El plan de Reinserción, primer gesto de Interior tras el alto el fuego, solo exige que renieguen de la banda terrorista.
Primer gesto del Gobierno seis meses después de que ETA decretara en octubre el alto el fuego definitivo. El Ministerio del Interior pone en marcha un plan de reinserción para terroristas de todo tipo que, en la práctica, supone relajar las condiciones para el acercamiento al País Vasco del medio millar de presos etarras dispersos por las cárceles españolas y que siguen fieles a la disciplina de la banda.
La gran novedad de este programa, que en ningún modo contempla beneficios penitenciarios, es que los reclusos podrán cumplir el resto de sus condenas en centros más o menos cercanos a Euskadi, o incluso en cárceles vascas, sin necesidad de pedir perdón a sus víctimas, una condición que hasta ahora era 'sine qua non' para acogerse a la denominada 'vía Nanclares', la única puerta que existía para el acercamiento.
El Plan Integral de Reinserción diseñado por el departamento que dirige Jorge Fernández Díaz, y que comenzará a funcionar en mayo en prisiones del País Vasco y cercanas a esa comunidad, supondrá rebajar de cuatro a una las exigencias para el acercamiento. Para entrar en este programa solo habrá una condición, que el terrorista firme un documento en el que rompa «públicamente» con la banda y que renuncie de manera «fehaciente» a la violencia.
Además de no ser necesaria la petición de perdón, tampoco se exigirá al preso que colabore con la justicia para aclarar atentados ni que haga una declaración expresa en la que acepte hacer frente a las indemnizaciones aparejadas a sus condenas, como hasta ahora se reclamaba para incorporarse a la 'vía Nanclares'.
Arrepentimiento
En la práctica, la exigencia del arrepentimiento para aspirar al acercamiento había bloqueado el aumento de la disidencia, sobre todo tras la declaración de alto el fuego definitivo. La 'vía Nanclares', llamada así porque Interior había concentrado en esa cárcel a la treintena escasa de presos díscolos que había roto con la organización y pedido perdón por sus atentados, ha dejado de ser efectiva. Según reconocen responsables penitenciarios, las expectativas de una solución conjunta a los presos alimentada por la dirección de ETA ha provocado que «prácticamente ninguno» de los 496 reclusos etarras que todavía siguen fieles a las órdenes de la organización haya dado el paso en el último año.
Los responsables de Instituciones Penitenciarias sostienen que esa dinámica es la que se quiere romper, lejos de favorecer al sector duro de ETA. Interior busca ahora trasladar la presión a la dirección de la banda, ya que esperan que buena parte de los presos reclame a la cúpula para poder acogerse a este plan, aunque sea «pasando por el aro» de renegar de su militancia.
La inclusión en el programa, al que también podrán acogerse los grandes narcotraficantes, no llevará emparejado de manera automática el acercamiento, precisaron con machacona insistencia desde Interior. El recluso deberá participar en «aulas de convivencia», una suerte de cursillos en los que tendrá que dar muestras de entender el daño causado y demostrar que está listo para su reingreso en la sociedad.
En esas aulas, en las que el interno también tendrá ayuda para su reinserción laboral, los técnicos valorarán si su ruptura con la violencia es «sincera» y si cabe «premiarle» con el traslado. Un acercamiento que será siempre «gradual y escalonado» en función del «compromiso» demostrado por el recluso.
Además del casi medio millar de presos de ETA, potenciales participantes en este proyecto son la treintena de miembros de los GRAPO, los 50 yihadistas encarcelados, entre ellos autores materiales del 11-M, y cerca de 400 reclusos penados por pertenecer a grandes grupos de delincuencia organizada.
Seis aspectos
Interior puso el acento sobre seis aspectos de este plan, consciente de que el anuncio, como así fue, iba a levantar ampollas entre las víctimas: El tratamiento siempre será individualizado, por lo que no caben las medidas colectivas de premio a la banda por el abandono de las armas; la inclusión en el programa es «reversible», por lo que si la ruptura con ETA es solo nominal el preso volvería de inmediato a su anterior situación; la iniciativa no es, en modo alguno, el fin de la dispersión, una medida que el Gobierno considera que tiene todo el amparo legal; tampoco supone cambio alguno en la política penitenciaria, que siempre ha dejado en manos de la administración la decisión de dónde deben cumplir condena los presos; el programa no conlleva ningún beneficio penitenciario ya que el Código Penal los prohíbe si no se produce el arrepentimiento; y que este programa no conlleva acelerar la excarcelación de ningún miembro de ETA.
En breve, Instituciones Penitenciarias enviará instrucciones a los directores de las 49 cárceles en las que hay presos de ETA para que procedan a identificar a los reclusos que podrían ser los primeros en ingresar en este plan. El perfil es claro, que sean internos que sin haberse alienado públicamente con el sector disidente sí que han dado muestras ya de hastío con la banda, como puede ser el no recibir a sus habituales abogados o no participar en las movilizaciones de protesta periódicas.
Foto- Manifestación por las calles de Bilbao para reclamar el acercamiento de presos de ETA a las cáceles del País Vasco.
TÍTULO: FALLECE DOS MILITARES TRAS EXPLOTAR EL MOTOR DE SU AVIÓN.
Los dos muertos, un capitán y un alférez, iban de entrenamiento e intetantaron saltar antes de que la aeronave se precipitará entre llamas.
Escuché un ruido muy grande detrás de mí, me giré y vi un avión a baja altura. De pronto la sombra se metió entre los árboles de enfrente, noté un estampido en el suelo y un segundo después, que para mí fue un mundo, porque en estos casos el tiempo es muy subjetivo, presencie un fogonazo y las llamas».
Faltaban 15 minutos para las 11.00 de las mañana de ayer y a este testigo le cogió el accidente aéreo en el que fallecieron dos militares en una parada de autobuses situada junto a la carretera M-121, que une las localidades madrileñas de Meco y Alcalá de Henares.
El hombre, abogado de profesión, acababa de visitar a un cliente en la cárcel Madrid II, conocida como Alcalá Meco, cuando presenció la trágica secuencia que ha llevado el luto al Ejército del Aire.
Apenas a unas decenas de metros de distancia, en un descampado aledaño a la carretera autonómica, los restos del aparato quedaron diseminados en un área de unos mil metros cuadrados. Se trata de un avión de instrucción C-101, el modelo que más horas de vuelo ha realizado en la historia de la Academia General del Aire y que permite una formación desde las primeras fases hasta la transición a los aviones de combate. Con el se han formado más de 2.000 pilotos.
El testigo fue el primero en avisar a los servicios de emergencias 112, que le preguntaron si podía confirmar la existencia de supervivientes. Imposible. Las llamas ocupaban todo el descampado. Poco después llegaron las primeras dotaciones de bomberos y varias ambulancias, y tras ellos una pléyade de militares y guardias civiles que acordonaron rápidamente la zona.
Intentaron saltar
Las primeras pesquisas oculares hicieron temer lo peor. El impacto había sido fortísimo, los partes del C-101 estaban por todos lados y en los restos de la cabina los sanitarios hallaron restos humanos prácticamente calcinados y los dos paracaídas desplegados.
Poco después se confirmaba, a través de la Delegación del Gobierno, que habían fallecido los dos pilotos, un capitán instructor de 35 años y su alumno, un alférez de cuarto curso de la Academia de San Javier, en Murcia. Las identidades de ambos, pese a que se conocían, no fueron difundidas por petición expresa de sus familias, según informó el Ministerio de Defensa.
Fuentes de la investigación apuntaron que la hipótesis más probable del accidente es que el avión, que realizaba un vuelo de entrenamiento San Javier-Madrid-San Javier, tuviera un fallo del motor o sufriera una explosión que precipitó su caída «entre llamas». Otro indicio es que los pilotos intentaron saltar del avión al percibir el peligro, pero no les dio tiempo o se vieron sorprendidos por el incendio. Las citadas fuentes no quisieron pronunciarse sobre posibles factores externos, niebla o poca visibilidad en una mañana lluviosa en Madrid, o el fallo humano.
El último accidente mortal de un avión C-101 se produjo en septiembre de 2005. Ocurrió en Baeza (Jaén), cuando un capitán del Ejército del Aire murió al estrellarse contra una vivienda, en la que se encontraban una mujer y su hija de ocho meses, que también fallecieron.
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