El maestro Florencio Franco Iglesias saca a la calle su "Trilogía Poética Atípica" donde lo romántico se mezcla con la sátira.
Florencio Franco Iglesias vio la luz de este mundo a los diez años de que un siniestro tocayo suyo (en lo que a apellido se refiere) se alzase con la victoria en una incivil guerra y extendiese su satrapía a lo largo de ocho interminables lustros. Y vio la luz en el seno de una familia humilde, dentro de las históricas paredes de la antigua villa de Santacruz de la Obispalía, o de 'Las Cebollas'; hoy, Santacruz de Paniagua. Un maestro de su pueblo, que captó muy pronto las cualidades de Florencio, animó a los padres del alumno para que se apretasen el cinturón y lo llevasen a un colegio. A parar fue de cabeza al Seminario Diocesano, donde aparcaban numerosos hijos de modestos campesinos de las comarcas del norte cacereño.
No se veía el amigo Florencio ataviado con ropajes de clérigo y, libre de ataduras clericales, inicia la carrera de Magisterio en la Normal de Cáceres. Saca plaza directa y se mete de lleno a ejercer su vocación docente. Alumnos de Mirabel, Valdelacasa de Tajo, Mohedas de Granadilla... conocerán de primera mano la eficiente pedagogía que ponía en práctica el maestro 'cebollero'. Recala definitivamente en Montehermoso y aquí se jubilará, después de impartir meritorias clases, durante todo un cuarto de siglo, en el colegio público de la localidad.
Si Florencio tenía auténtica vocación docente, no le iban a la zaga su amor por la naturaleza y el deporte. Y no digamos nada acerca del 'jormiguillo' musical y literario que le abrasaba por dentro. Muy pronto entró a formar parte del primitivo grupo musical 'Aljibe'. Como cantautor, compone medio centenar largo de canciones, en las que reivindica la verdadera justicia distributiva para las tierras y los hombres de Extremadura. Se acompaña por el alicantino Juan E. González Caturla y consiguen sonoros éxitos en festivales allende las fronteras regionales.
Nunca presumió Florencio de sus subidas al pódium del triunfo. Siempre hizo gala de una humildad franciscana a prueba de bombas. Así, pisando de puntillas, después de ejercer un montón de años como corresponsal del diario HOY, rota ya la voz por tantos años de docencia, ha ido tejiendo una gavilla de obras literarias. Atrás quedaron sus poesías de juventud, inéditas aún. Ahora, ha sacado a la calle su 'Trilogía Poética Atípica' ('Frutos de la Soledad, Hijos del Silencio', 'La Confesión de los Borbones' y 'Humor, amor y otras lindezas'). El lirismo se derrocha a manos llenas. Lo romántico se mezcla con la sátira, el sarcasmo, la ironía y hasta cierto espíritu moralizante. En el año 2010, vio la luz su obra en prosa, claramente encajada dentro de la literatura infantil, 'Aventuras en el bosque encantado'. Otras dos novelas terminadas aguardan en sus cajones el momento propicio para su publicación.
En las librerías montehermoseñas y de otras partes se encuentran las obras de este laico franciscano que no quiso vestir las ropas eclesiales. En breve, aparecerán en otros formatos digitales. La imagen vital y recatada de este cantautor, abrazado a su guitarra, está prendida de las retinas. Aún resuenan en los oídos sus estrofas clamando por una tierra no tan extrema y tan dura y donde sus habitantes fuesen los dueños de su destino.
TÍTULO: HABRÁ MÁS CRUDEZA.
TÍTULO: HABRÁ MÁS CRUDEZA.
Nos colamos en el rodaje de 'Pulseras rojas'. «Hay escenas que repetimos hasta diez veces. Nos movemos en el terreno de la épica emocional».
Silencio, se rueda... ¡acción! Dos niños en silla de ruedas cruzan el pasillo de un hospital conversando y riendo. A uno de ellos le falta una pierna... es el actor Álex Monner. Nos hemos colado en el rodaje de la segunda temporada de la serie 'Pulseras rojas' (hoy, a las 22.30), una producción de la televisión catalana TV3, comprada por Antena 3, cuyos primeros dos capítulos fueron emitidos el pasado lunes con un éxito rotundo de audiencia, más de tres millones de espectadores.
Las aventuras y desventuras de un grupo de niños hospitalizados, unidos ante la adversidad de sus enfermedades, han robado el corazón de los televidentes. En Cataluña la serie es ya un fenómeno social. Por eso se prepara una segunda temporada que tendrá su estreno en el canal autonómico en enero, y que se está rodando estos días en un antiguo hospital, a 100 kilómetros de Barcelona.
El director de la serie, Pau Freixas, y el director de producción, Oriol Maymó, nos explican los entresijos de este rodaje. Una primera curiosidad: el muñón de la pierna amputada del protagonista Lleó, encarnado por Àlex Monner, no es más que un efecto óptico. «Hicimos pruebas de maquillaje con un croma encima para hacer desaparecer el resto de la pierna, pero al final optamos por esconderla. La silla de ruedas lleva un agujero con un doble fondo donde Monner coloca la pierna y lo que vemos no es más que su rodilla. Da la impresión de que la tiene cortada, pero eso está solo en nuestra imaginación», relata Maymó. Para tomar primeros planos del muñón, tienen a un doble, Alberto, un chico que perdió la pierna hace cuatro años.
La jornada en el set de rodaje empieza muy temprano. A las ocho de la mañana. Los actores llegan, pasan por maquillaje -«entre 30-40 minutos, intentamos que sea el menor tiempo posible»- y a las 8.45 ya se tira el primer plano. El trabajo es extremadamente intenso. Hay mucho ensayo, mucha repetición. Cada escena se repite al menos cuatro o cinco veces. «Es lo que tiene trabajar con chavales, hay que estar muy encima de ellos. Además, siempre trabajamos con dos cámaras para tener diferentes perspectivas que nos den más opciones de montaje, por lo que los actores acaban repitiendo algunas escenas hasta nueve o diez veces», explica el director de producción.
Freixas insiste en esta idea. «Trabajo mucho con los chavales hasta generar en ellos el estado de ánimo necesario para la escena». Este trabajo de dirección de actores tiene especial peso en una serie como 'Pulseras rojas', donde la materia prima son las emociones. «Una y otra vez les inquiero, les pregunto: '¿De verdad crees que si alguien te dice algo así, responderías con ese tono? ¿Cómo te sentirías tú? ¿Te enfadarías?'». El director subraya este fuerte componente emotivo de la serie. «Nos gusta decir que nos movemos en el terreno de la épica emocional. Intentamos conseguir momentos épicos a través de las emociones de los personajes».
Ya no son niños
En la segunda temporada los sentimientos se vuelven más complejos, porque los niños protagonistas dejan de serlo y entran en el espinoso terreno de la adolescencia. La acción se sitúa dos años después del fin de la primera temporada. Si esta tiene un punto naif, de unos niños que no son demasiado conscientes de sus enfermedades, en la segunda temporada los chavales crecen y adquieren más consciencia de lo que significa estar enfermo. «Habrá más crudeza, porque habremos de reflejar también la lucha interna de los personajes al llegar a una edad tan complicada».
Una de las claves del éxito de 'Pulseras rojas', explica su director de producción, ha sido la defensa que hace de valores como «la solidaridad, la amistad y el compañerismo» en un entorno hostil. «Los niños se ayudan para poder superar sus enfermedades». Al equipo de la serie le interesaba que entre los actores se creara ese sentimiento de unión, que estos se hicieran amigos también fuera del rodaje. Por eso les han hecho convivir.
Durante los tres meses de rodaje los chavales están alojados en una casa de colonias cercana a la localización de la serie. Viven solos, sin adultos, con la única compañía de dos 'coach' que se encargan de repasar los guiones con ellos antes de llevarlos al set, una monitora, y una cocinera. Tras las maratonianas sesiones de rodaje -que se prolongan hasta diez horas- los niños vuelven juntos a esa casa con piscina en medio del campo. Dicen que están disfrutando muchísimo de la casa, y de estos días intensos. Como si estuvieran de vacaciones.
Silencio, se rueda... ¡acción! Dos niños en silla de ruedas cruzan el pasillo de un hospital conversando y riendo. A uno de ellos le falta una pierna... es el actor Álex Monner. Nos hemos colado en el rodaje de la segunda temporada de la serie 'Pulseras rojas' (hoy, a las 22.30), una producción de la televisión catalana TV3, comprada por Antena 3, cuyos primeros dos capítulos fueron emitidos el pasado lunes con un éxito rotundo de audiencia, más de tres millones de espectadores.
Las aventuras y desventuras de un grupo de niños hospitalizados, unidos ante la adversidad de sus enfermedades, han robado el corazón de los televidentes. En Cataluña la serie es ya un fenómeno social. Por eso se prepara una segunda temporada que tendrá su estreno en el canal autonómico en enero, y que se está rodando estos días en un antiguo hospital, a 100 kilómetros de Barcelona.
El director de la serie, Pau Freixas, y el director de producción, Oriol Maymó, nos explican los entresijos de este rodaje. Una primera curiosidad: el muñón de la pierna amputada del protagonista Lleó, encarnado por Àlex Monner, no es más que un efecto óptico. «Hicimos pruebas de maquillaje con un croma encima para hacer desaparecer el resto de la pierna, pero al final optamos por esconderla. La silla de ruedas lleva un agujero con un doble fondo donde Monner coloca la pierna y lo que vemos no es más que su rodilla. Da la impresión de que la tiene cortada, pero eso está solo en nuestra imaginación», relata Maymó. Para tomar primeros planos del muñón, tienen a un doble, Alberto, un chico que perdió la pierna hace cuatro años.
La jornada en el set de rodaje empieza muy temprano. A las ocho de la mañana. Los actores llegan, pasan por maquillaje -«entre 30-40 minutos, intentamos que sea el menor tiempo posible»- y a las 8.45 ya se tira el primer plano. El trabajo es extremadamente intenso. Hay mucho ensayo, mucha repetición. Cada escena se repite al menos cuatro o cinco veces. «Es lo que tiene trabajar con chavales, hay que estar muy encima de ellos. Además, siempre trabajamos con dos cámaras para tener diferentes perspectivas que nos den más opciones de montaje, por lo que los actores acaban repitiendo algunas escenas hasta nueve o diez veces», explica el director de producción.
Freixas insiste en esta idea. «Trabajo mucho con los chavales hasta generar en ellos el estado de ánimo necesario para la escena». Este trabajo de dirección de actores tiene especial peso en una serie como 'Pulseras rojas', donde la materia prima son las emociones. «Una y otra vez les inquiero, les pregunto: '¿De verdad crees que si alguien te dice algo así, responderías con ese tono? ¿Cómo te sentirías tú? ¿Te enfadarías?'». El director subraya este fuerte componente emotivo de la serie. «Nos gusta decir que nos movemos en el terreno de la épica emocional. Intentamos conseguir momentos épicos a través de las emociones de los personajes».
Ya no son niños
En la segunda temporada los sentimientos se vuelven más complejos, porque los niños protagonistas dejan de serlo y entran en el espinoso terreno de la adolescencia. La acción se sitúa dos años después del fin de la primera temporada. Si esta tiene un punto naif, de unos niños que no son demasiado conscientes de sus enfermedades, en la segunda temporada los chavales crecen y adquieren más consciencia de lo que significa estar enfermo. «Habrá más crudeza, porque habremos de reflejar también la lucha interna de los personajes al llegar a una edad tan complicada».
Una de las claves del éxito de 'Pulseras rojas', explica su director de producción, ha sido la defensa que hace de valores como «la solidaridad, la amistad y el compañerismo» en un entorno hostil. «Los niños se ayudan para poder superar sus enfermedades». Al equipo de la serie le interesaba que entre los actores se creara ese sentimiento de unión, que estos se hicieran amigos también fuera del rodaje. Por eso les han hecho convivir.
Durante los tres meses de rodaje los chavales están alojados en una casa de colonias cercana a la localización de la serie. Viven solos, sin adultos, con la única compañía de dos 'coach' que se encargan de repasar los guiones con ellos antes de llevarlos al set, una monitora, y una cocinera. Tras las maratonianas sesiones de rodaje -que se prolongan hasta diez horas- los niños vuelven juntos a esa casa con piscina en medio del campo. Dicen que están disfrutando muchísimo de la casa, y de estos días intensos. Como si estuvieran de vacaciones.
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