He vuelto a mi chalet después de tanto tiempo. Mi chalet de Vinaroz. Hacía 3 o 4 años que no iba. ¿Por qué? Al 100% no lo sé, pero lo que si se es que no me gustaba para nada ir. La verdad es que no pase los mejores momentos de mi vida en ese chalet. Solía ir con mis padres y mis 2 hermanos. A menudo teníamos peleas, por el mando de la televisión, por que comer, por que hacer… es decir, por cualquier tontería se solía montar.
Además no tenía muchos amigos, solo unos de una urbanización, de pequeño fui mucho con ellos, pero a medida que crecí un poco me distancié bastante y ya iba más bien poco.
Solía ser bastante solitario, jugaba horas y horas solo a cartas o incluso jugando a unos mini-bolos. Creyéndome que jugaba en un supercampeonato y yo era el rey. Hubo un tiempo que también jugué a una especie de pim pom-tenis La verdad es que gracias a mi imaginación no lo pasé tan y tan mal.
Hoy he vuelto al chalet. A medida que nos adentrábamos en Vinaroz y más nos acercábamos al chalet me venían flashes de recuerdos, de situaciones que viví por el chalet, con mis hermanos, solo, con mis padres, con mis amigos de Vinaroz…
Fue en ese momento en que comprendí que casi nunca en mi vida había sido feliz.
El motivo del viaje era quedarme unos días con mi madre y ver si la nevera funcionaba, ya que quería quedarme a trabajar en Vinaroz todo el verano.
A las 3 horas, ya empezaba otra absurda discusión, por haber desconectado el cable de la TV y romper el adaptador (la verdad es qué estaba viejísimo y se rompió solo). Otra vez, sin ganas de discutir y desesperado con mi vida me fui a dar una vuelta sin decir nada.
Caminé tímido bajo la luna y las escasas luces de las farolas, siguiendo a un padre con sus 2 hijos hasta que se perdieron en la oscuridad.
Llegué a la playa y me senté al borde de una roca. Debajo, a tan solo 4 metros estaba el agua. La piedra parecía que fuera a romperse en cualquier momento, pero eso era imposible, en una película tal vez, pero no en la vida real.
Me estiré contemplando el cielo estrellado y sonreí de ternura. Saqué el móvil y empecé a ver videos. Al llegar a los 2 videos finales me acordé de mi ex. En el primer video salía una discoteca y un joven bailando. Me hizo recordar cuando estábamos en Sabadell, yendo a la discoteca. Yo medio borracho y abrazado a mi novia, una sensación maravillosa como pocas las haya.
Un hormigueo me recorrió el estómago y una sensación de tristeza me invadió. Me sentí hecho un asco. Miré el otro video y la canción era la qué tenía puesta cuando estaba en su piso en Bellaterra, durmiendo, abrazado y besándola. Los 2 dormidos, abrazados y juntitos en medio del comedor, mientras sus compañeros de piso se encontraban a escasos metros de dónde nos hallábamos. Los días previos había estado muy mal. Pues estaba recluido en mi pueblo, agobiado, desesperado y no dejaba de llorar y sentirme desgraciado, quería salir del pueblo cuanto antes.
Así que después de una bronca con mi novia me escapé de casa y fui a verla y a quedarme con ella.
No me acuerdo nunca de haber sentido lo que he sentido con esa chica, ni haber querido con tanta locura a alguien. Toda mi vida me ha faltado algo, algo para sonreír, para decir: Ahora ya no me falta nada, para decir: Ya soy feliz, nada más me importa.
Pero dónde hay lo bonito también hay lo oscuro, pues ella muchas veces no se portaba bien conmigo. ¿Pero quien soy yo para reprochárselo? ¿Acaso no soy un chiquillo tímido que no se atreve a hablar con las mujeres, a presentarse en las discotecas? ¿No soy si más no un fracasado?
Y así, pensando en la playa se derramo mi primera lágrima al recordar que casi NUNCA había sido feliz, en recordar el infierno que viví cuando me dejaron, en recordar la mala suerte que tengo con todo, en recordar que nadie nunca, nunca en su vida, me ha ofrecido su mano para ayudarme excepto mi ex-novia. Me ofreció muchísimo, pero al igual que me alargo su mano, me dio una patada.
Fue en esa noche de verano cuando me lancé contra las rocas del mar. Quedé atrapado y por mala suerte o por fortuna, una mujer me vio caer. Avisó a todo el mundo y a los bomberos. Mientras la marea subía y yo me estaba ahogando la gente intentaba rescatarme. Muerto de frío, por una vez, fui muy feliz. Por una vez en toda mi vida, excepto cuando dormía abrazado con mi novia, estaba satisfecho. Sonreí helado de frío, y supliqué morirme allí mismo, morirme con la felicidad en mi rostro, nunca una sensación tan grande me había llenado tanto.
Por desgracia se acabo cuando me subieron en helicóptero y me transportaron hacia el hospital. Envuelto en una manta le pregunte a dos chicos que había a mi lado:
- ¿Por qué?
- ¿Cómo?
- ¿Por qué me habéis salvado?
Los dos chicos se miraron y me escrutaron con incredulidad mientras veían como mi ojo soltaba una lágrima que se iba helando hasta quedarse congelada en mi mejilla. Avergonzado y desquiciado me cubrí todo el rostro con la manta y me agazapé contra el asiento del avión.
Desde esa noche de verano me quedé llorando interiormente por siempre jamás
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