted, señor guarda, nunca se entera de nada.
TÍTULO: LOS RELOJES DEL CAMINO:
Dan las cuatro en el reloj. - ¡Otra vez se ha dormido este perezoso! gritaba Doña Ardilla. - Nunca llegaré a tiempo de recoger mis nueces. - ¡Lo siento! dijo Ding Dong. Hacía tanto frío fuera y yo estaba tan calentito aquí dentro que me dormí. Ding Dong era un pequeño reloj de cuco, que Doña Ardilla compró en la Feria Anual del Bosque; donde todos los animalitos venden y compran cientos de cosas que los humanos tiran. Ellos se encargan de arreglarlas. Allí se encuentran: estufas, lámparas, relojes, percheros, ollas , pucheros, mesas , sillas y todo lo que puedas imaginar. Fue allí, donde Doña Ardilla encontró a Ding Dong. Las gotas de lluvia habían caído sobre el asustado reloj y la nieve lo había vestido con un traje blanco. Le temblaban las manecillas y estaba tiritando de frío. Doña Ardilla lo cogió en sus manitas, le quitó la nieve y se lo llevó a su casita. Le arropó con una manta para calentarlo y le dio una tacita de té. El reloj no funcionaba bien, siempre atrasaba, pero la ardillita se encariñó con él. De vez en cuando Ding Dong, le contaba historias de los humanos a Doña Ardilla. Pero siempre terminaba diciendo que prefería estar con ella, pues algunas veces era muy difícil entender a los hombres. Ding Dong le decía: - Un día te quieren mucho, otro día no te quieren nada. El reloj se acostumbró a vivir en el árbol de la ardilla y fue muy feliz .
TÍTULO: LAS CAJAS VACÍAS:
Abrí la caja. Hacía un año que no lo hacía. Estaba recubierta de tanto polvo que casi me hace estornudar. Anteriormente había sido una hucha donde mi hermana echaba el poco dinero que le quedaba tras gastarse la paga en chucherías. Hace dos años que es mía y, aunque antes tenía candado, ahora sólo estaba protegida con un fino hilo atado en un lazo. No costaba nada abrirla para ver lo que contenía. Cualquiera podía hacerlo. Dentro, lo primero que encontré fue una foto. Salía sonriendo y abrazada a ese hombre que tanto daño me hizo en su día. Recordé el día que nos hicieron la foto, fue el anterior a hacer dos años juntos. Y en nuestras caras se nos veía claramente la felicidad. Junto a ella, dos fotos carnet de él. Siempre salía serio y arrogante en esas fotos. Me debí imaginar que en realidad siempre fue así. Aparecieron también dos alianzas de plata, carcomidas por el tiempo, ennegrecidas, en las que a penas se podía leer la fecha del 09-09-2000 y unos pendientes que nunca me los llegué a poner porque llevaban consigo demasiados malos recuerdos. Creo que la gente no se atreve a desacerse de los objetos que han significado algo en su vida porque aún no se atreven o no están preparados para romper del todo con el pasado. Miré el ceninero de mi cuarto, todo lleno de cenizas y colillas, y sonreí. Volví a cerrar la caja, ahora limpia y vacía. Ya estaba preparada para guardar nuevos recuerdos, unos nuevos recuerdos de una nueva vida. Foto del árbol de navidad estamos cerca de la navidad y las cajas de regalos uh que bonito.
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