Observar en la Alhóndiga al público y a los jugadores aficionados es tan interesante como seguir los movimientos de los grandes maestros. Los niños, en especial, atraen la atención por la seriedad con que enfrentan al adversario, el aflorar de emociones ante la situación comprometida, la jugada brillante o equivocada, la victoria o la derrota. Los hay, sobre todo algunos de los más pequeños, que no pueden contener las lágrimas al verse víctimas de un jaque mortal o advertir que acaban de cometer un error que les costará la partida. También sigo atento el juego de algunas niñas que actúan con letal eficacia; como una de doce años, cinta en el pelo y uniforme escolar, que cada vez que mueve una pieza mira penetrante a los ojos de su adversario -un muchachito regordete de expresión concentrada e inteligente- como intentando comprobar en ellos el efecto de la jugada, y que acaba venciendo tras sacrificar dos peones con mucha intrepidez.
Estoy apoyado en una de las columnas, mirando la sala mientras pienso en mis cosas -parte de la novela que ahora escribo transcurre en el marco de un torneo internacional de ajedrez-, cuando uno de los niños cuyas partidas presencié se me acerca. Es rubio y flaco, de ojos azules, tan fríos que parecen peligrosos. Tendrá unos diez u once años. Su monitor ha debido de contarle a qué me dedico, porque se apoya en la columna a mi lado, y muy serio y decidido dice: «No escribas nada sobre mí, porque acabo de perder dos partidas». Intento consolarlo indicándole la gran urna de cristal donde juegan los mejores del mundo. «Lo importante es luchar bien hasta el final -comento-. También ellos, antes de ser campeones, perdieron muchas veces». Durante cinco segundos silenciosos, los ojos azules siguen la dirección de mi mirada. Después el niño se encoge de hombros, despectivo, y dice: «Ellos no perdieron, como yo, dos partidas contra Íñigo Biurrun», y se marcha, cabizbajo, tras mirarme como si yo fuera gilipollas.
Y es que el ajedrez también es eso. Al menos para un jugador mediocre como el arriba firmante, cuya limitada eficacia en el tablero queda compensada por el placer de observar y gozar cuanto ocurre en torno a él. Lo que hay entre partida y partida, o detrás de cada una de ellas: los grandes maestros, los jugadores y sus mundos particulares, el público -muchas mujeres aficionadas veo en Bilbao- con sus personajes pintorescos y sus frikis. Porque tengo esta certeza: si hay un territorio fronterizo con Frikilandia, donde a veces coinciden de forma asombrosa la inteligencia extrema y el pintoresquismo más singular, ése es el mundo ajedrecista. Un ejemplo es el individuo que toma el relevo del niño que acaba de dejarme solo -sigo recostado en la columna, mirando a los jugadores-: fulano flaco, treintañero, que se apoya en una muleta. «¿Conoce el chess boxing?», me pregunta a bocajarro. Respondo que no tengo el gusto, de momento. Entonces sonríe con media boca, donde tiene una cicatriz, y me ilustra. Lo inventó un alemán, cuenta. Uno muy aficionado tanto al boxeo como al ajedrez. Y consiste en eso mismo: asaltos alternativos de boxeo y ajedrez, uno en un ring con guantes y otro ante un tablero. Y puede ganarse por jaque mate, por puntos o por K.O. Lo escucho con el natural interés, y al acabar la exposición pregunto cuántos jugadores de chess boxing hay en España. Entonces tuerce la cicatriz de la boca, muy serio, como si la respuesta fuera obvia: «Otro y yo -dice-. O sea, dos».
El ajedrez es territorio fronterizo con Frikilandia, donde a veces coinciden la inteligencia y el pintoresquismo más singular.
Foto de un tablero de ajedrez con sus fichas blancas y negras, etc.
8- 12-2011.
Organiza Cronoeventos: Colaboran: Ayuntamiento de Castuera, Universidad Popular de Castuera, Club de Ajedrez de Castuera.
Me llamo Iñigo López Mulet y tengo 11 años soy campeón de España- 2010.
Me encontraré el día 8 de diciembre desde las 12:30 h. en el Casino de
simultánea de ajedrez 25 tableros, inscripción: 2€, . Hasta las 12:00h en el Casino de
TÍTULO: AJEDREZ.
Soñar con ajedrez representa el momento que podemos estar atravesando frente a rivales o enemigos, sobretodo en el ámbito laboral o económico. Nuestra actitud durante el juego es muy importante para la interpretaciónn del sueño, así como nuestra victoria o derrota en él.
- Soñar que jugamos ajedrez, significa que estamos teniendo una contienda con alguien, ya sea en el ámbito laboral o personal. Determinar si vamos ganando o perdiendo en el ajedrez es muy difícil, ya que casi siempre todo se define en la última jugada, es por eso que si soñamos que ganamos la partida de ajedrez, se puede interpretar que saldremos airosos de esta disputa o contienda, si perdemos la partida, habremos perdido en esta pelea.
- Soñar que jugamos solos ajedrez, significa que estamos muy cerca y que pronto tendremos una pelea con alguien de nuestro entorno.
- Soñar que armamos un tablero de ajedrez, significa que una disputa o gran pelea se acerca.
- Soñar que echamos un tablero de ajedrez mientras jugamos una partida, significa que estamos rompiendo el diálogo o la diplomacia con quien tenemos un trato o acuerdo.
- Soñar que vemos un tablero de ajedrez armado, significa que alguien pronto nos declarará la guerra, un enemigo pronto se pondrá en evidencia.
- Soñar que nos enseñan a jugar ajedrez, significa que alguien de muy lejos vendrá a nuestras vidas, pero esa persona traerá conflictos.
- Soñar que jugamos ajedrez con nuestra pareja, significa que tendremos importantes disputas con ella.
- Soñar que jugamos ajedrez con un amigo, significa que existe mucha competencia entre ambos.
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