domingo, 17 de julio de 2011

EL SUEÑO DEL LAGO ROJO.SOCIEDAD.

Atardece en Hefei y de pronto todo adquiere la consistencia de un sueño: el cielo se pinta de naranja, el agua se vuelve roja y los bañistas sin rostro se pasean por el lago como fantasmas apacibles. El niño sujeta un gigantesco flotador fucsia, aunque el agua apenas le cubre los tobillos. Quizá le haga gracia meterse en el laguito como si se adentrara en algún mar tenebroso y profundísimo. O quizá solo lo lleve para contentar a una madre demasiado preocupada por los peligros del agua.
Hace calor en Hefei. Estamos en el centro de China, en una provincia del interior, y aquí los meteorólogos no se aburren: en invierno las temperaturas caen bajo cero y en verano suben hasta los cuarenta grados. Hefei luce con orgullo el timbre de «ciudad verde» y tiene motivos para ello: hay un parque enorme, con ríos y lagos, que alivia la visión de una localidad hiperindustrial, con cuatro millones de habitantes y un imponente paisaje de torres, rascacielos y fábricas. También hay muchos pobres harapientos y unos pocos multimillonarios, como suele suceder en esta China capitalista y comunista a la vez.
Pero esto no le importa al niño. Él solo quiere bañarse con su flotador mientras sueña que se mete en un misterioso océano rojo.

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