Juraría que ayer mismo era agosto y yo me encontraba en pantalones cortos, acabando con mis amigos la penúltima botella de vino blanco, en la isla de Korcula, maravillándonos con las autóctonas en bikini y las espectaculares puestas de sol.
Pero, de golpe y porrazo, han puesto las luces de navidad, hace un frío que se te congelan las pestañas y yo, friolero sufridor, llevo encima la lana equivalente a un rebaño de 300 ovejas de Nueva Zelanda.No sé cómo ha sucedido todo esto. Pero no me gusta un pelo. Echo de menos mis pantalones cortos, mi sol, mi Korcula y mis croatas ligeras de ropa.
Me he dado cuenta de esta dramática situación a raíz de los muchos mails que me han llegado a mi cuenta (correo.guadian@gmail.com), en los que me pedís consejo e ideas para hacer regalos de navidad a vuestros novios, hermanos, jefes, primos, amigos de esos que escuchan vuestro problemas, padres y demás seres masculinos con los que compartís vuestras vidas.
Hacer un regalo a un hombre es fácil. Hacer un regalo de quitarse el sombrero, es una película muy distinta.
Pero para eso estoy yo por aquí.
Antes de dejar caer mis proposiciones, partamos de 3 sencillas reglas, básicas para no fallar el tiro:
1. No regales aparatos tecnológicos. Basta ya de gadgets, tabletas, iGaitas y teléfonos que te hacen la lista de la compra. Que se nos va a quedar cara de manzana.
2. No regales colonias. La colonia de un hombre es algo personal, intransferible e innegociable. No queremos cambiar de colonia por mucho anuncio lleno de mujeres sensuales que nos pongan. Y no, no tenemos maldita gana de oler como una tienda de Abercrombie. Solo faltaba.
3. No regales corbatas. Muchos se pasan una media de 14 horas al día con corbata, rodeados de otros hombres con corbata. Me encantan, que conste, pero no podemos estar siempre con corbatas.
Aclaradas estas inquebrantables normas, aquí les sugiero varias ideas para no regalar lo de siempre y quedar fenomenal con un hombre como Dios manda.
Vivimos tiempos confusos en los que gin tonics parecen diseñados por Custo y las hamburguesas, la obra inconclusa de algún arquitecto vanguardista.
Es hora de reivindicar la sencillez de las cosas: la esencia, la pureza. Un gin tonic, por muy estupendos y cursis que nos pongamos, es un gin tonic. Y punto.
Otra historia muy diferente es conseguir el gin tonic perfecto, cuestión que poco o nada tiene que ver con decoraciones recargadas y el insufrible novio de tu amiga pontificando en la cena sobre el proceloso arte del gin tonic.
En Perfect Gin Tonic saben muy bien que lo importante es la esencia y la excelencia.
Estos señores te consiguen la ginebra perfecta, de cualquier maldito rincón del mundo, los mejores limones ecológicos (recogidos a mano la tarde anterior), las mejores tónicas del mercado, te lo empaquetan todo, y lo tienes en tu casa en 24 horas, perfecto para disfrutar con un buen disco y una inmejorable compañía: ustedes por ejemplo.
Original, rápido y perfecto para compartir.
Hay numerosos packs para regalar. ¿Alguna sugerencia? Por supuesto. Mi recomendación es el pack “Uomini d´Onore”: Martin Miller Westbourne (mi favorita), limones y Fever Tree. El acabose. La pera limonera, oigan. Y a un precio inmejorable.
Al mando de este tinglado se encuentra Fernando Angulo (fa@perfectgintonic.com) todo un catedrático en el arte del buen vivir. Díganle que les envía El Guardián entre el centeno. Él sabrá cómo tratarles.,etc.
17-12-2011-TÍTULO: TODO VALENTINO COLGADO:
Pero no en perchas, si no en la Red. Valentino Garavani, el gran creador de la alta costura, dice que todavía tiene su listín telefónico en una libreta raída y que prácticamente no sabe encender un ordenador, pero acaba de inagurar un museo virtual ( e interactivo). A gran distancia de las mortecinas páginas web de los grandes museos del mundo, se trata de una aplicación gratuita , etc.
17-12-2011-TÍTULO: LA MEJOR DE LAS DROGAS- POR CARME CHAPARRO.
MÁS O MENOS a mitad del embarazo soñé con ella por primera vez. Era pequeñita, dulce, suave. Y sonreía. Sonreía todo el rato. Tuve el mejor de los despertares en años, de un buen humor con el que me habría comido el mundo. Días después, en una de esas ecografías maravillosas que nos regala la técnica, la vi y estaba como en mi sueño, sonriendo. Encogida en mi útero, nadaba feliz en líquido amniótico. Y sonreía. Mi pequeña ensayaba lo que iba a ser una de las armas más poderosas en su vida.
HOY LA TENGO, la veo, la toco, la huelo, la oigo, pero sobre todo la siento en mi corazón: la sonrisa que desarma mi mundo, la que hace que todo lo demás me de igual. Por eso llevo un par de días escudriñando a mi alrededor. Mirando caras. Buscando otras sonrisas. Pero no encuentro apenas. Si a un bebé sonreír le da superpoderes, ¿por qué los adultos parecemos reacios a utilizar una de las expresiones humanas más básicas y efectivas? Ron Gutman estudia las sonrisas como manera de vivir más, mejor y con buena salud. Por ejemplo: sonreír alarga la vida. Estudiando cromos de jugadores de béisbol estadounidenses de los años 50, investigadores de la Universidad de Wayne State descubrieron que los que no sonreían vivieron una media de 73 años. Sin embargo, los que salieron en los cromos con sonrisas de oreja a oreja tuvieron una vida de casi 80.
SONREÍR MEJORA la calidad de la vida. En la Universidad de Berkeley compararon las fotos de un viejo anuario de una escuela femenina con la vida, 30 años después, de sus protagonistas. Las mujeres más sonrientes en la foto del instituto sacaron puntuaciones más altas en los tests de felicidad. Sonreír cambia nuestro humor y el de los que nos rodean. Es muy difícil estar (o seguir) de mal humor cuando tienes a tu lado a alguien que sonríe. Porque sonreír es como bostezar: muy, muy contagioso. Sonreímos porque estamos bien, pero también funciona a la inversa: la sonrisa ayuda al cuerpo a cambiar su estado de ánimo. A mejor, claro. Sonreír adelgaza. Investigadores británicos han descubierto que una sonrisa, una buena sonrisa, estimula nuestro cerebro igual que ¡2.000 barritas de chocolate! O que sonreír puede ser tan estimulante como recibir 16.000 libras en efectivo (18.000 €). Ya sabe, si este año, otra vez, no le toca el Gordo de Navidad... ¡sonría!
SONREÍR NOS HACE más competentes. Un estudio de la Universidad Penn State concluye que las personas con sonrisas más sinceras son percibidas como más capacitadas para su trabajo. Sonreír también nos da valor. Pruebe a cruzar una multitud con una sonrisa en los labios. Y además baja nuestra presión sanguínea. Y provoca un lifting natural en la cara que nos hace parecer más jóvenes. Y mejora nuestro sistema inmune, que trabaja mejor cuando estamos relajados y felices. Y aumenta las endorfinas, la serotonina y las hormonas “aniquiladoras” del dolor. Así que sonreír es, quizá, la mejor de las drogas naturales.
P. D.: Con la que está cayendo, sonreír puede no apetecer mucho. Pero imaginen que es una tabla de gimnasia: para fruncir la frente usamos 32 músculos. Para sonreír, solo 28. Prueben porque, una vez que dejamos de ser niños, pasamos de 400 sonrisas diarias a apenas 20. Quizá algo arreglaríamos.
HOY LA TENGO, la veo, la toco, la huelo, la oigo, pero sobre todo la siento en mi corazón: la sonrisa que desarma mi mundo, la que hace que todo lo demás me de igual. Por eso llevo un par de días escudriñando a mi alrededor. Mirando caras. Buscando otras sonrisas. Pero no encuentro apenas. Si a un bebé sonreír le da superpoderes, ¿por qué los adultos parecemos reacios a utilizar una de las expresiones humanas más básicas y efectivas? Ron Gutman estudia las sonrisas como manera de vivir más, mejor y con buena salud. Por ejemplo: sonreír alarga la vida. Estudiando cromos de jugadores de béisbol estadounidenses de los años 50, investigadores de la Universidad de Wayne State descubrieron que los que no sonreían vivieron una media de 73 años. Sin embargo, los que salieron en los cromos con sonrisas de oreja a oreja tuvieron una vida de casi 80.
SONREÍR MEJORA la calidad de la vida. En la Universidad de Berkeley compararon las fotos de un viejo anuario de una escuela femenina con la vida, 30 años después, de sus protagonistas. Las mujeres más sonrientes en la foto del instituto sacaron puntuaciones más altas en los tests de felicidad. Sonreír cambia nuestro humor y el de los que nos rodean. Es muy difícil estar (o seguir) de mal humor cuando tienes a tu lado a alguien que sonríe. Porque sonreír es como bostezar: muy, muy contagioso. Sonreímos porque estamos bien, pero también funciona a la inversa: la sonrisa ayuda al cuerpo a cambiar su estado de ánimo. A mejor, claro. Sonreír adelgaza. Investigadores británicos han descubierto que una sonrisa, una buena sonrisa, estimula nuestro cerebro igual que ¡2.000 barritas de chocolate! O que sonreír puede ser tan estimulante como recibir 16.000 libras en efectivo (18.000 €). Ya sabe, si este año, otra vez, no le toca el Gordo de Navidad... ¡sonría!
SONREÍR NOS HACE más competentes. Un estudio de la Universidad Penn State concluye que las personas con sonrisas más sinceras son percibidas como más capacitadas para su trabajo. Sonreír también nos da valor. Pruebe a cruzar una multitud con una sonrisa en los labios. Y además baja nuestra presión sanguínea. Y provoca un lifting natural en la cara que nos hace parecer más jóvenes. Y mejora nuestro sistema inmune, que trabaja mejor cuando estamos relajados y felices. Y aumenta las endorfinas, la serotonina y las hormonas “aniquiladoras” del dolor. Así que sonreír es, quizá, la mejor de las drogas naturales.
P. D.: Con la que está cayendo, sonreír puede no apetecer mucho. Pero imaginen que es una tabla de gimnasia: para fruncir la frente usamos 32 músculos. Para sonreír, solo 28. Prueben porque, una vez que dejamos de ser niños, pasamos de 400 sonrisas diarias a apenas 20. Quizá algo arreglaríamos.
Una buena sonrisa es contagiosa, estimula el cerebro como 2000 barritas de chocolate, baja la tensión y mejora nuestro sistema inmune, etc.
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