domingo, 20 de noviembre de 2011

Jenson Button: ``¿Vettel invencible? Ya veremos´´ ENTREVISTA./ LUCA DI MONTEZELEMOLO

TÍTULO: JENSON BUTTON: El piloto británico con más encanto del `paddock´ se quita el mono y el casco para contarnos sus experiencias sobre el asfalto durante el Mundial de Fórmula 1, mientras su vida discurre feliz junto a su novia, la modela Jessica Michibata.



Barba de dos días, 1,82 metros de estatura, sonrisa perpetua y modales de caballero inglés.
El estilo que Jenson Button se gasta dentro y fuera de los circuitos lo ha colocado en la pole position de los hombres más atractivos del mundo. El piloto británico de 31 años, que se proclamó campeón del mundo de fórmula 1 en 2009 con Brawn GP, fue un niño precoz desde que su padre lo subió a su primer kart con solo ocho años. Desde entonces y hasta su actual posición con la escudería McLaren, la vida de Button ha transcurrido a toda velocidad. Y, aunque todavía le queda la última parada del año en el gran circo de la fórmula 1, que se celebrará el día 27 en Interlagos (Brasil), el piloto ya tiene la cabeza puesta en el campeonato del año que viene. Esta temporada, nadie, ni siquiera un campeón del mundo como él, ha podido hacer sombra a Sebastian Vettel y Red Bull. Pero Button nunca se da por vencido. ¿Tendrá algo que ver que su relación con la modelo Jessica Michibata marche viento en popa? El gentleman de la fórmula 1 entra en boxes para hablar con XLSemanal.

XLSemanal. ¿No le resulta un poco frustrante el dominio de Red Bull?
Jenson Button.
En absoluto. Lo que tenemos que hacer es mejorar en todo cuanto podamos. Más de una vez hemos dejado claro que podemos ganar una carrera. Con un poco de suerte, el año que viene estaremos en disposición de luchar por el campeonato del mundo.

XL. ¿Y qué se puede hacer para superar a Sebastian Vettel?
J.B.
Vettel lo está haciendo muy bien, pero no es invencible. Ha tenido la suerte de contar con el mejor coche en el circuito, pero espero que el año que viene salgamos a competir con un coche capaz de superar al de Red Bull.

XL. Con cinco campeones del mundo en el paddock, ¿podría decirse que estamos ante la fórmula 1 más competitiva de la historia?
J.B.
Es difícil saberlo porque todas las épocas han tenido sus grandes campeones que conducían unos coches muy diferentes a los de hoy. Por eso, es complicado establecer con fundamento cuál ha sido la era dorada de la fórmula 1.

XL. Pero hay que reconocer que el nivel de los pilotos en este mundial ha estado muy alto.
J.B.
Lo que yo tengo claro es que uno ha de dejarse la piel para ganar una carrera y, si al final lo consigues, es un gran orgullo porque la calidad de los pilotos, efectivamente, es impresionante. Cuando gané en Suzuka, en octubre, estuve en el podio junto con dos corredores con cuatro campeonatos del mundo entre ambos, lo que dice mucho sobre el nivel actual de la competición.

XL. ¿Hay algún circuito por el que sienta especial predilección?
J.B.
Me encantaría ganar en Silverstone. Está en mi país, la pista es estupenda y el público, fantástico. Todavía no he vivido la experiencia de subir a lo más alto del podio ante millares de aficionados británicos, y un momento así sería muy, pero que muy especial.

XL. Cuando era pequeño, ¿soñó alguna vez que llegaría tan lejos en el mundo de la fórmula 1?
J.B.
Yo creo que uno tiene que ser realista. Una cosa es aspirar a ser un buen piloto cuando tienes ocho años y otra cosa muy distinta es conseguirlo. Cuando yo era pequeño, solo quería pasármelo bien y compartir un pasatiempo con mi padre, aunque después se convirtió en algo serio.

XL. ¿Y cómo se prepara un niño para un reto tan grande?
J.B.
El porcentaje de jóvenes corredores de kart que consiguen llegar a la fórmula 1 es increíblemente bajo, así que uno debe tener asumido que es muy posible que no llegue a conseguirlo y estar preparado para aceptarlo. Como digo, yo corría para divertirme. Y tuve la suerte de que mi afición, al final, me llevara a convertirme en piloto profesional.

XL. ¿Qué tipo de entrenamiento físico hace falta para pilotar un coche?
J.B.
Hacemos mucho ejercicio de tipo aeróbico y practicamos deportes como la natación, el atletismo y el ciclismo. Yo, personalmente, me decanto por el triatlón. También hay muchos ejercicios de tipo especializado, por ejemplo, para fortalecer los músculos del cuello a fin de manejarse bien con las aceleraciones súbitas.

XL. Pero tenía entendido que no le gustan a usted mucho los gimnasios...
J.B.
No me parecen muy divertidos, la verdad. Siempre hago lo posible por entrenar al aire libre porque el tiempo parece discurrir de forma mucho más lenta en un espacio cerrado. Entre carrera y carrera practico ciclismo y hago unas cuantas sesiones de gimnasio, las imprescindibles para asegurarme de que estoy en buena forma. En todo caso, siempre me lo paso bien entrenando, así que el gimnasio tampoco es un problema.

XL. Su novia, Jessica Michibata, es modelo y usted es embajador de Hugo Boss. ¿Se ve desfilando por la pasarela un día de estos?
J.B.
¡Para nada! Las cosas ya están bien así: Jessica, en la pasarela y yo, en la cabina del piloto.

XL. ¿Sigue ella acompañándolo en todas las carreras?
J.B.
Jessica viene conmigo a la mayoría de las carreras, sí. Pero cuando no está en el circuito, sé que igualmente me está apoyando en todo momento, lo cual resulta muy bonito.

XL. Y con respecto a la moda, ¿le gusta seguir las tendencias?
J.B.
Me encanta ofrecer buen aspecto, sí, y la moda me interesa, pero tampoco es que sea un experto.

XL. ¿Qué tipo de ropa utiliza cuando se quita el mono de piloto?
J.B.
Me gusta el estilo informal, y Hugo Boss tiene muchas prendas que son de tipo casual y elegantes al mismo tiempo. Me paso media vida viajando y, por esa razón, siempre me decanto por la ropa más cómoda. Pero, si salgo por la noche o voy a un acto social, siempre llevo alguno de los trajes de Hugo Boss que se pueden llevar sin corbata y seguir teniendo un aspecto muy elegante.

XL. ¿Qué representa para usted ser la imagen corporativa de Hugo Boss?
J.B.
Creo que es un honor. De pequeño, mis ídolos eran corredores como Ayrton Senna y Mika Häkkinen, dos pilotos de McLaren que también representaban a Hugo Boss, por lo que es magnífico seguirles los pasos. Además, Hugo Boss y McLaren tienen mucho en común: atención al detalle, modernidad... Es natural que vayan de la mano.

TÍTULO: LUCA DI MONTEZELEMOLO.
¿ La única esperanza para Italia?
Este empresario ya rescató Fial y a Ferrari y, ahora, la mayoría de los italianos le reclama que salve el país. Todos animan al Avvocato, como lo llaman, a que entre en política. Hablamos con el hombre de moda en Italia. ( Nuestra nación está amenazada de muerte), asegura.
De camino a su helicóptero, Luca di Montezemolo, de 64 años, ve un pequeño vehículo de color beis, que al acercarse, resulta ser un Nissan.


¿Un Micra en Maranello? Es lo que le faltaba al jefe de Ferrari en este estresante miércoles, ver una tortuga diésel en el centro de su imperio rojo, de su reino de los 12 cilindros. Tiene mucha prisa hoy; de hecho, ya debería estar en Roma desde hace rato, su primera cita del día es con Mario Draghi, su amigo del colegio y nuevo presidente del Banco Central Europeo. Montezemolo saca su móvil. «¡No quiero volver a ver ese coche aquí!». Y luego acelera hacia el helicóptero, su flequillo al viento, sus dos móviles sonando casi a la vez. «Amore -le susurra a su mujer a través de un iPhone-, hasta la noche, que tengo un día horrible hoy, llevo más de una hora de retraso». Para hablar con su despacho romano, utiliza un Nokia de la Edad de Piedra: «¡Sí, sí, arrivo! Ya voy de camino».

El multiempresario Luca di Montezemolo está muy solicitado este otoño lleno de sobresaltos. Para The Wall Street Journal es «el rey no coronado de Italia», la revista L`Espresso lo define como «el hombre para todo» al asalto del poder. Lo reclaman desde todas partes para que hable, haga acto de presencia... Según las encuestas, el 59 por ciento de los italianos querría que entrara en política. Gentes de todos los partidos creen que este empresario, duro y creativo, podría salvar el país con la misma espectacularidad con la que ya salvó las dos empresas automovilísticas italianas. Pero ¿y él? ¿Quiere él dar el paso? Contesta con un «no lo creo». ¿Eso es `no´? «No, eso es que en este momento de lo que se trata es de Italia, no de mí».

Montezemolo es un perro de presa al que hay que sacar a cazar. Cuando el consorcio Fiat lo envió a Maranello hace 20 años, tuvo sus dudas. Ferrari era poco más que un taller de coches obsoleto que construía bólidos caros y poco fiables para tipos exhibicionistas y, además, perdía mucho dinero. Ahora, las flechas rojas vuelven a estar entre los coches más bellos del mundo, van a la vanguardia tecnológica y, desde un punto de vista financiero, la empresa rebosa energía. El diario londinense Financial Times eligió a la ultramoderna factoría de Módena como Mejor Lugar de Trabajo en Europa 2007. Montezemolo ha multiplicado por diez los ingresos y, aunque las cosas no van del todo bien en fórmula 1, este año ha vendido más de 7000 vehículos. Si quiere comprarse el nuevo 599 GTO, tendrá usted que esperar año y medio.

«Y yo también», se lamenta Montezemolo. Como las congestionadas ciudades italianas no están hechas para los Ferrari, el empresario se mueve por Roma con una Vespa o un Cinquecento; este modelo de reducido tamaño y gran éxito nació cuando se puso al timón del grupo Fiat en 2004, tras la muerte de los hermanos Agnelli.

En el horizonte aparece la ciudad de Módena. «Allí detrás está la fábrica de Maserati. Cuando me hice cargo de ella, en 1998, había perros vagabundos merodeando por las instalaciones, ahora vendemos 800 coches al año solo en China». En Bolonia, Montezemolo se baja del helicóptero y se sube al jet que lo llevará a Roma. «Ragazzi, nos vamos -les dice a los pilotos- o esto acabará mal». Tiene que reunirse con Draghi, luego pronunciar una conferencia. Más tarde le espera su niña bonita, NTV, la mayor sociedad ferroviaria privada de Europa; está previsto que empiece a funcionar en enero con los más modernos trenes de alta velocidad y un servicio exquisito. Y quiere estar en casa a las siete, se lo ha prometido a sus tres hijos pequeños.


¿Es un tatuaje eso que asoma bajo su reloj? Titubea, luego se lo quita y enseña una pequeña tortuga con tres letras en el caparazón, M, G y L. Son las iniciales de sus hijos, Guia, Maria y Lupo. Luego se quita los gemelos y descubre en el brazo derecho una estrella con las letras M y C, Matteo y Clementina, los dos hijos de una relación anterior. Matteo, de 34 años, dirige la empresa familiar de inversiones, Montezemolo & Partners, con participaciones en compañías del mundo del diseño y el lujo.

Volamos bajo un cielo sin nubes. Montezemolo mira por la ventanilla. «Italia -dice- es un país estupendo con una gente maravillosa, pero desgraciadamente...». Montezemolo se siente asqueado por el «espectáculo irresponsable» que está teniendo lugar en Roma, ve al país «amenazado de muerte». En lugar de atacarse mutuamente, añade, los políticos «deberían salvar Italia del riesgo de bancarrota». «Italia no es Grecia, pero, si no actuamos unidos, existe ese riesgo». ¿Le duele que en el extranjero se conozca a Italia como la República del Bunga-Bunga? Se entristece: «Algunos de nuestros políticos aseguran que hay un complot internacional para destruirnos. Pero eso solo lo dice gente que nunca ha puesto un pie fuera de nuestro país. La realidad es la contraria, a la gente le gusta Italia, lo que no le gusta es lo que ahora leen en los periódicos».

El Avvocato, como lo llaman, no aparenta 64 años. Sigue siendo un hombre elegante, con pañuelo de seda en el bolsillo de su blazer cortado a medida, zapatos hechos a mano... Es marqués de la vieja nobleza piamontesa, aunque no lleva el título. El tío Giuseppe, un oficial del Ejército, formó parte de la resistencia italiana y fue torturado hasta la muerte por los alemanes en 1944; primero, le arrancaron las uñas; luego, los dientes. El tío Andrea fue durante décadas uno de los diplomáticos más influyentes del Vaticano, hoy es cardenal.

Montezemolo creció con una niñera alemana, «pero por desgracia he olvidado mi alemán». Fue a un elitista colegio jesuita de Roma, «era el campeón del mundo copiando», reconoció tiempo después. Luego llevó una vida de playboy, le gustaba pasear a bellezas a toda velocidad en sus coches deportivos. Pero todo eso cambió el día que lo llamó Enzo Ferrari. Había escuchado al entonces estudiante de Derecho y piloto de rallies de 24 años en un programa de radio defendiendo con vehemencia las carreras de coches. En 1974, Ferrari lo nombró director de una escudería que llevaba diez años sin victorias. Montezemolo puso fin a la mala racha con un golpe de suerte: reclutó a un desconocido piloto austriaco, Niki Lauda, que sería campeón del mundo solo un año después, en 1975. «Nos entendimos enseguida, los dos buscábamos el éxito `asegura hoy Lauda´. Luca es un tipo de la vieja escuela, que quiere ver sus ideas hechas realidad al instante y, si eso no ocurre, se puede enfadar bastante».

Los italianos llevan más de 40 años siguiendo en los medios la turbulenta vida del Avvocato, ya sea en su condición de piloto de rally, presidente de Fiat o amante de la actriz Edwige Fenech, una de las beldades más famosas de Italia, o de desafortunado mánager de la Juventus de Turín o de organizador del Mundial de Fútbol de 1990... «Todos conocen a Montezemolo, pero nadie sabe quién es en realidad», escribe el periodista Stefano Feltri en su biografía, recientemente publicada en Italia bajo el descriptivo título de El candidato. ¿Cuál es su posicionamiento político? ¿De derechas o de izquierdas? ¿De centro, quizá? ¿Solo busca publicidad o, de verdad, quiere entrar en la política? «Si es que sí, entonces debería hacerlo ya», dicen sus amigos, a los que se les puede encontrar en todos los partidos.

A Montezemolo nadie le ha conseguido sacar ni una mala palabra sobre Berlusconi. Lo conoció en 1977, durante una cena en la casa de Agnelli, el dueño de Fiat, y pensó en un primer momento que aquel empresario de la construcción milanés tenía talento e ideas frescas para hacer de Italia un país moderno. Sin embargo, cuando el nuevo primer ministro le ofreció un ministerio, Montezemolo, por aquel entonces todopoderoso presidente de Confindustria, la Confederación General de la Industria italiana, dijo que no.

A día de hoy asegura que los problemas de Italia no son Berlusconi. «El mayor error de la oposición ha sido hacer como si él fuera nuestro único problema». A la izquierda, por su parte, la acusa de haber malgastado todos estos años: «¿Dónde está vuestro proyecto? ¿Cuál es vuestra alternativa? Tenemos que cambiar la ley electoral, tenemos que recortar drásticamente el gasto público, reducir a la mitad el número de diputados y senadores (Italia tiene casi 1000) y volver a relacionarnos unos con otros de una manera civilizada». ¿Ha fracasado la clase política en su conjunto? «No -responde-, hay gente buena en todos los partidos». Y está intentando reunirlos a su alrededor.

Hace dos años fundó el `think tank´ Italia Futura, dedicado a aportar a la política ideas originales y propuestas legislativas. Muchos italianos creen que esa unión de intelectuales y economistas es el corazón de un nuevo partido que podría presentar a Montezemolo como su candidato. «¿Se va a presentar usted?», le pregunto mientras el jet aterriza. «¿Será el candidato?». Parece un poco agobiado: «No soy un individualista, soy un hombre de equipo; Ferrari no habría ganado 14 campeonatos del mundo si no hubiésemos tenido un espíritu de equipo altamente desarrollado». ¿Es eso un `sí´ o un `no´? «Vediamo», responde, -veremos-.

En el aeropuerto lo espera su chófer al volante de un pequeño Lancia; con él atravesará el caótico tráfico romano para llegar al acto que tiene lugar en la Banca d`Italia. El coche entra en el patio del edificio, reservado para la cúpula del Estado, y aparca junto al vehículo oficial del presidente de la República, Giorgio Napolitano. No importa si ha sido casualidad o acto premeditado, pero resulta muy elocuente. Los periodistas lo reclaman: «Avvocato, ¿cuándo va a anunciar su candidatura?». «Vediamo», responde Montezemolo, con una sonrisa, y desaparece en el interior del edificio.

Tras el acto se despide a toda prisa y se encamina a la Universidad de la Sapienza, donde va a dar una conferencia. Allí vuelve a esperarlo una multitud de periodistas. «Avvocato, ¿se va a presentar?». Montezemolo se pasa los dedos por el flequillo y sonríe, radiante, a las cámaras: «Vediamo». Su discurso ante los participantes en una conferencia sobre sanidad es corto y explícito: «Noto que algo se está moviendo en este país, algo nuevo comienza». El público aplaude emocionado, algunos se ponen de pie. Al concluir, se arremolinan en torno a él: «Avvocato, ¿va a entrar en política?». Montezemolo sonríe y responde: «Vediamo».

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