TÍTULO: ENTREVISTA SOLEDAD PUÉRTOLAS.
Soledad Puértolas-foto.
``¿Cuotas en la Academia? Imposible pero echo en falta más mujeres?.
Es, desde el año pasado, una de las pocas mujeres que ocupan un sillón en la real academia española. son cinco de un total de 46 académicos. Pero ellas también apoyaron el documento sobre el lenguaje sexista que defendía el uso del masculino como genérico. Hablamos con ella de esa polémica, de las derivadas de las lenguas autonómicas y de las intrigas de una institución en la que todo se debate.
Es de apariencia frágil, esbelta, elegante y leve, pero su pluma y su manera de entender la vida hacen de ella una mujer sabia y contundente. Un dato: de pequeña,
le daba miedo el agua y, de mayor, se hace 40 largos diarios; «las aficiones tardías se disfrutan más».
Con una obra escrita que supera los 30 títulos entre novelas, ensayos, relatos y cuentos cortos, tiene en su haber los premios literarios más codiciados en nuestro país –Planeta, Anagrama, Sésamo…–, que, curiosamente, guarda en la cocina de su casa. Lleva poco más de un año ocupando el sillón `G´ de la Real
Academia Española y acaba de cumplir los 65.
Entre azulejos árabes repletos de color, rodeada de perros y de albañiles levantando el suelo de su casa, nos recibe Soledad Puértolas justo cuando arranca la primavera, en una mañana fría pero luminosa, que ella convierte en cálida y risueña.
XLSemanal. El 28 de enero de 2011 ingresó en la Real Academia Española. Es la séptima mujer admitida en esta institución desde que se creara, hace 300 años.
Hoy son solo cinco las académicas electas: Ana María Matute, Margarita Salas, Carmen Iglesias, Inés Fernández-Ordóñez y usted.
Soledad Puértolas. Mira, un amigo me trajo hace unos días este librito sobre la Academia, es de Juan Valera [1862]: «¿Que haga yo de ponerme serio para escribir que las mujeres tienen otros destinos más importantes y grandes que cumplir sobre la tierra que ser académicas?». Es genial, para él el destino de la mujer no era otro que el de estar en la casa con los hijos. Ja, ja, ja… Todo esto ya ha cambiado, pero no tanto como debiera.
XL. ¿Ve posible que se empezara a aplicar en la RAE un sistema de cuotas?
S.P. ¡Nooo! No lo veo posible, nadie lo iba a apoyar. Conociendo el origen de la Academia, creo que la manera de remediar esto tiene que ser de una forma natural, con la sensibilidad que tenga cada uno para incorporar mujeres. Yo tengo esa sensibilidad y por eso las echo en falta.
XL. Sin embargo, la literatura de este siglo es cosa de mujeres: somos mayoría tanto de escritoras como
de lectoras.
S.P. Sí, sí… parece que es así. Pero también habría que ver qué literatura es esa que leen las lectoras y qué es eso que leen los hombres. Teorizar así es complicado y peligroso. Los que hacemos literatura somos profundamente individualistas y nos cuesta generalizar.
XL. Si le doy un texto, ¿se atreve a decir si está escrito por un hombre o por una mujer?
S.P. No, te equivocas en un tanto por ciento elevadísimo. Este experimento lo he hecho yo en los concursos literarios con los miembros del jurado. Que conste que yo no me equivocaba; pero ellos, totalmente. Estaban convencidos de que detrás de un pseudónimo había una mujer, cuando luego resultaba estar un hombre. No es fácil detectarlo.
XL. ¿Dentro de la Academia hay tanto protocolo, boato y camarillas como cuentan?
S.P. Protocolo y camarillas, sí; y más que boato, yo diría que hay mucha solemnidad; pero que, a la vez, se percibe un trato muy sencillo y muy afable. Hay una sensación muy agradable de cordialidad. Para una persona como yo, que viene de fuera, las camarillas son muy difíciles de detectar, porque no son tan claras ni tan fieles… Hay mucho baile de sillas.
XL. ¿Es bueno que la edad media sea tan alta, por aquello de la edad y la sabiduría?
S.P. Bueno, no es tan alta. Detrás de mí ya están Inés Fernández-Ordóñez, Javier Marías, Arturo Pérez-Reverte... Lo de la edad no está mal, aunque siempre es bueno que vengan jóvenes.
XL. ¿Hay muchos octogenarios que apenas van?
S.P. Los que están en Madrid vienen; los de fuera, menos porque lo tienen más complicado. Por ejemplo, a Martín de Riquer yo no lo he visto nunca. A Pinillos, tampoco porque se está recuperando; pero me escribió unas cartas cariñosísimas y sigo teniendo muchas ganas de conocerlo. Ana María Matute tampoco viene por lo mismo; y José Luis Borau, porque ahora está recién operado y está en su casa.
XL. ¿Hay debate encendido en la Academia?
S.P. Muchísimo, muchísimo. Lo primero que me asombró al ingresar fue que no existe la rigidez que yo suponía. Para aceptar que una palabra se incluya en el diccionario, solo tiene que estar respaldada por una utilización periodística y literaria. Y eso enseguida se tiene, es facilísimo obtener documentación para apoyar que se incluya.
XL. ¿Así que periodistas y escritores hacemos el lenguaje?
S.P. Así es, no vale el respaldo de lo hablado,
sino de lo escrito.
XL. Supongo que también desaparecerán palabras
del diccionario porque son políticamente incorrectas: trabajar como un `negro´, engañarte como a un
`chino´, `gitanear´…?
S.P. Claro, claro; pero si se siguen utilizando, no desaparecen. En estos casos, lo que se puede hacer es definir la acepción de una manera más neutra, explicando que es en tono despectivo… De la palabra `gallego´, por ejemplo, yo quitaría una de las acepciones que tiene: la de `tonto´.
XL. Sí, sí, no están los tiempos para bromas, que los gallegos vienen mandando mucho.
S.P. [Risas]. No sé si esta acepción viene de Buenos Aires, pero habría que ver si se sigue utilizando o no. De cualquier forma habría que evitar decir que es sinónimo de `tonto´, y enmarcarla mejor. A mí me encanta redefinir las acepciones.
XL. Muchos piensan que la RAE no debe afrontar asuntos conflictivos. Sin embargo, parece que ha habido cierta unanimidad a la hora de respaldar el informe que Ignacio Bosque ha presentado sobre el lenguaje sexista.
S.P. Es así, una de las grandes inquietudes de la Academia era el lenguaje sexista. Este debate excita mucho. De hecho, parece que diputaciones y ayuntamientos llegaron a imponer multas por no utilizar el lenguaje tal y como se recomendaba en las guías. Esta actitud es la que ha propiciado que la Academia haya sido reclamada para que diera su opinión.
XL. Todo esto parece que empezó con Ibarretxe y sus famosos «vascos y vascas» y llegó al esperpento con los «miembros y miembras» de Bibiana Aído.
S.P. Exacto, pero las \\\''\''miembras\\\''\'' no cuajaron, gracias a Dios [se ríe]. Otro debate polémico y encendido lo propiciaron los nacionalismos en ciertas autonomías, al darse el caso de que no llegaban las cartas a su destino si no se ponía el nuevo nombre que se le había dado a una localidad. Por ejemplo, si escribes `Fuenterrabía´, no llega la carta; tienes que poner \\\''\''Hondarribia\\\''\''. Dentro de la Academia se llegó a proponer que pudieran ponerse los dos nombres indistintamente, pero esto se ha detenido de momento.
XL. ¿Afectan dentro de la RAE los cambios de Gobierno?
S.P. Claro que afectan, pese a que estas normas de lenguaje no se pueden reglamentar desde fuera de la Academia. Cuando cambian los gobiernos, se pueden crear nuevas polémicas o desaparecer las que había. Por eso hay cosas que se detienen, a la espera de ver qué va a pasar con el cambio. Hubo quien aconsejó que el informe sobre el lenguaje sexista debería haberse publicado después de las elecciones andaluzas, porque muchas de las guías partían de esta comunidad.
XL. Pero fue respaldado por 25 académicos…
S.P. Sí, por los que estábamos ese día allí, sí.
XL. ¿Y entre los 25 estaban las cinco mujeres: Ana María Matute, Inés Fernández-Ordóñez, Carmen Iglesias, Margarita Salas y usted?
S.P. Estábamos Carmen, Margarita y yo. Ese día no fue Inés, pero sé que a ella le pareció también muy bien porque lo hablamos. Ana María Matute no estaba porque, por su estado de salud, no va.
XL. ¿Entiende que haya mujeres que no se sientan representadas en el inclusivo masculino o que les moleste el uso genérico del masculino?
S.P. Todo el mundo tiene todo el derecho de ser todo lo susceptible que quiera. Yo, personalmente, no me siento ofendida en absoluto. Además, se ha separado completamente el sexo del significado de la palabra `hombre´, es lo que llamamos `género no marcado´. Dicho esto, también es cierto que yo he desarrollado cierta sensibilidad hacia determinados términos y prefiero decir `seres humanos´ mucho antes que utilizar la palabra `hombre´ como genérico.
XL. El informe le da buenos palos a la norma de imponer el doble uso, femenino y masculino.
S.P. Los da, los da; pero ¡bueno! Se trata de un informe que está respaldado y suscrito, pero es de autoría, no está coescrito. Está bien que lo haya hecho Bosque porque me parece correcto que un académico especialista en gramática lo diga. Ahora bien, no es un informe firmado por la Academia. Este es un pequeño matiz, pero importante.
XL. Da la sensación de que usted lo hubiera expresado
de otra forma.
S.P. Yo no soy gramática, pero no lo hubiera escrito así. Yo me pregunto mucho si las categorías de femenino y masculino están tan claras. Hay una ambigüedad tremenda. Yo no le daría la importancia que se le ha dado.
XL. Deduzco entonces que hay cuestiones del informe con las que no está de acuerdo.
S.P. Sí, a mí me parece planteable, por ejemplo, que el adjetivo tenga que ser siempre masculino cuando las palabras que adjetiva son masculinas y femeninas. Yo ya he empezado a escribir, por ejemplo: «Estos libros y estas mesas son bonitas». Yo utilizo el femenino cuando la última palabra es femenina. De momento, nadie me ha dicho nada [risas].
XL. Ana Mato, la ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, ha vuelto a abrir la caja de los truenos con la denominación `violencia doméstica, machista, de género´…
S.P. ¿Tan difícil les resulta catalogar la violencia del hombre contra la mujer? Para mí es violencia machista y es violencia doméstica. Yo utilizaría cualquiera de estas dos palabras antes que `violencia sexista´ o `de género´. Este es el ejemplo de que un cambio de gobierno puede modificar incluso las costumbres en el uso.
Y, al final, va calando.
XL. ¿Le ha sorprendido el término `violencia estructural´, utilizado por Ruiz-Gallardón en el tema del aborto?
S.P. Sí, desde luego. Este tema no se ha comentado en la Academia porque no da tiempo. Pero claro que me ha sorprendido.
XL. ¿Está exagerada la sensibilidad y las reacciones que se producen cuando tocamos el tema de la mujer?
S.P. Sí, resultan un poco exacerbadas. Desde luego, el desdoblar continuamente \\\''\''compañeros y compañeras\\\''\'', `alumnos y alumnas´ no conduce a nada, cansa. El lenguaje se vuelve reiterativo, se convierte en un lastre.
XL. Supongo que la defensa de la utilización del castellano como lengua vehicular en Cataluña les resultará también un asunto conflictivo.
S.P. Es un tema espinoso, sí. La Academia no quiere meterse en este tipo de valoraciones porque, si bien se trata de la defensa de la lengua, es un tema que toca directamente la política. ¡Es dificilísimo!
XL. ¿Usted utiliza abreviaciones en los SMS? Y le pregunto también por las faltas de ortografía de los jóvenes que no se molestan ya en pensar si una palabra se escribe con uve o con be.
S.P. Eso es tremendo y asusta bastante, sí. El problema es que esto no ocurre solo en un mensaje cortísimo, que podría ser equiparable al morse, sino que luego se generaliza.
XL. Le preocupa que se impongan términos anglosajones como: trending topics, freak, mail, jet lag…
S.P. Esto es lo que hay y no se puede luchar contra ello, porque facilita la comunicación. Ahora bien, lo que se pone de manifiesto es que el español no está en el top de las lenguas. Deberíamos luchar porque el español sea una lengua de prestigio y que esté en todos los organismos internacionales. Esta es una asignatura pendiente.
XL. Acaba de publicarse la que será la última edición de la Enciclopedia Británica. Lo digital se ha impuesto.
S.P. Nadie quiere tener enciclopedias en casa, entre otras cosas por el volumen que ocupan. Eso es así y tiene un punto de tristeza, pero no soy muy nostálgica. No está mal que la enciclopedia esté en Internet. Yo utilizo mucho Internet y Wikipedia, y me parece muy bien.
XL. ¿Leería un libro en un iPad?
S.P. Creo que no llegaré a tanto [sonríe].
XL. Seguro que si le paso esta entrevista antes de publicarla me corregiría algunas cosas.
S.P. ¡Sin duda! De hecho, me quedaré horrorizada pensando en cómo pude decir esto o lo otro. Me echarán de la Academia cuando se publique [risas].
Es de apariencia frágil, esbelta, elegante y leve, pero su pluma y su manera de entender la vida hacen de ella una mujer sabia y contundente. Un dato: de pequeña,
le daba miedo el agua y, de mayor, se hace 40 largos diarios; «las aficiones tardías se disfrutan más».
Con una obra escrita que supera los 30 títulos entre novelas, ensayos, relatos y cuentos cortos, tiene en su haber los premios literarios más codiciados en nuestro país –Planeta, Anagrama, Sésamo…–, que, curiosamente, guarda en la cocina de su casa. Lleva poco más de un año ocupando el sillón `G´ de la Real
Academia Española y acaba de cumplir los 65.
Entre azulejos árabes repletos de color, rodeada de perros y de albañiles levantando el suelo de su casa, nos recibe Soledad Puértolas justo cuando arranca la primavera, en una mañana fría pero luminosa, que ella convierte en cálida y risueña.
XLSemanal. El 28 de enero de 2011 ingresó en la Real Academia Española. Es la séptima mujer admitida en esta institución desde que se creara, hace 300 años.
Hoy son solo cinco las académicas electas: Ana María Matute, Margarita Salas, Carmen Iglesias, Inés Fernández-Ordóñez y usted.
Soledad Puértolas. Mira, un amigo me trajo hace unos días este librito sobre la Academia, es de Juan Valera [1862]: «¿Que haga yo de ponerme serio para escribir que las mujeres tienen otros destinos más importantes y grandes que cumplir sobre la tierra que ser académicas?». Es genial, para él el destino de la mujer no era otro que el de estar en la casa con los hijos. Ja, ja, ja… Todo esto ya ha cambiado, pero no tanto como debiera.
XL. ¿Ve posible que se empezara a aplicar en la RAE un sistema de cuotas?
S.P. ¡Nooo! No lo veo posible, nadie lo iba a apoyar. Conociendo el origen de la Academia, creo que la manera de remediar esto tiene que ser de una forma natural, con la sensibilidad que tenga cada uno para incorporar mujeres. Yo tengo esa sensibilidad y por eso las echo en falta.
XL. Sin embargo, la literatura de este siglo es cosa de mujeres: somos mayoría tanto de escritoras como
de lectoras.
S.P. Sí, sí… parece que es así. Pero también habría que ver qué literatura es esa que leen las lectoras y qué es eso que leen los hombres. Teorizar así es complicado y peligroso. Los que hacemos literatura somos profundamente individualistas y nos cuesta generalizar.
XL. Si le doy un texto, ¿se atreve a decir si está escrito por un hombre o por una mujer?
S.P. No, te equivocas en un tanto por ciento elevadísimo. Este experimento lo he hecho yo en los concursos literarios con los miembros del jurado. Que conste que yo no me equivocaba; pero ellos, totalmente. Estaban convencidos de que detrás de un pseudónimo había una mujer, cuando luego resultaba estar un hombre. No es fácil detectarlo.
XL. ¿Dentro de la Academia hay tanto protocolo, boato y camarillas como cuentan?
S.P. Protocolo y camarillas, sí; y más que boato, yo diría que hay mucha solemnidad; pero que, a la vez, se percibe un trato muy sencillo y muy afable. Hay una sensación muy agradable de cordialidad. Para una persona como yo, que viene de fuera, las camarillas son muy difíciles de detectar, porque no son tan claras ni tan fieles… Hay mucho baile de sillas.
XL. ¿Es bueno que la edad media sea tan alta, por aquello de la edad y la sabiduría?
S.P. Bueno, no es tan alta. Detrás de mí ya están Inés Fernández-Ordóñez, Javier Marías, Arturo Pérez-Reverte... Lo de la edad no está mal, aunque siempre es bueno que vengan jóvenes.
XL. ¿Hay muchos octogenarios que apenas van?
S.P. Los que están en Madrid vienen; los de fuera, menos porque lo tienen más complicado. Por ejemplo, a Martín de Riquer yo no lo he visto nunca. A Pinillos, tampoco porque se está recuperando; pero me escribió unas cartas cariñosísimas y sigo teniendo muchas ganas de conocerlo. Ana María Matute tampoco viene por lo mismo; y José Luis Borau, porque ahora está recién operado y está en su casa.
XL. ¿Hay debate encendido en la Academia?
S.P. Muchísimo, muchísimo. Lo primero que me asombró al ingresar fue que no existe la rigidez que yo suponía. Para aceptar que una palabra se incluya en el diccionario, solo tiene que estar respaldada por una utilización periodística y literaria. Y eso enseguida se tiene, es facilísimo obtener documentación para apoyar que se incluya.
XL. ¿Así que periodistas y escritores hacemos el lenguaje?
S.P. Así es, no vale el respaldo de lo hablado,
sino de lo escrito.
XL. Supongo que también desaparecerán palabras
del diccionario porque son políticamente incorrectas: trabajar como un `negro´, engañarte como a un
`chino´, `gitanear´…?
S.P. Claro, claro; pero si se siguen utilizando, no desaparecen. En estos casos, lo que se puede hacer es definir la acepción de una manera más neutra, explicando que es en tono despectivo… De la palabra `gallego´, por ejemplo, yo quitaría una de las acepciones que tiene: la de `tonto´.
XL. Sí, sí, no están los tiempos para bromas, que los gallegos vienen mandando mucho.
S.P. [Risas]. No sé si esta acepción viene de Buenos Aires, pero habría que ver si se sigue utilizando o no. De cualquier forma habría que evitar decir que es sinónimo de `tonto´, y enmarcarla mejor. A mí me encanta redefinir las acepciones.
XL. Muchos piensan que la RAE no debe afrontar asuntos conflictivos. Sin embargo, parece que ha habido cierta unanimidad a la hora de respaldar el informe que Ignacio Bosque ha presentado sobre el lenguaje sexista.
S.P. Es así, una de las grandes inquietudes de la Academia era el lenguaje sexista. Este debate excita mucho. De hecho, parece que diputaciones y ayuntamientos llegaron a imponer multas por no utilizar el lenguaje tal y como se recomendaba en las guías. Esta actitud es la que ha propiciado que la Academia haya sido reclamada para que diera su opinión.
XL. Todo esto parece que empezó con Ibarretxe y sus famosos «vascos y vascas» y llegó al esperpento con los «miembros y miembras» de Bibiana Aído.
S.P. Exacto, pero las \\\''\''miembras\\\''\'' no cuajaron, gracias a Dios [se ríe]. Otro debate polémico y encendido lo propiciaron los nacionalismos en ciertas autonomías, al darse el caso de que no llegaban las cartas a su destino si no se ponía el nuevo nombre que se le había dado a una localidad. Por ejemplo, si escribes `Fuenterrabía´, no llega la carta; tienes que poner \\\''\''Hondarribia\\\''\''. Dentro de la Academia se llegó a proponer que pudieran ponerse los dos nombres indistintamente, pero esto se ha detenido de momento.
XL. ¿Afectan dentro de la RAE los cambios de Gobierno?
S.P. Claro que afectan, pese a que estas normas de lenguaje no se pueden reglamentar desde fuera de la Academia. Cuando cambian los gobiernos, se pueden crear nuevas polémicas o desaparecer las que había. Por eso hay cosas que se detienen, a la espera de ver qué va a pasar con el cambio. Hubo quien aconsejó que el informe sobre el lenguaje sexista debería haberse publicado después de las elecciones andaluzas, porque muchas de las guías partían de esta comunidad.
XL. Pero fue respaldado por 25 académicos…
S.P. Sí, por los que estábamos ese día allí, sí.
XL. ¿Y entre los 25 estaban las cinco mujeres: Ana María Matute, Inés Fernández-Ordóñez, Carmen Iglesias, Margarita Salas y usted?
S.P. Estábamos Carmen, Margarita y yo. Ese día no fue Inés, pero sé que a ella le pareció también muy bien porque lo hablamos. Ana María Matute no estaba porque, por su estado de salud, no va.
XL. ¿Entiende que haya mujeres que no se sientan representadas en el inclusivo masculino o que les moleste el uso genérico del masculino?
S.P. Todo el mundo tiene todo el derecho de ser todo lo susceptible que quiera. Yo, personalmente, no me siento ofendida en absoluto. Además, se ha separado completamente el sexo del significado de la palabra `hombre´, es lo que llamamos `género no marcado´. Dicho esto, también es cierto que yo he desarrollado cierta sensibilidad hacia determinados términos y prefiero decir `seres humanos´ mucho antes que utilizar la palabra `hombre´ como genérico.
XL. El informe le da buenos palos a la norma de imponer el doble uso, femenino y masculino.
S.P. Los da, los da; pero ¡bueno! Se trata de un informe que está respaldado y suscrito, pero es de autoría, no está coescrito. Está bien que lo haya hecho Bosque porque me parece correcto que un académico especialista en gramática lo diga. Ahora bien, no es un informe firmado por la Academia. Este es un pequeño matiz, pero importante.
XL. Da la sensación de que usted lo hubiera expresado
de otra forma.
S.P. Yo no soy gramática, pero no lo hubiera escrito así. Yo me pregunto mucho si las categorías de femenino y masculino están tan claras. Hay una ambigüedad tremenda. Yo no le daría la importancia que se le ha dado.
XL. Deduzco entonces que hay cuestiones del informe con las que no está de acuerdo.
S.P. Sí, a mí me parece planteable, por ejemplo, que el adjetivo tenga que ser siempre masculino cuando las palabras que adjetiva son masculinas y femeninas. Yo ya he empezado a escribir, por ejemplo: «Estos libros y estas mesas son bonitas». Yo utilizo el femenino cuando la última palabra es femenina. De momento, nadie me ha dicho nada [risas].
XL. Ana Mato, la ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, ha vuelto a abrir la caja de los truenos con la denominación `violencia doméstica, machista, de género´…
S.P. ¿Tan difícil les resulta catalogar la violencia del hombre contra la mujer? Para mí es violencia machista y es violencia doméstica. Yo utilizaría cualquiera de estas dos palabras antes que `violencia sexista´ o `de género´. Este es el ejemplo de que un cambio de gobierno puede modificar incluso las costumbres en el uso.
Y, al final, va calando.
XL. ¿Le ha sorprendido el término `violencia estructural´, utilizado por Ruiz-Gallardón en el tema del aborto?
S.P. Sí, desde luego. Este tema no se ha comentado en la Academia porque no da tiempo. Pero claro que me ha sorprendido.
XL. ¿Está exagerada la sensibilidad y las reacciones que se producen cuando tocamos el tema de la mujer?
S.P. Sí, resultan un poco exacerbadas. Desde luego, el desdoblar continuamente \\\''\''compañeros y compañeras\\\''\'', `alumnos y alumnas´ no conduce a nada, cansa. El lenguaje se vuelve reiterativo, se convierte en un lastre.
XL. Supongo que la defensa de la utilización del castellano como lengua vehicular en Cataluña les resultará también un asunto conflictivo.
S.P. Es un tema espinoso, sí. La Academia no quiere meterse en este tipo de valoraciones porque, si bien se trata de la defensa de la lengua, es un tema que toca directamente la política. ¡Es dificilísimo!
XL. ¿Usted utiliza abreviaciones en los SMS? Y le pregunto también por las faltas de ortografía de los jóvenes que no se molestan ya en pensar si una palabra se escribe con uve o con be.
S.P. Eso es tremendo y asusta bastante, sí. El problema es que esto no ocurre solo en un mensaje cortísimo, que podría ser equiparable al morse, sino que luego se generaliza.
XL. Le preocupa que se impongan términos anglosajones como: trending topics, freak, mail, jet lag…
S.P. Esto es lo que hay y no se puede luchar contra ello, porque facilita la comunicación. Ahora bien, lo que se pone de manifiesto es que el español no está en el top de las lenguas. Deberíamos luchar porque el español sea una lengua de prestigio y que esté en todos los organismos internacionales. Esta es una asignatura pendiente.
XL. Acaba de publicarse la que será la última edición de la Enciclopedia Británica. Lo digital se ha impuesto.
S.P. Nadie quiere tener enciclopedias en casa, entre otras cosas por el volumen que ocupan. Eso es así y tiene un punto de tristeza, pero no soy muy nostálgica. No está mal que la enciclopedia esté en Internet. Yo utilizo mucho Internet y Wikipedia, y me parece muy bien.
XL. ¿Leería un libro en un iPad?
S.P. Creo que no llegaré a tanto [sonríe].
XL. Seguro que si le paso esta entrevista antes de publicarla me corregiría algunas cosas.
S.P. ¡Sin duda! De hecho, me quedaré horrorizada pensando en cómo pude decir esto o lo otro. Me echarán de la Academia cuando se publique [risas].
TÍTULO: UNA HISTORIA EN IMÁGENES.
A la caza del último Da Vinci.
500 años tras un Leonardo Desaparecido
Ni Dan Brown lo hubiese planteado mejor. Desde hace 500 años se busca un fresco que Leonardo da Vinci pintó en 1503, `La batalla de Anghiari´. Era una pintura colosal, pero extrañamente estaba `desaparecida´. La obcecación de un experto renacentista, sofisticada tecnología en palacios del siglo XVI e intrigas políticas han rodeado durante años este enigma que está a punto de resolverse. Y como la realidad supera la ficción, hay hasta códigos secretos. El que busca encuentra...
Ni Dan Brown lo hubiese planteado mejor. Desde hace 500 años se busca un fresco que Leonardo da Vinci pintó en 1503, `La batalla de Anghiari´. Era una pintura colosal, pero extrañamente estaba `desaparecida´. La obcecación de un experto renacentista, sofisticada tecnología en palacios del siglo XVI e intrigas políticas han rodeado durante años este enigma que está a punto de resolverse. Y como la realidad supera la ficción, hay hasta códigos secretos. El que busca encuentra...
TÍTULO:
Buffett (padre) por Buffett (hijo).
Es la tercera fortuna del mundo... y el más excéntrico millonario de la lista `Forbes´. Tanto que ha donado gran parte de su fortuna a causas sociales y ha nombrado a su hijo granjero el presidente de su imperio. ¿Quién es este hombre con olfato innato para hacer dinero y que, al mismo tiempo, reclama pagar más impuestos? Hablamos con su hijo para descubrirlo.
Sabes lo que hacía mi padre cuando quería comprar una empresa? Se sentaba a cenar y nos hacía preguntas. «¿Qué caramelos os gustan?». Luego compraba See`s Candies [risas]. Nosotros no sabíamos a qué se dedicaba hasta que empezó a salir en la prensa. Durante el instituto fue incómodo porque la gente empezó a tratarme diferente. Me sigue pasando. Ayer estaba conduciendo mi tractor y me paré a saludar a un vecino. «No puedo creer que estés aquí fuera, trabajando», me dijo. ¿Por qué es tan raro? El dinero te cambia si nunca lo has tenido y lo consigues de golpe, o si creciste en un ambiente adinerado y piensas que mereces un estilo de vida especial solo porque eres rico. Para nosotros no fue así. Fue algo gradual.
Al terminar el instituto quería un coche, así que tuve una idea: mi padre me daría el dinero y yo no recibiría ningún regalo ni por Navidad ni por mi cumpleaños durante tres años. No pensé ni por un momento que mi padre aceptaría. Pero lo hizo. Y se ciñó al acuerdo. Me dio 5.000 dólares, que por entonces era un dineral, y el resto, hasta 7.300, los gané yo en trabajos de verano. Creo que él sabía que el coche que yo quería era más caro y esa fue su forma de obligarme a ganar el resto. Es bastante listo, ¿sabes? [risas].
Así describe Howard Buffett a su padre, dueño de la tercera fortuna del mundo. Para hablar de él y de otros temas, nos hemos trasladado hasta Willcox (Arizona), una localidad de apenas 3.000 habitantes, en medio de la nada, salpicada por cactus y alguna gasolinera solitaria. Ni un alma pasea por sus calles de humildes casas prefabricadas, comercios decadentes y unos pocos restaurantes de comida rápida. Parece mentira que la cita con Howard Buffett tenga lugar en este desolador escenario. Al fin y al cabo, su padre es dueño de 44.000 millones de dólares. Eso sí, Warren es un magnate atípico. Construyó su imperio, el holding Berkshire Hathaway, comprando empresas a precio de saldo y gracias a un ojo clínico para invertir en Bolsa. Pero no cree en las dinastías de multimillonarios. Por eso se ha comprometido a donar el 99 por ciento de su fortuna a instituciones benéficas. Sus tres hijos se tendrán que conformar con el pellizco restante.
El GPS nos lleva hasta una casa de ladrillos rojos, grande, aunque sin lujos, frente a un pedregal. Howard Buffett abre la puerta mientras sujeta a su perro, un pastor alemán poco amable con las visitas, todo lo contrario que su dueño. Howard, de 57 años y padre de cinco hijos, es granjero. Eso es lo que lo trajo a Willcox. Con cinco años plantó maíz por primera vez en el jardín de sus padres. «Siempre me ha gustado estar al aire libre. Cuando nevaba, salía a dormir al jardín», dice con una sonrisa. Pero cuando no está subido a su tractor, Howard dirige su fundación, con proyectos humanitarios en las áreas más deprimidas del mundo, y se sienta en los consejos de administración de Coca-Cola o el holding familiar.
A primera vista, Howard -que viste ropa de trabajo- ha heredado la célebre austeridad de su padre. Salvo su asistente, recluida en una pequeña oficina, no hay más servicio a la vista: ni empleados domésticos (los platos sucios se acumulan en el fregadero) ni guardaespaldas. Solo su perro, al que le da órdenes en alemán y el cual se sienta en el sofá entre entrevistador y entrevistado hasta que sus malas pulgas le cuestan el exilio a la habitación de al lado.
XLSemanal. Usted decidió no seguir los pasos de su padre y optó por ser granjero. ¿Le pidió a él que le comprara unos terrenos?
Howard Buffett. ¡No se me ocurriría! Él no habría hecho eso por ninguno de sus hijos. Cuando se dio cuenta de que me interesaba la agricultura, decidió comprar una granja en Nebraska. Y me encomendó la misión de buscar un terreno barato. Él me daba la cifra y yo tenía que regatear con aquellos hombres por la mitad de lo que pedían. Me daba apuro, pero si no lo hacía, él se enfadaba conmigo [risas].
XL. Su padre dijo una vez: «Quiero darles a mis hijos lo suficiente para que sientan que pueden hacer cualquier cosa, pero no tanto para que no quieran hacer nada».
H.B. ¡Recuerdo cuando lo dijo! [risas]. Y así ha sido: hemos recibido dinero, pero no el suficiente como para no hacer nada. Yo he tenido una vida estupenda y he hecho mi propio dinero. Ha salido bien.
XL. Su padre también dice que no cree en lo que él llama `el club del esperma afortunado´. ¿Siempre sospechó que no iba a heredar su fortuna?
H.B. Cuando eres un crío, no le das importancia al dinero. Luego confieso que sí llegué a pensar: «Tiene muchísimo, no le haría daño a nadie si me diera un poco» [risas]. Pero no hacerlo fue la decisión correcta para él y para nosotros. ¿Era frustrante? Claro. Negarlo sería una tontería. Es parte de la naturaleza humana. ¡Pero si yo ni siquiera avalé a mis hijos para que se compraran un coche! [risas].
XL. En 2006, su padre donó 30.000 millones de dólares a la fundación de Bill Gates. ¿No siente perderse el pastel?
H.B. No fue una sorpresa. Está claro que lo hizo con Bill y Melinda porque tenían mucha experiencia. Pero si soy completamente sincero, le diré que a veces pienso que fue un acierto y otras, que no. En ocasiones, me gustaría haber tenido más dinero para hacer más con mi fundación, pero otras pienso que no querría más: ya es bastante difícil hacerlo bien con lo que tenemos. Él, además, no tenía por qué darnos nada. Aunque eso hubiese sido una decepción para nosotros...
XL. En diciembre, su padre confirmó que usted lo sucederá al frente de Berkshire... ¿Le sorprendió que lo eligiera a usted?
H.B. Sí y no. Cuando me contó sus planes, lo entendí. Él sabe que yo haré exactamente lo que a él le gustaría que se hiciera. Sabe que puede confiar en mí. Su decisión no tendría sentido si esperara de mí que dirigiera la compañía; no soy la persona adecuada para ello. Pero ser el presidente no ejecutivo y velar por los valores de la compañía sí lo tiene. Mucha gente que vendió sus empresas a Berkshire lo hizo por mi padre y hay que garantizarles que se les seguirá tratando igual cuando él no esté.
XL. Su padre dice que no cree en las fortunas dinásticas. ¿No es una contradicción?
H.B. Mi puesto no será remunerado. Una dinastía pasa los trastos de una generación a otra y su riqueza solo beneficia a la propia familia, no a la sociedad. Que él haya donado la mayor parte de su fortuna indica cuál es su filosofía.
XL. ¿Cree que él tiene alguna intención de retirarse?
H.B. No se retirará hasta que esté enterrado [carcajadas]. Suena morboso, pero es que tiene más energía ahora que hace 20 años. ¡Es increíble!
XL. Para el resto del mundo, Warren Buffett es el tercer hombre más rico del mundo. Para usted, es simplemente papá. ¿Qué tipo de relación tiene con él?
H.B. No creo que sea muy diferente de cualquier otra relación padre-hijo. Hablamos de muchas cosas. Tenemos una relación normal. Bueno, quizá mejor de lo normal. Mi padre ha sido mi mentor y siempre me ha dado buenos consejos.
XL. ¿Cuál es el mejor consejo que le ha dado?
H.B. Lo primero que me viene a la cabeza fue una situación muy complicada que me salpicó cuando formaba parte del consejo de administración de una empresa. El FBI vino a mi casa para investigar el que acabaría siendo el caso más importante de fijación de precios de la historia de Estados Unidos. Llamé a mi padre y le pregunté si debía dimitir. Y él me contestó: «Es tu decisión. Lo que sí te puedo decir es que tienes 24 horas para tomarla». Y fue un gran consejo. Si no hubiese sido rápido, me hubiese visto mucho más enredado en aquel asunto. Y decidí dimitir. Lo gracioso es que lo llamé antes a él que a mi abogado. ¡Él es mejor que un abogado! [risas]. Es más práctico y tiene más experiencia.
XL. En un momento en el que los políticos no gozan de la confianza de los ciudadanos, parece más fácil confiar en millonarios filántropos como Gates o su padre. ¿No cree?
H.B. Bueno, es peligroso depositar demasiada confianza en cualquiera con mucho poder. La democracia es un gran sistema, pero tiene sus problemas. El mejor sistema político sería tener un dictador muy benevolente que cuidara bien de todo el mundo. Sería un sistema mejor que el de ahora, porque mira en qué lío estamos metidos... Pero en el instante en el que el dictador deja de ser benevolente, se convertiría en el peor sistema imaginable.
XL. ¿Los políticos nos sacarán de esta?
H.B. Bueno, son ellos los que nos han metido en esta, así que es legítimo pensar que ellos deberían sacarnos. La única forma de solucionarlo es que pongan su ideología a un lado y dejen de preocuparse por ser reelegidos. Además, históricamente los políticos siempre se han dado cuenta de que no pueden sobrevivir si no resuelven los problemas.
XL. Los gobiernos justifican sus medidas de recorte para complacer a los mercados o a las agencias de calificación. ¿Hay que hacerles tanto caso?
H.B. Creo que ajustar el comportamiento para complacer a los mercados está sobrevalorado. Igual que la globalización, que tiene sus ventajas, pero es un sistema con unos pocos grandes ganadores y muchísimos perdedores. El problema es que nos hemos convertido en pensadores a corto plazo. Las empresas piensan en cuatrimestres; los políticos, en ciclos electorales; y las familias, en llegar a fin de mes... Por eso tenemos problemas ambientales y económicos.
XL. Parece que protestar es lo único que les queda a los ciudadanos. Usted apoyó el movimiento Occupy Wall Street. ¿Por qué?
H.B. No dije que lo apoyaba, dije que lo entendía. Hay una gran diferencia. Pero claro que lo entiendo, no es difícil comprender por qué la gente está frustrada y enfadada. Sea Occupy Wall Street o quienes defienden sus derechos en Siria, Egipto o Libia.
XL. ¿La movilización ciudadana es una buena noticia?
H.B. Son noticias difíciles, pero son buenas noticias... Cuando los ciudadanos no son la prioridad para los gobiernos, pasan esas cosas.
XL. Usted ha llegado a decir que «las corporaciones han jodido a la gente durante años». Explíquese.
H.B. Son palabras duras, pero sí, las he dicho porque lo he visto muchas veces. He visto empresas que han cometido abusos contra personas, niños y recursos naturales. No entiendo cómo esa gente duerme por las noches... Cuando en un mismo sistema hay gente que gana 200 millones de dólares por jugar bien al baloncesto y personas que no pueden alimentar a sus familias, esa es una sociedad jodida.
XL. Está describiendo una sociedad enferma. ¿Es el capitalismo un sistema fallido?
H.B. No. Para nada. En cualquier sistema, el éxito o el fracaso depende sobre todo de la gente que está en el poder. El capitalismo es una gran forma de crear riqueza, pero tiene un gran defecto: no siempre se distribuye igualitariamente. Y ese es el reto. No conozco otra forma mejor para estructurar el comportamiento humano.
XL. Dice que depende de quién esté en el poder. ¿Qué piensa de Obama?
H.B. ¿Me quieres meter en problemas? [risas]. Obama dijo que iba a propiciar el cambio. Y yo digo: «¿Dónde está? No lo veo». La gente quiere personalizar los problemas en él y hacerle caer. Pero es una lástima, porque necesitamos líderes. No importa si es capitalismo o comunismo; si todo el mundo en un sistema está intentando destruir al resto, el éxito es imposible. Y su motivación no es el éxito social, sino salvarse a sí mismos o a sus partidos. Me hace gracia toda esa gente a la que le encantaría asistir al hundimiento de Estados Unidos; no piensan en las consecuencias. Todo el mundo debería desear el triunfo de Estados Unidos porque significaría el triunfo de todos.
XL. ¿Cuál es su reflexión sobre la crisis europea?
H.B. Ya no se puede separar Europa de Estados Unidos, hay demasiada polinización cruzada. Si un área del mundo sufre, todos sufrimos. Esta es una economía global y no podemos escapar. Europa tiene una cultura muy diferente a la nuestra. Es un ambiente más difícil para las empresas. Y eso puede ser un error. Si en un país es imposible despedir a alguien porque no hace bien su trabajo o el coste social es el 30 por ciento más caro, las empresas buscarán otro sitio.
XL. En España, el paro es del 22 por ciento. Como empresario, ¿qué solución se le ocurre?
H.B. ¡Dios mío! En Estados Unidos tenemos un 8 por ciento y ya es dramático... Me alegro de no ser el presidente de España. Mi padre siempre dice: «Cuando estás en un agujero, deja de cavar». Es decir, busca soluciones, pero no empeores las cosas. Y cuando tienes que tomar medidas de austeridad, cuanto más rápido, mejor. Pero en política nada va tan deprisa... No hay magia para eso. Lleva su tiempo.
XL. ¿Cree que la flexibilización del mercado laboral y el abaratamiento del despido ayudan a crear empleo?
H.B. Hay un concepto muy básico. ¿Por qué querría pagar a alguien que no hace bien su trabajo? No tiene sentido no poder despedir a esa persona y contratar a otra. Las compañías no deben poder despedir a voluntad, pero las empresas pasan por ciclos y, a veces, tienes que hacerlo porque no hay trabajo. Hay que hacerlo con responsabilidad, pero eso no significa que tengas que cuidar de tus empleados para el resto de su vida. No tienes esa obligación. Si tomas tres o cuatro decisiones como esa, ayudarás a crear empleo: las empresas funcionarán mejor y habrá más inversores.
XL. ¿Pero cuál es el precio? La pérdida de derechos laborales es alarmante...
H.B. Decir que los trabajadores están perdiendo sus derechos es dar por hecho que los merecen o que son lo correcto. Y yo no los conozco todos, pero no haría esa suposición. A nadie le gusta que le quiten sus derechos. ¡A mí, tampoco! Pero quizá es ley de vida. Hay que buscar un equilibrio entre los derechos laborales y los intereses de las compañías. Siempre se quiere pintar a las empresas como el malo de la película, pero la verdad es que no puedes rescatar a la gente de la pobreza sin éxito económico. Y para hacer eso, la mayor parte de la gente necesita que le den la oportunidad de tener un trabajo.
XL. Su padre ha denunciado que mientras él paga un 19 por ciento de impuestos, su secretaria paga un 33. ¿Cómo se explica que un millonario pida contribuir más? ¿La iniciativa no tendría que partir de los gobiernos?
H.B. Mi padre está bastante solo en esa posición [risas]. Cuando la gente se mete conmigo por la postura de mi padre, les digo: «Si de cada dólar que me meto al bolsillo, en vez de pagar 15 céntimos al Gobierno pago 25, tampoco es el fin del mundo». Pero, ojo, ¡no me estoy prestando voluntario para pagar más impuestos! También creo que pagar un 50 por ciento sería un terrible error. No sé si el sistema fiscal es justo. Por eso, me subo a mi tractor. Para no pensar en ello.
XL. Ha viajado como mochilero por medio mundo. ¿Sigue haciéndolo?
H.B. Ya no soy tan duro [risas]. Antes visitaba 18 países al año. Hace poco, en el Congo, tuve que dormir en un contenedor en una base militar de Naciones Unidas. Pero ya soy demasiado viejo para eso [risas]. ¡Estoy malcriado! Cuando viajo, me llevo sándwiches. Ahí están... [señala la encimera de la cocina, donde los tiene preparados]. Ya sé lo que es estar en África y que te intenten convencer de comer ojos de cabra... Así que me llevo mi propia comida, gracias.
XL. Después de tantos viajes, ¿qué escena se ha quedado grabada en su retina?
H.B. Recuerdo haber fotografiado a dos niñas, una en Nigeria y otra en Ghana, que murieron solo tres días después. En Armenia, me impactó ver cómo gente que en la antigua Unión Soviética tenía un trabajo, un seguro médico y mandaba a sus hijos al colegio se había quedado sin nada. Lo he visto en cientos de sitios.
XL. Ante la pobreza ¿se ha sentido culpable por ser rico?
H.B. Jamás. Puedes sentirte impotente, enfadarte, pero no hay razón para sentirte culpable porque tú no has hecho nada para crear esa situación. Tú no eres el responsable.
XL. Muchas gracias por su tiempo...
H.B. Sospecho que esta entrevista me va a meter en líos. Si es así, te mandaré al perro.
XL. ¿A su perro o a sus abogados?
H.B. A mi perro. Un perro siempre es mejor compañía que un abogado [risas].
Sabes lo que hacía mi padre cuando quería comprar una empresa? Se sentaba a cenar y nos hacía preguntas. «¿Qué caramelos os gustan?». Luego compraba See`s Candies [risas]. Nosotros no sabíamos a qué se dedicaba hasta que empezó a salir en la prensa. Durante el instituto fue incómodo porque la gente empezó a tratarme diferente. Me sigue pasando. Ayer estaba conduciendo mi tractor y me paré a saludar a un vecino. «No puedo creer que estés aquí fuera, trabajando», me dijo. ¿Por qué es tan raro? El dinero te cambia si nunca lo has tenido y lo consigues de golpe, o si creciste en un ambiente adinerado y piensas que mereces un estilo de vida especial solo porque eres rico. Para nosotros no fue así. Fue algo gradual.
Al terminar el instituto quería un coche, así que tuve una idea: mi padre me daría el dinero y yo no recibiría ningún regalo ni por Navidad ni por mi cumpleaños durante tres años. No pensé ni por un momento que mi padre aceptaría. Pero lo hizo. Y se ciñó al acuerdo. Me dio 5.000 dólares, que por entonces era un dineral, y el resto, hasta 7.300, los gané yo en trabajos de verano. Creo que él sabía que el coche que yo quería era más caro y esa fue su forma de obligarme a ganar el resto. Es bastante listo, ¿sabes? [risas].
Así describe Howard Buffett a su padre, dueño de la tercera fortuna del mundo. Para hablar de él y de otros temas, nos hemos trasladado hasta Willcox (Arizona), una localidad de apenas 3.000 habitantes, en medio de la nada, salpicada por cactus y alguna gasolinera solitaria. Ni un alma pasea por sus calles de humildes casas prefabricadas, comercios decadentes y unos pocos restaurantes de comida rápida. Parece mentira que la cita con Howard Buffett tenga lugar en este desolador escenario. Al fin y al cabo, su padre es dueño de 44.000 millones de dólares. Eso sí, Warren es un magnate atípico. Construyó su imperio, el holding Berkshire Hathaway, comprando empresas a precio de saldo y gracias a un ojo clínico para invertir en Bolsa. Pero no cree en las dinastías de multimillonarios. Por eso se ha comprometido a donar el 99 por ciento de su fortuna a instituciones benéficas. Sus tres hijos se tendrán que conformar con el pellizco restante.
El GPS nos lleva hasta una casa de ladrillos rojos, grande, aunque sin lujos, frente a un pedregal. Howard Buffett abre la puerta mientras sujeta a su perro, un pastor alemán poco amable con las visitas, todo lo contrario que su dueño. Howard, de 57 años y padre de cinco hijos, es granjero. Eso es lo que lo trajo a Willcox. Con cinco años plantó maíz por primera vez en el jardín de sus padres. «Siempre me ha gustado estar al aire libre. Cuando nevaba, salía a dormir al jardín», dice con una sonrisa. Pero cuando no está subido a su tractor, Howard dirige su fundación, con proyectos humanitarios en las áreas más deprimidas del mundo, y se sienta en los consejos de administración de Coca-Cola o el holding familiar.
A primera vista, Howard -que viste ropa de trabajo- ha heredado la célebre austeridad de su padre. Salvo su asistente, recluida en una pequeña oficina, no hay más servicio a la vista: ni empleados domésticos (los platos sucios se acumulan en el fregadero) ni guardaespaldas. Solo su perro, al que le da órdenes en alemán y el cual se sienta en el sofá entre entrevistador y entrevistado hasta que sus malas pulgas le cuestan el exilio a la habitación de al lado.
XLSemanal. Usted decidió no seguir los pasos de su padre y optó por ser granjero. ¿Le pidió a él que le comprara unos terrenos?
Howard Buffett. ¡No se me ocurriría! Él no habría hecho eso por ninguno de sus hijos. Cuando se dio cuenta de que me interesaba la agricultura, decidió comprar una granja en Nebraska. Y me encomendó la misión de buscar un terreno barato. Él me daba la cifra y yo tenía que regatear con aquellos hombres por la mitad de lo que pedían. Me daba apuro, pero si no lo hacía, él se enfadaba conmigo [risas].
XL. Su padre dijo una vez: «Quiero darles a mis hijos lo suficiente para que sientan que pueden hacer cualquier cosa, pero no tanto para que no quieran hacer nada».
H.B. ¡Recuerdo cuando lo dijo! [risas]. Y así ha sido: hemos recibido dinero, pero no el suficiente como para no hacer nada. Yo he tenido una vida estupenda y he hecho mi propio dinero. Ha salido bien.
XL. Su padre también dice que no cree en lo que él llama `el club del esperma afortunado´. ¿Siempre sospechó que no iba a heredar su fortuna?
H.B. Cuando eres un crío, no le das importancia al dinero. Luego confieso que sí llegué a pensar: «Tiene muchísimo, no le haría daño a nadie si me diera un poco» [risas]. Pero no hacerlo fue la decisión correcta para él y para nosotros. ¿Era frustrante? Claro. Negarlo sería una tontería. Es parte de la naturaleza humana. ¡Pero si yo ni siquiera avalé a mis hijos para que se compraran un coche! [risas].
XL. En 2006, su padre donó 30.000 millones de dólares a la fundación de Bill Gates. ¿No siente perderse el pastel?
H.B. No fue una sorpresa. Está claro que lo hizo con Bill y Melinda porque tenían mucha experiencia. Pero si soy completamente sincero, le diré que a veces pienso que fue un acierto y otras, que no. En ocasiones, me gustaría haber tenido más dinero para hacer más con mi fundación, pero otras pienso que no querría más: ya es bastante difícil hacerlo bien con lo que tenemos. Él, además, no tenía por qué darnos nada. Aunque eso hubiese sido una decepción para nosotros...
XL. En diciembre, su padre confirmó que usted lo sucederá al frente de Berkshire... ¿Le sorprendió que lo eligiera a usted?
H.B. Sí y no. Cuando me contó sus planes, lo entendí. Él sabe que yo haré exactamente lo que a él le gustaría que se hiciera. Sabe que puede confiar en mí. Su decisión no tendría sentido si esperara de mí que dirigiera la compañía; no soy la persona adecuada para ello. Pero ser el presidente no ejecutivo y velar por los valores de la compañía sí lo tiene. Mucha gente que vendió sus empresas a Berkshire lo hizo por mi padre y hay que garantizarles que se les seguirá tratando igual cuando él no esté.
XL. Su padre dice que no cree en las fortunas dinásticas. ¿No es una contradicción?
H.B. Mi puesto no será remunerado. Una dinastía pasa los trastos de una generación a otra y su riqueza solo beneficia a la propia familia, no a la sociedad. Que él haya donado la mayor parte de su fortuna indica cuál es su filosofía.
XL. ¿Cree que él tiene alguna intención de retirarse?
H.B. No se retirará hasta que esté enterrado [carcajadas]. Suena morboso, pero es que tiene más energía ahora que hace 20 años. ¡Es increíble!
XL. Para el resto del mundo, Warren Buffett es el tercer hombre más rico del mundo. Para usted, es simplemente papá. ¿Qué tipo de relación tiene con él?
H.B. No creo que sea muy diferente de cualquier otra relación padre-hijo. Hablamos de muchas cosas. Tenemos una relación normal. Bueno, quizá mejor de lo normal. Mi padre ha sido mi mentor y siempre me ha dado buenos consejos.
XL. ¿Cuál es el mejor consejo que le ha dado?
H.B. Lo primero que me viene a la cabeza fue una situación muy complicada que me salpicó cuando formaba parte del consejo de administración de una empresa. El FBI vino a mi casa para investigar el que acabaría siendo el caso más importante de fijación de precios de la historia de Estados Unidos. Llamé a mi padre y le pregunté si debía dimitir. Y él me contestó: «Es tu decisión. Lo que sí te puedo decir es que tienes 24 horas para tomarla». Y fue un gran consejo. Si no hubiese sido rápido, me hubiese visto mucho más enredado en aquel asunto. Y decidí dimitir. Lo gracioso es que lo llamé antes a él que a mi abogado. ¡Él es mejor que un abogado! [risas]. Es más práctico y tiene más experiencia.
XL. En un momento en el que los políticos no gozan de la confianza de los ciudadanos, parece más fácil confiar en millonarios filántropos como Gates o su padre. ¿No cree?
H.B. Bueno, es peligroso depositar demasiada confianza en cualquiera con mucho poder. La democracia es un gran sistema, pero tiene sus problemas. El mejor sistema político sería tener un dictador muy benevolente que cuidara bien de todo el mundo. Sería un sistema mejor que el de ahora, porque mira en qué lío estamos metidos... Pero en el instante en el que el dictador deja de ser benevolente, se convertiría en el peor sistema imaginable.
XL. ¿Los políticos nos sacarán de esta?
H.B. Bueno, son ellos los que nos han metido en esta, así que es legítimo pensar que ellos deberían sacarnos. La única forma de solucionarlo es que pongan su ideología a un lado y dejen de preocuparse por ser reelegidos. Además, históricamente los políticos siempre se han dado cuenta de que no pueden sobrevivir si no resuelven los problemas.
XL. Los gobiernos justifican sus medidas de recorte para complacer a los mercados o a las agencias de calificación. ¿Hay que hacerles tanto caso?
H.B. Creo que ajustar el comportamiento para complacer a los mercados está sobrevalorado. Igual que la globalización, que tiene sus ventajas, pero es un sistema con unos pocos grandes ganadores y muchísimos perdedores. El problema es que nos hemos convertido en pensadores a corto plazo. Las empresas piensan en cuatrimestres; los políticos, en ciclos electorales; y las familias, en llegar a fin de mes... Por eso tenemos problemas ambientales y económicos.
XL. Parece que protestar es lo único que les queda a los ciudadanos. Usted apoyó el movimiento Occupy Wall Street. ¿Por qué?
H.B. No dije que lo apoyaba, dije que lo entendía. Hay una gran diferencia. Pero claro que lo entiendo, no es difícil comprender por qué la gente está frustrada y enfadada. Sea Occupy Wall Street o quienes defienden sus derechos en Siria, Egipto o Libia.
XL. ¿La movilización ciudadana es una buena noticia?
H.B. Son noticias difíciles, pero son buenas noticias... Cuando los ciudadanos no son la prioridad para los gobiernos, pasan esas cosas.
XL. Usted ha llegado a decir que «las corporaciones han jodido a la gente durante años». Explíquese.
H.B. Son palabras duras, pero sí, las he dicho porque lo he visto muchas veces. He visto empresas que han cometido abusos contra personas, niños y recursos naturales. No entiendo cómo esa gente duerme por las noches... Cuando en un mismo sistema hay gente que gana 200 millones de dólares por jugar bien al baloncesto y personas que no pueden alimentar a sus familias, esa es una sociedad jodida.
XL. Está describiendo una sociedad enferma. ¿Es el capitalismo un sistema fallido?
H.B. No. Para nada. En cualquier sistema, el éxito o el fracaso depende sobre todo de la gente que está en el poder. El capitalismo es una gran forma de crear riqueza, pero tiene un gran defecto: no siempre se distribuye igualitariamente. Y ese es el reto. No conozco otra forma mejor para estructurar el comportamiento humano.
XL. Dice que depende de quién esté en el poder. ¿Qué piensa de Obama?
H.B. ¿Me quieres meter en problemas? [risas]. Obama dijo que iba a propiciar el cambio. Y yo digo: «¿Dónde está? No lo veo». La gente quiere personalizar los problemas en él y hacerle caer. Pero es una lástima, porque necesitamos líderes. No importa si es capitalismo o comunismo; si todo el mundo en un sistema está intentando destruir al resto, el éxito es imposible. Y su motivación no es el éxito social, sino salvarse a sí mismos o a sus partidos. Me hace gracia toda esa gente a la que le encantaría asistir al hundimiento de Estados Unidos; no piensan en las consecuencias. Todo el mundo debería desear el triunfo de Estados Unidos porque significaría el triunfo de todos.
XL. ¿Cuál es su reflexión sobre la crisis europea?
H.B. Ya no se puede separar Europa de Estados Unidos, hay demasiada polinización cruzada. Si un área del mundo sufre, todos sufrimos. Esta es una economía global y no podemos escapar. Europa tiene una cultura muy diferente a la nuestra. Es un ambiente más difícil para las empresas. Y eso puede ser un error. Si en un país es imposible despedir a alguien porque no hace bien su trabajo o el coste social es el 30 por ciento más caro, las empresas buscarán otro sitio.
XL. En España, el paro es del 22 por ciento. Como empresario, ¿qué solución se le ocurre?
H.B. ¡Dios mío! En Estados Unidos tenemos un 8 por ciento y ya es dramático... Me alegro de no ser el presidente de España. Mi padre siempre dice: «Cuando estás en un agujero, deja de cavar». Es decir, busca soluciones, pero no empeores las cosas. Y cuando tienes que tomar medidas de austeridad, cuanto más rápido, mejor. Pero en política nada va tan deprisa... No hay magia para eso. Lleva su tiempo.
XL. ¿Cree que la flexibilización del mercado laboral y el abaratamiento del despido ayudan a crear empleo?
H.B. Hay un concepto muy básico. ¿Por qué querría pagar a alguien que no hace bien su trabajo? No tiene sentido no poder despedir a esa persona y contratar a otra. Las compañías no deben poder despedir a voluntad, pero las empresas pasan por ciclos y, a veces, tienes que hacerlo porque no hay trabajo. Hay que hacerlo con responsabilidad, pero eso no significa que tengas que cuidar de tus empleados para el resto de su vida. No tienes esa obligación. Si tomas tres o cuatro decisiones como esa, ayudarás a crear empleo: las empresas funcionarán mejor y habrá más inversores.
XL. ¿Pero cuál es el precio? La pérdida de derechos laborales es alarmante...
H.B. Decir que los trabajadores están perdiendo sus derechos es dar por hecho que los merecen o que son lo correcto. Y yo no los conozco todos, pero no haría esa suposición. A nadie le gusta que le quiten sus derechos. ¡A mí, tampoco! Pero quizá es ley de vida. Hay que buscar un equilibrio entre los derechos laborales y los intereses de las compañías. Siempre se quiere pintar a las empresas como el malo de la película, pero la verdad es que no puedes rescatar a la gente de la pobreza sin éxito económico. Y para hacer eso, la mayor parte de la gente necesita que le den la oportunidad de tener un trabajo.
XL. Su padre ha denunciado que mientras él paga un 19 por ciento de impuestos, su secretaria paga un 33. ¿Cómo se explica que un millonario pida contribuir más? ¿La iniciativa no tendría que partir de los gobiernos?
H.B. Mi padre está bastante solo en esa posición [risas]. Cuando la gente se mete conmigo por la postura de mi padre, les digo: «Si de cada dólar que me meto al bolsillo, en vez de pagar 15 céntimos al Gobierno pago 25, tampoco es el fin del mundo». Pero, ojo, ¡no me estoy prestando voluntario para pagar más impuestos! También creo que pagar un 50 por ciento sería un terrible error. No sé si el sistema fiscal es justo. Por eso, me subo a mi tractor. Para no pensar en ello.
XL. Ha viajado como mochilero por medio mundo. ¿Sigue haciéndolo?
H.B. Ya no soy tan duro [risas]. Antes visitaba 18 países al año. Hace poco, en el Congo, tuve que dormir en un contenedor en una base militar de Naciones Unidas. Pero ya soy demasiado viejo para eso [risas]. ¡Estoy malcriado! Cuando viajo, me llevo sándwiches. Ahí están... [señala la encimera de la cocina, donde los tiene preparados]. Ya sé lo que es estar en África y que te intenten convencer de comer ojos de cabra... Así que me llevo mi propia comida, gracias.
XL. Después de tantos viajes, ¿qué escena se ha quedado grabada en su retina?
H.B. Recuerdo haber fotografiado a dos niñas, una en Nigeria y otra en Ghana, que murieron solo tres días después. En Armenia, me impactó ver cómo gente que en la antigua Unión Soviética tenía un trabajo, un seguro médico y mandaba a sus hijos al colegio se había quedado sin nada. Lo he visto en cientos de sitios.
XL. Ante la pobreza ¿se ha sentido culpable por ser rico?
H.B. Jamás. Puedes sentirte impotente, enfadarte, pero no hay razón para sentirte culpable porque tú no has hecho nada para crear esa situación. Tú no eres el responsable.
XL. Muchas gracias por su tiempo...
H.B. Sospecho que esta entrevista me va a meter en líos. Si es así, te mandaré al perro.
XL. ¿A su perro o a sus abogados?
H.B. A mi perro. Un perro siempre es mejor compañía que un abogado [risas].
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