domingo, 20 de noviembre de 2011

CONOCER EDUCACIÓN= ¿ VIVES ESCLAVO DE LOS DEBERES?. TUS HIJOS,.

Después del colegio, las clases extraescolares... y, además, ¡los deberes! Algunos expertos aseguran que los padres no estamos gestionando bien las tareas de nuestros hijos. Lea y se sorprenderá.



En el foro de internet que Reúne a amantes de la música clásica, hoy aparece una entrada distinta a lo habitual
. «Esto es un poco atípico en el foro, pero necesito formar dos palabRas con las letras que pongo a continuación: pparluo y mnraeteourcl».


No tardan en llegar las respuestas correctas (`popular´ y `termonuclear´) y también la sorpresa: ¿a cuento de qué esta pregunta? Aclaración de la interesada: son los deberes que le han puesto a su hija, de 11 años, en el colegio y la madre está tratando de resolver el enigma. Recalcamos: la madre, y no la hija, está haciendo los deberes.

¿Se trata de una excepción? No, según afirma el afamado psicoterapeuta infantil y juvenil italiano Andrea Fiorenza. «En mi consulta veo casos de padres que piden cambios de horario laboral en su empresa para estar en casa y hacer los deberes escolares con sus hijos. ¡Eso no es ayudarlos! Cuando vienen esos padres a mi consulta, les pregunto: `¿Qué, cómo te ha ido este mes? ¿Te han aprobado o te han suspendido? ¿A qué universidad irás con tu hijo?´. El problema es que los padres no aceptan la idea de que su hijo pueda ir mal en la escuela. E intervienen. Y, al intervenir, desincentivan a su niño: el chaval se acomoda a eso, no desarrolla su capacidad de iniciativa, de reacción ante las dificultades, de capacidad de esfuerzo... ¡Un desastre!».

Jesús Marrodán Gironés, inspector de educación y profesor, «pero sobre todo padre», recalca, apunta que «por lo general nos encontramos con tres tipos de padre: el que se implica y echa un cable; el que delega en terceros, como puede ser una academia o un profesor particular; y, por último, el pasota». A la pregunta de si el primer tipo puede llegar a malinterpretar su rol, confundiendo la ayuda con dar el trabajo hecho, responde que sí: «Por ejemplo, hay que montar un circuito eléctrico, te lo hago yo y resuelto». ¿Motivos? «Por un lado nos encontramos con los padres obsesionados por conseguir resultados». «Otra cosa que vemos mucho -añade Marrodán Gironés- es el padre que quiere que su hijo haga otras actividades extraescolares: cerámica, inglés, tenis... Y con tal de que el pequeño no se las pierda se sienta a hacer los deberes con el chaval y le da las respuestas directamente. Puede ser una ayuda bien intencionada -concluye-, pero está vaciando de contenido el aprendizaje académico».

Lo cierto es que en la era de Internet, más allá del rol de los padres, es fácil confundir la búsqueda de documentación en la Red con el descargarse un trabajo ya hecho, modificar cuatro cosas y entregarlo. Hace un par de años estallaba la polémica en Francia ante el lanzamiento de la web faismesdevoirs.com (hazmisdeberes.com), donde el estudiante tan solo tenía que enviar el enunciado de la tarea encomendada por el profesor y, en el plazo máximo de tres días, recibía el trabajo resuelto (todo por un precio que oscila entre los 5 y los 30 euros). Las más de las veces, con todo, no hace falta pagar: con el acceso a Internet, completamente integrado, por otro lado, en la educación escolar, el plagio se ha extendido como una plaga en las aulas. Tanto es así que muchos profesores utilizan programas informáticos para detectarlo.

La polémica con los deberes escolares trae cola. ¿Son muchos, pocos? A menudo los chavales los ven como un castigo inútil, una pérdida de un tiempo que podían dedicar a otra cosa. Entre los padres, tampoco existe unanimidad. Allá donde uno ve una sobrecarga de trabajo para su hijo, o incluso la prueba de que la escuela o el profesor no ha cumplido con su cometido de educar al estudiante en el aula, otro ve dejadez por parte de los profesores si no mandan deberes para completar en casa lo que se ha iniciado en el colegio. Como muestra, un botón: a finales del año pasado un grupo de padres presentó una queja en la oficina del defensor del pueblo de Navarra, Javier Enériz: protestaban por tener que invertir un tiempo que consideraban excesivo en las tareas con sus hijos; un tiempo que, aducían, no les permitía disfrutar con ellos de un tiempo de ocio fuera del ámbito escolar. El defensor del pueblo no se pronunció a favor ni en contra, pero instó a abrir un `debate social´ al respecto. Y debate hubo. Se oyeron voces a favor y en contra. Entre estas últimas, no se habla tan solo del exceso de trabajo en casa, sino, por ejemplo, de las diferencias que pueden existir debido al nivel económico de los padres: por ejemplo, algunos no podrán permitirse enviar al pequeño a clases particulares.

Los defensores de que los estudiantes de Primaria y Secundaria se lleven tareas a casa resaltan que estas no solo sirven para afianzar el aprendizaje de la materia impartida en clase, sino que, además, promueven valores como la disciplina, el compromiso, los hábitos de estudio y las herramientas para un aprendizaje autónomo. «A menudo los padres ven que los deberes escolares responden a dos criterios distintos», explica Marrodán Gironés. «Por un lado están aquellos que complementan una actividad que se ha iniciado en el aula y los padres, por lo general, lo llevan bien. Sin embargo, se muestran menos de acuerdo con aquellos que perciben como un castigo: ``Como no me habéis dejado explicar esto en clase, lo estudiáis vosotros en casa´´. Esto está muy mal visto por los padres».

Otro de los argumentos esgrimidos a la hora de defender la idoneidad de los deberes es que fomentan la implicación de la familia, algo que muchos responsables educativos vienen echando de menos en los últimos años. Veamos que dice la Ley Orgánica de Educación (LOE) al respecto: «Con frecuencia se viene insistiendo en el esfuerzo de los estudiantes..., pero la responsabilidad del éxito escolar no recae sobre el alumnado individualmente considerado, sino también sobre las familias, el profesorado, los centros docentes, las administraciones educativas y, en última instancia, sobre la sociedad en su conjunto». Todos, pues, implicados a un mismo nivel. ¿Y qué significa la implicación de los padres? Los expertos coinciden en que no se trata de quitarse el traje de oficina para ponerse el de `policía´ que vigila los avances del menor, ni tampoco el de profesor que ha de conocer todas las asignaturas.

Más bien se trata de motivar: explicar la importancia académica de los deberes y otorgar las herramientas necesarias para llevarlos a buen puerto: material escolar, acceso a Internet, un lugar apropiado para el estudio... Y, sobre todo, no confundir la supervisión de las tareas. No se trata de que las haga el padre o la madre, ni siquiera de que las corrija. Basta con asegurarse de que el pequeño cumple. Y, si se detectan problemas -como puede ser un exceso de carga extraescolar-, acudir al centro para exponer el desacuerdo. El psicólogo Andrea Fiorenza apunta una receta: «Dígale al niño:``Te concedo media hora para los deberes o estudiar, ¡solo media hora! De 19 a 19.30 horas, por ejemplo. Con despertador: cuando se cumpla el tiempo, se acabó. Fin. Los límites dan valor a lo que sucede dentro de ellos».

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