Entronizados como la gran banda del momento, siguen buscando la perfección con su quinto disco, 'Mylo Xyloto'. Desde la estratosfera, Chris Martin y los suyos nos hablan de su nuevo asalto al planeta.
Ya habrán oído que Chris Martin es alto, muy alto. Tal vez impresionaría si no fuera porque el cantante de Coldplay hoy parece haberse vestido a ciegas, con una combinación imposible de practicante de jogging y rapero de etiqueta. En realidad, cabe atribuirlo al cansancio por el lanzamiento de su nuevo disco, Mylo Xyloto. Eso sí, se ha decorado el estudio de grabación para que luzca bonito en las entrevistas de televisión, desplegando bellos instrumentos vintage, incluyendo un marxophone, una cítara patentada hace cien años. "El único invento musical de Karl Marx", bromea el cantante.
Como siempre, Chris hace tándem para la entrevista con Jonny Buckland, su socio guitarrista, que ha perfeccionado la pose de músico bonachón, abstraído pero agudo en sus intervenciones. Estos días se cumplen los 15 años de su primer encuentro, en una residencia de la Universidad de Londres.
¡Máquina del tiempo! Chris recuerda a un grupo muy verde: "Me asombra el descaro de salir a tocar cuando sabíamos que éramos flojos. La trampa de hacer creer que teníamos mucho público, cuando eran los mismos amigos, a los que obligábamos a seguirnos de sala en sala. Y el engañar a nuestros padres, que pensaban que estábamos estudiando. Bueno, finalmente aprobamos, así que engañamos incluso a los profesores".
¿Y qué han aprendido en estos años? Me refiero a la convivencia en el seno de un grupo de éxito.
Chris: "Si conoces la historia del rock, ya sabes lo que te espera. Problemas de comunicación, cuestiones de dinero, el ego del cantante, el guitarrista que quiere sacar un disco en solitario".
Jonny: "Hemos aprendido a ser más tolerantes. Teníamos una regla que decía que tomar cocaína era causa de expulsión de Coldplay. Así de ingenuos éramos".
Chris: Lo esencial es no pelearse por el dinero o por el reconocimiento. Por eso, nuestros temas vienen firmados por los cuatro. Lo dice Bono: 'Un grupo se puede romper por discusiones sobre el orden de los temas, pero nunca por el reparto del dinero".
Ah, la famosa charla de Bono. El irlandés procura encontrarse con músicos en ascenso, a los que ofrece una serie de consejos de sentido común (pero no hay mucho de eso cuando el mundo se te abre de piernas). Chris Martin todavía lo agradece: "Ahora todos atacan a Bono, pero no hay músico más generoso. Me agarró y me contó cosas que deberíamos saber para sobrevivir. Y eso que nosotros aspirábamos a su puesto de banda para grandes recintos. Que U2 saque un disco flojo no me preocupa, si lo comparas con la hazaña de que los cuatro lleven 35 años juntos, con tanta música extraordinaria y tantas rupturas. Usar su fama para apoyar causas irreprochables... Nosotros lo imitamos".
Nos hallamos en The Bakery, una modesta panadería reciclada en estudio de grabación. El local está escondido en un oscuro callejón del norte de Londres, sin ninguna señal exterior que revele su uso actual. Los saqueos que siguieron a los disturbios de agosto han hecho muy precavidos a los propietarios de negocios con equipos apetitosos.
Los miembros de Coldplay todavía se sienten conmocionados. Chris: "Estábamos en Estados Unidos cuando ocurrió la muerte que desencadenó todo aquello. Parecía una película de ciencia-ficción, como si una locura se contagiara por la ciudad. Cada vez que llamábamos o que nos conectábamos, veíamos que se acercaban más al estudio, a nuestras casas o a las de nuestros amigos".
Jonny confiesa que se les quedó un sabor raro: "Como si la realidad nos hubiera golpeado". Chris habla de tristeza, de impotencia: "En el rock hay bastantes canciones que hablan frívolamente de tomar las calles, de pelear con la policía. Pero aquí no había ninguna base política o propósito social... Bueno, pudo haberlo al principio, pero inmediatamente se convirtió en algo más visceral...".
Las algaradas de agosto también evidenciaron cuánta ingenuidad hay en los esfuerzos contra la piratería que se realizan desde el mundo musical, incluyendo a Coldplay. Inútil hacer didáctica sobre los derechos de autor a esa parte de la sociedad que asalta tiendas metódicamente, aunque no tenga necesidad de robar lo que allí venden. Chris Martin suspira: "Está ahí, no hay sanción, lo cojo. Nosotros lo hemos vivido en primera persona, el primer álbum salió en 2000 y las ventas se han ido empequeñeciendo aunque ahora seamos más populares. Da lo mismo que te esfuerces por hacer un envoltorio atractivo".
Cuesta aceptarlo. Ellos mismos están enamorados del vinilo y de la idea de grabar para una discográfica histórica, EMI. Jonny reconoce que "no podemos quejarnos, hemos vendido 40 millones de álbumes o los que sean. Pero vemos lo que les espera a los grupos jóvenes y solo nos queda compadecerlos".
Chris tiene un mensaje para los novísimos: "Deben saber que tocar música es el mejor oficio posible, pero que se olviden del glamour, de la fantasía de hacerte millonario y comprarte una isla en el Caribe".
Ellos están en lo alto de la pirámide. The Bakery es un lujo que pocos pueden permitirse, aunque se trate esencialmente de una toma a tierra, asegura Chris: "Desde el principio, fuimos nómadas. Grabábamos en Londres, en Liverpool, en Gales, en el extranjero. Hay ventajas en cambiar de aires, pero también puede descentrarte. Ahora, The Bakery es nuestra oficina, nuestra fábrica. Vienes aquí, trabajas equis horas y vuelves a casa sabiendo que has cumplido".
Tenemos una imagen de Coldplay como grupo inseguro. Para Mylo Xyloto, se supone que partieron de 70 temas. Carcajada de Chris: "¡Fueron más! Pero es un buen sistema, te da opción a llegar a algo extraordinario. Este disco comenzó como algo acústico, sin mucha electrónica. Nos salió material para un doble, con canciones que pedían más arreglos". Luego, la rebaja. Según Buckland, "vas hasta el final, exploras todo lo que se te ocurre y luego recortas. Sin piedad. Quitas lo innecesario, eliminas la grasa".
Y el misterio: junto a los productores que hacen el trabajo duro, conviviendo con Coldplay, también cuentan con Brian Eno, de profesión sus misteriosas labores. ¿En qué consiste ese proceso que denominan en el disco enoxificación?
Chris: "Brian funciona como un chamán. Llega, te somete a ese proceso y se marcha. Nos invita a olvidarnos de los planteamientos más cómodos, a valorar nuestros recursos y posibilidades. Es lo contrario de un productor eficiente: te sugiere 15 formas de mejorar cada canción. Si por él fuera, los discos no se acabarían nunca".
Jonny insiste en que todo busca reforzar su autoconfianza: "Necesitamos productores muy seguros de sus opiniones. Para discutir con ellos debes tener buenos argumentos y, desde luego, música que soporte cualquier escrutinio".
Incluso el escrutinio de los seguidores, que toleran mal las contaminaciones del espacio exterior. Chris se disculpa: "Somos demasiado impresionables. Todo lo que escuchamos termina en nuestra música. Siempre tememos que se nos haya colado un plagio inconsciente". No se trata de buscar excusas, añade Jonny: "Da lo mismo que lo hagas conscientemente o no. Si lo reconoces, no hay nada vergonzoso en tomar algo de Kraftwerk o de Leonard Cohen. O de una melodía de lo más comercial".
Se refiere a Ritmo de la noche, que se le quedó grabada a Chris mientras veía Biutiful, la película de Alejandro González Iñárritu, y que reapareció en Every teardrop is a waterfall, canción que editaron en junio. Esa pieza se conserva en Mylo Xyloto, mientras que han caído otras composiciones inicialmente previstas, como Don Quixote, que empieza así: "Así que dejamos La Mancha / nos dirigimos hacía llanuras más altas / Sancho Panza y yo / buscando aventuras / Rocinante en las riendas". Los listillos atribuyen esa canción a la influencia de Gwyneth Paltrow, la esposa de Martin, que vivió un año en Talavera de la Reina como estudiante de intercambio.
Si pensaban que esto ofrecía una brecha para hablar de Paltrow, olvídenlo. Chris no se da por enterado: "Comenzamos a tocar Don Quixote en Sudamérica, como agradecimiento a ese público tan fervoroso. Pero cualquier cosa que hagas en el escenario termina en Internet y todos discuten sobre tus intenciones". Jonny es más explícito: "Decían que Don Quixote se parecía a un éxito de Springsteen. No lo veíamos, pero nos quitó las ganas de trabajarlo más".
Son los inconvenientes de los tiempos modernos, reconoce Chris: "Antes, un grupo trabajaba en silencio; editaba un single y seis semanas después llegaba el álbum. Ahora ya no hay estrategia de mercadotecnia válida. Lo preparas con el máximo cuidado y, zas, alguien filtra el álbum a Internet y tienes que publicarlo a toda prisa".
Coldplay quiere jugar al fútbol y al béisbol, hacer discos audaces, pero también divertirse con superestrellas tipo Rihanna o Jay Z. Jonny Buckland intenta minimizarlo: "No somos un grupo de singles, capaz de lanzar regularmente pelotazos para el gran público. Venimos de la generación que creció escuchando religiosamente discos de larga duración. Así que decidimos desarrollar una narrativa, que te obliga a ir desde el primer corte hasta el último". Lanzan esos argumentos con gran seriedad. Su turno, mister Martin: "Vamos contra la tendencia dominante del consumo rápido de una canción. Necesitas escuchar el disco completo. Nosotros hemos sufrido mucho, descartamos canciones, probamos diferentes secuencias. Créenos, este es el orden que permite entender la historia de Mylo Xyloto".
Ya habrán oído que Chris Martin es alto, muy alto. Tal vez impresionaría si no fuera porque el cantante de Coldplay hoy parece haberse vestido a ciegas, con una combinación imposible de practicante de jogging y rapero de etiqueta. En realidad, cabe atribuirlo al cansancio por el lanzamiento de su nuevo disco, Mylo Xyloto. Eso sí, se ha decorado el estudio de grabación para que luzca bonito en las entrevistas de televisión, desplegando bellos instrumentos vintage, incluyendo un marxophone, una cítara patentada hace cien años. "El único invento musical de Karl Marx", bromea el cantante.
"Ahora soportamos un contexto de vigilancia total. Te espía el Estado, pero también los tabloides de Murdoch"
"Vemos lo que les espera a los grupos jóvenes y solo nos queda compadecerlos. Que se olviden del 'glamour' y ser millonarios"
¡Máquina del tiempo! Chris recuerda a un grupo muy verde: "Me asombra el descaro de salir a tocar cuando sabíamos que éramos flojos. La trampa de hacer creer que teníamos mucho público, cuando eran los mismos amigos, a los que obligábamos a seguirnos de sala en sala. Y el engañar a nuestros padres, que pensaban que estábamos estudiando. Bueno, finalmente aprobamos, así que engañamos incluso a los profesores".
¿Y qué han aprendido en estos años? Me refiero a la convivencia en el seno de un grupo de éxito.
Chris: "Si conoces la historia del rock, ya sabes lo que te espera. Problemas de comunicación, cuestiones de dinero, el ego del cantante, el guitarrista que quiere sacar un disco en solitario".
Jonny: "Hemos aprendido a ser más tolerantes. Teníamos una regla que decía que tomar cocaína era causa de expulsión de Coldplay. Así de ingenuos éramos".
Chris: Lo esencial es no pelearse por el dinero o por el reconocimiento. Por eso, nuestros temas vienen firmados por los cuatro. Lo dice Bono: 'Un grupo se puede romper por discusiones sobre el orden de los temas, pero nunca por el reparto del dinero".
Ah, la famosa charla de Bono. El irlandés procura encontrarse con músicos en ascenso, a los que ofrece una serie de consejos de sentido común (pero no hay mucho de eso cuando el mundo se te abre de piernas). Chris Martin todavía lo agradece: "Ahora todos atacan a Bono, pero no hay músico más generoso. Me agarró y me contó cosas que deberíamos saber para sobrevivir. Y eso que nosotros aspirábamos a su puesto de banda para grandes recintos. Que U2 saque un disco flojo no me preocupa, si lo comparas con la hazaña de que los cuatro lleven 35 años juntos, con tanta música extraordinaria y tantas rupturas. Usar su fama para apoyar causas irreprochables... Nosotros lo imitamos".
Nos hallamos en The Bakery, una modesta panadería reciclada en estudio de grabación. El local está escondido en un oscuro callejón del norte de Londres, sin ninguna señal exterior que revele su uso actual. Los saqueos que siguieron a los disturbios de agosto han hecho muy precavidos a los propietarios de negocios con equipos apetitosos.
Los miembros de Coldplay todavía se sienten conmocionados. Chris: "Estábamos en Estados Unidos cuando ocurrió la muerte que desencadenó todo aquello. Parecía una película de ciencia-ficción, como si una locura se contagiara por la ciudad. Cada vez que llamábamos o que nos conectábamos, veíamos que se acercaban más al estudio, a nuestras casas o a las de nuestros amigos".
Jonny confiesa que se les quedó un sabor raro: "Como si la realidad nos hubiera golpeado". Chris habla de tristeza, de impotencia: "En el rock hay bastantes canciones que hablan frívolamente de tomar las calles, de pelear con la policía. Pero aquí no había ninguna base política o propósito social... Bueno, pudo haberlo al principio, pero inmediatamente se convirtió en algo más visceral...".
Las algaradas de agosto también evidenciaron cuánta ingenuidad hay en los esfuerzos contra la piratería que se realizan desde el mundo musical, incluyendo a Coldplay. Inútil hacer didáctica sobre los derechos de autor a esa parte de la sociedad que asalta tiendas metódicamente, aunque no tenga necesidad de robar lo que allí venden. Chris Martin suspira: "Está ahí, no hay sanción, lo cojo. Nosotros lo hemos vivido en primera persona, el primer álbum salió en 2000 y las ventas se han ido empequeñeciendo aunque ahora seamos más populares. Da lo mismo que te esfuerces por hacer un envoltorio atractivo".
Cuesta aceptarlo. Ellos mismos están enamorados del vinilo y de la idea de grabar para una discográfica histórica, EMI. Jonny reconoce que "no podemos quejarnos, hemos vendido 40 millones de álbumes o los que sean. Pero vemos lo que les espera a los grupos jóvenes y solo nos queda compadecerlos".
Chris tiene un mensaje para los novísimos: "Deben saber que tocar música es el mejor oficio posible, pero que se olviden del glamour, de la fantasía de hacerte millonario y comprarte una isla en el Caribe".
Ellos están en lo alto de la pirámide. The Bakery es un lujo que pocos pueden permitirse, aunque se trate esencialmente de una toma a tierra, asegura Chris: "Desde el principio, fuimos nómadas. Grabábamos en Londres, en Liverpool, en Gales, en el extranjero. Hay ventajas en cambiar de aires, pero también puede descentrarte. Ahora, The Bakery es nuestra oficina, nuestra fábrica. Vienes aquí, trabajas equis horas y vuelves a casa sabiendo que has cumplido".
Tenemos una imagen de Coldplay como grupo inseguro. Para Mylo Xyloto, se supone que partieron de 70 temas. Carcajada de Chris: "¡Fueron más! Pero es un buen sistema, te da opción a llegar a algo extraordinario. Este disco comenzó como algo acústico, sin mucha electrónica. Nos salió material para un doble, con canciones que pedían más arreglos". Luego, la rebaja. Según Buckland, "vas hasta el final, exploras todo lo que se te ocurre y luego recortas. Sin piedad. Quitas lo innecesario, eliminas la grasa".
Y el misterio: junto a los productores que hacen el trabajo duro, conviviendo con Coldplay, también cuentan con Brian Eno, de profesión sus misteriosas labores. ¿En qué consiste ese proceso que denominan en el disco enoxificación?
Chris: "Brian funciona como un chamán. Llega, te somete a ese proceso y se marcha. Nos invita a olvidarnos de los planteamientos más cómodos, a valorar nuestros recursos y posibilidades. Es lo contrario de un productor eficiente: te sugiere 15 formas de mejorar cada canción. Si por él fuera, los discos no se acabarían nunca".
Jonny insiste en que todo busca reforzar su autoconfianza: "Necesitamos productores muy seguros de sus opiniones. Para discutir con ellos debes tener buenos argumentos y, desde luego, música que soporte cualquier escrutinio".
Incluso el escrutinio de los seguidores, que toleran mal las contaminaciones del espacio exterior. Chris se disculpa: "Somos demasiado impresionables. Todo lo que escuchamos termina en nuestra música. Siempre tememos que se nos haya colado un plagio inconsciente". No se trata de buscar excusas, añade Jonny: "Da lo mismo que lo hagas conscientemente o no. Si lo reconoces, no hay nada vergonzoso en tomar algo de Kraftwerk o de Leonard Cohen. O de una melodía de lo más comercial".
Se refiere a Ritmo de la noche, que se le quedó grabada a Chris mientras veía Biutiful, la película de Alejandro González Iñárritu, y que reapareció en Every teardrop is a waterfall, canción que editaron en junio. Esa pieza se conserva en Mylo Xyloto, mientras que han caído otras composiciones inicialmente previstas, como Don Quixote, que empieza así: "Así que dejamos La Mancha / nos dirigimos hacía llanuras más altas / Sancho Panza y yo / buscando aventuras / Rocinante en las riendas". Los listillos atribuyen esa canción a la influencia de Gwyneth Paltrow, la esposa de Martin, que vivió un año en Talavera de la Reina como estudiante de intercambio.
Si pensaban que esto ofrecía una brecha para hablar de Paltrow, olvídenlo. Chris no se da por enterado: "Comenzamos a tocar Don Quixote en Sudamérica, como agradecimiento a ese público tan fervoroso. Pero cualquier cosa que hagas en el escenario termina en Internet y todos discuten sobre tus intenciones". Jonny es más explícito: "Decían que Don Quixote se parecía a un éxito de Springsteen. No lo veíamos, pero nos quitó las ganas de trabajarlo más".
Son los inconvenientes de los tiempos modernos, reconoce Chris: "Antes, un grupo trabajaba en silencio; editaba un single y seis semanas después llegaba el álbum. Ahora ya no hay estrategia de mercadotecnia válida. Lo preparas con el máximo cuidado y, zas, alguien filtra el álbum a Internet y tienes que publicarlo a toda prisa".
Coldplay quiere jugar al fútbol y al béisbol, hacer discos audaces, pero también divertirse con superestrellas tipo Rihanna o Jay Z. Jonny Buckland intenta minimizarlo: "No somos un grupo de singles, capaz de lanzar regularmente pelotazos para el gran público. Venimos de la generación que creció escuchando religiosamente discos de larga duración. Así que decidimos desarrollar una narrativa, que te obliga a ir desde el primer corte hasta el último". Lanzan esos argumentos con gran seriedad. Su turno, mister Martin: "Vamos contra la tendencia dominante del consumo rápido de una canción. Necesitas escuchar el disco completo. Nosotros hemos sufrido mucho, descartamos canciones, probamos diferentes secuencias. Créenos, este es el orden que permite entender la historia de Mylo Xyloto".
¡Ese título! Suena a divinidad maya, aventuro. Chris se ensancha: "Buscábamos dos palabras que no existieran, para intrigar a la gente, igual que los primeros grafiteros de Nueva York". Me callo que el verbo to mylo corresponde a una práctica sexual un tanto pringosa. Chris ya se ha disparado a explicar la trama: "Es la historia de dos enamorados en una sociedad totalitaria. Intenta imaginar qué hubiera sido de la Rosa Blanca [estudiantes de Munich que difundieron panfletos contra el Tercer Reich en 1942] en un contexto de vigilancia total, como el que ahora soportamos. Te espía el Estado, pero también los tabloides de Murdoch".
En blanco y negro, esas frases parecen propias de pedantes. Sin embargo, todavía hay cierta inocencia en Coldplay, como lo refleja esta anécdota de un concierto en España:
Jonny: "Durante años, terminábamos un concierto e íbamos a los foros de fans, a ver lo que decían. Mala idea".
Chris: "Ocurrió en Barcelona, en el Estadio Olímpico, hace dos años. Setenta mil personas, un concierto triunfal...".
Jonny: "...Pero sonó horrible. Creíamos que habíamos dado el mejor concierto de nuestra vida y no, para nada".
Chris: "Escuchaba 'no se oye, no se oye' y creía que coreaban 'you are great, you are great' (sois estupendos, sois estupendos). Nos quedamos tan mortificados que sentimos que todavía tenemos una deuda con los fans españoles".
En su colorista sesión (como su último trabajo) para el lanzamiento de 'Mylo Xyloto'foto.
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