A Javier Marical le hace un entrevista en la Revista XL Semanal en la última hoja con buenas preguntas y respuestas, pero nosotros contaremos su vida,.
Esta es su frase favorita." Todo es rediseñable. Yo mismo. Voy al psiquiatra para poder cambiarme,."
Entrevista a Javier Mariscal:
Debido a que los señores de Graffica se molestaron porque linkeamos parte de su “contenido exclusivo”, tengo que hacer una actualización de este post.Buscando otras entrevistas que le han hecho a este gran diseñador español me topé con una muy buena realizada por Pati Núñez G., si les interesa leer el resto, les dejo al final un link para que descarguen el PDF y la leean completa.
Por qué decidiste dedicarte a diseñar mundos y no al derecho, por ejemplo?
Yo arranco como dibujante. Desde muy pequeño me he expresado mucho mejor con el dibujo que con las palabras. De hecho, soy disléxico y siempre he tenido problemas con las palabras. Me expreso muy bien con el dibujo y además me divierte mucho. En el colegio me consideraban especial porque, según ellos, sabía dibujar, aunque siempre he sentido que no sabía. Empecé a estudiar filosofía porque en mi casa me obli- gaban a ir a la universidad. Me metí en bellas artes y salí corriendo porque era un joven adolescente y muy re- belde, con todos los tópicos. Me parecía horroroso que en el siglo veinte estuviéramos dibujando con carbonci- llo. Luego vine a Barcelona a ver qué era el diseño grá- fico porque me interesaba mucho más todo lo que es- taba alrededor de la imprenta, de la identidad visual, las tipografías y, sobre todo, de la reproducción. Me intere- saba más eso que la obra única que te preparan para ha- cer en Bellas Artes.
¿Y cómo pasaste del dibujo a otras disciplinas?
El dibujo me parecía muy limitado ya que me intere- saba crear mundos y contar historias y lo más natural que me salió es el cómic. En 1978 me encargaron un bar en Valencia. Lo primero que le dije al amigo que me lo pidió fue que no sabía cómo hacer un bar. Él me con- testó que había visto mis dibujos y que estaba conven- cido que estaría muy bien. Me busqué un amigo interio- rista, Fernando Salas, y desde entonces no hemos de- jado de colaborar. Desde el principio buscamos contar una historia, en este caso dijimos “vamos a hacer una piscina”, y a partir de ahí creamos unas referencias muy descaradas a los años cincuenta.
¿Cuáles son tus referencias?
Cuando nací, en 1950, todo era como los coches de Elliot Ness: negros y con forma de caja. Todo era muy os- curo y los muebles se barnizaban con maderas sombrías, muy de posguerra; es un estilo al que llamo “remordi- miento”. Súbitamente hubo en Valencia una inundación y todos los locales comerciales cambiaron de la noche al día y empezaron a poner unas luces que para nosotros, los niños, eran mágicas: fluorescentes, rótulos de neón, letras con luz por dentro. Nació el plástico, el skay, los plásticos con chinchetas, los taburetes, las formas de bo- omerang, todo este gran colorido de riquezas y de for- mas. El plástico surgió como solución para aportar luz y color y me impresionó mucho. Aparecieron las vespas y coches más redondeados y me marcaron. Las nuevas formas estaban más cerca de la vida, de la primavera, del verano. El diseño me ha parecido siempre una forma de introducir mejoras en el día a día cotidiano, una manera de mejorar la vida de una sociedad: se perfeccionan las formas, las maneras de producción y los resultados.
Has hecho casi de todo…
Pasé del dibujo a otras cosas de una manera muy normal. Empecé a hacer bolsas y logotipos y escapara- tes para tiendas. Me llamaron la atención enseguida las pinturas que había en los bares. En Valencia había una cafetería fantástica, el Barrachina, que para mí siempre ha sido como la Capilla Sixtina. Era un local de los cin- cuenta y siempre me interesó su identidad visual: el anuncio de los productos, las tapas, el café con leche, las gambas, y cómo los reproducían. Formaba parte de una tradición popular que se desarrolló mucho en los cincuenta y sesenta. También estuve mucho tiempo pintando cristal, haciendo ilustraciones y pequeños murales para tiendas. Y enseguida empecé también a trabajar en textil. Siempre me había encantado la pro- ducción de alfombras, cortinas, edredones, cubreca- mas, papeles pintados, telas para hacer vestidos y em- pecé a desarrollar estos productos. Trabajé con Marieta para el hogar y con Tráfico de Modas para la confec- ción. Desarrollé colecciones de alfombras. En los no- venta diseñé papeles pintados para una empresa japo- nesa y ahora para Tres Tintas.
Su desayuno es el siguiente:
Café con leche, zumo de naranja, cuatro tostadas de pan -de cereales, con mucha mantequilla y miel-, un poco de jamón serrano y, cuando hay, un albaricoque.TÍTULO: CAMINO AL ANDAR:
Se tiende a pensar que, si uno cree, es un meapilas o, como mínimo, alguien un poco rarito. También se nos suele asimilar a determinadas corrientes políticas.
Como ya hemos comentado más de una vez, no me considero una feminista al uso o, en todo caso, soy posfeminista. En otras palabras, creo que si bien en el Tercer Mundo a las mujeres aún nos queda mucho camino por andar y muchas batallas por ganar, en el Primer Mundo no veo necesario continuar teniendo una actitud beligerante que eche más leña a la ya de por sí muy inflamable hoguera de la guerra entre los sexos. Dicho esto, considero también que pervive un machismo residual muy difícil de erradicar y en el que vale la pena detenerse para ver en qué consiste. Hace más de un año escribí un artículo titulado ¿Y de novios qué? en el que señalaba cómo, a pesar de que las mujeres hemos alcanzado un papel importante en la sociedad, de alguna manera el “éxito” de una mujer se sigue midiendo por parámetros muy arcaicos. Así, cuando una mujer triunfa en su carrera, en seguida surge alguna vocecilla estúpida que señala: “Sí, sí, guapa, eres directora general pero ¿y de novios qué?" como dando a entender que una mujer no puede sentirse realizada y feliz a menos que tenga una pareja. Y es que, nos guste o no, la sociedad sigue considerando que el éxito de una mujer está más en el ámbito de lo privado que en el de lo público, lo que explicaría por qué se les da tanta cancha a esas señoritas perfectamente ociosas e intrascendentes que vemos, monísimas ellas, en las revistas del corazón y cuyo único mérito es haber “pescado” un marido aristócrata o famoso. Pero existe otro machismo residual que a mí me resulta aún más desagradable y es el que afecta a las mujeres que han logrado destacar en el mundo profesional sea éste de la índole que sea. Me refiero a algo que yo llamo
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