Son ejemplos que abren camino. Dirigen festivales de cine y forman parte de un club cuyas socias se cuentan con los dedos de una mano.
Son ejemplos que abren camino. Dirigen festivales de cine y forman parte de un club cuyas socias se cuentan con los dedos de una mano. Las suyas son convocatorias sin alfombra roja, que muestran un cine que no llega fácilmente a las pantallas. Los recortes son ahora su preocupación. foto Marta López Briones.
Hace dos años, Johannes Feleke, un director etíope, nos regaló un corto que había hecho en homenaje a su madre. Nos relataba cómo, a pesar de que los corredores de fondo de su país se llevan la fama, las verdaderas heroínas son sus madres. Muchas caminan 40 kilómetros al día cargando leña para venderla y así pagar la educación de sus hijos. Gracias a ellas, los corredores de Etiopía son lo que son. El corto recorrió los festivales de medio mundo y ahora Feleke prepara su primer largometraje". Esta historia es una de esas perlas sentimentales que atesora Mane Cisneros y que contribuyen a que los sueños se cumplan. Mane se fue a vivir a Tarifa hace 10 años y en sus bellas playas conoció los dramas de la inmigración ilegal. "En algún momento se cruzaron las imágenes de los surfistas con las de la Cruz Roja al lado sacando cuerpos del mar", evoca Mane. Esa imagen fue el germen del Festival de Cine Africano de Tarifa (FCAT). No ha sido fácil para esta mujer poner en marcha y mantener un certamen de cine y de cineastas africanos en un lugar donde se mira con desdén y recelo al otro lado del Estrecho. "Pensé que podía servir como herramienta de conocimiento y progreso. Han sido años de un trabajo arduo y sensibilización, diría incluso de combate, entre aquellos que aman África y los que no. Los prejuicios están tan enraizados que cuesta entenderlo", explica. La fortaleza y el tesón de esta apasionada del cine han conseguido mantener a flote un barco que amenazaba con hacer aguas desde sus inicios. Sin embargo, el FCAT se ha consolidado como buque insignia de la cinematografía africana en España y ha clausurado su octava edición con Rossy de Palma presentando la gala en un auditorio abarrotado de tarifeños y foráneos, un símbolo de ese cruce de sueños que tuvo Mane y que es denominador común a este puñado de mujeres empeñadas en abrir ventanas al mundo y crear vías de comunicación a través del cine.
Quien aún cree estar soñando es Marta López Briones. Que Abbas Kiarostami haya pasado 10 días con ellos, poniendo el broche de oro a la tercera edición del IBAAF, el Festival de Viaje y Creación que ella dirige en Murcia, le resulta increíble: "La experiencia con Kiarostami ha sido genial. Le queríamos dar un premio honorífico, como hicimos el año pasado con Vittorio Storaro, pero el mismo Kiarostami nos propuso hacer un taller durante 10 días para 35 personas. Había alumnos de todo el mundo".
Esfuerzo cultural
La presencia del cineasta iraní en la ciudad levantina es la feliz consecuencia de la estrecha relación que el festival ha desarrollado con los artistas de Irán. "La nuestra es una convocatoria periférica y no de alfombra roja. Nuestro referente es Ibn Arabi, un pensador nacido en Murcia que viajó por el Mediterráneo y fue inspirador del diálogo y la tolerancia entre religiones y culturas", resume Marta López Briones. De aspecto aniñado y con gafas de pasta negra, Marta es el alma mater del IBAAF y los que trabajan junto a ella afirman que es clave para sacarlo adelante, porque su intuición y gusto para seleccionar están en sintonía con el espíritu de la ciudad, y de quienes la gobiernan, frecuencias, en muchas ocasiones, difíciles de acoplar y sintonizar.
También Ana Latorre y sus colegas de la ONG Mujeres del Mundo se dejan la piel en llevar a buen puerto el Festival de Cine Internacional Documental sobre Género en Soria, cuyo timón, como cabeza de la asociación, lleva. Los resultados de la tercera edición, que se ha celebrado en marzo, han sido excelentes. "Este año ha venido gente conocida, lo que, unido a que la programación ha sido muy potente, ha hecho que tenga más repercusión. Fue muy emocionante el documental de Ouka Leele, 'PourQuoi', que habla de las barbaridades que sufren las mujeres en tiempos de guerra. Lo cuenta a través del testimonio de una periodista del Congo que ha sido víctima de todo tipo de humillaciones. Cuando acabó la proyección, nos quedamos sin palabras". Ana cree que no es nada fácil dirigir un festival que defiende los derechos de las mujeres y que la discriminación está más al día que nunca. Los 270 documentales que ha recibido en 2012 desde los puntos más dispares del planeta, demuestran que el género cuenta, aunque sigue sin cuadrar su balance con el de los hombres. Aún más en su caso, ya que las directoras de festivales de cine en nuestro país, donde se celebran un centenar de certámenes al año, no alcanzan el escueto 7%, y ninguna de ellas dirige un festival de categoría A o relevante. ¿Hay discriminación de género en el sector?
"No es fácil dar una respuesta rápida –argumenta la actriz y directora Marta Belaustegui–. Posiblemente no hay mujeres conduciendo certámenes de primera línea porque no era sencillo que llegásemos ni a esos ni a otros puestos de dirección. Y, sin embargo, las segundas de a bordo de la SEMINCI en Valladolid, o de San Sebastián, son mujeres". Belaustegui dirige en Cuenca Mujeres en Dirección, una convocatoria que va por su séptima edición y que nace con el objetivo de visibilizar las obras de cineastas de todo el mundo. Su equipo, compuesto por hombres y mujeres, ha logrado año tras año involucrar a la ciudad, que llena las salas de proyección, acude a los talleres y conferencias paralelos y ha hecho el festival suyo, una de las claves para afianzar cualquier manifestación cultural. Sin embargo, cuando tomó la batuta del engranaje que es un evento internacional de esta categoría, Marta era consciente de que no lo iba a tener fácil. "Ser actriz y producir teatro durante años me hizo conocer el tema por dentro, las dificultades y desigualdades a las que nos enfrentábamos. Creo que las actrices hemos cambiado las cosas desde dentro, dando nuestra opinión o diciendo simplemente que no, lo que ha generado un coste. Creo que en España se ha dado un paso de gigante en materia de igualdad, pero no podemos retroceder un ápice en lo ganado", sentencia convencida Belaustegui.
En busca de apoyo
"Hay que educar, cambiar la mentalidad. Aún hay muchos prejuicios que hacen que lo tengamos difícil. Se debería situar a mujeres en puestos que normalicen esta situación. Si ves a una mujer dirigiendo el festival de Donosti o el de Valladolid, las niñas verán que es posible. Eso da ejemplo. Si no hay ejemplos, no se abre camino", apunta al respecto Marta López-Briones. "Es un mundo muy masculino, –corrobora Mane Cisneros–. Somos pocas las que dirigimos festivales. Y a pesar de ello yo no me he sentido nunca discriminada".
La financiación es la piedra angular y la principal inquietud que desvela los sueños de estas cuatro mujeres que temen el portazo en las narices que la cultura está recibiendo por parte de las instituciones, necesarias a todas luces para su financiación. Por ejemplo, Mane Cisneros, debido a la inviabilidad económica de sostener un festival tan periférico, traslada el FCAT a Córdoba, donde las autoridades y la Universidad le han recibido con los brazos abiertos. Así y todo, ha de conseguir redondear un presupuesto mínimo necesario para llevar a cabo su noveno festival en octubre. Ana Latorre y su gente se plantean una posible reestructuración para la próxima edición ya que, ante la previsible falta de fondos, hay que reinventarse, y quizá internet sea la clave para economizar costes. "Las ayudas no van a cuidar la cultura ni la igualdad. La crisis no está hecha para pensar, sino para sacar adelante lo poco que tienes; lo que es muy peligroso", se lamenta Ana ante la sombra que se cierne sobre estas manifestaciones culturales, lo que, unido a la transformación que está sufriendo la industria del cine, aumenta la desventaja frente al imperio cibernético. "Espero que los festivales sigan siendo espacios de reflexión, de impulso de pensamiento político y crítico, de participación y de transformación social. Y que el nuestro, en concreto, al ser de documentales sobre género siga siendo un referente en temas de igualdad", concluye Latorre.
"A veces nos preguntamos por qué hacemos esto. Además de mostrar la otra cara de la cultura y de abrir puertas y ventanas de pensamiento, intentamos poner nuestro granito de arena para que las personas que pueden vivir de esta industria se relacionen. El cine es el arte que condensa toda la cultura con mayúsculas", concluye Marta López Briones, que considera que el XX ha sido el siglo de la imagen y del movimiento, y en el XXI caminamos hacia el archivo. "El papel de estos certámenes es fundamental. Son espacios de libertad", afirma Belaustegui ante el incierto futuro que tienen las muestras de cine en el 2012. "No creo en una cultura elitista, sino para todos. Los festivales son fundamentales y deben ser públicos, apoyados por las instituciones. Es la forma de que la cultura no desaparezca de las ciudades y de lugares pequeños. Dejar de apostar por ella es un peligro. Y es responsabilidad de los ciudadanos y profesionales de los medios de comunicación que esto no ocurra".
Quien aún cree estar soñando es Marta López Briones. Que Abbas Kiarostami haya pasado 10 días con ellos, poniendo el broche de oro a la tercera edición del IBAAF, el Festival de Viaje y Creación que ella dirige en Murcia, le resulta increíble: "La experiencia con Kiarostami ha sido genial. Le queríamos dar un premio honorífico, como hicimos el año pasado con Vittorio Storaro, pero el mismo Kiarostami nos propuso hacer un taller durante 10 días para 35 personas. Había alumnos de todo el mundo".
Esfuerzo cultural
La presencia del cineasta iraní en la ciudad levantina es la feliz consecuencia de la estrecha relación que el festival ha desarrollado con los artistas de Irán. "La nuestra es una convocatoria periférica y no de alfombra roja. Nuestro referente es Ibn Arabi, un pensador nacido en Murcia que viajó por el Mediterráneo y fue inspirador del diálogo y la tolerancia entre religiones y culturas", resume Marta López Briones. De aspecto aniñado y con gafas de pasta negra, Marta es el alma mater del IBAAF y los que trabajan junto a ella afirman que es clave para sacarlo adelante, porque su intuición y gusto para seleccionar están en sintonía con el espíritu de la ciudad, y de quienes la gobiernan, frecuencias, en muchas ocasiones, difíciles de acoplar y sintonizar.
También Ana Latorre y sus colegas de la ONG Mujeres del Mundo se dejan la piel en llevar a buen puerto el Festival de Cine Internacional Documental sobre Género en Soria, cuyo timón, como cabeza de la asociación, lleva. Los resultados de la tercera edición, que se ha celebrado en marzo, han sido excelentes. "Este año ha venido gente conocida, lo que, unido a que la programación ha sido muy potente, ha hecho que tenga más repercusión. Fue muy emocionante el documental de Ouka Leele, 'PourQuoi', que habla de las barbaridades que sufren las mujeres en tiempos de guerra. Lo cuenta a través del testimonio de una periodista del Congo que ha sido víctima de todo tipo de humillaciones. Cuando acabó la proyección, nos quedamos sin palabras". Ana cree que no es nada fácil dirigir un festival que defiende los derechos de las mujeres y que la discriminación está más al día que nunca. Los 270 documentales que ha recibido en 2012 desde los puntos más dispares del planeta, demuestran que el género cuenta, aunque sigue sin cuadrar su balance con el de los hombres. Aún más en su caso, ya que las directoras de festivales de cine en nuestro país, donde se celebran un centenar de certámenes al año, no alcanzan el escueto 7%, y ninguna de ellas dirige un festival de categoría A o relevante. ¿Hay discriminación de género en el sector?
"No es fácil dar una respuesta rápida –argumenta la actriz y directora Marta Belaustegui–. Posiblemente no hay mujeres conduciendo certámenes de primera línea porque no era sencillo que llegásemos ni a esos ni a otros puestos de dirección. Y, sin embargo, las segundas de a bordo de la SEMINCI en Valladolid, o de San Sebastián, son mujeres". Belaustegui dirige en Cuenca Mujeres en Dirección, una convocatoria que va por su séptima edición y que nace con el objetivo de visibilizar las obras de cineastas de todo el mundo. Su equipo, compuesto por hombres y mujeres, ha logrado año tras año involucrar a la ciudad, que llena las salas de proyección, acude a los talleres y conferencias paralelos y ha hecho el festival suyo, una de las claves para afianzar cualquier manifestación cultural. Sin embargo, cuando tomó la batuta del engranaje que es un evento internacional de esta categoría, Marta era consciente de que no lo iba a tener fácil. "Ser actriz y producir teatro durante años me hizo conocer el tema por dentro, las dificultades y desigualdades a las que nos enfrentábamos. Creo que las actrices hemos cambiado las cosas desde dentro, dando nuestra opinión o diciendo simplemente que no, lo que ha generado un coste. Creo que en España se ha dado un paso de gigante en materia de igualdad, pero no podemos retroceder un ápice en lo ganado", sentencia convencida Belaustegui.
En busca de apoyo
"Hay que educar, cambiar la mentalidad. Aún hay muchos prejuicios que hacen que lo tengamos difícil. Se debería situar a mujeres en puestos que normalicen esta situación. Si ves a una mujer dirigiendo el festival de Donosti o el de Valladolid, las niñas verán que es posible. Eso da ejemplo. Si no hay ejemplos, no se abre camino", apunta al respecto Marta López-Briones. "Es un mundo muy masculino, –corrobora Mane Cisneros–. Somos pocas las que dirigimos festivales. Y a pesar de ello yo no me he sentido nunca discriminada".
La financiación es la piedra angular y la principal inquietud que desvela los sueños de estas cuatro mujeres que temen el portazo en las narices que la cultura está recibiendo por parte de las instituciones, necesarias a todas luces para su financiación. Por ejemplo, Mane Cisneros, debido a la inviabilidad económica de sostener un festival tan periférico, traslada el FCAT a Córdoba, donde las autoridades y la Universidad le han recibido con los brazos abiertos. Así y todo, ha de conseguir redondear un presupuesto mínimo necesario para llevar a cabo su noveno festival en octubre. Ana Latorre y su gente se plantean una posible reestructuración para la próxima edición ya que, ante la previsible falta de fondos, hay que reinventarse, y quizá internet sea la clave para economizar costes. "Las ayudas no van a cuidar la cultura ni la igualdad. La crisis no está hecha para pensar, sino para sacar adelante lo poco que tienes; lo que es muy peligroso", se lamenta Ana ante la sombra que se cierne sobre estas manifestaciones culturales, lo que, unido a la transformación que está sufriendo la industria del cine, aumenta la desventaja frente al imperio cibernético. "Espero que los festivales sigan siendo espacios de reflexión, de impulso de pensamiento político y crítico, de participación y de transformación social. Y que el nuestro, en concreto, al ser de documentales sobre género siga siendo un referente en temas de igualdad", concluye Latorre.
"A veces nos preguntamos por qué hacemos esto. Además de mostrar la otra cara de la cultura y de abrir puertas y ventanas de pensamiento, intentamos poner nuestro granito de arena para que las personas que pueden vivir de esta industria se relacionen. El cine es el arte que condensa toda la cultura con mayúsculas", concluye Marta López Briones, que considera que el XX ha sido el siglo de la imagen y del movimiento, y en el XXI caminamos hacia el archivo. "El papel de estos certámenes es fundamental. Son espacios de libertad", afirma Belaustegui ante el incierto futuro que tienen las muestras de cine en el 2012. "No creo en una cultura elitista, sino para todos. Los festivales son fundamentales y deben ser públicos, apoyados por las instituciones. Es la forma de que la cultura no desaparezca de las ciudades y de lugares pequeños. Dejar de apostar por ella es un peligro. Y es responsabilidad de los ciudadanos y profesionales de los medios de comunicación que esto no ocurra".
TÍTULO: AFTERWORK ¿ OCIO O NEGOCIO?.
Aviso: irse de cañas después del trabajo es una práctica vulgar y demodé. Ahora se lleva reunirse en locales glamourosos, tomarse un gin .
A veces no conviene volver a casa directamente desde la oficina. Esa adrenalina que nos sale por las orejas después de un día difícil es mejor soltarla en otra parte, para luego regresar al hogar fresca, dulce y maleable. Esto es una verdad universal y por eso nos íbamos de cañas algunos (o muchos) días después de trabajar. Pero esto de las cañas sonaba poco profesional, a colegueo informal o cotilleo maledicente. En resumen, poca seriedad. La barra del bar estaba de aquella manera y los codos de la camisa se ensuciaban, nos manchábamos con la grasa de las patatas fritas, el pelo nos olía a fritanga de bar. La música, de calidad variable, solía estar muy alta como para permitirse hablar de asuntos importantes. En fin, un drama. Pero esta agonía ha terminado. Del profesional y rígido mundo laboral anglosajón nos han exportado la coartada perfecta. Encima, con nombre en inglés: el "afterwork" (en inglés, después del trabajo).
A estas alturas ya deberías haberte ido de "afterwork" al menos una vez en tu vida. ¿No te queda claro el nuevo concepto? Toma nota de algunas señales te pondrán sobre la pista:
A estas alturas ya deberías haberte ido de "afterwork" al menos una vez en tu vida. ¿No te queda claro el nuevo concepto? Toma nota de algunas señales te pondrán sobre la pista:
- No te has ido de cañas si solo has tomado cervezas de marca (y casi nunca españolas), o si te han propuesto elegir entre un menú de gin tonics con ginebras de nombres casi impronunciables y tónicas ídem.
- Tampoco te has ido de cañas si el sitio en cuestión no tenía una luz fluorescente como de sala de interrogatorio del FBI, y en su lugar has disfrutado de diseño impecable, con puntos de luces indirectas, tendencia al "chill out" y música muy bien seleccionada. El hábitat propio de esta nueva tendencia en auge es un glamouroso local de moda, 'in', 'fashion', y con ubicación y vistas privilegiadas. Las terrazas de muchos hoteles de las grandes ciudades están mutando en punto de encuentro "después del trabajo".
Cuando revises lo que te has gastado en esta experiencia urbana (es un fenómeno propio de ciudades de más de 50.000 habitantes) comprenderás de una vez por todas la diferencia entre irse de cañas –esa práctica vulgar y demodé– y pasarse por un "afterwork".
Lo habrás visto en series americanas como 'Ally McBeal' o 'Sexo en Nueva York'. Si has pasado alguna temporada en Londres, habrás podido observar la creciente actividad de sus pubs a partir de las seis de la tarde. Aún así, para despejar posibles dudas, te vamos a recordar qué es un "afterwork". A saber: son esos lugares donde parece coincidir todo el mundo después del trabajo. Donde se siguen cerrando negocios pero ahora con posturas y actitudes relajadas, aunque la corbata se mantenga siempre en su sitio. Es un entorno para ver y ser visto. Con un halo profesional que permite disfrutar del ocio poslaboral sin ningún complejo de culpa, porque hay cientos de argumentos salidos de la escuelas de negocio que avalan que esta práctica consolida los vínculos profesionales, fortalece la red de contactos (léase "networking", que estamos en un contexto cuasi profesional), mejora la inteligencia emocional, influye en el rendimiento y la productividad, y te sitúa a los profesionales en un mejor punto de partida para construir su liderazgo y hacer despegar su carrera. Y todo esto, gin tonic de autor por medio.
Poco más de la mitad de los que los frecuentan son hombres (58,2%), y el resto son mujeres (41,2%). Las edades están comprendidas entre 25 y 50 años. Es población activa, de clase media alta y que habita ciudades de medianas a grandes. Los "afterworkers" son personas de hábitos comedidos. Nada de desfasar hasta las tantas. Se llega alrededor de las siete de la tarde (el profesional del "afterwork" suele trabajar en compañías que han ajustado sus horarios a los europeos, y entran como muy tarde a las 8:30 y a las 18.00 están en la calle) y termina a una hora "decente", que permite llegar a casa, relajarse, y madrugar (sin secuelas) al día siguiente.
Normas de comportamiento
Tampoco se lleva ropa sexy, y no se presume de escote o de pintalabios rojo. Allí no se va a ligar, al menos no se hace explícitamente. Las relaciones deben parecer profesionales y es difícil empezar una conversación si no se cuenta con un contexto que justifique un enfoque laboral de cualquier charla, que luego derivará en lo que el destino o el gin tonic dispongan. Pero la entrada siempre se hará en terminología profesional. En determinados ambientes funciona mejor la jerga de Bruselas (ya sabes, desde "sinergias" a "proactivo" pasando por "ejecución de proyectos"); en otros, se llevan más los conceptos de las escuelas de negocios y sus gráficos de flujos; y en otros lo que se impone es la última tecnología importada de Silicon Valley y el iPad encima de la barra. Si eres novato en este campo, pon en práctica dos cualidades que no suelen fallar nunca: paciencia y observación. Con el tiempo, alcanzarás la excelencia.
Dicho esto, agreguemos que esta moda ha sido un bálsamo que ha amortiguado la crisis de muchos hosteleros, y ha permitido encontrar una excusa y un cliente predispuesto a dejarse ver por locales de moda con motivos menos frívolos que los que conciernen al ocio, para consumir las llamadas bebidas "premium" (cervezas y ginebras de autor, entre otras), que se han convertido en el no va más del gourmet y el sibaritismo. Efectivamente, estamos ante un nuevo concepto donde hay cartas largas y sofisticadas de coctelería, menús de ginebra y mezclas de champán y gin tonic. ¿Quién se permitiría semejante dispendio si no fuera por motivos profesionales?
Vaya por delante, que esta nueva práctica social sucede de lunes a viernes. Puedes ir al mismo sitio un fin de semana pero el argumento, la actitud e incluso el "dress code" tendría que ser otro. Los gurús del mercado ya han examinado el nicho de españoles susceptibles de dejarse arrastrar por la tendencia, y han fijado a los clientes potenciales en más de 10 millones de personas. Todo esto se supo en el coloquio "Afterwork y nuevos hábitos de consumo", que se celebró en Madrid con el patrocinio de la marca Heineken, porque a pesar de que el "afterwork" parece decir a gritos: "¡Muerte a la caña!", la cerveza sigue siendo la bebida que pide el 37% de los que siguen esta tendencia.
Algunos de los clubes más selectos del mundo en esta práctica, por ejemplo The Club at the Ivy, de Londres, un sitio donde solo se permite la entrada a empresarios, artistas, "celebrities" y miembros de la realeza, han puesto en práctica sistemas maquiavélicos para fomentar las relaciones sociales "fortuitas". Eso que los psicólogos llaman salirse de la zona de confort, es decir ponerse a prueba en un ambiente o una disciplina que no domines. En The Club at the Ivy obligan a la gente a sentarse por zonas, en unos bancos corridos donde hay que sentarse por estricto orden de llegada. De esta forma se aseguran, dicen ellos, de que la gente no se reúna siempre en los mismos grupos y se establezcan relaciones sociales y profesionales más diversas.
A España, el experimento ha llegado descafeinado y no creo que nos pongamos a estas alturas a mezclar especies en plan antropológico. De momento, sal de la oficina, todavía con el traje de chaqueta, entra a un local de diseño y pídete un gin tonic. Es posible que aquella discusión de trabajo que se te ha quedado atragantada tenga ahora un final feliz.
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