Jacques Leonard aterrizó en Barcelona a principios de los años 50 y, antes de darse cuenta, ya era `el payo Chac´.
Hijo de una familia burguesa francesa -su padre era criador de caballos-, Leonard se inició muy pronto en el arte. Y tocó muchas teclas. Era cineasta, fotógrafo y escritor y había viajado por varios países en busca de inspiración, hasta que cayó rendidamente enamorado de una gitana: Rosario Amaya. Fue ella la que lo introdujo en la comunidad gitana y le permitió fotografiar a su gente como nunca antes se había hecho. Casado con Rosario, Leonard se instaló en las barracas de Barcelona donde ella vivía y se integró entre ellos como si fuese el lugar al que siempre había pertenecido. Su impresionante trabajo, que sus hijos Santiago y Alex han guardado celosamente a lo largo de los años, se puede ver en el Archivo Fotográfico de Barcelona hasta el 14 de enero. Leonard, que inmortalizó un mundo de nómadas que estaba condenado a desaparecer, murió en 1995 en el barrio barcelonés de La Mina.
TÍTULO: El zapatero prodigioso--BLAKE MYCOSKIE.
El emprendedor no nace, se hace. Por eso, Blake Mycoskie-foto- buscaba la inspiración mientras devoraba las biografías de todopoderosos gurús de los negocios como Richard Branson, Ted Turner o Sam Walton. Y algo aprendió de los maestros. A sus 34 años, TOMS es su sexto negocio de éxito.
Antes montó un servicio de lavandería para universitarios, una empresa de marketing, un canal de televisión especializado en reality shows y hasta una autoescuela con conciencia ambiental y coches híbridos. Y en 2006, durante un viaje a Argentina, Mycoskie tuvo su enésima revelación. Mientras visitaba una zona rural, se dio cuenta de que muchos niños no tenían zapatos, exponiéndose a enfermedades como la podoconiosis, que se contrae al andar descalzo sobre terrenos ricos en silicio y que provoca graves malformaciones.
Volvió a Los Ángeles con una idea y 200 pares de las alpargatas que los agricultores argentinos usan a diario. Convirtió el modesto calzado en un complemento de diseño codiciado por los fashionistas, y en un solo año vendió 10.000 pares desde su apartamento. Regresó a Argentina y cumplió la promesa que había hecho: repartir la misma cantidad entre los niños de la zona.
Así nació TOMS, que ya ha donado un millón de pares en 20 países como Etiopía, Guatemala o Ruanda. «Dar no solo te hace sentir bien, sino que es el mejor plan de negocio», dice él sin ocultar que la combinación de marketing y filantropía es la piedra filosofal de su invento. Pero a Mycoskie, que ya goza de estatus de gurú como sus ídolos, no le faltan detractores.
Mientras da conferencias, se codea con Bill Gates o visita a Obama en la Casa Blanca, muchos lo acusan de explotar la imagen de los pobres para manipular a los consumidores. A él no lo inquietan las críticas. De hecho, acaba de sacar una línea de gafas con el mismo propósito. Y su libro, Start something that matters, se ha convertido en un best seller como los que él leía no hace tanto y que le sirvieron de inspiración.
Antes montó un servicio de lavandería para universitarios, una empresa de marketing, un canal de televisión especializado en reality shows y hasta una autoescuela con conciencia ambiental y coches híbridos. Y en 2006, durante un viaje a Argentina, Mycoskie tuvo su enésima revelación. Mientras visitaba una zona rural, se dio cuenta de que muchos niños no tenían zapatos, exponiéndose a enfermedades como la podoconiosis, que se contrae al andar descalzo sobre terrenos ricos en silicio y que provoca graves malformaciones.
Volvió a Los Ángeles con una idea y 200 pares de las alpargatas que los agricultores argentinos usan a diario. Convirtió el modesto calzado en un complemento de diseño codiciado por los fashionistas, y en un solo año vendió 10.000 pares desde su apartamento. Regresó a Argentina y cumplió la promesa que había hecho: repartir la misma cantidad entre los niños de la zona.
Así nació TOMS, que ya ha donado un millón de pares en 20 países como Etiopía, Guatemala o Ruanda. «Dar no solo te hace sentir bien, sino que es el mejor plan de negocio», dice él sin ocultar que la combinación de marketing y filantropía es la piedra filosofal de su invento. Pero a Mycoskie, que ya goza de estatus de gurú como sus ídolos, no le faltan detractores.
Mientras da conferencias, se codea con Bill Gates o visita a Obama en la Casa Blanca, muchos lo acusan de explotar la imagen de los pobres para manipular a los consumidores. A él no lo inquietan las críticas. De hecho, acaba de sacar una línea de gafas con el mismo propósito. Y su libro, Start something that matters, se ha convertido en un best seller como los que él leía no hace tanto y que le sirvieron de inspiración.
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