Cuando parecía que iba a embestirles, el monstruo esquivó la barca y vieron cómo se dirigía de nuevo al centro del río. En ese momento,.
Serpientes gigantes.
Existen decenas de testimonios en los que se han visto e incluso se han capturado estas monumentales serpientes, y otros muchos en los que los gigantescos animales eran de dificil catalogación. Aquí van unos cuantos de esos casos, algunos de ellos realmente impresionantes.Este es un extracto de un magnífico artículo publicado en www.monografias.com. Al final de artículo podreis encontrar el enlace a su contexto original.
Avencio Hidalgo, en su libro “Así es la selva” (1979), hace referencia a una serie de personajes que como exploradores tuvieron avistamientos con estos ofidios gigantes.
“Algunos exploradores como Up de Graff, nos han
dejado relatos de haberse encontrado con especímenes mayores de 20
metros; el P. Víctor Heinz, alemán , testifica que vio ejemplares de más
de 20 metros que le estropearon su bote y se lo redujeron a pedacitos
(año 1922); Le Conte señala uno de 22 metros en el Amazonas; la comisión
mixta peruano-brasileña cazo un de 25 metros en las cochas del Bajo
Putumayo; en el Fuerte Abuña del río Guaporé, afluente del Madeira, fue
muerta el año 1948 una boa que medía 35 metros de largo, 75cm. de
diámetro y pesaba 400 kilos; D. Raymundo Lima en 1950, vio un faro del
Río Nahamunda otro monstruo que no pudo medir por lo avanzado de la
hora, pero que a juzgar por la carta que le escribe el Dr. Lorenz
Hagenbeck, director del Jardín Zoológico de Hamburgo, el 6 de julio de
1950, debía tener dimensiones superiores a la anterior; finalmente, el
año 1933, los guardias aduaneros de la frontera brasil-bolivia del río
Oyapok se vieron atacados furiosamente por un monstruo al que redujeron a
la impotencia y mataron después de disparar 500 tiros de ametralladora:
esta boa medía 40 metros de largo, 80cm. De diámetro y pesaba 5000
kilos”.
.
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En efecto, como lo citado por Avencio, Up de Graff, narra el encuentro con una anaconda de 15 a 19 metros en su libro “Cazadores de cabezas del Amazonas” publicado en 1923. Parte del párrafo dice lo siguiente:
“Lo que flotaba tendido en el agua y el cieno,
cubierto de moscas, de mariposas y de insectos de todas clases, era la
anaconda más enorme que jamás haya podido imaginar ni en sueños. Los 10 o
12 pies de la parte delantera de su cuerpo, ancho como el torso de un
hombre, descansaban sobre el cieno de la orilla; el resto, en el agua y
un enorme bucle se enroscaba en S justo bajo nuestra canoa. Con
frecuencia he hablado de la longitud de este reptil y muy pocas veces me
han creído. Seguramente medía 50 a 60 pies (15,24 a 18,288).
No la medí pero pude calcularlo con bastante exactitud. En efecto,
nuestra canoa tenía 24 pies. La cabeza del animal estaba 10 a 12 pies
por delante de la proa, la cola a más de 04 pies de la popa y el centro
formaba una S inmensa, tan larga como nuestra canoa y con una anchura de
más de 05 pies.
Yo estaba a popa y las escopetas a proa. Le grite a
Jack que disparase, pero el ruido que hizo al buscar el arma entre los
bultos asustó al animal, que despareció con un remolino tan tremendo que
casi nos hizo sobrar. La agilidad que demostró al desaparecer era
sorprendente para un cuerpo tan abultado y contrastaba vivamente con la
torpeza de la anaconda que habíamos matado anteriormente. Cuando me
acuerdo de cómo el cuerpo decapitado de esta última se enrolló alrededor
de mis piernas y casi me la parte en la última contracción de sus
músculos me pregunto lo que hubiera sido de nosotros si esta bestia
enorme hubiese atrapado nuestra canoa en uno de sus abrazos. El más
robusto de los hombres es un comino indefenso cuando un monstruo
semejante lo atrapa entre sus anillos.”
.
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Otro autor que hace referencia de algunos
encuentros con anacondas de gran tamaño, es Vitold de Szyzslo (1955),
quien menciona lo siguiente:
“Eunectes murinus, mamayacu o sucuriyú, boa
acuática, que puede alcanzar hasta 12 y mas metros de largo y 80
centímetros de circunferencia, con un peso de 150 kilos y más; ……………….
varios autores aseguran haber medido boas de 50 a 75 pies de largo (15 a 23m) ; así, Lange ha medido una de 56 pies (17m); Gardner, de 37 pies (11,3m);
la boa, vista por Lange, tenía un diámetro de 25 pulgadas, lo que
confirma Up de Graaf; Roosevelt ha ofrecido 5 mil dólares de premio por
una piel de boa de 30 pies y, con todo, nadie se ha presentado para
obtenerlo; en los museos no hay pellejos de boa de más de 08 metros. Sin
embargo, cazadores de fieras aseveran haber medido boas monstruosas
hasta de 40 metros de largo y de 5 toneladas de peso.”
Otro documento muy antiguo, perteneciente a la gobernación de Quijos (1559-1621), cita lo siguiente:
“….. yo envié a prender a un delincuente a este río
de Napo a seis españoles y un escribano que fueron certificaron vieron
ir por el río nadando una culebra de más de setenta pies (21 metros) de
largo al parecer y que tenía conchas y la cabeza como una lebrel
(liebre) y con orejas y de gordor de un caballo y le tiraron muchas
piedras y no hizo delas y se metió en un remanso y se sumió y admirados
de ello preguntaron a los indios que con ellos iban que era aquello pues
no lo habían visto otras veces y ellos dijeron ser culebra y haber
otras muchas de mayor grandeza que aquella era niña y pequeña y aunque
habían andando los españoles muchas veces por ahí y nunca había visto
tal…..”
Otro artículo en Internet (Pastoloco.com 2002) sobre el tema cita el siguiente encuentro:
En marzo de 1947, una expedición brasileña
del Servicio de Protección de los Indios se encontraba en una zona
pantanosa entre los ríos Manso y Cristalino. De pronto, vieron una
enorme serpiente dormida sobre la hierba y le dispararon varias veces
hasta matarla. Según contó luego uno de los expedicionarios, el pintor
francés Serge Bonacase, el reptil medía nada menos que 70 pies (23
metros)”.
Junto con el pintor francés, habían cerca
de 20 hombres y la historia fue contada a Bernard Heuvelmans quien
considera que el animal era de menor tamaño, algo de 65 pies (20metros)
de longitud (esto último Citado por The Crypto Web en: http://www.fortunecity.com/roswell/siren/552/souam_anaconda.html).
El mismo artículo cita otros casos, que textualmente dicen lo siguiente:
En 1953 en el Alto Amazonas, una expedición
localizo y abatió a dos monstruosos ofidios, que causaban terror en la
región. Las fotografías, publicadas en el diario El Mundo Argentino,
mostraban a los cazadores detrás del cadáver de una de las serpientes,
cuyo grosor les llegaba a la cintura. Eso suponía un tamaño tan enorme
que la cabeza de uno de estos monstruos alcanzaría unas proporciones
superiores al tamaño de un hombre.
El sacerdote Victor Heinz, tuvo dos
encuentros con estas boas en el río Amazonas. El primero fue el 22 de
mayo de 1922, cerca del pueblo de Obidos, a casi treinta metros de
distancia vio una enorme serpiente llevada por la corriente. La
tripulación dejó de remar, temblando de miedo ante las enormes
dimensiones del animal: unos 25 metros de longitud y un grosor similar
al de un barril de aceite. “Cuando estuvimos suficientemente lejos,
mis remeros recuperaron el habla, me dijeron, asustados aún, que aquella
serpiente nos hubiera aplastado como a una vulgar caja de cerillas a no
ser por la feliz coincidencia de que en esos momentos se encontraba
haciendo plácidamente la pesada digestión de algún buen banquete de
peces”. Unos años después, el 29 de octubre de 1929, el religioso se encontró de nuevo con otra serpiente gigante en el mismo río, a la boca del Río Piaba, cerca de Alemquer.
Era cerca de medianoche cuando vio que sus remeros, aterrorizados,
bogaban hacia la orilla gritando que había un enorme animal, “En ese
momento vi que se removían las aguas como si estuviese pasando a
nuestro lado un enorme barco de vapor y observé, a unos metros por
encima del agua, dos luces verde azuladas parecidas a las luces de
posición de un barco fluvial”. Cuando intentó tranquilizar a sus
hombres diciéndoles que se trataba de un buque y que apartasen la canoa
de su trayectoria, éstos le respondieron que se trataba de una serpiente
gigante. El padre Heinz se quedó petrificado por el terror al darse
cuenta de que las luces eran dos ojos fosforescentes que se dirigían
hacia su embarcación a una velocidad diez o quince veces mayor que la de
una canoa.
.
.
Cuando parecía que iba a embestirles, el
monstruo esquivó la barca y vieron cómo se dirigía de nuevo al centro
del río. En ese momento pudieron comparar el brillo fosforescente de sus
ojos con el de una lámpara de petróleo que alguien agitaba al otro lado
de la orilla. Era evidente que la luz que desprendían los ojos de ese
ser era muy diferente a la de una lámpara. Más tarde, los habitantes de
la zona le comentaron al religioso que en aquel río habitaba una
“sucuriju” gigante.
Interesado tanto por sus propias
experiencias como por las historias que le llegaban de otros testigos,
el padre Heinz, protagonista de los dos encuentros con estos monstruos
en el río Amazonas, le envió al director del zoológico de Hamburgo el
relato de sus observaciones junto a dos fotografías. Una había sido
realizada en 1933, por funcionarios de la Comisión de Fronteras de
Brasil, que afirmaban haber matado al animal con ráfagas de
ametralladora. Según su testimonio, la bestia era tan grande (muy por
encima de los 09 metros de longitud) que cuatro hombres no hubiesen
podido cargar su cabeza, y destrozó arbustos y pequeños árboles al caer
abatida.
La otra fotografía fue realizada en 1948 y
mostraba los restos de una serpiente que se introdujo en las
instalaciones del Fuerte Abuna, en el territorio de Guaporé, en Ecuador.
Para conseguir matarla los militares emplearon una ametralladora que
realizó al menos quinientos disparos, un gasto justificado si se tiene
en cuenta que al medirla resultó alcanzar los 35 metros de longitud.
Como en el caso anterior, no se conservaron los restos, porque el calor
tropical provocó la rápida descomposición del cuerpo.
Unos meses después, en julio de 1930, el
comerciante Reymondo Zima, que vivía en la pequeña población de Faro, a
orillas del río Jamunda, se encontró con otro de estos enormes reptiles,
que debió encontrarse herido, ya que sólo le brillaba un ojo en la
oscuridad de la noche. Durante unos minutos interminables, la bestia
estuvo rodeando a gran velocidad la embarcación del asustado
comerciante, levantando unas olas tan grandes que estuvieron a punto de
hacerla zozobrar pese a que medía 13 metros de eslora.
Años después, en 1948, un hombre llamado
Pablo Tarvalho aseguró que una serpiente gigante había seguido a su
lancha durante un tiempo. Según el testigo, la bestia, que había llegado
a estar a menos de 300 metros, tenía un tamaño fabuloso: (150 pies) ¡50
metros!
Según otro artículo el hecho habría sucedido cerca del mismo lugar donde R. Zima tuvo su encuentro (Citado por The Crypto Web en: http://www.fortunecity.com/roswell/siren/552/souam_anaconda.html)
El padre Protesius Frickel se encontraba
predicando en una misión en las orillas del curso superior del río
Trombetas y pudo ver la cabeza de una serpiente gigante reposando sobre
la orilla. El sacerdote desembarcó y se acercó cautelosamente hasta
llegar a sólo «unos seis pasos» del animal, que estaba sumergido en el
río. Sólo sobresalía del agua una pequeña parte del cuerpo y su cabeza,
en la que se podían ver unos ojos «grandes como platos», según declaró
el religioso.
El mayor Percy Fawcett, cuenta en sus
memorias, “Exploration Fawcett”, que en la primavera de 1907, mientras
navegaba por el Río Negro, apareció frente a ellos la cabeza triangular y
buena parte del cuerpo de una enorme anaconda. El animal se dirigió
rápidamente hacia la orilla, pero el explorador, tuvo tiempo de realizar
un disparo con su fusil. La serpiente llegó agonizante a la orilla del
río, donde Fawcett la pudo examinar detenidamente. “El animal se encontraba medio muerto pero su cuerpo aún estaba sacudido por violentos estertores”,
escribió el explorador, que estimó en 14 metros la parte del animal que
se encontraba fuera del agua, mientras que dentro quedarían otros 05,
lo que supone 19 metros de largo. La bestia no era muy gruesa, sólo 30
centímetros, tal vez porque llevase mucho tiempo sin comer. Fawcett dijo
también que el animal desprendía un fuerte hedor y que al intentar
cortar un trozo de su piel, para llevársela como trofeo, resultó que el
animal no estaba muerto todavía y comenzó a convulsionarse más, por lo
que desistió de su intento.
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