Son aviones no tripulados convertidos en armas de precisión. Estados Unidos ya ha liquidado a más de 2300 personas con ellos, sobre todo a talibanes escondidos entre Afganistán y Pakistán. Es la estrella para guerras en tiempos de crisis: baratos, sin testigos y sin víctimas propias. Las consecuencias de la demanda mundial no tardarán en hacerse notar.
Steven Zaloga sabe perfectamente cómo y dónde se le puede sacar más partido a la guerra... lleva más de 36 años analizando las tendencias mundiales en el sector de las armas.
La guerra es la pasión de Zaloga, pero es, sobre todo, su manera de ganarse la vida. Este historiador es analista de Teal Group, una prestigiosa empresa de asesoría armamentística con sede en Halifax, Virginia. Y, según Zaloga, el futuro pertenece a los drones, vehículos aéreos no tripulados, dotados con potentes sistemas electrónicos de exploración y eficaces armas de precisión. Los drones son todo un sistema de combate en sí mismos, lo que los estrategas siempre habían deseado tener: con ellos se puede desplegar fuerza ofensiva, pero minimizando el riesgo, se puede golpear de forma precisa y letal sin poner en peligro a los soldados propios.
Que los drones resulten, además, comparativamente baratos termina de explicar que sean tan apreciados por los norteamericanos. Estados Unidos ya ha ejecutado con ataques realizados por drones a más de 2300 personas, sobre todo en las operaciones de caza de talibanes escondidos entre Afganistán y Pakistán. Zaloga muestra una tabla con las cifras de los presupuestos del Pentágono: en 2002, los militares gastaron en drones unos 550 millones de dólares; en 2011 han sido casi 5000 millones.
Y su demanda está creciendo en todo el mundo. «Toda la región de Oriente Medio se convertirá en el principal campo de actuación de los drones», cree Zaloga. El analista calcula en 94.000 millones de dólares el volumen global del sector de los drones durante la próxima década. El iPhone es quizá el único objeto más deseado en el mundo. Como escribió The New York Times, estamos ante una nueva «carrera armamentística» global.
Hasta ahora, Estados Unidos ha limitado la exportación de esta tecnología futurista para no poner en riesgo su primacía en el sector. La venta de drones armados no está autorizada en principio, solo se hace una excepción con los aliados más cercanos. Pero los americanos los usan cada vez con mayor frecuencia. Los drones encontraron un valedor especialmente convencido en el vicepresidente John Biden. Fue él quien presionó a su jefe para que pusiera fin a la guerra en Afganistán y continuara la lucha contra los talibanes con ataques de drones. Así, bajo el mandato de Barack Obama, ha despegado un dron armado con misiles cada cuatro días de media, mientras que su predecesor, George W. Bush, solo envió uno cada 47 días. Obama ha `descubierto´ la guerra teledirigida: da resultados rápidos y es menos complicada que Guantánamo, por poner un ejemplo.
La flota de estos vehículos no tripulados y equipados con misiles ha crecido hasta las 230 unidades. Las Fuerzas Aéreas entrenan ya más pilotos de drones que de cazas de combate; el mes pasado se supo de la existencia de pistas secretas de despegue en Etiopía, las islas Seychelles y Yibuti. Las empresas norteamericanas encargadas de su producción, como Northrop Grumman y General Atomics, quieren abastecer al resto del mundo, y sus representantes no dejan de actuar como animadores del sector. Naciones Unidas ha publicado en un informe que son más de 40 los países que disponen de vehículos aéreos dirigidos a distancia. La mayoría de ellos se usa para reconocimiento aéreo, faceta para la que los drones fueron desarrollados originalmente; por el momento, solo los israelíes y los británicos, además de los norteamericanos, han utilizado unidades de ataque. Pero no son los norteamericanos los únicos que le están sacando partido al boom de los drones. Uno de los fabricantes más experimentados es Israel.
«Sonría cuando mire al cielo -dice Avi Bleser-, alguien lo está observando». Bleser es director de marketing de Israel Aerospace Industries (IAI), la empresa que ya está sirviendo drones por todo el mundo. Israel es el país donde vuelan más aparatos de este tipo que en ningún otro lugar del planeta. Israel es el segundo exportador mundial tras Estados Unidos y, mientras que otros ejércitos empiezan ahora a experimentar con vehículos aéreos teledirigidos, las Fuerzas Aéreas de Israel están celebrando los 40 años de su primera escuadrilla de drones.
En estos momentos hay drones de fabricación israelí prestando servicio en Afganistán, donde lo emplean las Fuerzas Armadas de Canadá, Australia, España y Alemania. Pero el 20 por ciento de las ventas de IAI proceden de negocios con fuerzas aéreas no identificadas. Puesto que los drones de ataque son «la respuesta operativa a todas las necesidades», Tommy Silberring, director del departamento de drones de la empresa, cree que «todos los países quieren tener los suyos». En el futuro, tal y como él lo describe, por el mundo solo volarán aparatos no tripulados. «El futuro de la guerra se desarrollará en dos fases», cree Silberring. «Primero se automatizará la dirección de la guerra, luego esta será completamente autónoma». A partir de ese momento, la orden de abrir fuego ya no la dará un comandante humano, sino un algoritmo.
El Gobierno de Pekín también está intentando entrar con fuerza en el negocio global de los `asesinos silenciosos´. Los chinos están muy orgullosos de sus drones, Soaring Dragon, `dragón ascendente´, o Dark Sword, `espada oscura´. Las empresas armamentísticas chinas presentaron 25 nuevos modelos de vehículos no tripulados en el último salón de aviación de Zhuhai, el más importante de Asia. Algunos tenían un aspecto extraño; por ejemplo, un dron del tamaño de un pato y que vuela también como un pato, es decir, batiendo las alas. Otros parecían muy peligrosos incluso a simple vista.
Según los expertos militares, la tecnología de los drones chinos no es tan refinada como la de norteamericanos o israelíes, pero no cabe duda de que los ingenieros chinos están avanzando a gran velocidad. Dado que Estados Unidos prohíbe la venta a China de tecnología susceptible de aplicación militar, los chinos compran lo que pueden en el resto del mundo. Los expertos están convencidos de que los chinos no se están limitando a seguir el modelo norteamericano, sino que hace tiempo que desarrollan su propia línea de investigación. Zhang Qiaoliand, del Chengdu Aircraft Design and Research Institute, declaró al Washington Post: «Estados Unidos apenas exporta drones armados, nosotros intentamos llenar ese hueco».
Estos nuevos proveedores son mucho menos escrupulosos que los norteamericanos a la hora de escoger a sus clientes. Los israelíes hacen negocios con los rusos, Pekín intenta seducir a Pakistán. Por este motivo, el lobby armamentístico estadounidense preferiría ver levantadas todas las restricciones a la exportación. James Pitts, de Northrop Group, avisa: «Si no modificamos nuestras restricciones, dentro de cinco años nos preguntaremos por qué desperdiciamos nuestra posición de liderazgo».
Los drones son una solución ideal para estos momentos de estrecheces económicas. El Pentágono se ahorrará solo en la próxima década un billón de dólares. Y es que un dron Reaper cuesta solo 10,5 millones de dólares, 14 veces menos que un F-22 Raptor.
A pesar de esto, muchos expertos en asuntos militares asisten a esta situación con sentimientos encontrados. David Ignatius, columnista del Washington Post, es también autor de thrillers de mucho éxito y gran realismo sobre los servicios secretos norteamericanos. Dice comprender la línea a favor de los drones, pero se reconoce aterrado por un mundo en el que haya demasiados drones de combate y pocas reglas... y Estados Unidos, con sus ejecuciones teledirigidas, ha abierto el camino del mal ejemplo. «¿Cómo podremos protestar si, por ejemplo, los rusos compran estas máquinas para matar a supuestos terroristas en Chechenia? ¿O los chinos a los opositores en su propio país?», pregunta Ignatius.
Además, las armas de precisión que transportan los drones no son adecuadas para emplearlas contra grandes agrupaciones de combate. Están mucho más indicadas para los llamados `ataques quirúrgicos´ en zonas con abundante población civil. Así que los civiles serán quienes más sufran en las futuras guerras de drones. A pesar de toda esa tecnología ultraprecisa, el 20 por ciento de los muertos habrían sido civiles.
No obstante, para Obama los drones son un arma milagrosa que permitirá conseguir esa victoria en la «guerra contra el terrorismo» que estuvo fuera del alcance de su predecesor y sustenta el derecho a emplear drones en la legítima defensa. Pero no todo su gobierno está de acuerdo. En septiembre, estas discrepancias se convirtieron en una polémica pública entre la Secretaría de Estado, para quien los ataques con drones solo deberían autorizarse con el objeto de impedir ataques terroristas directos e inminentes, y los halcones del Pentágono, partidarios de mantener abiertas todas las opciones y en todos los rincones del mundo. Y aún más evidente es la oposición a los drones entre una parte del propio electorado de Obama, que ve en su uso simples «asesinatos extrajudiciales». Pero aún hay más. Entre los riesgos de este boom de los drones está que los terroristas se hagan con alguno. Hace unas pocas semanas se detuvo en Boston a un hombre de 26 años acusado de haber planeado un ataque contra el Pentágono con un avión a escala cargado con explosivos. No era una idea tan descabellada: el Ejército de Estados Unidos ya ha desarrollado drones letales que los soldados podrían trasladar en sus mochilas. ¿Y si una de esas mochilas acabase en manos de un terrorista?
No hay comentarios:
Publicar un comentario